Por Diego Venturini
diegoventurini@elpsicoanalitico.com.ar
El encuentro con lo digital o ¿con los aliens?
Desde hace tiempo vengo planteándome algunos interrogantes acerca del cada vez más claro anclaje del mundo digital en nuestras vidas. Digo anclaje porque cuando pienso en el vínculo actual entre el ser humano y su creación ex-nihilo: el mundo digital, me surge la imagen de un artefacto, una especie de nave extraterrestre que se nos viene encima, desde arriba, con la intención de colocar sus patas de aterrizaje en nuestras cabezas e introducirse forzadamente en ellas. Por una parte, el mundo digital me genera muchísima curiosidad e interés y en una primera impresión se me presenta amigable, facilitador de la vida cotidiana y accesible pero, en otro sentido lo siento como un elemento artificial, extraño a la naturaleza humana, un artificio no biológico que intenta incrustarse en nuestro cerebro. Me sugiere un encuentro que pone en jaque nuestra naturaleza, a pesar de su origen humano, un encuentro esperable por el desarrollo mismo del progreso tecnológico logrado hasta hoy pero a la vez desafiante y en cierto sentido forzado. Aliens o no, lo que está clarísimo es que su desarrollo es de notable influencia al interior del sujeto humano y al interior del tejido social y que pretende hacerse un lugar al interior de nuestro psiquismo tratando de integrarse al mismo. Este mundo digital ¿serán los aliens de la ciencia ficción que nos invaden?
Ya en el artículo “Los deslices de la vida digital” (1) publicado en el número 47 de esta revista, me he referido y valga la redundancia, a la influencia del mundo digital en la vida cotidiana, dando cuenta de la aparición de algunos efectos claros y plausibles en el funcionamiento psíquico. Planteaba allí, que la tecnología y las nuevas formas de comunicación, están influyendo en la manera en que nos percibimos a nosotros mismos y nos relacionamos con los demás. Las redes sociales, los dispositivos móviles y la cultura digital parecerían estar teniendo un claro impacto en la forma en que se va construyendo nuestra identidad y nuestra subjetividad, hecho que se está haciendo cada vez más notorio en los niños y adolescentes. Los modos de vinculación con otros, el entorno artificial y natural que nos rodea y en especial con nosotros mismos parecerían estar cambiando. Entonces:
¿Cómo se construye la identidad en un mundo cada vez más digitalizado?
¿Se ve afectada nuestra subjetividad al estar sobre expuestos al mundo digital?
Identidad y subjetividad ayer y hoy
En este apartado tomaré algunos autores que me interesan para realizar un contrapunto entre lo que ellos plantean y lo que vemos hoy como efectos de la vida digital en nuestros días.
Erase una vez…
Desde la antigüedad, la identidad ha sido un tema de interés para los filósofos. Para Platón, la identidad estaba relacionada con la idea de las formas perfectas y eternas, mientras que Aristóteles la vinculaba con la sustancia individual y única de cada ser. Estos enfoques filosóficos, con sus diferencias, establecieron las bases para pensar la identidad como algo inherente y distintivo de cada individuo, intentando establecer los límites entre lo propio y lo ajeno, lo esencial y lo accesorio.
Hoy, ¿siguen siendo válidos los interrogantes griegos?, ¿cómo podemos pensar lo ajeno y lo propio o lo esencial y lo accesorio siendo que el mundo digital ha venido a poner en cuestión ese orden? Lo digital parecería haber trastocado ese antiguo orden de significación entre lo esencial y lo accesorio invirtiéndolo en algún sentido. Este es un proceso que se viene dando de una forma silenciosa, sin prisa pero sin pausa y que se puede ver por ejemplo en el lugar que representa el celular en nuestra vida cotidiana, transformándose en un artefacto cada vez menos accesorio y a la vez más esencial para llevar adelante la vida diaria, en especial en los ámbitos urbanos. Entonces, ¿qué pasa en el psiquismo si esto sucede tan velozmente? ¿Qué pasa si la tecnología inicialmente creada ex-nihilo por el hombre se transforma en el performador de su creador? ¿Qué pasa si lo accesorio se vuelva esencial y terminamos siendo el accesorio de nuestra propia creación? y ¿quién o quiénes controlan esa tecnología con la llegada de la Inteligencia Artificial? Parecería que algo está cambiando radicalmente.
