Tanto Freud como muchos que le siguieron (Lacan, Klein, Winnicott) fueron autores que contribuyeron a delimitar la práctica analítica y, a la vez, trabajaron en una ampliación de la disciplina.

La transferencia, como sabemos, es un concepto introducido por Freud. Ésta podría ser la frase de inicio de uno de los tantísimos textos y reflexiones que se escribieron y se escriben sobre esta herramienta fundamental de la práctica analítica. Repetición, redundancia o insistencia, dan cuenta de lo exorbitante del material emocional y significante que se genera en la relación transferencial entre dos personas comprometidas en un vínculo significativo. Eso que desborda, quizás genera también la consiguiente necesidad de escribir y pensar sobre la transferencia.

Desde aquella definición canónica de Freud, pasando por los desarrollos de sus continuadores y por las ampliaciones iniciadas por Lacan y Klein y a su vez ampliadas por sus propios seguidores, la transferencia tuvo un largo recorrido en la teoría. Pero a su vez, la práctica, como praxis humana de relación entre personas, siempre dio cuenta de la potencia transformadora de los vínculos en un contexto o dispositivo que los contiene, piensa y maniobra.

Si seguimos este camino marcado por estas tradiciones, y a su vez tomamos una dirección desprejuiciada desde lo teórico y múltiple en cuanto a las prácticas, podemos encontrar que la potencia de la transferencia prolifera en múltiples escenas cotidianas. Presentar relatos cotidianos que señalan esos momentos misteriosos en que se da un cambio de registro es una gran sorpresa y a su vez una confirmación. En una escena monocorde algo se enciende. Un acontecimiento. Dejarse tomar por un acontecimiento no es tarea sencilla.

Investigar y recolectar diferentes testimonios de la transferencia en escenarios que exceden la sesión analítica (como escuelas, acompañamientos, integraciones escolares y el trabajo médico o social) nos ofrece un insumo para pensar, que contiene dos dimensiones solo separables artificialmente: la producción teórica psicoanalítica y – principalmente – la práctica de la relación humana y los relatos de testimonios que se desprenden de allí. Compartir la cantidad de experiencias escuchadas y recolectadas, en la historia de nuestra diversa y heterodoxa práctica, reafirma la intuición – y puede impulsar la teorización – de que los efectos transferenciales y simbolizantes no hacen caso de constricciones geográficas y pueden ser encontrados en el consultorio, en la escuela, en la calle y en la vida.

Algunas vías posteriores a Freud, enfatizaron una parte de la exploración del creador del psicoanálisis: aquella que veía en la transferencia la repetición de los modos de relación del paciente con sus otros significativos de la infancia, proyectado esto en la figura del analista. Freud mismo había sentado las bases para entender que la transferencia es más que esta repetición, y la audacia de Melanie Klein llevaría hacia adelante esto entendiendo que el “aquí y ahora” de la transferencia posibilitaba pensarla en los niños, que paralelamente viven la relación con los padres externos y con los internos que son proyectados en el analista. También Lacan extendería la concepción de la transferencia con su “Sujeto supuesto saber” y con su descripción del fenómeno como algo que no espera a la presencia de un analista para existir. Winnicott, Meltzer, Bion, Laplanche y otros también aportaron lo suyo en este sentido.

Pero ¿qué sucede cuando vemos emerger fenómenos que podemos llamar transferenciales, en otros vínculos significativos de trabajo que no son el de la sesión analítica? En todos estos lugares excéntricos a la sesión, con las herramientas y la experiencia que ésta puede darnos (a los analistas y a los analizados), se ilumina de manera diferente aquella relación que observamos en las aulas, la salud, la educación, lo social. Allí, con la herramienta de la transferencia “psicoanalítica”, y con la posibilidad de pensar las maniobras que desde lo simbólico y lo real pueden realizarse resulta mucho más productivo el operar y pensar en situaciones de lo más diversas.