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Imagen obtenida de: http://it.wikipedia.org/wiki/Opere_di_Umberto_Boccioni
El camino más largo
Aportes clínicos acerca del abordaje en la discapacidad [1]
Por Diego Venturini
Lic. y Prof. en Psicología.

Miembro del Colegio de Psicoanalistas
diegoventurini@elpsicoanalitico.com.ar
 
El comienzo del viaje

José actualmente tiene unos 22 años, estudia en la universidad y pertenece a una familia de clase media, sus padres trabajan administrando un negocio ligado al ramo textil.

José dejó de ser mi paciente hace ya unos 5 años cuando fue dado de alta.

A sus 11 años, los padres me consultaron debido a que estaba teniendo serias dificultades en su rendimiento escolar, algunas conflictivas familiares leves y conflictos con ciertos compañeros de su escuela. Pero, su preocupación mayor  estaba centrada en la evaluación diagnóstica que había tenido José en un centro especializado en trastornos neurológicos cuyas conclusiones arrojaban una serie de datos de complejo entendimiento para la familia.

Cuando tenía 3 años de edad, José y su familia habían tenido un serio accidente automovilístico que le había dejado secuelas físicas: unas visibles y otras no tanto. Debido a un golpe en la cabeza había tenido una pérdida de masa encefálica en el hemisferio izquierdo y luego de varias intervenciones los médicos lograron salvarle la vida. Después de eso, tuvo que volver a aprender a caminar, a controlar esfínteres, a hablar, a escribir con la mano izquierda, etc. Como apoyatura, tuvo un abordaje desde diversas áreas médicas: controles neurológicos, traumatológicos, kinesiología, terapia ocupacional, etc. Sus secuelas más evidentes luego de todo ello fueron: una dificultad para caminar y apoyar la pierna derecha y una dificultad para mover el brazo derecho. Con apoyo psicopedagógico solamente en el 1º grado de la escuela primaria, su rendimiento escolar fue bueno hasta que al llegar al 6º grado comenzó a descender muy notablemente. A pesar de las dificultades mencionadas, José participaba activamente de todas las actividades de su escuela incluso en educación física. Su integración con los compañeros había sido muy buena y era un activo integrante de cumpleaños, reuniones sociales y familiares.

Todos esos logros parecían haberse esfumado a los 11 años. Los compañeros ya no lo invitaban a las diversas actividades sociales que llevaban a cabo. Con la familia, situaciones que otrora eran superadas sin dificultad, como la torpeza por tirar un vaso en una fiesta, se habían transformado en motivo de intolerancia, discusiones interminables y desafíos. El contexto general, hasta ese momento siempre favorable, se había complejizado en cada una de sus variables. Los datos “concluyentes” de la evaluación que le habían realizado indicaban presuntivamente que el púber iba a tener un declive progresivo de las funciones cognitivas: memoria de trabajo, atención, capacidad para el cálculo y el razonamiento, previsión y manejo de situaciones nuevas, dificultades motrices por el desarrollo evolutivo, etc.

En ese panorama de impotencia y desazón por el futuro del niño es que se realiza la primera consulta de los padres.

Decidí ver a José y realizarle una evaluación clásica de orientación psicoanalítica con el objetivo de indagar en lo más profundo de esa constitución subjetiva que se estaba construyendo en él.

José tenía muchas cosas para decir: se sentía muy frustrado por sus limitaciones y el único recurso que estaba privilegiando como modo de defensa ante esas sensaciones, parecía ser la negación.

Si tenía una evaluación, por ejemplo de matemática, José posponía su estudio hasta último momento o no estudiaba basándose en la exitosa experiencia previa de años anteriores. Si lo invitaban a jugar un partido de fútbol y le proponían ser arquero (claramente por su dificultad para correr) él decía que lo ponían como arquero porque era el mejor en eso y no aceptaba la pregunta acerca de si ese rol no era otorgado por el grupo por alguna dificultad en su desempeño físico.

En cuanto a su familia el apoyo que siempre le dieron para su desarrollo fue importante pero sentía que no iba a poder responder adecuadamente a ese apoyo, que no estaba a la altura de las expectativas familiares para con él.

Para José, la comprobación de la existencia real de sus sensaciones imaginarias de desvalorización y/o de desvalimiento (para consigo mismo) y/o abandono acerca del entorno (para con él), comenzaron a profundizarse e instalarse como certezas a partir de: a) el muy bajo rendimiento escolar que estaba obteniendo en ese momento, b) los reclamos de su familia por ese cambio y c) al ampliar dicha observación a la cotidianeidad compartida con su grupo de pares.

