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Henri Julien Félix Rousseau. Carnival evening, 1886
Imagen obtenida de: http://www.henrirousseau.net/carnival-evening.jsp
Del parirás con dolor al dolor de no parir
Por Bibiana Degli Esposti
Psicoanalista.(www.aprescoupsp.com.ar)
bdegliesposti@gmail.com
 
Cada mujer tiene sangre para cuatro o cinco hijos y cuando no los tiene se le vuelve veneno, como me va a pasar a mí…
Yerma. Federico García Lorca






Sangre vuelta veneno. García Lorca no se andaba con chiquitas. Y sí, muchas enfermedades, muchos padecimientos severos y sostenidos son sin duda, un odio empozado que envenena, intoxica cada relación que se abre, cualquier puerta abierta al amor. Un odio que no admite trenza metafórica, que no transa la sustitución sanadora tan cara a Freud como camino.

Yerma no quiere saber nada, no entiende nada de lo que le dan como puerta de salida. Yerma no es Nora ni nunca lo será. Nora quiere abandonar para sanar  y abandona su Casa de Muñecas para ser un ser humano, y Yerma no admite como posibilidad de ser, salvo aquello que no puede ser para ella.

Recibimos al abrir nuestra puerta del consultorio muchos tipos de dolores y algunos de ellos vienen a buscar un alivio a esa preponderancia económica letal, y otros vienen a mostrar que el encapsulamiento crónico, crónico ha de quedar. Hay dolores que ni se olvidan ni se busca olvidar. Uno de ellos suele ser el dolor de no parir.
De la Biblia a la prevención, los especialistas en problemas de fertilidad y esterilidad enigmática, aseguran que los prejuicios le hacen serios obstáculos a los avances técnicos en materia de reproducción y al saber que vamos adquiriendo sobre el saber insabido de un hombre y/o una mujer que impiden de manera psíquica y absolutamente real, preñar o ser preñada, embarazarse o bien, llevar a término un embarazo.

De entre las cunas de los prejuicios, la Biblia es paradigmática en la orden parirás con dolor. Y lo que me propongo en el título es trabajar ese dolor como un paréntesis que toma a las mujeres y a muchos hombres, de modo tal que aunque no paran, duelen. Duelen de más.

Yerma es el paradigma. Y García Lorca denuncia cómo ese dolor de esa mujer obstinada, viene de su entorno rural, moral, religioso y brutal. Sin tanto brillo literario pero con el mismo objetivo, lo leemos en novelas, lo vemos en telenovelas o en grandes series de los de arriba y los de abajo, donde ricos y pobres sufren por no poder tener descendencia, trascendencia mediante una genética o el recuerdo de una trayectoria, que hablaría de que pasaron por el mundo y sobrevivieron la muerte legando un nombre.

Eso y narcisismo son sinónimos. Sabemos que nada en nosotros es altruista pero evidentemente hay narcisismos que no salen ni a la búsqueda de una puerta abierta, sino que permanecen encerrados en el cuerpo, en el vientre así decretado seco, yermo.

Para eso que se niega, hay explicaciones mitológicas y hay gualichos para combatirlos, muña muña para darte maña maña a la hora de que prenda y llegue a término la preñez de las mujeres. Mal de ojo, pasiones ciegas o desaciertos o desatinos en la elección del compañero o del lugar, quedan graficados en nuestra biblia gaucha:

 “No andés cambiando de cueva,
hacé las que hace el ratón:
Consérvate en el rincón
en que empesó tu esistencia:
vaca que cambia querencia
se atrasa en la parición”

Estaba Hernández ¿más lejos o no tanto de lo que se sabe o se pueda saber sobre el atraso en la parición? En su poema le da cabida a la pregunta bajo la forma gaucha y guacha de responder a lo que se pueda considerar un atraso. Cierto es que usa la parición para hablar de otra cosa, pero nada me impide a mí darle una vuelta a esa tuerca.

