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Título: Donna al caffè (1912) de Umberto Boccioni.
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Imagen obtenida de: http://www.wikipaintings.org/en/search/Umberto%20Boccioni/
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Ya no hay creación
Por Leonel Sicardi
leonelsicardi@elpsicoanalitico.com.ar
 
Introducción

¿Podemos decir que ya no hay creación? Esta frase que da título al trabajo, puede ser defendida y también cuestionada, pero tal vez sólo requiera ser puesta en interrogación como una apertura para seguir pensando acerca de la posibilidad de creación o no en este histórico social.


Destrucción y creación

En el contexto en que vivimos, con las vicisitudes de un entorno social mecanizado y robotizado, donde impera el dios consumo, ¿es posible la creación, o podemos decir que ya todo está inventado, que no hay espacio para lo nuevo, que todo es repetición?
Dice Yago Franco [1], citando a Castoriadis: “No asistimos actualmente a una fase de creación histórica, de fuerte institución. En el mejor de los casos, es una fase de repetición; en el peor –y mucho más probablemente- es un período de destrucción histórica, de destitución”.
Si pensamos que el avance de la insignificancia (Castoriadis) y el consumo ilimitado no dan lugar al deseo, ya que el deseo surge de cierto quiebre, falta, fisura, incompletud y no-todo, ¿qué espacio hay en este contexto socio-histórico para poder crear?
A su vez, podemos suponer que para que algo nuevo surja, debe morir otra cosa, ¿qué muere y qué podría nacer, en caso de ser posible, en este histórico –social?

Dice Castoriadis [2]: “Lo que está muriendo hoy, en todo caso, lo que se cuestiona profundamente, es la cultura “occidental”. Cultura de la sociedad capitalista, pero que supera ampliamente este régimen histórico-social, pues comprende todo lo que éste ha querido y podido retomar de aquello que lo ha precedido, y muy particularmente en el segmento “greco-occidental” de la historia universal. Esto muere como conjunto de normas y de valores, como formas de socialización y de vida cultural, como tipo histórico-social de individuos, como significado de la relación de la colectividad consigo misma, con aquellos que la componen, con el tiempo y con sus propias obras.”

Siguiendo este planteo de Castoriadis concluimos que la imaginación radical se encuentra comprimida por los mandatos de la cultura: consumo, vertiginosidad e inmediatez que otorgan una falta de sentido.
O sea que podemos preguntarnos si esta cultura que tiene como lógica dominante la lógica del consumo, da espacio o no a la creación ya que impide el surgimiento de otras significaciones imaginarias sociales.
No terminan de ponerse en cuestión para ser destruidas las significaciones del capitalismo para poder dar lugar a nuevas significaciones.


Una escena personal

En este contexto actual de vertiginosidad y consumo que altera el fluir de la imaginación radical, me surge como fisura, quiebre, una experiencia que me sucedió hace poco.
Voy por una autopista y cuando venía pensando en problemas cotidianos como pagos de cuentas, vencimientos y otras responsabilidades similares, veo la siguiente imagen: un perro tirado en la ruta, seguramente atropellado por un auto -quiero creer que no estaba muerto-  y un señor con ropa de trabajo formal, camisa de manga larga rayada en pleno verano, seguramente yendo a su trabajo, se baja del auto, habiéndolo estacionado a un costado y al ritmo de un rayo, hace fintas en medio de los autos que venían a toda velocidad, agarra al perro del lomo y logra dejarlo a un costado de la ruta, sobre el pasto verde.
Todo esto sucedió en un instante,  mientras yo continuaba manejando, pero fue un sacudón terrible, una conmoción. Mientras trataba de seguir el ritmo del tráfico, mis ojos estaban llenos de lágrimas por ese gesto pequeño y gigante a la vez, de gran humanidad.
Un hombre que arriesgaba su vida en ese minuto para rescatar a un perro herido, quiero pensar que no muerto.
Esa escena no solo me dio un atisbo de esperanza, sino que lo pensé como un acontecimiento, algo que cambia la lógica imperante, que sale de la repetición.

