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Sudarsan Patnaik, en arena, Aylan Kurdi. Imagen obtenida de: https://www.elnuevodiario.com.ni/internacionales/369607-gran-movimiento-solidaridad-migrantes

Los biógrafos de Freud

Una introducción a la historiografía psicoanalítica (*)


Por Daniel Slucki
dslucki49@gmail.com

“En cuanto a los biógrafos, dejémoslos atormentarse, no les volvamos demasiado fácil la tarea. Cada uno de ellos podrá formarse su opinión personal sobre ‘el desarrollo del héroe’, ya me regocijo con los errores que cometerán.”   Extracto de una carta de Freud a su novia Martha, fechada el 28 de abril de 1885, en la que le anuncia la destrucción de buena parte de sus papeles Tenía 28 años y estaba lejos aún de  su gran invención, el psicoanálisis. Allí le anunciaba a su prometida que casi “había completado una empresa que algunas personas, aún no nacidas pero destinadas a la desdicha, lamentarán considerablemente” (citado por Anzieu, 1959, p.29).

Llamamos historiografía al estudio bibliográfico y crítico acerca de los textos escritos sobre historia, sus fuentes y sus autores. La vida de Freud, el desarrollo del psicoanálisis y la historia del movimiento psicoanalítico están absolutamente unidos, a punto tal que es difícil separarlos en unidades estancas. Ejemplos de ello son su “Contribución a la historia de Movimiento Psicoanalítico” que data de 1914 y su “Presentación autobiográfica” escrita en 1925.  El psicoanálisis lleva más de 120 años de historia.

En el presente trabajo nos asomaremos a las distintas  perspectivas desde las que fueron escritas algunas de las más de 80 biografías que se conocen acerca de la vida de Freud. Se han escrito biografías oficialistas -como la del emblemático Ernest Jones-, otras desde la perspectiva de casi todas las corrientes psicoanalíticas y en casi todos los puntos cardinales del planeta; algunas escritas por psicoanalistas, otras por ensayistas, periodistas, escritores, historiadores…. Cada uno creyó haber hecho su propio aporte y haber tenido algún grado de originalidad. Hay biografías que lo reverencian, otras que lo demonizan, están los sensacionalistas, los críticos, los que necesitan idealizarlo, adularlo. Cada escuela tiene su propio Freud, el que cada una de ellas necesita.

Emilio Rodrigué,  por su parte, escribió una extensa biografía de dos tomos llamada “Sigmund Freud, el siglo del psicoanálisis” (1996). En su prólogo -que vale la pena leer por la referencia que hace a algunas de las biografías escritas con anterioridad-, nos dice que “historizar a Freud significa palparlo, auscultarlo, tumbarlo en el diván, escrutar su cuerpo biográfico y pasar el peine fino en busca de piojos existenciales (p.10).   Rodrigué tardó cinco años en escribirla, y lo hizo hacia el final de su muy extensa y original  carrera  como psicoanalista. Durante su transcurso confiesa que se sintió analizado día y noche por él, y que se interpretó a sí mismo al interpretar a Freud. Da a entender que necesitó  escribirla como modo de disolución de su transferencia con Freud. “Piénsese que, a diferencia de la historia, la biografía es el arte de ser el otro que soy yo. Esa identificación fascinada y fascinante no se encuentra de cualquier modo, en el ocaso de una noche. Es el resultado de una larga marcha (…).de una cosa estoy seguro (continúa Rodrigué): yo no salgo de esta experiencia siendo la misma persona (….).O sea que la biografía de Freud es la biografía de mi análisis con él” (op.cit, pp.18-19).  Según Rodrigué estamos ante “el mito del héroe científico, cuyas características son aquellas donde el héroe (Freud) pasa por una serie de pruebas tales como la iniciación, el aislamiento, la pobreza y el retorno. Estos elementos convergen en el mito de la fundación”. (op.cit., 16-17)

Freud fue una de las personalidades más biografiadas del siglo XX. El texto oficial y más completo, “Vida y obra de Sigmund Freud” (1952-1957) fue escrito por Ernest Jones (1986). El hecho de parecer un texto apostólico lo hace fuerte y débil a la vez. En ese sentido hay quienes se refieren a la biografía de Jones como una hagiografía (que alude a la vida de los santos) y no una biografía. La dedicatoria nos ilustra  el tenor de lo que vendrá: “A Anna Freud, digna hija de un padre inmortal”. Nos advierte Jones en el prólogo que los datos disponibles son tantos que sólo resulta posible ofrecer una selección de los mismos, esperando que esa selección sea la adecuada. Muchos biógrafos han cuestionado algunos aspectos de esta selección.