Respecto de la velocidad de instalación de la vida digital ya estamos teniendo una gran cantidad de evidencias que nos muestran una afectación clara de la atención, la memoria y la percepción. Por ende, la construcción del psiquismo se ve afectada y con ella la construcción de la identidad y la subjetividad de época. En nuestras consultas surgen evidencias clínicas de la presencia de síntomas vinculados al temor a la pérdida real o imaginaria del celular, esto se tiende a nominar como Nomofobia y genera crisis de angustia en cada vez más sujetos ¿eso ya nos muestra una progresiva construcción de una identidad dependiente de la tecnología? Tal vez podría ser un rasgo de una identidad en proceso de transformación en los que tenemos más de 40 años de edad y la confirmación de una identidad que se va construyendo como natural y lamentablemente necesaria para los niños y adolescentes de hoy. Todos nos vemos afectados y cada vez más dependientes de las pantallas pero más aún los niños y adolescentes. En este ejemplo vemos que un accesorio tecnológico ajeno desde lo real a nuestro psiquismo y a nuestra biología influye de manera directa en lo que antes era esencial o propio: el pensamiento, las emociones y los afectos, desplazándolos a un lugar accesorio. Mientras usamos el celular creyendo que estamos usando una herramienta útil a nuestras ocupaciones y los niños juegan inocentemente con ellos, el mundo digital inserto en ellos parecería decir mantras que no siempre escuchamos: “No pienses, el aparato piensa por vos”; “sólo tenés que sentir lo que las redes te proponen”, “tenés que vivir lo que se ve en las redes”, “lo que lees aquí (en el mundo digital) es la verdad”, “esta es la moda y no otra”, “odia y manifiesta ese odio que hace bien”, etc., etc., etc.
Entonces como primera hipótesis podríamos intentar pensar que hoy, hay un otro digital que está intentando establecer un carácter performativo al interior del sujeto humano.
Y ¿cómo se concebía el mundo…?
René Descartes, en su «Discurso del método», planteaba la idea de que la identidad se encuentra en la capacidad de pensar y dudar: «Pienso, luego existo». Según su concepción, la centralidad de la identidad estaba puesta en la capacidad humana de pensar y dudar. El pensar como previo a la existencia. La razón por encima del mundo sensible. Dios como origen de esa razón. Y por ende, la identidad dada por la razón. Tiempo después Kant, en su «Crítica de la razón pura», sugiere que la identidad se construye a través de la experiencia y la razón, intentando incluir nuestra percepción, dando lugar a la falibilidad de la razón y de la duda cartesiana. ¿Qué nos puede aportar pensar esto hoy?
Claro está que todos los avances tecnológicos logrados a lo largo de la historia humana fueron transformando la subjetividad e influyendo en la construcción de la identidad pero ninguno ha tenido hasta ahora la velocidad e implicaciones del actual.
En un mundo digital donde la información y los datos son accesibles de manera instantánea, la saturación de la percepción se convierte en una presencia performativa. La inmediatez pone en jaque nuestra capacidad perceptiva. La saturación de estímulos con información simbolizable pero casi improcesable por la índole de su velocidad comienza a condicionar seriamente nuestra capacidad de pensar y por ende, ¿de existir? Para Descartes, la identidad estaba dada por la capacidad de pensar pero, hoy la capacidad de pensar está interferida por la inmediatez de los dispositivos. También en este caso el postulado Kantiano de que cada uno puede ver el mundo de acuerdo con el color de los anteojos que usa toma una dimensión que excede lo meramente perceptivo, lo observable es transformado por el observador, a su vez el observador se transforma por lo observado pero hoy ambos, observador y observado son transformados por la influencia de los medios digitales que usan. En esto pensaba al hablar de los artefactos-aliens impuestos desde arriba. ¿Quién controla a los aliens? ¿Un algoritmo?
Los filósofos existencialistas, Sartre o Heiddeger con sus diferencias nos instaban a reflexionar sobre la autenticidad y la responsabilidad vital en la construcción de nuestra identidad proponiéndonos ser conscientes de la certeza de la muerte como eje ordenador de la vida humana.
En un entorno digital donde prevalece cada vez más lo virtual y en el cual la imagen pública y la validación externa juegan un papel importante, ¿cómo podemos mantener nuestra autenticidad y preservar nuestra identidad?