Muchacha date prisa que se te pasa el arroz, le dicen en España a una mujer que no se casa pronto o mejor dicho, que no se embaraza a tiempo. El atraso ahí es igual de pegado a la naturaleza, vaca o arroz, pero ambas humanizadas, pues es grave que a una española se le pase el arroz que tiene un tiempo de cocción como tiene un tiempo biológico, un reloj más o menos afinado en el vientre de una mujer que quiere ser madre o al menos que cree quererlo. O peor, que debe quererlo.

Hay siempre un dicho para un maldicho. La imposibilidad es sentida como una maldición o como una torpeza en las cuentas. Es tierra de estrago superyoico seguro. Si el vientre no está devastado de entrada, lo estará de salida en una lucha loca. ¡Ojalá me doliera parir!, pero como no puedo parir, aparece un dolor excesivo por no parir. Del parirás con dolor al dolor por no parir ¿hay distancia/cercanía insalvable? ¿Hay intento de evitar el dolor que se vuelve boomerang?

Esterilidad enigmática. Por fuera del nombre, de la maternidad y paternidad como entidad simbólica, no cabría plantear enigma alguno. Si un animal no puede, no hay enigma, hay enfermedad que impide la preñez o la parición. Pero el hecho de que  históricamente la infertilidad y/o la esterilidad sea vista como “un designio divino”, “un destino fatal” frente al cual no hay nada que hacer y es inmodificable, no permite concebir que la prevención es posible. La infertilidad, en gran parte de los casos, es la consecuencia y no la causa del problema. Sin embargo, asegura la psiquiatra Luisa Barón, la falta de información acerca de las causas que a largo plazo alteran el aparato reproductor humano, es una de las causantes de que gran parte de este porcentaje de población con problemas con su fertilidad no hayan sido evitados.

Eso es poner el acento en la falta de información, en la falta de educación. Puede ser en algunos casos, pero visto de nuestro lado, ya sabemos que el empeño de Anna Freud de llevar el análisis a un lado educativo, ni educa ni psicoanaliza. Por eso aunque cito, no abundo porque por ahí no creo que pueda yo aportar algo.

Habitualmente la infertilidad es diagnosticada y tratada en el cuerpo, y como tal aparece en el discurso manifiesto de quienes la sufren. Desde la perspectiva psicológica, no se trata de sustituir la causalidad orgánica por la psíquica, sino de abordarla como un síntoma que, si bien está situado en el cuerpo, no por ello deja de ser enigmático. En esto hay varias posiciones coincidentes.
¿Qué se hace con el enigma?  Se hace según en qué discurso del saber esté parada. ¿Por qué Sara no le dio descendencia a Abraham sino cuando ya la biología no lo hubiese permitido? En ese zócalo, la mano de dios proveyendo dice que no es cuestión  de saber sino de fe. ¿Por qué Abraham pudo embarazarla sólo luego de tener su descendencia asegurada? Otra cuestión de fe. O sea, en este modo de conocimiento, el religioso, el enigma es dogma y no se descifra sino que se acata.

El sintagma esterilidad enigmática lo da la medicina, ahí enigma está asociado bien a causas no conocidas o a causas inexplicables.  Se trata del manejo de tres grandes bloques de la infertilidad: endometriosis (enigmática, ¿a desmitificar?, o sea tirando a futuro será resuelto), miomas y poliquistosis ovárica. No voy a entrar por ahí porque tampoco es lo mío, pero en el discurso médico, lo que no pueda resolverse para la mujer actual, algún día la ciencia lo resolverá en más casos de los que hoy puede resolver. O sea el enigma es un límite que se va moviendo.

Para nuestro campo, el enigma no se descifra, no se reduce nunca del todo vía interpretación y se lo maneja, digamos, como interrogación abierta que tanto el paciente como el analista deben aprender a no intentar cerrar en falso. No se acata ni se mueve. La cuestión va del lado del sujeto y su capacidad electiva. Es la esfinge la que le propone a Edipo el enigma, descifrarlo lejos de ser la solución le avisa que el abismo al que la arroja, está dentro de él. Difícil huida. Mejor no intentarlo. Voy a citar a Jorge Jinkis… Tampoco la Esfinge es un ser individual, como lo entiende una creencia extendida pero infundada. Plinio, que escribió un tratado sobre las aves, sostenía que la Esfinge era una especie animal, y la incluyó entre las criaturas aladas. Parece plausible, pues su existencia plural permitiría explicar la persistencia de los enigmas a lo largo de las edades. El enigma no es algo inescrutable que habría que perforar. Como el ombligo del sueño, es una cicatriz que nos recuerda dónde se pierde la memoria.

