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Gustav Klimt
Cine, cigarros y psicoanálisis [1]
Por Yago Franco
yagofranco@elpsicoanalitico.com.ar
 
Esta es la presentación de un modelo de trabajo, un dispositivo que venimos construyendo con Héctor Freire desde el año 2004.
Citaré de modo más o menos textual fragmentos de dos escritos: uno publicado en Actualidad Psicológica [2], otro en la revista La Pecera [3].


Cine, sociedad y subjetividad

Elegimos al cine para hacer una indagación sobre el modo de ser de la subjetividad y de la sociedad con el fin de permitir extender nuestro modo de entender las sociedades y sus efectos sobre el psiquismo. También para profundizar en nuestro conocimiento del anudamiento entre el psiquismo y la sociedad, iluminando a su vez cuestiones de la clínica psicoanalítica. ¿Por qué el cine? Porque lo entendemos como una ventana abierta a la sociedad y a la subjetividad. En relación al espectador ofrece distintas operaciones para el psiquismo que no se agotan en la función escópica o en la catarsis por identificación, porque entendemos que en el cine también circulan los modelos identificatorios, los objetos de la sublimación que crea determinada sociedad, los modos del sentir, del hacer y del pensar. Esto quiere decir que tanto el registro identificatorio como el pulsional y el del deseo se encuentran latiendo permanentemente en el cine. En tanto registro del deseo, el cine también permite acceder a una muestra de cómo la sociedad administra el deseo inconsciente de sus integrantes pretendiendo imponer un modo de ver el mundo, de sentir y de actuar en él. Entonces además de que permite ejemplificar ciertas teorizaciones y conceptos psicoanalíticos, el arte cinematográfico puede mostrarnos un modo de la subjetividad, un modo de la sociedad a la que ésta pertenece, los objetos de esta sociedad, sus modelos identificatorios, sus identificaciones y los efectos para la psique de sus integrantes, lo que incluye además formaciones clínicas de determinada época. Sobre todo, el cine nos pone frente a las significaciones de una sociedad, que son las que se transmiten en los modelos identificatorios y en los objetos de la sublimación.

En tercer lugar nuestra indagación tiene que ver con lo que Castoriadis denomina como avance de la insignificancia. Nuestra indagación actual, porque hemos transitado por otras y transitaremos otras también. El avance de la insignificancia es una situación que coexiste con movimientos hacia la autonomía. Las sociedades de occidente sufren el avance de la pérdida de sentido de la vida social, la caída de su mundo simbólico a partir de la crisis de sus significaciones. El problema que surge es el de cómo pueden los sujetos habitar un mundo donde el sentido se desvanece constantemente, donde el apoyo que el psiquismo debe encontrar en el sentido socialmente instituido no puede llevarse a cabo más que parcialmente, en el mejor de los casos. La significación imaginaria social predominante es la del capitalismo, que está ligada al consumo, la acumulación, el disfrute constante de objetos para conseguirlo, en una dialéctica que produce aislamiento alrededor de dichos objetos, produce una desocialización con profundas consecuencias para el psiquismo y para la sociedad. La sociedad deviene insignificante, igual que los sujetos. Insignificantes en un doble sentido: como vaciados de significación, sentido, orientación y al mismo tiempo banales, superfluos. La importancia para el psiquismo de la existencia de un «nosotros», remarcada por Castoriadis, lo es porque brinda puntos de apoyo para su devenir identificatorio. Un error habitual consiste en hablar de una época de individualismo cuando en realidad de lo que se trata es de una masificación, del anonimato, masificación producida por el goce de adquisición de objetos y actividades que producen un creciente aislamiento. En todo caso si de algo se trata es de una era de aislamiento y no de individualismo.

Traducciones imposibles

En nuestros desarrollos hacemos hincapié en un aspecto de los films a tono con un tema que nos interesa explorar. Este tema es el de la falta-falla de traducción, tomada en un sentido que retoma y prolonga el otorgado por Freud en la Carta 52. La traducción es pensada como producción de sentido, retranscripción en el interior de la psique de un estrato a otro de la misma, correspondiente a distintas épocas de la vida psíquica. Pero esta, para poder llevarse a cabo, necesita del apoyo en elementos ofrecidos por la cultura, su universo de significación, y también necesita la presencia del otro. El cine mismo puede ser pensado como un intento de traducción que pone a disposición de la psique de los sujetos elementos para su propio trabajo traductivo-elaborativo. Pensamos que hay entre nosotros una traducción perdida referida a la historia, a sentidos pretéritos y por lo tanto a un futuro posible, porque lo que no se traduce permanece como una lengua extraña y extranjera que quita de nuestra disposición elementos que permitirían nuestra orientación y pensar en otro futuro posible.