Dice Eduardo “Tato” Pavlovsky [3], refiriéndose a la época de la dictadura: “Lo que no se puede, en cambio, es construir conceptos o imágenes en movimiento que sean capaces de inventar pensamientos críticos. Ese es el límite. El pensamiento crítico. Cultura de la domesticación. Del pacto. Se aprende a pactar en silencio. Esto sí. Esto no. Cuestión de supervivencias y de implicancias. Es posible que no se pueda hacer en esas circunstancias otra cosa que callar, desaparecer o pactar. Y de improviso, en el medio de tanta atomización resignada, ocurre el acontecimiento. El hecho cultural que recupera el cuerpo deseante de todos”: 
El cuerpo deseante puesto en juego dice Pavlovsky y volviendo a mi escena, ese cuerpo jugándose la vida por otro ser vivo fue una lucecita, un semitono, algo de Eros, un acontecimiento.


Honrosas excepciones

Podemos pensar que si bien en este contexto histórico social, no están dadas las condiciones para un cambio que permita revertir el sinsentido y la repetición y generar un nuevo escenario que no sea de destitución, se pueden vislumbrar honrosas excepciones deseantes que producen espacios de creación y de sentido.

Dice Liliana Grandal [4] que la expresión creativa como intervención en lo social, abre territorio generador de condiciones para la producción de sentidos, que quedaron, abortados sin posibilidades de cobrar vida.
En otro momento de su artículo [5] cita a Antonio Berni, quien dice: “Yo a Juanito y a Ramona los hice precisamente en collage, con materiales de rezago, porque era el entorno donde ellos vivían; y así no apelaban justamente a lo sentimentalista. Yo les puse nombre y apellido a una multitud de anónimos desplazados, marginados...”.

Si bien la política imperante es de destitución y no de creación, creo en una chispa de deseo, de creación como algo inherente al ser humano, esas pequeñas grandezas que al ponerse en juego, dan sentido produciendo algo del orden del acontecimiento. 
Cito el siguiente texto de Borges [6], que escribe al saber que un amigo pintor había muerto.

Jorge Luis Borges, "The Unending Gift"

Un pintor nos prometió un cuadro.
Ahora, en New England, sé que ha muerto. Sentí como otras ve-

      ces, la tristeza y la  sorpresa de comprender que somos como un sueño.
     Pensé en el hombre y en el cuadro  perdidos.
(Sólo los dioses pueden prometer, porque son inmortales).
Pensé en un lugar prefijado que la tela no ocupará.
Pensé después: si estuviera ahí, sería con el tiempo una cosa más,

       una cosa, una de las vanidades o hábitos de la casa; ahora es
       ilimitada, incesante, capaz de cualquier forma y cualquier co-
      lor y no atada a ninguno.
Existe de algún modo. Vivirá y crecerá como una música
y esta-
      rá  conmigo hasta el fin. Gracias, Jorge Larco,
(También los hombres pueden prometer, porque en la promesa

      hay algo inmortal).


De Elogio de la Sombra, 1969

Así vemos como con su genialidad Borges logra de una pérdida, un duelo, hacer un salto cualitativo y generar un proceso creativo.
Entre estas honrosas excepciones hay avances en el ámbito de la ciencia y la tecnología, que son aportes significativos, siempre que su uso no esté de la mano de la desmesura, ligada al consumo y lo ilimitado.
Estas reflexiones no pueden dar cuenta de un tema tan amplio y complejo como el que hemos planteado, pero sí pueden ser un esbozo, una ventana para seguir interrogándonos.

 
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Bibliografía
 
[1] Franco, Y.Más allá del malestar en la cultura. Psicoanálisis, subjetividad y sociedad.  Editorial Biblos, Buenos Aires, 2011.
[2] Castoriadis C., Ventana al caos, Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires, 2008.
[3] Pavlovsky E.Teatro, movimiento y quietud, Artículo, Página 12, Jueves 13 de marzo de 2014. 
[4] Grandal L., “El arte en la comunidad como restitutivo del tejido social”, Artículo Revista de la AAPPG Nº XXXV, Verdad y ficción en tiempos de incertidumbre, Buenos Aires, 2012.
[5] Borges J. L., Elogio de la sombra, Editorial Emece, Buenos Aires, 1969.
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