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Título: Estudio de autorretrato (1964), de Francis Bacon. Imagen obtenida de: http://www.abc.es/20120626/cultura-arte/abci-bacon-201206261559.html
El cuerpo ¿perdido?
Por Diego Venturini
Lic. y Prof. en Psicología. Miembro del Colegio de Psicoanalistas
dcventurini@yahoo.com.ar
 

Proverbios

“En un lugar lejano un alma perdió su cuerpo, vagó y vagó sin poder encontrarlo y al comprender que no sabía dónde estaba éste simplemente, murió”

"No hay espíritu sin cuerpo a menos que sea un fantasma”. Proverbio alemán

"Cuerpos escriben el poema del cuerpo”. Julio Miranda

“Si un hombre experimenta alegría, entonces la expresa mediante palabras. Si las palabras no le bastan, canta las palabras. Si las palabras cantadas no le bastan, entonces toma un instrumento musical. Si el instrumento musical no le basta, entonces comienzan sus manos a agitarse y sus pies a patalear el suelo” Proverbio Chino

"El que está despierto y consciente dice: soy todo cuerpo, no hay nada fuera de él". Friedrich Nietzsche

“El cuerpo no es más que un medio de volverse temporalmente visible. Todo nacimiento es una aparición”.  Amado Nervo


Enigmas humanos acerca del cuerpo

¿Cuál es la pregunta más difícil de responder para el hombre? No lo sé.

Una de las más difíciles es quizás la siguiente: ¿Qué es la muerte de un niño para un padre? Y eso ¿qué es? En primera instancia el arribo de lo innombrable desde nuestro lenguaje.

No existe palabra en nuestro idioma que designe de manera inequívoca a un padre o madre como sujeto sufriente que ha perdido a un hijo. ¿Por qué? Si lo pensamos desde Lacan ¿se trataría del agujero de lo Real y por ende de la falta de la letra sobre la que lo simbólico y lo imaginario echan puentes? “…Dice Freud que no hay representación en lo Inconsciente de la propia muerte y que al serle imposible al hombre imaginarse muerto debió realizar una transacción en la que le negó la significación de aniquilamiento de la vida, de tal forma que la muerte se inserta en un más allá que no es solamente el de la otra vida o la ficción, sino que es inherente al orden simbólico en cuanto tal que algo del hombre inmerso en él sobreviva…” [1]

Pero esa transacción mencionada ¿se sostiene ante una eventual pérdida de un hijo? En esos casos ¿es por eso que se precipita la llegada de las búsquedas desesperadas de nombres? ¿de nombres de un cuerpo muerto que precisa una marca como epitafio?

¿Es ésta la única pérdida realmente intolerable para el hombre y por ello innombrable? Seguramente no, pero tal vez, la respuesta sea en parte afirmativa.
Si ahondamos en los orígenes del psiquismo y en la organización inicial del mismo como trauma propuesta inicialmente por Freud, podemos pesquisar que dicha presencia original del trauma atraía la represión diferenciándola de las transformaciones de la represión y convirtiéndola en fondo y soporte [2]. Ese fondo y soporte operaba como polo y anclaje del psiquismo, permitiendo a través de un equilibrio ligado a la necesidad económica de la pulsión el distanciamiento del mismo fondo a través de la historia y al decir de Lacan de la historia-historizada por un Otro significante, una historia contada del trauma originario inasequible.

El cuerpo nace de la biología pero se conoce en el aparato psíquico. Es el “apres-coup” de las significaciones el que permite las sucesivas inscripciones, pero ¿dónde? ¿hay un lugar concreto en el cuerpo biológico para esas inscripciones? Para el primer Freud (1895) y para las neurociencias tal vez sí existan lugares específicos y éstas últimas se esmeran claramente en demostrarlos, Freud en cambio, luego tomo otros caminos.


Paradigma del cuerpo perdido

Es interesante estudiar cómo las huellas mnémicas plantean en Freud varios enigmas relacionados con este tema, de acuerdo a la etapa de su obra en la que uno elija observarlo.

“…Como puede verse, la concepción freudiana de la huella mnémica difiere claramente de una concepción empirista del engrama definido como impresión que se asemeja a la realidad. En efecto: 1º) La huella mnémica se inscribe siempre en sistemas, en relación con otras huellas. Freud intentó incluso distinguir los diferentes sistemas en los que un mismo objeto inscribe sus huellas, según los tipos de asociaciones (por simultaneidad, causalidad, etc.). Por lo que respecta a la evocación, un recuerdo puede ser reactualizado dentro de un determinado contexto asociativo, mientras que, tomado en otro contexto, resultará inaccesible a la conciencia. 2º) Freud tiende incluso a negar a las huellas mnémicas toda cualidad sensorial: “cuando los recuerdos vuelven a ser conscientes, no comportan cualidad sensorial, o muy poca en comparación con las percepciones.” [3]. Concluyendo, para Freud “la huella mnémica no es más que una disposición de facilitaciones que hacen que una determinada vía sea seguida con preferencia a otra. Tal funcionamiento de la memoria podría relacionarse con lo que se llama memoria en la teoría de las máquinas cibernéticas constituidas según el principio de oposiciones binarias de igual modo que el aparato neurónico, según Freud, se caracteriza por bifurcaciones sucesivas” [4].

