Cuerpos de la risa

Cuerpos de la risa se interesa por otorgar una narrativa a ese efecto corporal-real que crea comunidad entre los humanos y por situar sus espesores simbólicos e imaginarios partiendo de algunas preguntas. ¿Qué se puede decir sobre la risa, de qué reímos y por qué reímos?

La risa, además de ser un producto vivo y en permanente movimiento, constituye en sí misma movimiento corporal y representacional. Está solventada en un dispositivo neurobiológico, que es su sustrato, en las velocidades psíquicas involucradas en el acto de reír y vehiculiza mensajes afectivos y constitutivos del lazo social. Para describirla debemos situar algunos de sus matices: el “asalto” sonoro de la carcajada, el gesto sonriente que acompaña los mensajes verbales y el placer que atañe al “cuerpo todo” cuando disfruta de lo que hace.

Antonio Damasio, un reconocido neurólogo portugués contemporáneo, en su libro En busca de Spinoza, señala que la risa y el llanto son como notas musicales, se ejecutan y suenan de maneras distintas creando diversas melodías que siempre van dirigidas a regular el proceso vital y a promover la supervivencia. Así planteado, este dispositivo neurobiológico regulador de la tensión psíquica, podría remitirnos al reverso de la estasis traumática. Es un patrimonio erótico, un bien constitutivo de nuestra biología humanizada destinado a la regulación orgánica, psíquica y vincular.

El sentido común piensa que la risa además de remitirse a lo cómico, a los chistes y al campo del humor, se asocia con las experiencias del amor correspondido y de la sensualidad. Es compañera del ánimo alegre, de la creatividad, de las experiencias de dominio sobre el mundo, del descubrimiento, la admiración de la belleza y las sensaciones expansivas del narcisismo. Podemos decir también, que el cuerpo todo ríe cuando baila, canta, pasea y juega moviéndose.

Pero más pensamientos concurren sobre la risa. Es un efecto que asalta al cuerpo con movimientos incontrolables que son propios de la carcajada y tiene voz y sonidos particulares. Aquel que se sabe o se sospecha objeto de risa siente angustia y ve su narcisismo injuriado. Muy destructiva puede ser esa risa si el injuriado carece de sentido del humor sobre sí mismo, más aún si eso logra expulsar del grupo al burlado. Así una cosa es la risa compartida, otra es la expulsiva y otra cosa es poder reírse de uno mismo.

Y hay figuraciones universales de la risa odiosa: la del cínico, la del psicópata. La del Guasón. Y está la carcajada del niño y la risa ausente del autismo.

Aunque ya sea un hecho científico el reconocimiento de su presencia rudimentaria en algunos animales, todos los que la estudian acuerdan en que, como sucede con el lenguaje, es esencialmente humana por su plasticidad y sus funciones y porque anida en el corazón del lazo social. Se produce en articulación al otro, presente o imaginado.

La psicología del comportamiento observa que está motivada por un estímulo cómico en una minoría de los casos y que más bien acompaña los mensajes verbales, el intercambio de miradas, las situaciones de estrés tanto como las de distensión. Podríamos reducirla, incluso, a su condición de respuesta neuro-biológica ante determinados estímulos como son las cosquillas o tomar noticia de su espesor. En el cachorro humano sus primeras apariciones son fugaces y reflejas. Recién entre los tres y siete meses la sonrisa se vinculará al reconocimiento del rostro familiar siendo una placentera forma de comunicación primaria y de reconocimiento mutuo.

Hay risas patológicas en algunas enfermedades del sistema nervioso central y en el campo psicopatológico: la esquizofrenia, las crisis maníacas y cuadros tóxicos la muestran en su estereotipia y rigidez.

La medicina enseña que contribuye a la producción de anticuerpos y porque libera endorfinas tiene efectos en la salud y en la producción de bienestar. Las endorfinas, un antidepresivo endógeno que se produce cuando reímos, cuando el cuerpo disfruta de sus potencialidades haciendo cosas y la psiquis queda absorbida en el placer de lo que hace. Damasio señala que los mapas neuronales que se activan cuando sentimos alegría revelan estados orgánicos de equilibrio y coordinación óptima de las operaciones vitales de supervivencia produciendo facilidad y disposición para hacer y moverse en el mundo y con el mundo.