Con relación a éstos últimos, comenzaron a notarse dificultades de elaboración acerca de situaciones frustrantes surgidas en diálogos cotidianos, por ejemplo: el hecho de que sus compañeros le hicieran bromas porque perdió su equipo de fútbol el fin de semana (River Plate, en su caso) solía transformarse en una situación intolerable que clínicamente significaba mucho más que eso y dejaba entrever ciertas dificultades y/o una imposibilidad de tramitación psíquica de tales cuestiones, que en su historia previa no parecían tener antecedentes.

Para un analista de niños y adolescentes, es siempre preocupante que una defensa, en éste caso la negación, tenga la posibilidad futura de instalarse como rasgo de carácter en un aparato psíquico en construcción. Un púber tiene en su haber muchos elementos ya constituidos pero aún nos queda margen de trabajo al respecto si hay buena transferencia con él y su familia. ¿Qué pasa con ésta defensa: la negación, en los casos en los que el niño padece una discapacidad? ¿Cuáles son las dimensiones que toma y cómo se ponen en juego en ese sentido?

Otro temas preocupantes a evaluar eran: 1. si tales dificultades de tramitación psíquica del registro de las situaciones vivenciadas por el niño tenían que ver sólo con la negación (tomada ésta como una defensa psíquica esperable en su caso) o 2. si (entre otros factores) tales dificultades tenían que ver con un desarrollo progresivo de un posible trastorno neurológico .

Con estas preguntas y preocupaciones comencé mi trabajo con José.


La conducción y los caminos a elegir

Como en todo caso clínico se han dejado de lado, por razones de espacio, varios aspectos que deberían y podrían mencionarse con mayor profundidad en otros ámbitos.

Las dudas a la hora de elegir una dirección de la cura son un planteo intrínseco al trabajo analítico, las decisiones en ese sentido deben derivar en mi opinión de tres aspectos: 1. la posición filosófico-ontológica del analista frente al sujeto que tiene enfrente como consultante, 2. la lectura diagnóstico-clínica de la evaluación realizada acerca del caso en base a sus conocimientos teórico-clínicos y 3. los recursos propios del analista en cuanto a sus condiciones de análisis, supervisión y formación permanente. Nada nuevo, pero a la vez nada sencillo.

¿Cómo plantear una postura diferencial ante una misma situación? Concretamente, el púber estaba teniendo un bajo rendimiento académico, sus problemas físicos asociados a su cuadro clínico de origen físico estaban mostrando un incremento de las deficiencias en cuanto a sus torpezas y limitaciones. Entre sus familiares, la escuela y sus amistades estaban notando tales dificultades y a pesar de intervenir cada uno a su manera, no lograban una respuesta favorable o mejoras significativas en las intervenciones.

La postura analítica de pensar que hay un sujeto cuya constitución está en formación, con sus diversas ambivalencias, falencias, precariedades, sentimientos y padecimientos ligados al dolor psíquico, además de posibilidades de alivio, de pensamiento y de creatividad intenta romper el esquema exclusivista de la determinación diagnóstica.

La búsqueda constructiva de una instancia de diálogo interno que propiciaría de red de contención e interpretación ante los sucesos vivenciados en lo cotidiano fue lo más dificultoso en el inicio del trabajo con José.

La imposibilidad inicial de pensar sobre sí mismo y sobre los demás era un obstáculo (resistencia) importante para lograr ese objetivo, en especial debido a que después del suceso traumático originador de sus deficiencias físicas, el entonces niño y luego púber, vivió reaccionando ante cada situación nueva, cada una más urgente y/o necesaria que la anterior en función de la continuidad de los tratamientos de rehabilitación, sin darle demasiada importancia a lo que le sucedía internamente. Todo ello en un devenir semejante al de una montaña rusa que hasta ese momento nunca se detuvo.

La puesta en palabras de las situaciones era específica y literal, no tenían el entonces niño y sus padres, una orientación adecuada como para generar una red de contención interna a las emociones y sentimientos inevitablemente asociados, no ya al trauma originario (el accidente) sino a las posteriores consecuencias del mismo en cuanto a la exigencia constante de trabajo psíquico que implicó el sostén de las diversas rehabilitaciones.

Como ilustración de esto último, cabe mencionar que al momento de la primer consulta y en relación al incremento de la torpeza en los miembros afectados de José, los médicos no habían encontrado fundamento físico alguno que implique la presencia de un daño actual en el desarrollo motriz del púber que justifique el citado incremento de la torpeza, como tampoco de los demás síntomas mencionados. Por ello, centraron la continuidad de la investigación clínica en la realización de una batería de tests de índole cognitiva que potencialmente (a su entender) podrían explicar mejor dichas falencias. De hecho, las conclusiones de esos tests fueron interpretadas (por los médicos) como determinantes y generaron la indicación de que José, a modo de prueba clínica, fuera medicado con metilfenidato para estimular áreas del cerebro que podrían estar viéndose afectadas en su funcionamiento y le permitieran evitar o disminuir el incremento de la torpeza y demás dificultades clínicas ya mencionadas. Hasta ese  momento José nunca había sido medicado por algo así.