Lo cierto es que resulta apasionante sumergirse en su lectura, seguir el  entorno que acompañó la escritura de los grandes textos freudianos, sus circunstancias cotidianas, sus referentes, las enemistades de Freud. La mirada reverenciada que ofrece Jones da cuenta del vigor creativo, aunque muchas veces atormentado, de un Freud que nunca dejó de ser consciente de su genio, aún desde su más temprana infancia. Jones nos presenta entonces al Freud niño, al hijo de una madre con la que tuvo un fuerte y afectuoso vínculo, al estudiante, novio, padre, al maestro, al del conflictivo diálogo con sus discípulos, al que soportó 23 operaciones por el cáncer de mandíbula. Relato cronológico  en el que año tras año vemos cómo Freud fue alcanzando, aún en tiempos difíciles, su propósito de edificar una teoría del psiquismo y del inconsciente.

Jones fue despectivo respecto de algunos de los discípulos de Freud, en especial con dos de ellos: los muy queridos y respetados Sandor Ferenczi y Otto Rank. Tuvo que pasar mucho tiempo para que Ferenczi recupere un lugar fundamental en la historiografía psicoanalítica. Ferenczi fue, además de un gran innovador clínico, un discípulo fiel pero no servil.

Para que fuera publicada esta biografía oficial hubo que esperar hasta 1950, año en el que Anna Freud nombra a Ernest Jones encargado de  escribir la vida de su padre, doce años después de su muerte. Los  tres extensos tomos escritos por Jones fueron publicados entre 1952 y 1957. Para ello, Jones contó con archivos oficiales celosamente guardados hasta entonces, sólo así pudo acceder a un tesoro incalculable.
 
Además de biógrafo, Jones fue el gran político, por cierto muy controvertido, que dio el psicoanálisis. Freud lo llamaba “ese mentiroso galés”. En palabras de Rodrigué fue el discípulo más ortodoxo y por lo tanto el menos veraz, a la vez que se refiere a él como el hombre de las mentiras ciertas y los mitos verdaderos. En rigor la biografía escrita por Jones es apasionante, minuciosa y sobre todo bien datada; nos muestra una versión épica en la que Freud batalló solitariamente contra las resistencias desde fuera y dentro del psicoanálisis, pero también nos muestra a un Freud humano y sufriente que luchó durante 15 años contra un cáncer. 

Jones fue además el fundador del llamado Comité Secreto que se propuso monitorear el seguimiento del movimiento psicoanalítico luego del alejamiento de Carl Jung.  Posteriormente, con sus claroscuros, Jones contribuyó a sostener la perdurabilidad del psicoanálisis durante el nazismo. Fue muy criticado por negociar con los nazis la salida de la institución psicoanalítica de los analistas judíos en Berlín, luego de la asunción de Hitler.  Fue presidente de la IPA entre 1920 y 1924, luego entre 1934 y 1949.

Ahora bien, la primera biografía en vida de Freud fue escrita por Fritz Witels, en 1926. Se dice que fue una biografía correcta, pero -como era de esperar- no tuvo una buena acogida por parte del maestro, quien dijo que tenía bastantes inexactitudes, a la vez que padecía de un exceso de idealización. Witels había sido uno de los primeros desterrados de la Sociedad Psicoanalítica de Viena. Se cree que con su biografía quiso regresar a las huestes de la misma, y en parte lo consiguió.

Roland Jaccard, escritor y periodista, en su biografía denominada “Freud, el conquistador” publicada en 1985, señala que Freud  tenía serias dudas acerca de la posibilidad de que pudiera escribirse una biografía honesta; Jaccard cita a Freud cuando escribe: “No se puede llegar a ser biógrafo sin comprometerse con la mentira, el disimulo, la hipocresía, la adulación (…) la verdad biográfica, es inaccesible. Y acaso si se pudiese tener acceso a ella, entonces no se la podría tener en cuenta”  (p.13). Pero la advertencia freudiana no disuadió a historiadores, escritores y psicoanalistas de la búsqueda por retratarlo. 