Las drogas falsifican los mapas neuronales de la alegría. Dolor físico, psíquico y social intervenidos por una gama de químicos que van desde los analgésicos a las sustancias embriagadoras atemperan momentáneamente el fundamento de la pena. Ya Freud lo dijo, la vida en el malestar en la cultura no funciona sin construcciones auxiliares y entre ellas ubicó las sustancias embriagadoras. No se dedicó Freud a lo que proviene del cuerpo en movimiento. Pero sí, entre las construcciones auxiliares, señaló que el placer de la investigación, la creación artística y la solución de problemas son recursos creativos para tolerarlo.

Laberintos Etimológicos: Risa-Sonrisa-Alegría

Para ser estrictos y entrar en contacto con definiciones y puentes semánticos con los que seguir construyendo sus distintos cuerpos textuales, digamos que la Real Academia define a la risa como el movimiento de la boca y otras partes del rostro, que demuestra alegría. Que tiene una voz y un sonido propio y es también, paradójicamente, lo que mueve a reír. Como si la risa misma moviera a seguir riendo.

Si la risa expresa alegría, ella alude a “un sentimiento grato y vivo que se manifiesta con palabras, gestos y actos”, añadiendo una acepción interesante: la alegría es “irresponsabilidad y ligereza”. Así, en estas definiciones se articulan la risa, la alegría, la irresponsabilidad y la ligereza, pero no el campo de lo cómico y el humor. En otras entradas del diccionario se alude a sus características expresivas: forzada, falsa, disimulada, vehemente, violenta. No se trata en estos casos de la alegría sino del asalto de un quantum de tensión psíquica y de su descarga.

En su Etimología de las pasiones Ivonne Bordelois enseña que la alegría, como la esperanza y la felicidad, son pasiones claras. Aunque no están ligadas a la fatalidad ni a la tragedia, excesos propios de las pasiones oscuras que pueden conducir a impulsos homicidas o suicidas, lo que comparte con esas pasiones oscuras es el asalto corporal, el impulso que mueve al acto.

La matriz lingüística original de las pasiones proviene de la raíz indoeuropea Eis. De esta raíz derivan los verbos que designan movimientos impetuosos e impulsos que abarcan nociones diversas con alusión tanto al movimiento y la velocidad como a la presencia de lo sagrado, la sexualidad femenina, la ira y la inspiración poética. Cualidades percibidas como divinas porque brotan de experiencias corporales.

Por su parte, el término alegría proveniente del latín alicer o alecris significa vivo y animado y, tal como plantea Antonio Damasio desde la neurología, se vincula a la agilidad, la velocidad, la vivacidad y la hilaridad, es decir a la expresión corporal de gozo y satisfacción del ánimo. Así lo muestra ejemplarmente el saltar de alegría y otros movimientos que asaltan el cuerpo expresándola. Pero, si de lingüística se trata, señala Bordelois que originariamente estaba más ligada a la disposición a la acción y al movimiento que a la sensación de gozo e implicaba experimentar al cuerpo en movimiento unido a la eficiencia y a la destreza. Como si el cuerpo todo riera en el despliegue de sus potencialidades psicomotoras cuando se trata de las pasiones claras. Su refinamiento nos lleva a los disfrutes del cuerpo en la práctica de deportes, la ejecución de instrumentos musicales, la danza y todas las expresiones que se asientan en los dominios del cuerpo, del espacio y del movimiento.

Otra deriva etimológica, de este alecris lleva a la borrachera y a la joya (el joie francés o el italiano gioia, significan tanto alegría como joya, un patrimonio lujoso. En el italiano allegro también convergen la alegría, la provocación y la borrachera. Aquí como ya indicaba la Real Academia se abre el campo semántico a la irresponsabilidad y a la ligereza y el estar alegre a la ebriedad y a la libertad. Así, los mapas neuronales y la etimología coinciden al definir esta inclinación del ánimo unida a la disposición al movimiento.

