Brevemente:
hay a la vez descubrimiento, desobstrucción del
Abismo, del Caos como experiencia de que el único
orden último que reina en el ser es la sucesión
a-sensata de la emergencia y de la destrucción;
reconocimiento de que este mismo orden a-sensato regula
(o regularía, librado a sí mismo) los
asuntos humanos por medio de la hybris,
la adikía y
una Dike que no es
más que catástrofe; y afirmación
y voluntad de aquello que hay para hacer y para decir,
creación de otro orden, que no puede fundarse
más que en la búsqueda y la imposición
del límite, que a partir de entonces es, necesariamente,
autolimitación.
La creación de la democracia es, filosóficamente,una
respuesta al orden a-sensato del
mundo, y la salida del ciclo de la hybris.
Esto es así sólo porque simultáneamente
y consustancialmente ella contiene el reconocimiento
de que ninguna otra naturaleza o tradición (o
prescripción divina) otorga la norma que podría
regular los asuntos humanos. La polis
postula y crea su ley —en una contingencia que
se conoce como tal, y que se afirma en los actos, puesto
que la ley, resultado de una deliberación, está
a su vez siempre sujeta a discusión y es pasible
de modificación o de abrogación—.
Contingencia de toda ley particular -y no contingencia
del hecho mismo de
la ley— Por esto mismo, esta respuesta es otra
cosa que una clausura. El movimiento del demos
es
ipsofacto —como al mismo tiempo, además
e idénticamente, la filosofía-, abertura,
pero la palabra es precisamente falaz: creación
y
constitución de un espacio público
de interrogación sobre el ser y la apariencia,
la verdad y la opinión, la naturaleza y la ley.
Esto no está pensado explícitamente como
tal en obras técnicas: es pensamiento en acto,
un pensamiento que hace y se hace haciendo. (Aunque
su grado de explicitación, que atestigua lo que
puede leerse de Heródoto y Tucídides -cuyo
propósito no era éste— es considerable).
Pero estas son las certezas sobre las que se constituye
el mundo griego a partir del siglo VII: siempre hay
necesidad de la ley, y siempre hay cuestionamiento de
la ley; y en cuanto hay cuestionamiento de la ley, hay
acción posible con miras a modificar la ley.
No hay aquí razonamiento y prioridad, hay posición
de una articulación originaria que puede recorrerse
en un sentido o en otro. Podemos decir de la misma manera:
queremos modificar la ley, y en cuanto hay acción
que apunta a la modificación de la ley, hay cuestionamiento
de la ley. Si queremos modificar la ley, es que ya la
hemos cuestionado; y si la hemos cuestionado, es porque
ya queríamos modificarla. De todas maneras: no
podemos vivir sin ley —pero nosotros mismos nos
damos la ley, y tal ley—. La ley es obra humana
-es obra del ánthropos
por la cual el ánthropos
se hace ánthropos—.
El ánthropos
se hace ánthropos
dándose una ley. Esto quiere decir: instituyéndose
su naturaleza no contiene ninguna limitación
interna y natural. Ánthropos
zoon politikón no significa simplemente
que el humano es un animal "social" en un
sentido vago (o preciso: Aristóteles conocía
evidentemente los panales y los hormigueros, pero no
definió a la abeja o a la hormiga como "animal
político"), como se le hace decir casi siempre.
En lenguaje moderno lo que dice Aristóteles es:
el hombre es un animal instituyente
que no existe más
que por su pertenencia y su participación en
la comunidad instituida que se autoinstituye (se da
sus leyes).
De hecho, cuando Marx define al humano como el animal
que se autoproduce por medio del trabajo, podemos y
debemos observar, por cierto, el anclaje de esta concepción
en la época y en el imaginario del capitalismo
-y observar que la concepción de Aristóteles
es a la vez más profunda y más universal—.
Pero también hay que señalar que lo que
hace Marx, en realidad, es erigir una institución
particular -el trabajo— en institución-fuente
de las demás. Ahora bien, sólo puede hacer
esto, precisamente, porque desconoce el hecho de que
el trabajo mismo es institución, cualquiera sea
su forma histórico-social particular, y porque,
sin que pueda decirlo claramente, no ve aquí
más que una particularidad natural de la especie
biológica Homo
-que se prolonga en instancia central de la vida social
de ésta, dándole así una última
determinación "natural-racional"—.
Por esto mismo también está dada la posibilidad
aparente de romper el círculo de las determinaciones
recíprocas de los diferentes sectores de la vida
social y la solidaridad de las diferentes dimensiones
de su institución.
Y, por cierto, hay consustancialidad entre esta definición
del humano como "animal político" y
la otra: zoon logon ekhon,
animal que posee el logos,
puesto que no hay logos
más que en y por la
polis, y no hay polis
verdadera más que en y por el logos.
No hay polis sin
creación de un espacio público de interrogación
y de control recíprocos —y este espacio
ya es el logos
en su efectividad—……"Por
esto no damos el poder a un hombre, sino al logos”.
* * *
* Lo que hace a Grecia. Trad.
Sandra Garzonio. Fondo de Cultura Económica.
2006 México D.F.
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