 En esta ambivalencia originaria ¿dónde se inscriben entonces las marcas del cuerpo? El cuerpo ¿está perdido originariamente?

 “…únicamente la perspectiva de la historia y del reconocimiento permiten definir aquello que cuenta para el sujeto, la historia siendo la síntesis presente del pasado, es allí el centro de gravedad del sujeto…” [5]

Tal afirmación no pone en tela de juicio el lugar preponderante de la memoria en la constitución subjetiva, sino que más bien la resalta. ¿Qué somos sin memoria?

 Pero existen otros interrogantes. Cristina Dayeh en su trabajo “Soma, cuerpo, psiquis. Entramados y desencuentros”, plantea interrogar al psicoanálisis desde “…las patologías del desvalimiento o déficit, estructuras limítrofes, pacientes “a predominio de cantidad” y distintos modos de pasaje al acto…” [6]

También los niños con sus desafíos permanentes de abordaje clínico, nos invaden con preguntas acerca del origen de sus cuerpos y las sucesivas bifurcaciones de su búsqueda de significación.

En ese sentido podría decirse, por ejemplo, que el logro de un niño en relación a la atribución de sentido acerca de una reacción desmedida de su cuerpo ante un inesperado ruido de su entorno, podría evitar el despliegue de una fobia o una crisis de angustia que lo lleve al inicio y/o despliegue de una sintomatología más incisiva (enuresis, crisis de llanto, miedo a la oscuridad, etc).

Pero ¿cómo se construye esa atribución de sentido acerca de lo reactivo del cuerpo? 

El entramado sucesivo de experiencias posibles de significación otorgadas por  un otro dador de sentido, contención física, palabra y principalmente sonido, generará una conexión posible entre el sistema perceptivo consciente, el mundo externo y la superficie del ello que se transformará en el futuro yo.

En el antes citado trabajo, Cristina Dayeh hablaba de “…los pacientes en los límites de la analizabilidad, en los que se despliegan actuaciones que no pueden ser “contenidas” en una trama simbólica y la “desbordan” con producciones del sujeto que tienen por referencia la opacidad de lo fáctico, “en ese lugar límite entre lo somático y lo psíquico donde maduran los pasajes al acto” …Cuestiones que ponen de manifiesto el predominio de la compulsión a la repetición, de evacuaciones de cantidad que eclipsan la función significante, a diferencia de lo que Freud llamaba intrincación como sinónimo de ligazón, o mitigación, aludiendo a las relaciones entre Eros y las pulsiones de destrucción…” [7]

¿Es posible entonces que una sucesión de ausencias simbólicas significantes precipiten la precariedad de un aparato psíquico que no encuentre un cuerpo y vague fantasmalmente como se plantea en los diversos proverbios citados en la introducción?

¿Es posible que eso mismo se dé ante la pérdida de un hijo? ¿Qué cuerpo se pierde cuando se pierde un hijo? ¿El de nuestro narcisismo y por eso es innombrable para nuestro idioma?

El duelo por el cuerpo de ese otro-uno ¿es posible de realizar de manera normal del modo que lo plantea Freud en duelo y melancolía?


Argentina, la pérdida del cuerpo de los hijos y un entramado hacia la creatividad

Producto de un efecto socio-histórico traumático, en nuestro país, llamativamente tenemos dos palabras para designar a las personas que perdieron un hijo y/o un nieto por los crímenes del estado cuya sola nominación implica la noción clara de la pérdida de un hijo o un nieto: Madres y Abuelas.

La generación de la ampliación del significado idiomático original de dichas palabras nos informa de la plasticidad creativa, nacida en el dolor y el sufrimiento humanos para generar novedosas atribuciones de sentido que hablan a las claras del origen de un neologismo idiomático cuyas significaciones son muy superiores a las de los términos que las originan y que nos hacen pensar en el “apres-coup” freudiano con su lugar fantasmal de bordeado del cuerpo en las cercanías de lo Real como núcleo inesperado de la creación.

Hecho inusual en la cultura humana que implica un inspirado y deseable logro socio-histórico, que coloca a las dolientes sujetos de la pérdida en un lugar de lucha y búsqueda implacable por nominar lo desaparecido que ha generado en la sociedad (contrariamente a lo que el estado criminal pretendía), la posibilidad de la identificación con su propio nombre para nominar mejor aún que un epitafio o una tumba la ausencia de los cuerpos y el significado de  los crímenes de lesa humanidad.