Decía que el psiquismo se estructura y complejiza mediante traducciones. Las inscripciones de algo vivido en un momento de la vida se corresponden con determinado estrato de la psique, y para pasar a otro deben poder traducirse. Es que cada estrato tiene su propia lengua. Por lo tanto, una inscripción para poder hablar, habitar en otro estrato debe poder traducirse a este. Así, las representaciones del proceso primario de la psique deben poder traducirse al lenguaje del proceso secundario y estas a su vez deben poder hallar lugar en los nuevos modos de significar que cada época de la vida impone, la infancia, la adolescencia, la juventud, etc., en un proceso que potencialmente no tiene fin y que implica múltiples registros de la memoria. Pera esta traducción, para poder realizarse, necesita tiempo, es decir, temporalidad que permita el desentramado-entramado representacional, la circulación y religazón de afectos y objetos, etc. Sin tiempo la elaboración psíquica se ve dificultada y por lo tanto también la traducción.

El trabajo del duelo nos da un buen ejemplo de esto. Todo duelo necesita de un tiempo para poder ser elaborado y esto forma parte del modo habitual del procesamiento psíquico. Giorgio Agamben sostiene que la incapacidad para traducirse en experiencia es lo que vuelve hoy insoportable, como nunca antes, la existencia cotidiana. De esto, agrego, deviene un enmudecimiento, una falta de traducción interna y entre los sujetos. La aceleración del tiempo produce para Paul Virilio un exceso de velocidad que es un «envejecimiento y un agotamiento del mundo». Esto hace que se pase de la reflexión al reflejo. El sujeto no reflexiona sino que actúa por reflejo perdiéndose así el tiempo propio, el de la reflexión. La subjetividad, agrego, se esfuma tal como el paisaje visto a través de la ventanilla de un automóvil cuando vamos a gran velocidad. Sin procesamiento psíquico posible, por un exceso de velocidad, cuyo paradigma actual es la informática con el estar permanentemente on line, que esfuma a los sujetos y a sus lazos: la traducción del otro, de la historia y del mundo se hacen imposibles.

Los sujetos corren el riesgo de no poder transcribir-traducir su historia, su lazo con el otro y con el mundo. El aislamiento conlleva un riesgo implícito en lo relativo a esta cuestión, porque la tarea de la traducción con la elaboración y el duelo que conlleva no es algo que pueda realizarse de modo solitario. Siempre deben estar allí la sociedad y el otro como apoyos a la creación de nuevos sentidos. El riesgo es que el lugar dejado vacante sea ocupado por la televisión y los medios en general, internet, etc., saturando con un sentido que escapa permanentemente de la mano de los sujetos pero calmando su angustia de desamparo producida por el sinsentido, adviniendo así un Otro que los habla casi sin fallas.

Entendemos que todo esto de lo que habla es de un nuevo modo de la alienación y de una nueva forma del poder.

Las escenas que veremos a continuación luego del desarrollo que haga Héctor del film Cigarros [4] nos muestran el movimiento exactamente contrario, de reacción frente al avance de la insignificancia.

Cigarros

Cigarros señala un movimiento diferenciado del avance de la insignificancia. Lo hace a partir de mostrar cómo en la vida cotidiana de un pequeño grupo de vecinos de un barrio de una gran ciudad, se produce un modo de circulación de bienes, de dinero y de lazos, que no es el que predomina en el capitalismo, con una temporalidad claramente diferenciada de éste. Me interesa primero marcar lo que para mí es la significación central de la película, sobre todo lo que hemos visto nosotros, que es una palabra que Auggie le dice a Paul Benjamin cuando está mirando las fotografías: “Slow down”, que es detenerse, ir más despacio. Esto es lo contrario del vértigo, la velocidad, la superficialidad, en la cual el mismo Benjamin cae al principio porque no puede mirar lo que está delante de él, y Auggie lo hace mirar y a nosotros como espectadores también nos hace pasar del ver al mirar.