Aunque destruyera dos veces todas sus notas, cartas, correspondencia, Sigmund Freud fue dejando sus huellas. Sabemos que escribió entre 15.000 y 20.000 cartas de las que sólo se conserva la mitad. Como muestra de ello podemos referir 2500 cartas familiares, 1500 cartas de amor a su futura esposa, y -a modo de ejemplo- un intercambio epistolar que rondó las 1200 cartas con Ferenczi, su discípulo más querido.

Sabrá el lector que Marie Bonaparte rescató a través del hijo de Wilhelm Fliess el intercambio entre su padre y Freud, quien- al enterarse- se negó a que se diera a conocer el rico, intenso y apasionado intercambio epistolar. Es Anna quien decide publicarlas al mismo tiempo que se editaba la biografía de Jones, desoyendo la opinión de su padre. Hasta ese momento prácticamente  no se sabía la importancia que tuvo Fliess en la vida del creador del psicoanálisis.

Pero para ser justos con la historia digamos que el primer biógrafo de Sigmund Freud se llamó Sigmund Freud. Dos obras escritas por él mismo nos hablan precisamente de su vida. La primera, en 1914 con su “Contribución a la historia del movimiento psicoanalítico”, y luego en 1925 a través de la “Presentación autobiográfica”, texto que va a complementar al anterior, dicho esto por el mismo Freud.  En verdad, en ninguno de estos dos escritos  Freud va a referirse a los pormenores de su vida privada como sí lo hará en dos libros que dieron lugar  a la fundación del psicoanálisis. En el primero, “La interpretación de los sueños”, publicado en 1900, relata en diferentes capítulos  fragmentos significativos de su infancia y  adultez. En efecto, es en este libro  donde da comienzo a su autoanálisis. Allí Freud expone cerca de 50 sueños por él soñados. Aparecen, asociaciones mediante, momentos de su propia existencia. El segundo, “Psicopatología de la vida cotidiana”, fue publicado en 1904 y contiene 47 recuerdos encubridores. Ambos libros formarán  parte de lo que Freud llamó  “su autoanálisis” que se completa con muchas de sus cartas a Fliess.  Aunque pueda haber -y por cierto los hay-, aspectos novelados y datos cambiados, Freud nos dejó, en los dos textos recién citados, un formidable acercamiento a su quehacer diario, sus conflictos y un paneo acerca de su vida. Vemos entonces cómo el psicoanálisis nace a la par del develamiento de la vida íntima de su propio creador.

Volviendo ahora a la “Contribución a la Historia del Movimiento Psicoanalítico”, Freud presenta ya en el primer capítulo al psicoanálisis como creación absolutamente suya, siendo él el único que lo desarrolló por 10 años, asumiendo el rechazo que causó en sus contemporáneos. Freud explicita que no recibió influencias para la construcción de sus teorías, en especial, la teoría de la represión, la resistencia, la sexualidad infantil, y la interpretación y el uso de los sueños para el reconocimiento de lo inconsciente. También menciona su  autoanálisis producto del análisis de sus propios sueños que lo llevaron a evocar acontecimientos que marcaron y jalonaron su propia existencia.

Luego, en los siguientes capítulos, relata con tono épico el momento en que el psicoanálisis sale de su aislamiento científico pasando a tener  adherentes fuera de Viena, primero a través de la escuela de Zurich en Suiza para luego expandirse casi en forma conjunta por Hungría (en especial Budapest) y posteriormente por diversos países de Europa y EEUU. En los últimos capítulos relata las ya conocidas rupturas con Adler y Jung, no sin antes referirse con cierta extensión a su rivalidad con el psiquiatra francés Pierre Janet, referente absoluto para el saber médico en su época.  Es un texto muy interesante para entender cómo el psicoanálisis se fue    haciendo camino, con un crecimiento verdaderamente geométrico dada  la buena acogida que fue teniendo en diversas partes del mundo.

En cuanto a la “Presentación autobiográfica” Freud explicita que es un escrito complementario a la “Historia del Movimiento”. Comienza con sus orígenes, su nacimiento, su infancia, pero gira rápidamente hacia sus tiempos de estudiante y su inclinación hacia las ciencias humanas. A pesar de ello decide estudiar Medicina. Luego detalla cómo llega al psicoanálisis, historia que todos conocemos, para concluir con el desarrollo del movimiento psicoanalítico, las escisiones y la fundación de la Internacional Psicoanalítica en el congreso de Nüremberg en 1910 entre otros acontecimientos históricos.  Roudinesco (2015) -en relación a estos textos autobiográficos- piensa que la voluntad por dominar la historia fue una constante en Freud.