Les propuse a los padres intentar trabajar con la palabra y el afecto, historizando situaciones diversas: desde la caída de un vaso en la cena y su relación con las vivencias de impotencia y frustración, hasta la posibilidad que José pudiera comenzar a fundamentar el “no deseo” por estudiar, más allá de su habitual planteo de: “no estudio porque no tengo ganas…o porque ya lo sé…ya lo entendí…lo hice en clase…eso ya me lo explicó mi amigo, etc, etc”. Fundamentos esperables a su edad pero que no dejaban de mostrar un vacío de sentido, un intento de desconexión con la vivencia que origina el trauma, un deseo de  preservarse a cualquier costo de un supuesto ataque peligroso del entorno y/o de su propia impotencia.

Hasta ese momento ¿Qué palabras se habían dicho sobre el accidente automovilístico? ¿Qué sentido se le había dado a las culpas de los causantes (los que los chocaron)? ¿Qué se había dicho acerca de la inherente sensación de culpa del padre por no haber realizado una maniobra que impidiera  el accidente, más allá que era imposible realizar alguna maniobra salvadora en tales circunstancias? ¿Culpaba éste púber a ese padre en alguna medida por sus conflictos? Un padre deportista y exitoso por cierto. ¿Qué diálogo se generaba entre éste padre y su hijo respecto de las limitaciones físicas y sus consecuencias psíquicas?

Muchos años de trabajo llevaron a encontrar variadas respuestas a éstas preguntas tanto en los padres como en el púber, quien luego se fue transformando en un adolescente que pudo integrar sus limitaciones a su vida cotidiana y culminar exitosamente el nivel secundario, padeciendo y disfrutando los vínculos con novias, amigos y una familia que lo aprendió a valorar desde otro lugar, sin necesidad de utilizar medicación (indicación médica realizada al año del tratamiento conmigo por aquellos mismos médicos que en un primer momento  intentaron medicarlo y por un desacuerdo con los padres primero y luego por su posterior evolución no lograron hacerlo).

Algunas de las respuestas encontradas a esas y otras preguntas en el devenir del tratamiento se podrían resumir en lo siguiente: se había generado en el niño y sus padres la concepción de ciertos pensamientos, emociones y en especial afectos que se asumieron sin ser cuestionados adecuadamente a través de los años. Estos, paulatinamente se iban transformando en determinantes incontrastables de un problema que los afectaba a todos y que tenía varios nombres que habían ido dejando de tener un lugar valorado adecuadamente en la vida cotidiana: dolor, miedo, vergüenza, ambición, culpa, negación y que en general se englobaban en el concepto de imposibilidad e impotencia, ligados siempre a la concepción de discapacidad.


El camino más largo

En ciertos casos, a nivel subjetivo, la “supuesta” asepsia de la popular asociación entre discapacidad e imposibilidad y/o impotencia va generando paulatinamente en el aparato psíquico un camino destructivo de desintegración y desligadura que, con el paso del tiempo, establece balizamientos muy precisos que irán formando determinantes específicos indiciarios de un incremento de la patología psíquica al impedirle al sujeto la observación de las diversas opciones vitales posibles que se encuentran a su alcance, a pesar de los condicionamientos inherentes a la discapacidad.

Esto último es válido para las consecuencias clínicas de una discapacidad originada en una deficiencia motora (como en este caso) como también lo es para otras discapacidades (como la psíquica) cuyo origen, aunque sea indeterminado, puede afectar la vida del sujeto en cuestión.

Es muy sencillo tomar el camino más corto, simple y concreto de concebir la discapacidad como un determinante causal inamovible y quedarse con el beneficio secundario de la enfermedad que la misma genera, ya Freud daba clara cuenta de ello. En este sentido, las posiciones filosófico-ontológicas desde el ámbito de la salud (ya sean médicas y/o psicológicas y/o sociológicas), desde los diversos saberes discursivos que se entremezclan en la multiplicidad sectorial de las intervenciones en discapacidad, deberían dejar un espacio para el desarrollo de planteos que impliquen la superación de tales determinismos.

Sin dudas, las discapacidades generan condicionamientos para el desarrollo de una persona, pero si no se apela a la creatividad como posibilidad humana de superación, será imposible salvar tales condicionamientos y los mismos, más  temprano o más tarde, se transformaran en determinantes de la condición subjetiva y eso implica un serio riesgo para la salud. [2]

El abordaje de la discapacidad requiere de una mirada intra e inter-subjetiva que re-establezca de manera eficaz la dificultosa interconexión entre el mundo y la persona que la padece. El camino más largo parece ser éste tipo de mirada, en la que se construye paulatinamente la idea de un sujeto condicionado pero no determinado, un sujeto activo, capaz, potencial y concretamente de cierta integración de los aspectos que impliquen la elaboración de la pérdida (que la discapacidad implica de fondo). Esto a su vez permite la posibilidad que el sujeto se pueda correr de la repetición y su ligazón Thanática en el sentido freudiano del término.