Baruch Spinoza hizo de la alegría y la tristeza los ejes centrales de su ética y pensaba que la pasión se vuelve alegre cuando es esclarecida por la razón y así deja de ser excesiva. La alegría sería el paso del hombre a una mayor perfección en su existencia, fuente de todas las pasiones activas y positivas y por tanto de la libertad. En la filosofía contemporánea, Friedrich Nietzsche pensó que la alegría era la capacidad para superar el carácter trágico de la existencia y que estaba vinculada a la bondad y, señala Bordelois, que la etimología le da la razón porque beatus significa feliz, fecundo, floreciente y abundante.

El infans, mientras va creciendo, muestra la risa en varias de sus polifonías. Expresa satisfacción y reconocimiento y acompaña sus experiencias de dominio sobre el cuerpo y el mundo. Desde el balbuceo animado a las exploraciones motrices, de la mano de la sincronización y la sintonización neuromotora, va consiguiendo acciones eficaces. Las experiencias de dominio del cuerpo y a través del cuerpo son fuente de confianza y satisfacción e impulsan la curiosidad que se va enlazando con las simbolizaciones y el deseo de saber a predominio intelectual.

El asombroso bagaje sensorio-neuro-motriz de nuestra especie se complejiza en el encuentro con el otro humano y el sostén de un ambiente proveedor de estímulos variados, continente significante y amoroso. Así desarrolla experiencias de integración psiquis-cuerpo-otro cuya deriva es alegre y mantiene viva la atención como función cognitiva. La atención es llamada por el mundo y la curiosidad se despierta. Movimiento, descubrimiento y dominio van erotizando la vida y se expresan en los verbos modales: hacer-querer-poder.

Reírse del otro: perspectivas menos alegres que mueven a reír.

Sigmund Freud cita -en El chiste y su relación con lo inconsciente- a su contemporáneo, el filósofo francés Henri Bergson. Bergson gozó de prestigio en el ambiente intelectual parisino con su idea de élan vital que definió como el empuje propio y continuo de la vida hacia la complejización y la evolución creadora que mueve y exige un refinamiento de la inteligencia. También desarrolló un meticuloso ensayo sobre la risa, siendo uno de los pocos en su época que se ocupó del asunto. Allí sostiene que la fuente de la comicidad para los humanos son otros humanos. No nos reímos de las plantas ni de los animales, ni de las cosas ni de los paisajes, salvo que ellos nos remitan a una ridiculización del otro humano. Así, coloca la risa en el centro del lazo social y con una particular función. Su ensayo recorre un amplio abanico sobre la comicidad que en nuestro medio hemos conocido a través del desarrollo freudiano sobre lo cómico, pero lo que me interesa señalar aquí es su mirada sobre lo que mueve a reír desde la perspectiva del cuerpo y el movimiento que venimos bosquejando: la alegría de la expresión corporal unida a la belleza y a la eficiencia. Los disfrutes del cuerpo.

Lejos de interpretar la risa como una manifestación de alegría, y en el eje cuerpo-espacio-movimiento, Bergson sostiene que su producción es una voz social que sanciona el desajuste del sujeto con un pattern determinado y adecuado a fines. Así, la voz social de la risa encarna el castigo por la aparición de lo mecánico y la rigidez en el cuerpo vivo. A la pregunta: ¿de qué nos reímos? Bergson respondería: de la torpeza, lo repetitivo, lo mecánico, lo rígido y de la distracción. Porque ese esfuerzo que “termina en nada” evidencia una disociación mental con el cuerpo que se porta, el movimiento que se pretende, el espacio que se habita y el contacto con los demás. Como si el cuerpo fuera presa de una suerte de anti-inteligencia que, desde el pensamiento psicoanalítico, podríamos leer como efectuada por la introversión libidinal. De hecho algunos síntomas neuróticos pueden hacer reír. Quien está tomado por una fantasía, una idea, un vicio del carácter, es proclive a las torpezas, actos fallidos, olvidos y lapsus. De esos desajustes se ríe la risa a condición, dice Bergson, de silenciar la identificación, la compasión y la empatía. La risa tendría entonces una dosis de crueldad social con los desajustes causados a propósito de esta anti-inteligencia.