Jones aludiendo al autoanálisis escribe que  “en el verano de 1897, Freud inició su empresa más heroica, el psicoanálisis de su propio inconsciente (….) en la historia de la humanidad la empresa se intentó muchas veces, filósofos y escritores pretendieron realizarla, pero sucumbieron en el esfuerzo”  (Vol. 1, p.331). Para algunos biógrafos, en especial para Jones, el psicoanálisis nace exclusivamente del genio de Freud como una suerte de auto engendramiento y de  ruptura con la ciencia y cultura de su época, versión heroica si las hay. Será recién a partir de la extensa biografía de Henry Ellenberger,  “El nacimiento del inconsciente” publicada en 1970, donde Freud va a ser contextuado como tributario de su época, heredero del iluminismo judío (la Hashkalá) e interesado -del mismo modo que otros intelectuales judíos vieneses- por la sexualidad, la decadencia del patriarcado y la exploración profunda del alma. A partir de esta biografía, otras  avanzarán en este sentido. Ellenberger pone en duda la leyenda de la saga freudiana que nos muestra a un héroe solitario que lucha contra la adversidad contra un ejército de enemigos, y que finalmente triunfa.  Se pregunta si no hubo en Freud y en sus primeros discípulos grados de victimización al servicio de la expansión e instalación del psicoanálisis. La leyenda, según Ellenberger, exagera considerablemente la amplitud y el papel del antisemitismo, de la hostilidad del mundo universitario y de los supuestos prejuicios victorianos. Salir de las hagiografías que santifican a sus héroes es fundamental en una figura de la talla de Freud.  Las biografías escritas por sus discípulos más apasionados entorpecen una posible perspectiva crítica del genio de Freud. Bleger se llegó a preguntar por qué negarle a Freud el humano derecho del error.

Recordemos que el psicoanálisis -además de ser un método de abordaje del inconsciente y del sufrimiento humano- es un movimiento creado por el mismo Freud,  que funcionó desde el inicio y por varios años como una verdadera logia o movimiento político. Freud no se conformó con realizar sólo aportes clínicos o teóricos. Solemos dejar de lado que –desde una mirada política- siguió de cerca el funcionamiento del movimiento por él gestado. Como ejemplo de esto podemos retomar la instauración del Comité Secreto por parte de Jones en 1912, que funcionó al modo de una logia en la que el gran maestro entregó un anillo a cada uno de los siete participantes como muestra de la unión entre ellos. El Comité Secreto tuvo vigencia hasta bien entrados los años 20. Fue conformado en sus inicios por Freud, Jones, Abraham, Sachs, Rank y Ferenczi. En 1919 se les une Max Eitington, gran benefactor del movimiento. Este Comité funcionó como un lugar y espacio de poder paralelo a la Internacional Psicoanalítica.

No todas las teorías científicas  se han nutrido para su difusión de un movimiento: el psicoanálisis, sí. En parte la riqueza de  la historia del movimiento psicoanalítico  se vincula con el hecho de que se han fusionado  el devenir de este movimiento con la vida misma de su fundador. Freud se veía a sí mismo como un gran conquistador. Recordemos las conferencias en la Clark University: hay quienes creen que el propósito de su viaje a New York era el de contrarrestar el lugar que empezaba a tener Janet en EEUU.  “Les traemos la peste”, se dice que dijo Freud desde la cubierta del barco en el puerto de Manhattan.

Antes aludimos a la biografía de Roland Jaccard. Éste quiso acentuar el espíritu guerrero del padre del psicoanálisis, por eso la llamó “Freud el conquistador”. Dice Jaccard que Freud con los años ha llegado a ser un héroe mítico, y que se ha exagerado considerablemente la hostilidad hacia el psicoanálisis. “Por mi parte no soy ni un verdadero hombre de ciencia ni un observador, ni un experimentador, ni un pensador. Por temperamento yo sólo soy un conquistador…y por lo general a esas gentes sólo se les reconoce algún valor si tienen éxito, si descubren realmente algo…” (Carta de Freud a Wilhelm Fliess del 1 de febrero de 1900, citado por Jaccard, p.7).