La forma en que nos presentamos en línea a través de perfiles en redes sociales muchas veces muestra una versión idealizada de nosotros mismos, lo cual puede influir en nuestra autoimagen y en cómo nos perciben los demás. Por ejemplo, una persona puede sentir la necesidad de mostrar una vida llena de éxitos y felicidad en sus redes sociales, aunque en realidad esté experimentando dificultades y frustraciones. Esto lo vemos constantemente en nuestra clínica. Esta discrepancia entre la realidad y la representación en línea conspira contra la posibilidad de lograr una autenticidad basada en el autoanálisis y sin duda genera tensiones en la construcción de la identidad porque presiona cada vez más al sujeto a lugares preestablecidos por las mismas redes. Por otra parte, el uso continuo del celular nos aleja de la posibilidad de reflexión y pensamiento autónomo que de por sí exige la elaboración de la idea de muerte. El mundo digital nos mantiene ocupados en otra cosa, nos aliena en su propia burbuja generando un mundo cerrado y autoreferencial que nos aleja del contacto real con la muerte y con el otro con propuestas de estímulos constantes que se parecen más a un entretenimiento de autoengaño que anulan paulatinamente nuestro principio de realidad.
Franco Berardi nos alerta sobre los efectos de la sobreexposición a la información digital y la cultura del rendimiento constante. Dice: «la saturación de información y la exigencia de rendimiento constante pueden afectar nuestra identidad y subjetividad».
Byun Chul Han plantea el impacto de la sociedad de la transparencia en nuestra identidad. Dice: «en la sociedad de la transparencia, donde todo es visible y accesible, nuestra identidad se ve desafiada». ¿Cómo afecta esta exposición constante en línea a nuestra percepción de nosotros mismos y a la construcción de nuestra identidad? ¿Cómo podemos encontrar un equilibrio entre nuestra vida digital y nuestra vida real para preservar nuestra identidad y subjetividad en un mundo digitalizado?
La influencia de la publicidad digital y los algoritmos de recomendación parecerían estar influyendo notablemente en la formación de nuestra identidad. Las plataformas digitales recopilan datos sobre nuestros gustos, preferencias y comportamientos en línea para mostrarnos anuncios personalizados. Esto va moldeando paulatinamente sin prisa pero sin pausa nuestra percepción de nosotros mismos al influir en las decisiones que tomamos y en las experiencias que buscamos en línea. La construcción de la identidad precisa de ofertas identificatorias que provienen del entorno. Esto se da por una vacancia de tales ofertas, en especial para los niños y adolescentes. Hoy los padres no están en sus casas porque no tienen tiempo y trabajan en exceso o están presentes pero ausentes al estar metidos en sus dispositivos y sin conectar realmente con ellos.
Parece que los avances del mundo digital estarían creando una Era digital y con ello una nueva forma de vinculación y lazo social y por ende una nueva modalidad de construcción de la identidad.
Todo ello vendría a corroborar las tesis de Bauman acerca de la modernidad líquida performativa de una nueva identidad.
Desde el Psicoanálisis tanto Freud como Lacan, nos invitan a considerar la influencia de las relaciones sociales y el lenguaje en la construcción de nuestra identidad y subjetividad. El mundo digital ha ampliado nuestras posibilidades de expresión y conexión con otros, pero también ha introducido nuevos desafíos. La comunicación a través de medios digitales con el uso de mensajes de texto a través de redes sociales carece de muchos de los matices de la comunicación cara a cara, y vemos todos los días en el consultorio que es una modalidad de comunicación que puede llevar a malentendidos y dificultades en la construcción de relaciones significativas.
La sobreexposición a imágenes y contenidos digitales puede influir en nuestra percepción de la realidad y de nosotros mismos. La constante comparación con las vidas aparentemente perfectas que se muestran en las redes sociales puede generar inseguridades y afectar nuestra autoestima.
Va a sonar repetido, pero cuando Freud enfatizaba la importancia de las experiencias infantiles y las relaciones tempranas en la formación de la subjetividad adulta, sugiriendo que los conflictos no resueltos en estas etapas pueden influir en nuestra forma de ser y relacionarnos con el mundo, nos planteaba algo que quizás ya era consabido pero no mirado y su acierto está en poner el acento en mirarlo. Así pasa con las naturalizaciones de conductas la era digital. Veo en el consultorio diariamente cómo los niños y los padres llegan con el celular en la mano y se sientan en la sala de espera mirando la pantalla, cada uno centrado en su mundo, muchas veces sin hablarse y otras discutiendo por seguir o no conectados al celular ¿qué influencia está teniendo en esos niños la vacancia de los padres o el desconocimiento que tienen acerca de cómo deben manejar esa tecnología con sus hijos? Somos ignorantes aún de este proceso en desarrollo y no tenemos parámetros claros pero no por ello tenemos que olvidar la simple propuesta de Freud de mirar allí donde no se quiere mirar y por ende no podemos naturalizar este modo de lazo social y de falta de oferta identificatoria ni dejar de pensar en sus consecuencias en la construcción de la identidad y la subjetividad.