Los gags de las comedias, las historietas y los dibujos animados. El gordo y el flaco, los tres chiflados, y en nuestro medio Pepe Biondi, se sirven de las situaciones fallidas en los ensambles del cuerpo-espacio y movimiento adecuados a fines y causan un tipo de risa universal que supera fronteras. Así, Bergson, no vincula la risa a la alegría pero señala en su ensayo que los humanos nos reímos de ese tipo de anti-inteligencia.

Ahora bien, esa atención puesta al entorno implica captar y procesar eficaz y velozmente la información que llega del ambiente. De hecho, la pasamos mejor cuando logramos orientarnos, descubrimos caminos, dominamos el cuerpo y el espacio y solucionamos problemas con cierta inmediatez. Nos sentimos alegres cuando logramos actuar eficientemente. Y nos acongojamos con los efectos de esas distracciones con las que causamos dolor a alguien o a nosotros mismos.

Esa actividad inconsciente de captación y procesamiento paralingüístico de la información socio-ambiental, veloz y automática, depende de funciones neuromotoras y genéticas, vinculadas a la supervivencia. que posibilitan el juicio rápido. Según los neurólogos contemporáneos, un tercio del cerebro humano se dedica a procesar la información visual. Interpreta fronteras, color, movimiento, profundidad, distancia y reconocimiento de rostros y gestos. La risa como sanción social al distraído parece tributaria de la valoración social de este funcionamiento psíquico-atencional de orientación en la vida y sus exigencias que un quantum de introversión libidinal opaca. En psicoanálisis el sujeto encuentra un lugar de simbolización y de construcción del sentido inconsciente a sus distracciones, actos fallidos, lapsus, olvidos y formaciones sintomáticas.

En Psicopatología de la vida cotidiana Freud se ocupa de las torpezas y las distracciones cuando se detiene en analizar los actos de término erróneo y los actos sintomáticos. Señala allí la turbación subjetiva y la vergüenza frente al registro consciente de la torpeza. El trabajo de análisis ilumina los propósitos inconscientes de esos actos inadvertidos para la conciencia. Freud nos advierte: las perturbaciones reiteradas del equilibrio corporal son indicadores del exceso de introversión libidinal que no encuentra otro modo de expresarse. Y agrega una interesante distinción diagnóstica: los funcionamientos psíquicos fallidos que reconocen una determinación inconsciente no deben exceder cierta medida, deben estar dentro de los límites de la normalidad, ser una perturbación momentánea y reconocida por el sujeto.

Tres dimensiones del humor en la letra freudiana

 Sigamos ahora la pista freudiana específicamente sobre la risa en El chiste y su relación con lo inconsciente. Diremos primero que el campo del humor incluye tres dimensiones: 1. el humor consigo mismo y con sus situaciones, 2. la perspectiva de lo cómico que ingresa por vía visual y en general es atinente a las formas, tamaños y proporciones, situaciones y lógicas espaciales y culturales (que es donde nos detuvimos en el rodeo por Bergson y sobre lo que éste hace un gran desarrollo) y 3. los chistes, una producción lenguajera y de sentido sostenida en el juego del significante.

En ese campo del humor ocurre la risa. El texto está pleno de ejemplos. Pero no es en los ejemplos en lo que nos vamos a centrar, sino en la risa como efecto de superficie. Ella irrumpe, sorprende. Se expresa automáticamente. Con Freud podemos decir que es efecto del ahorro de gasto psíquico. Cuando se ríe, el yo no está absorto en el pensamiento ni en la introversión libidinal. La clave de la risa está en la ganancia de placer que produce el ahorro de gasto psíquico que exigen los procesos inhibitorios para que representaciones inadmisibles, por su hostilidad u obscenidad, se hagan conscientes y también se expresen. Esa cantidad de energía liberada del trabajo inhibitorio se descarga libremente. Su efecto: la risa.