El psicoanálisis se ha organizado y sostenido en base a transferencias, y los biógrafos de Freud están, como no puede ser de otra manera, inmersos en  ellas. René Major plantea que las instituciones psicoanalíticas tienden a ser conservadoras. El psicoanálisis se define de acuerdo a la visión de cada  parroquia y sus biógrafos también. Los hay kleinianos, lacanianos, culturalistas.    

Didier Anzieu en “El autoanálisis de Freud y el descubrimiento del psicoanálisis”, publicado en Francia en 1959, recuerda que Freud descubrió el psicoanálisis al mismo tiempo que se descubrió a sí mismo; el autoanálisis fue una autobiografía que narró a la vez la cura de Freud y el nacimiento del psicoanálisis. Es decir, el psicoanálisis nace a la par del autoanálisis de Freud. Años después Rodrigué, retomando las ideas de Anzieu, nos dirá que Freud “Soñó al psicoanálisis y fue soñado por él (…) Fue Newton y la manzana a la vez” (p.17), para luego citar al propio Anzieu con una atemorizante reflexión: “Cuestionar la leyenda freudiana a veces puede equivaler a cuestionar el fundamento del pensamiento freudiano, eventualidad que los discípulos más celosos sólo en raras ocasiones estaban dispuestos a encarar” (p. 17).

Didier Anzieu, se pregunta en su libro qué es una biografía psicoanalítica y  nos habla de una pulsión biográfica.  La pregunta acerca de qué es una biografía psicoanalítica ocupa un lugar central en  el desarrollo del texto. Luego examina la vida de Freud a través del análisis de los casi cincuenta sueños relatados por él. Tal como lo plantea Rodrigué, el mito exige originalidad absoluta del héroe a expensas de sus predecesores, pioneros, discípulos, rivales y contemporáneos. Por ejemplo, según este pensamiento, Breuer fue rebajado para enaltecer a Freud. Pero, como ya lo planteamos, incluso   Rodrigué necesitó idealizar a Freud.

Por su parte, Elizabeth Roudinesco considera que ”…con tantos textos escritos alrededor de la figura de Freud nos cuesta saber verdaderamente quién fue, a punto tal que el exceso de comentarios, fantasías, leyendas y rumores han terminado distorsionando lo que fue el destino paradójico de ese pensador en su tiempo y el nuestro”(2015, p.12). Su biografía justamente lleva el título “Freud en su tiempo y en el nuestro”, es una de las últimas escritas y es bastante crítica en especial con la evolución que tuvo el movimiento psicoanalítico. Para Roudinesco, Freud fue -a la vez- “un conservador ilustrado en búsqueda de liberar el sexo para controlarlo mejor; un descifrador de enigmas; un amigo de las mujeres; un aficionado a las antigüedades; un desilusionador de lo imaginario; un dinamitero de las certezas de la conciencia, pero también y sobre todo un judío vienés, deconstructor del judaísmo tan apegado a la tradición de los trágicos griegos como a la herencia del teatro shakesperiano, consumidor de cocaína; se aventuró en el mundo irracional y del sueño. Desconocedor del arte y la pintura de su tiempo” (op.cit, pp.13-4). Pertenecía a la tradición de la ilustración oscura por su capacidad en dejarse hechizar por lo demoníaco, lo oculto. En definitiva, concluye Roudinesco, es en el juego dialéctico entre la oscuridad y la luz donde se puede situar a Freud.

En el “Diccionario de Psicoanálisis” (1986), verdadera enciclopedia psicoanalítica  por cierto, Roudinesco y Michel Plon citan y se van a referir a los destinos de los archivos  Sigmund Freud que están en la Library of Congress de Washington. Es interesante comentar cómo se ha hecho la desclasificación de los mismos, tarea aún no terminada. Allí figuran manuscritos y cartas del mismo Freud así como también de otros psicoanalistas de distintas partes del mundo.  Kurt Eissler asumió, luego de la Segunda Guerra Mundial, la responsabilidad de administrar la riqueza de ese material histórico. También realizó entrevistas a casi todos los sobrevivientes de la saga freudiana, material que está vedado a los historiadores e investigadores externos a la IPA.

La colección Sigmund Freud está dividida en series (A, B, E, F, Z), cuyos derechos de publicación dependen de Sigmund Freud Copyright. A esta colección se tiene acceso pero su revelación es gradual. La serie Z recién se conocerá en 2100. Esto es para preservar la vida privada de personas   (pacientes, psicoanalistas, etc.) que es necesario proteger. Por ejemplo una carta de Freud a Breuer podrá recién conocerse en 2102. Roudinesco cuestiona bastante la arbitrariedad con la que se manejan estos archivos y sugiere que en dicha serie no hay materiales tan confidenciales, al tiempo que sí revisten valor histórico.