Los cambios sociales y la lucha por la búsqueda de la identificación genética de esos cuerpos Desaparecidos y de esos cuerpos Apropiados por otros padres, ha generado un sentido al sinsentido de la ausencia, dándole esperanzas a miles de personas que dudan de su identidad y que pueden cotejar en un lugar concreto, si los une o no a ellos, el horror de los crímenes del estado, hecho que a su vez opera como un límite ordenador a las fantasías inequívocas de todo ser humano a no pertenecer a su entorno o familia de origen.

Qué impensada relación tiene todo esto con el estudio de la transferencia en psicoanálisis, ya que de ésta se dice en relación al discurso de un paciente algo similar a lo que se planteó desde el estado criminal como opción para la atribución de sentido de los sujetos con frases como: “los argentinos somos derechos y humanos” o “algo habrán hecho”.

Se lee sobre la transferencia lo siguiente: “es palabra vacía aquella que no viene de otro sujeto sino que es reflejo de un discurso común, anónimo, retomado a cuenta propia por el analizando que desconoce su relación con ese discurso” [8]. Aquí es donde nace la interpretación y la construcción analítica acerca de Lo Inconsciente y es el punto en común con el nombramiento fantasmal que debemos realizar como transacción a la salud acerca de los fenómenos del cuerpo que nos conducen a lo real del dolor y la imposibilidad perceptiva de su vivencia.

Dice Cristina Dayeh: “…El psiquismo puede restringirse considerablemente en su funcionamiento complejo por factores que limitan su riqueza, diversidad y posibilidades de transformación. Aparecen afectados la plasticidad en las relaciones entre lo real, lo imaginario y lo simbólico, el interjuego intra e intersistémico y la construcción de pensamiento y fantasía…A mayores niveles de sofisticación de los procesos simbólicos, menor incidencia de la biología” (Silvia Bleichmar). Quedaría así sugerido un corte entre enfermedad y símbolo, un eclipsamiento de la posibilidad de atribución de sentido. La lesión somática, supondría un atolladero que no ha podido atravesarse, una caída, una dificultad en las posibilidades de elaboración simbólica de las vicisitudes de la existencia...” [9]

Entonces ¿Cuáles serán las dificultades en la elaboración simbólica de la muerte del cuerpo de un hijo? Aparentemente las limitaciones en la plasticidad y la transformación psíquica que implicarían la pérdida de un profundísimo sector narcisista estructural de la constitución originaria del sujeto con el consabido y consecuente empobrecimiento de las posibilidades de elaboración simbólica y la pérdida de interés en las atribuciones de sentido. Un duelo de tales características, visto de antemano, no sería posible de superar sin la presencia previa de un lugar instituido históricamente en la estructuración del psiquismo el cual no es otro que la vivencia primaria de satisfacción con su plus de placer originante de la virtualidad y la creencia y por ende de la esperanza.


Algunos aportes a un futuro como intentos de conclusiones parciales

Lo irreparable de la pérdida del cuerpo se mezcla con la heterogeneidad del Eros como presentificación en el cuerpo de lo vital. La muerte como idea de la ausencia de la vida no alcanza para evitar el fenómeno de la angustia que simboliza la castración del ser humano como especie condenada a la pérdida del contacto con el cuerpo.

En algunos años, la tecnología con sus avances, proveerá al hombre de órganos artificiales de origen humano desarrollados en laboratorios con la finalidad de alejarlo de lo inevitable del contacto con lo que su cuerpo significa. Permitirá también desarrollar fetos en los laboratorios destinados a tal fin sin que las madres paran a sus hijos. Alejará, por ende, al cuerpo y su significación intrínseca de castración-finitud-limitación, de la presencia inanimada del fantasma y esa ausencia de ordenador traumático generará en éste (fantasma) el inequívoco arribo de la alienación…pero, una vez que lleguemos a eso, estaremos frente a la presencia de otro aparato psíquico uno desconocido para el hombre de ésta época socio-histórica.

 
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Notas y Bibliografía
 

[1] Dr. Daniel Gueller, “De cuerpos que enferman y de los que sobreviven”, Revista Argentina de Psicología, Año XXI, Nº 41, pag 71. 1991
[2] Freud, Sigmund, Obras completas, tomo I pags 54-55 y sigs. Editorial   Amorrortu. 1988.
[3] J. Laplanche, J. Pontalis, Diccionario de psicoanálisis, pag 178, Edit. Labor. 1981.
[4] J. Laplanche, J. Pontalis, Diccionario de psicoanálisis, pag 179, Edit. Labor. 1981.
[5] Lacan, Jacques, Seminario I, pag 45. Edit Paidós. 1985.
[6] [7] y [9] . Dayeh Cristina, “Soma, cuerpo, psiquis. Entramados y desencuentros”.
[8] Dra Raimbault, Ginette. “Un caso clínico bajo el ángulo de la trasnferencia”, artículo publicado en la Revista Argentina de Psicología, año XXI, Nº 41,  pag 19. 1991.

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