Freud hace un meticuloso desarrollo sobre el acto de reír otorgándole a las risas distintos cuerpos narrativos. Reímos por el placer que proviene del reconocimiento mutuo, por la confirmación de lo ya sabido o por el hallazgo de solución a los problemas. De los recuerdos placenteros también reímos y atendamos su pluma: cuando nuestro “juicio juega” y pensamos disparates, cuando dislocamos el orden y nos sentimos libres. Entonces, se puede afirmar, que cuando agujereamos la consistencia nos reímos… a condición de no angustiarnos.

Y también se dedica, en este texto, al “talante alegre”. Además de remitirlo en algunos casos a factores endógenos, señala que es una disponibilidad anímica de la infancia y que se alcanza en la adultez con la alteración tóxica. Escribe Freud “…bajo el influjo del alcohol, el adulto vuelve a convertirse en el niño a quien le deparaba placer la libre disposición sobre el decurso del pensamiento sin observancia de la compulsión lógica” (1). Define a la disponibilidad lúdica como una inclinación del ánimo con la que nos aprestamos a una reunión social o a una actividad recreativa, una apertura a la extroversión.

Volviendo a la risa, el primer elemento de interés en el chiste, es la fundamentación de su efecto como ahorro de gasto psíquico inhibitorio. El segundo tiene que ver con la captación del chiste. Ella depende de lo que ocurra con la atención del oyente (o del lector). La libido introvertida, la concentración en trabajo de pensamiento, el dolor, hacen obstáculo a la captación de un chiste.

Y Freud le presta particular atención a lo que sucede con la atención, valga la redundancia, en la captación del chiste. La captación del chiste, señala, es un proceso inconsciente de entendimiento que hace comunidad con el otro y es efecto de la atención subjetiva tomada por la sorpresa. Por una captación inmediata que causa descarga automática. Operación inconsciente sin esfuerzo. Un procesamiento rápido y eficaz. No reímos por seguir el hilo del relato y su entendimiento sino porque captamos sin esforzarnos por pensar. La atención se alerta con la incongruencia y el sentido oculto y somos tomados por la descarga automática de la risa. Cuando reímos nos liberamos de un esfuerzo de contra investidura y disfrutamos de ese procesamiento veloz.

Distinto es el proceso inconsciente en el creador de esta formación de compromiso que es el chiste. Su propia risa será un efecto secundario a la risa del oyente. Ese reconocimiento del otro es un verdadero regalo. La risa se comparte.

“Mis hijos se ríen de mi porque dicen que estoy loca….lo que no saben es que es hereditario”
“- Cariño, cuando hablas eres como una ciudad de Estados Unidos
– ¿Los Ángeles?
– No, Kansas”
 “No tengo timbre. ¡¡¡GRITE!!! Y de paso, se desahoga”

En lo que respecta a lo cómico, tanto para Freud como para Bergson, lo cómico es el descubrimiento visual del desvío de una expectativa. Se produce mirando el cuerpo, los movimientos, las proporciones y las situaciones del otro. Cuando quedan al desnudo los rasgos de carácter, la vulgaridad en la elegancia, la equivocación en el maestro o la avaricia en el que se proclama generoso. Cuando cae la mascarada idealizada y, si el yo no está embargado por afectos penosos que angustian o enojan, ocurre la risa, que deja como saldo una ganancia de placer narcisista. En esa operación inconsciente también se da un procesamiento veloz de información comparativa entre el yo y el otro sobre un modelo de referencia narcisista y cultural. La risa sobreviene cuando el saldo es un sentimiento de superioridad. Pero esa comparación no siempre deja saldo favorable y puede resultar en envidia o enojo cuando esa expectativa se ve frustrada. Toda una economía del proceso de comparación inconsciente.

Entonces, en el terreno eminentemente psíquico y en la letra freudiana la risa es efecto o consecuencia de procesos ágiles, veloces y vitales que nos conectan con el mundo. Disponibilidad libidinal, tolerancia a la frustración, ahorro de inhibición y ausencia de dolor orgánico o psíquico, son condiciones necesarias para poder reír.