Quiero referirme a las dos últimas biografías que tomaré. Son dos ensayos cortos, el primero escrito por Erich Fromm, 20 años después de muerto Freud, el segundo escrito por Stefan Zweig, cuando el gran maestro  tenía  75 años. Erich Fromm, en su libro “La misión de Sigmund Freud” (1959) trata de llegar a entender quien fue Freud y lo hace a partir de indagar su relación con las mujeres, los hombres, sus discípulos, además de describir la importancia que Freud dio al movimiento haciendo hincapié en la necesidad de expansión del psicoanálisis. Es un libro que, si bien relata la tenacidad de Freud en su lucha por posicionar el psicoanálisis, va a ser bastante crítico con la manera en que se expandió el psicoanálisis al constituirse en un movimiento. “Bajo el disfraz de médico y de sabio, fue uno de los grandes reformadores del mundo de principios del siglo XX” (p.83).

Fromm dice que hay en Freud un espíritu de conquista y de transformación del mundo desde los primeros tiempos del psicoanálisis. Cree que la Asociación Psicoanalítica Internacional se creó con un espíritu distinto al de una asociación científica, considerando que su creación fue verticalista y  que tanto  Freud como sus discípulos se organizaron como un movimiento semi-religioso más que como un grupo de sabios interesados en la discusión de sus temas. Para Fromm  los miembros del Comité Secreto “eran intelectuales urbanos con un profundo anhelo de consagrarse a un ideal, a un jefe, a un movimiento, portando un carácter autoritario y fanático” (p.102). Por esa razón  considera que muchos de ellos   adolecieron de capacidad creadora.
 
Dice Fromm que, ya en “Contribución a la Historia del Movimiento Psicoanalítico”,   Freud manifestaba el espíritu semipolítico del mismo. Da el ejemplo de las zonas donde se desarrolló el psicoanálisis y que Freud las denominó colonias, lenguaje parecido al de un fundador de un imperio más que al de una nueva ciencia. “Bajo el disfraz de una escuela científica realizó su viejo sueño, el de ser el Moisés que mostró a la especie humana la tierra prometida, la conquista del Ello por el Yo y el camino para llegar a ella” (p.93).

Erich Fromm nos dice que a Freud le gustaba referir que el psicoanálisis fue creación suya, lo cual es verdad, por lo tanto sugiere bucear en la personalidad de Freud para entender mejor su creación. Se preguntará e intentará dar respuesta a una pregunta: ¿qué clase de hombre era Freud? ¿Era un vienés decadente -como referían sus enemigos- o el gran maestro sin defectos como aducen sus veneradores? Fromm concluye que ni el vilipendio ni el culto al héroe son útiles para catar la compleja personalidad de Freud. Para este psicoanalista la fuerza más notable fue su pasión por la verdad y su fe inquebrantable en la razón. “La razón es la única capacidad humana que podía ayudar a resolver el problema de la existencia. Freud fue un hijo de la Ilustración, más precisamente de la ilustración judía. Uno de sus lemas fue Sapere Aude: “Atrévete a saber” (p.17).

La última biografía a la que nos referiremos fue escrita por Stefan Zweig. Éste  siempre sintió hacia la persona de Freud un afecto entrañable, sobre todo una profunda admiración. No  obstante obtuvo al principio por parte del fundador del psicoanálisis respuestas más bien distantes e irritadas, sobre todo cuando Zweig exaltaba su figura. Seguramente Freud no toleraba tanta adulación.  A medida que Zweig fue creciendo en el mundo intelectual, fue ganando el interés de Freud por mantener una amistad. Fue a través de Zweig que Freud conoció a Dalí.

Zweig escribe un hermoso semblante sobre la vida de Freud en tiempos de entre guerras, allá por 1931. Comienza diciendo: “La medida más segura de toda fuerza es la resistencia que soporta (…). Hoy las ideas de Freud -que hace veinte años eran todavía blasfemias y herejías- circulan corrientemente en el lenguaje y en la sangre de la época…” (pp. 7-8) Zweig, con buena pluma, nos muestra una de las defensas más acaloradas que se pudieron hacer de Freud desde fuera del psicoanálisis. Sigamos sus palabras.