Todo este recorte que nosotros hicimos gira sobre todo alrededor de Paul Benjamin, que es uno de los tantos personajes de la película, pero nos interesó detenernos en él porque tal vez sea donde más se precipitan algunas cuestiones. Lo que mencionaba al principio de la traducción en él se ve claramente, a mi entender, en cómo puede empezar a transitar un duelo, al reencontrarse con la imagen de la esposa muerta en ese asalto en el banco. Es como si empezara a partir de allí a traducir el episodio que tan desolado lo había dejado. Es más, en un pequeño fragmento de la siguiente escena se lo ve a él escribiendo en la máquina, que es lo que él no había podido hacer durante todo ese tiempo, había quedado detenido. A nosotros nos interesa marcar este momento como un momento en el que vuelve a aparecer la subjetividad de Paul, que había quedado congelada en un duelo que parecía no tener fin. Luego esto inaugura en la película otra temporalidad, una temporalidad que es lo que Héctor decía al principio, de una circulación distinta de bienes, de objetos, de dinero. Inclusive al final de la película tiene que ver con otra devolución que Auggie le hace a Paul, en este caso por una muy curiosa circulación de dinero que hubo, dinero que es robado, que tiene que ver con la transacción con los cigarros Montecristo que va a hacer Auggie (luego se cae todo, es muy divertido y muy dramático al mismo tiempo); una circulación que cuestiona la temporalidad y la significación del capitalismo que yo mencionaba antes, porque el acento va a estar puesto en el dar, la preocupación de todos los sujetos de la película va a ser dar, no recibir sino dar. Y no va a tener que ver con el acumular. Finalmente el dinero en la película se va desvaneciendo y lo que va quedando creo que finalmente es esta esencia última, este obsequio que le hace Auggie de este cuento.

También está esta posibilidad de contacto con el otro que en la película está muy remarcada. Primero por todo lo que es la tabaquería que es un lugar de reunión y siempre con esto decimos de resistencia. En medio de New York donde se establece otro tipo de lazo, otro tipo de legalidad entre los sujetos, hay una reapropiación del discurso, una mirada crítica inclusive en lo relativo a la política yanqui, pero también en términos de la temporalidad y del contacto con el otro. El clímax de alguna manera ocurre en este abrazo que le da Auggie a Paul en el momento en el cual se encuentra con la imagen de la mujer, la escena en donde él lo abraza, lo toca, y entendemos que esto no es azaroso, que tiene que ver con la idea de contacto fuerte que propone la película, de contacto fuerte con el otro, además de la idea de circulación de bienes por fuera de todo tipo de acumulación en donde el donar es lo que está todo el tiempo en juego.

Está la idea de grupalidad además, porque esto transcurre en grupo, en un grupo que son todos los que forman parte de esta tabaquería, grupo en el que también se va incluir Rashid, que es el que lo salva a Paul de que el camión lo atropelle y a partir de allí va a quedar integrado de alguna manera en este grupo. Estos sujetos parecen rearmar, a partir de esa trinchera que es la tabaquería, una trama intersubjetiva de la mano de la subjetivación de cada uno. De la mano también de la creación de diversos proyectos individuales. Es salir de la insignificancia y volver al mundo de la significación. Es el pasaje de la heteronomía a la autonomía. El dar y el compartir, en lugar del consumir y acumular, señalan otra ética posible para la sociedad y los sujetos que la habitan.

 
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Notas
 
[1] Fragmentos de las presentaciones en el Congreso de Cine, Ética y Derechos Humanos en la Facultad de Psicología, Universidad de Buenos Aires en mayo de 2006, y en el Colegio de Psicoanalistas, en noviembre del mismo año.
[2] Franco, Yago. “Cine, psicoanálisis e insignificancia”, Actualidad Psicológica, Nro. 327, Buenos Aires, enero-febrero 2005.
[3] Franco, Yago. “Perdidos en la traducción”, Revista La Pecera Nro. 8, Mar del Plata, Argentina, 2004.
[4] Cigarros (Smoke), Dirigida por Wayne Wang, 1995.
 
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