En la parte final de El chiste… señala que la humorada respecto de sí, el ahorro de autocompasión, es lo que rescata al sujeto de la sumisión a las circunstancias y produce liberación y autoafirmación. El observador de esa humorada probablemente se asombre y ría. Pero este placer humorístico desaparece si lo que sobreviene es un proceso de pensamiento. Cuando para entender se requiere un esfuerzo de pensamiento, se pierde la gracia; si la empatía avanza, sobreviene la pena y la compasión.

El humor, afirma Freud, es el más elevado recurso defensivo derivado de la huida. Observemos esto, se vincula con la atención despierta. Vence el automatismo defensivo sobre el afecto penoso.

Es de nuestra experiencia que el análisis es una oportunidad para empezar a reírse de uno mismo. Los imperativos categóricos pueden transformarse, moderarse los sentimientos de injuria narcisista y tolerar las miserias de la vida “sin perder prestancia y dignidad”. Muchas de nuestras intervenciones hacen ingresar, gracias a la transferencia, una dimensión de la voz que rescata al neurótico de la sumisión al destino.

En El Humor, texto de 1927, ya avanzada su obra, Freud le atribuye al súper yo una voz que retorna desde la ternura y la paciencia de los padres criando y rescatando al niño de sus tropiezos y frustraciones en sentido amplio. La ternura y la paciencia ahorran el afecto penoso. La disposición al humor se vincularía con esas inscripciones menos crueles. Señala también allí que sólo sabemos de la vida anímica lo que colegimos desde la psicopatología y que resta aprender mucho sobre la esencia del súper yo. Pero también señala que la actitud humorística es un don precioso y raro y que mayormente somos incapaces de gozar de ella. Con el humor “aspiramos alcanzar” dice el texto freudiano, el talante dichoso de la infancia. Ya había señalado en el tratado sobre el chiste que el chiste, valga la redundancia, solo está disponible para algunos, los que tienen gracia, una particular condición.

La actitud humorística parece acometer como una fugaz iluminación que rescata de la sumisión a la existencia trágica. Es una disposición anímica que juega con la falta de consistencias y absolutos. Que denuncia lo oculto y evidencia la falla. Que ridiculiza la creencia de un modo tal que su deriva produce alivio de la tensión psíquica y causa risa… cuando no angustia.

Para concluir: la risa es asunto del cuerpo real pero su emergencia está articulada en cuerpos textuales, tramas simbólicas e imaginarias. Por eso podemos decir que las risas hacen cuerpos.


Nota
  1. Freud, Sigmund. El chiste y su relación con lo inconsciente. OC AE, T.VIII, pág. 207.
 Bibliografía
  • Ansermet, Francois y Magistretti, Pierre: A cada cual su cerebro. Buenos Aires. Katz. 2010
  • Bergson, Henri: Ensayo sobre la risa. Buenos Aires. Godot. 2011
  • Bergson, Henri: La inteligencia. Buenos Aires. Interzona. 2016
  • Bordelois, Ivonne: Etimología de las pasiones. Buenos Aires, del Zorzal, 2006
  • Damasio, Antonio: En busca de Spinoza. Buenos Aires. Booket. 2014
  • Deleuze, Gilles: El bergsonismo. Buenos Aires. Cactus. 2017
  • Diccionario de la RAE
  • Freud, Sigmund: El chiste y su relación con lo inconsciente Buenos Aires. Amorrortu. 1979
  • Freud, Sigmund: Psicopatología de la vida cotidiana Madrid. Biblioteca Nueva .1973
  • Freud, Sigmund: El humor. Buenos Aires. Amorrortu. 1979
  • Mlodinow, Leonard: Subliminal. Cómo tu inconsciente gobierna tu comportamiento. Buenos Aires. Crítica. 2013
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Profiláxis contra la gripe, 1918, Revista Caras y Caretas.

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Cintia Dafond

Licenciada en Psicología - Colegio de Psicoanalistas: www.coldepsicoanalistas.com.ar – Espacio de Investigación en Psicoanálisis www.investigacionenpsicoanalisis.com.ar – [email protected]
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