“Durante todo un siglo, pero un siglo horriblemente largo, domina a Europa su ruin conjuración del silencio moral. De repente lo rompe una voz. Un día sin la menor intención revolucionaria, un médico joven se levanta en el círculo de sus colegas (….)  y habla de las perturbaciones, del retroceso de los instintos y de su liberación posible….Este médico no imita a los oradores en el medio académico. Es precisamente la calma y la naturalidad la que emplea para establecer que gran parte de las neurosis se derivan del retroceso del deseo sexual, lo que provoca el espanto helado de sus colegas. (…) Freud se preocupa de la sinceridad, no de la conveniencia….con esa intrepidez tenaz, con ese valor viril y esa capacidad de intuición que reunidos forman un genio…” (pp.18, 19,21)

Zweig se enrola en la línea de los que ven en Freud a un luchador solitario que sale al mundo científico de su época a mostrar su verdad contra viento y marea, lo escribe con admiración, sin ahorrar elogios  y con bellas palabras….. “Freud ha dado a la humanidad – obra admirable de un hombre aislado - una noción más clara de sí misma”. (p.28) “No invoca preceptos, sino principios (p.22) (…) lo que importa de un creador no es de dónde viene sino a dónde ha llegado…..lo que interesa es que un hombre, por su visión creadora, ha transformado nuestra esfera exterior...” (p.25) Zweig concluye su texto -y con sus palabras concluyo también mi trabajo- diciendo que “la teoría de Freud ha hecho hace ya mucho tiempo sus pruebas y se ha mostrado irrefutablemente verdadera, verdadera en el sentido creador, según la frase inolvidable de Goethe: solamente es verdadero lo fecundo” (p.190).

Epílogo

Freud muere el 23 de setiembre de 1939. Su cuerpo fue cremado sin ritual religioso tres días después. En la ceremonia hubo solamente dos oradores: Ernest Jones y Stefan Zweig. El primero habló en lengua inglesa, el segundo en alemán, lengua materna de Freud. Cada uno fue fiel a su estilo. Jones pronunció su despedida en calidad de amigo personal y en su carácter de presidente de la Internacional Psicoanalítica. Zweig, gran interlocutor durante los último años de Freud, en cambio, sostuvo que la muerte de Freud es “apenas un fenómeno fugaz y casi carente de esencia” frente al enorme legado que su obra ha dejado a la humanidad.

Veintidós días antes había comenzado una guerra que cambiaría el rumbo del siglo XX definitivamente.

(*)Este trabajo fue presentado en la Asociación Colegio de Psicoanalistas el 6 de junio de 2019. Se proyectó en esa oportunidad un fragmento del film “La Invención del Psicoanálisis”, dirigido por Elisabeth Roudinesco y Elisabeth Kapnist. Agradezco al profesor Alejandro Dagfal la oportunidad de conocer este material fílmico, así como la motivación para la escritura de este texto.

Bibliografía
 
item Anzieu, Didier (1980). El autoanálisis de Freud y el descubrimiento del psicoanálisis. Tomo I, Siglo XXI, México
item Ellenberger Henri (1976). El descubrimiento del inconciente. Editorial Gredos, Madrid.
item Freud Sigmund (1914). Contribución a la historia del movimiento psicoanalítico. Tomo XIV Amorrortu Editores, Buenos Aires, 1979
item (1925). Presentación autobiográfica, Tomo XX, Amorrortu Editores, Buenos Aires, 1979
item Fromm, Erich (1981).La misión de Sigmund Freud. Fondo de cultura económica, México.
item Gay Peter (1989). Freud, una vida de nuestro tiempo. Paidós, Buenos Aires.
item Jaccard, Roland (1985). Freud el conquistador. Ed Ariel, Barcelona.
item Jones, Ernest (1952-57). Vida y obra de Sigmund Freud. Tomos I, II, III. Ediciones Horme, Buenos Aires, 1986
item Rodrigué, Emilio (1986). Freud El Siglo del psicoanálisis. Editorial Sudamericana, Buenos Aires
item Roudinesco Elizabeth, Plon Michel (2011).Diccionario de Psicoanálisis. Editorial Paidós, Buenos Aires, 2011.
item Roudinesco Elizabeth (2015). Freud en su tiempo y el nuestro. Editorial Debate, Buenos Aires.
item Zweig Stefan (1931). Freud. Editorial Tor, Buenos Aires, 1947
 
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