A nivel popular y desde ciertas concepciones teóricas, se piensa la discapacidad como un repetir permanente y sin salida y/o la pérdida de toda chance presente y futura, esa idea la acerca sin dudas a lo Thanático y refuerza la certeza de un camino largo, tedioso, sombrío y sin chances, pero paradójicamente esa es la concepción del camino corto, del diagnóstico como etiqueta, del sujeto como determinado, del ser sin acto y sin potencia creativa, del sujeto doblegado ante el Caos.

El camino largo en discapacidad no deja de ser tedioso, ni sombrío por momentos, tampoco niega la pérdida real de chances en una sociedad con tendencias ex-clusivas para el desarrollo de las personas.

El camino largo precisa de un diagnóstico como punto de partida pero este no puede ser una etiqueta determinista.

El camino largo (en discapacidad) suele implicar un tratamiento prolongado en cuyo devenir no es posible evitar (por momentos) la aparición de síntomas de repetición asociados con el desgano, el desvalimiento, la impotencia, la desazón, el hastío o el cansancio desgastante del dolor continuo, pero sí puede denunciar al servicio de qué áreas psíquicas están los mismos en cada uno de esos momentos y por esa misma razón, a través de la palabra, buscar alternativas saludables a tales limitaciones, ofreciendo algo que escasea actualmente en nuestra sociedad “condiciones para que tenga lugar la figurabilidad psíquica”.[3]

El camino más largo tal vez fueron los 6 años de tratamiento de José…

 
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Notas
 
[1] Sobre la Discapacidad en Argentina, se pueden consultar leyes que son de relevancia para el sector de las personas con discapacidad y que han facilitado su integración a la sociedad desde diversas áreas. Véase Leyes: 18910, 19279, 20475, 20888, 22431, 23661, 23876, 24147, 24195, 24308, 24901, 24314, 24714, 24716, 25280, 26378. También es interesante mencionar que existe un debate en la OMS sobre la evolución continua de los modelos teóricos acerca del concepto de discapacidad. A tales fines se pueden consultar los siguientes links: CIDDM, OMS, 1980 y 1999, http://www.sustainable-design.ie/arch/Beta2fullspanish.pdf. CIE 10 OMS, 2000 http://www.sssalud.gov.ar/hospitales/archivos/cie_10_revi.pdf, CIF, OMS,2001,http://www.conadis.salud.gob.mx/descargas/pdf/CIF_OMS_abreviada.pdf
;CIF,OMS,2001,pag32y33http://www.conadis.salud.gob.mx/descargas/pdf/CIF_OMS_abreviada.pdf
[2] No está en mi interés desestimar o negar los determinantes, estos existen y se presentan pero son menos numerosos que los condicionantes y si no estamos atentos perderemos la mirada crítica necesaria para correr algunos de ellos en el accionar profesional cotidiano. “Mi planteo, para que sea superador y quizás pueda aportar algo a la discusión…es que el aparato psíquico es en principio un recipiente que se forma de consensos y de la influencia de un Otro condicionante, pero no determinante (en el sentido de pensar lo determinante como definitivo ya sea que éste parta de un condicionante ambiental o interior y aclaro además, que para mí tiene prevalencia lo condicionante sobre lo determinante)...como punto de partida epistemológico…se puede pensar lo condicionante en el sentido de lo que influye y lo determinante en el sentido del significado de pre-determinante referido por ejemplo a los términos: todo, siempre, nunca, jamás.” Párrafo extraído de la presentación “Dos episodios irreales y una creencia”, Diego Venturini, Colegio de Psicoanalistas, Septiembre de 2011.
 
Bibliografía
 
Bleichmar Silvia, Clínica psiconalítica y neogénesis. Edit Amorrortu. 2001.
[3] Franco, Franco, En el origen fue el caos. El Psicoanalítico Nº 17.
Freud Sigmund, Obras completas. Edit Amorrortu. 1988.
Painceira Plot, Alfredo, Clínica psiconalítica a partir de la obra de D. Winnicott. Edit Lumen. 1997.
Roudinesco, Elisabeth y Plon Michel, Diccionario de Psicoanálisis. Edit. Paidós. 2008.
Thomas Marie Claude, Lacan lector de Melanie Klein, Edit Epeele. 2001.
Tkach, Carlos y otros, Los rostros de la transferencia, Edit. Manantial. 1994.
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