Pero cuando el dolor duele de más, no aparece cicatriz alguna y con esos dolores tenemos que vérnoslas, un dolor que no admite pérdida como dimensión, sino entrega pasiva en un dolor que al volverse monotemático, es ese goce de más llamado a devastar en sus fauces.

Una línea de trabajo cotejado en algún artículo y que me parece bien tomado de la clínica, se aproxima a que la esterilidad enigmática en la vida adulta, así como un embarazo no deseado en la adolescencia, podría ser un síntoma índice de una separación hija/madre no realizada. Una hija que sigue en las fauces de su propia madre y no puede pasar de lugar, pasar de estirpe materna a generar la propia estirpe que dice desear crear. Restos que retornan activos en la vida de una mujer.

Una relación que Lacan llama ravage que significa estrago, destrucción, arrasamiento, que borra las diferencias y la posibilidad de subjetivación. Patricia Alkolombre lo nombra como clínica del estrago, que tiene como marca la captura en las “fauces” maternas, oscilando entre la fusión y la separación bajo el signo de la fusión o su contracara, la agresión. Podemos decir que no está habilitada la posibilidad de un proceso de discriminación que le permita a cada una tener su propio espacio corporal y psíquico; poder pensarse por fuera de la relación.
            
Lacan en Encore asegura: “La mujer no entra en la relación sexual sino como madre” y agrega: “El goce de la mujer se apoya en suplir ese no-toda. Para ese goce de ser no-toda, es decir, que la hace en alguna parte ausente de sí misma, ausente en tanto sujeto, la mujer encontrará el tapón de ese a, que será su hijo.”
            
Esto quiere decir que la posición madre reduce a la mujer a ser completa. A diferencia del postulado “la mujer no existe”, la madre sí existe. Y cuando una mujer que no puede parir dice no sentirse completa es una completud paradojal puesto que para Lacan eso es una reducción. Y mejor que Lacan, eso lo explica Simone de Beauvoir, sin duda, pedir esa completud es renunciar a ser una mujer. No se trata de reivindicar que no haya madres, sino abogar por el derecho y tomarte el trabajo de ser una madre y una mujer que no se eliminen una a la otra.
            
Por ahí ayuda a pensarlo verlo desde la mujer multípara. Ahí, muchas mujeres tomarían a Hernández literalmente hasta llegar a expresar tras tener tres hijos seguidos, me siento, soy una vaca, me preñan, paro, doy leche, como si estar alimentando fuera en esa imagen lo mismo que ser ordeñada.
            
Retomando a Lacan y sin abandonar a De Beauvoir,  digamos que si la maternidad completa, y entonces no hay lugar para ser una mujer,  por eso muchas veces se elije no ser eso. Poder permitirse esa elección tiene y tendrá complicaciones varias y no es así como así para cualquiera. Porque ahí donde ella decide que no pone el arroz en la paellera, igual alguien le pide que cocine, que haga, que dé, que no sea un parásito de la especie, que ella la habita y no la reproduce. Yo lo que he visto muchas veces, es que no pudiendo decir por ahí no voy, la única manera de hacerlo es fracasando una y otra vez en el intento.
            
Los mandatos son severos. La relación con el deseo en su real es siempre difícil, paradojal. Obviamente la maternidad no elimina la castración, de lo contrario la depresión post parto no tendría lugar de ser. El enigma no se descifra, pero nos guía y tal vez nos ayude a mostrarle a una mujer tomada en el paréntesis severo del dolor, que la cicatrización es posible y que también ella tiene derecho a cicatrizar.

 

 

 
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