Hay un trabajo muy interesante de Sherry Turkle (2), en el que da cuenta de éste fenómeno. Los niños piden a los padres que tengan los mismos límites y coherencia que les piden a ellos en el uso de los dispositivos digitales. Y en ese sentido me he referido en otro texto a la peligrosa y ya presente naturalización del uso de las pantallas en los niños (3).
Cuando Lacan nos dice que el Inconsciente está estructurado como un Lenguaje nos plantea que nuestra identidad se construye a través de la vinculación con ese Otro y que allí nace el malentendido y el deseo que luego serán el motor de la subjetividad, también nos muestra un lugar incómodo al que no queremos arribar, nos presenta el goce y la locura, la alienación y los fenómenos perceptivos. Nos muestra algo muy freudiano, una subjetividad que oculta que nuestras acciones y pensamientos son motivados por deseos inconscientes buscan satisfacción, atravesados por el lenguaje.
¿Cuál es hoy la lógica del deseo? Lacan la da mucha importancia a los puntos de goce y en cierto sentido propone una especie de mapeo de esos goces para comprender el psiquismo. El goce del cuerpo y del lenguaje para él son prioritarios en la construcción de la subjetividad.
Qué lugar tiene hoy el goce cuando vemos que lo digital esquiva el cuerpo. Que no lo integra. O mejor dicho no lo integra aún de manera directa.
Las pulsiones con su lógica tienen raigambre en el cuerpo desde Freud pero Lacan plantea que el lenguaje es quien los genera y que no tenemos acceso a lo real del cuerpo.
La lógica digital se basa en una constante cadena de significaciones que no tienen un asidero o contacto con lo real salvo en sus resultados, son procesos automáticos que manejan algoritmos que desconocemos y sólo conectan al ser con el cuerpo a través de un hacer específico o de un producto obtenido de su creación que conecte con el sentir, por ejemplo una imagen obtenida por una creación de IA conecta nuestro sentido de la vista. Lacan decía que no tenemos acceso a lo Real del cuerpo, hoy tampoco tenemos acceso a lo Real del mundo digital, los procesos se manejan con una autonomía y velocidad que supera nuestra capacidad de comprensión y cuando toma contacto con nuestros sentidos nos saturan y nos limitan a nuevas formas de goce cada vez menos ligadas literalmente al cuerpo. Por ejemplo, aquellos sujetos con tendencia al goce ligado a la crueldad o al sadismo se va transfigurando y van pasando su goce de nuestros cuerpos torturados a las redes sociales ganando a diario adeptos, incentivados por bots creadas a su vez por otros sujetos con el fin de reproducir la violencia como una forma de descarga social permitida y aparentemente sin un límite ordenador. Si el lenguaje y en especial su riqueza tenían un rol ordenador en cierto sentido de ley, hoy ese rol se está limitando a ser funcional a un sistema de creencias impuesto desde las redes sociales performateando a los sujetos y transformándolos en consumidores ávidos de un tipo de lenguaje limitado y sesgado. Yago Franco propone una interesante lectura de esto en su texto El gran Accidente: la destrucción del afecto (4).
¿Nos colonizaran los aliens?
Las nuevas tecnologías están transformando nuestra forma de ser y estar en el mundo y es importante estar conscientes, arrojar algo de luz y no dejar de mirar cómo estas herramientas están afectando el modo en el que vamos construyendo nuestra identidad y subjetividad.
Quedan abiertas las preguntas acerca de cómo podemos mantener nuestra autenticidad y construir una identidad coherente en un entorno digital en constante cambio. ¿Qué queda de lo esencial y lo accesorio?, ¿cómo podemos seguir pensando sin ser avasallados por las redes?, ¿porqué presentarnos en línea de la manera en que la influencia de la publicidad y los algoritmos digitales esperan de nosotros?, ¿para qué podemos utilizar estas herramientas y cuando preservarnos de las mismas?, etc., etc.
La búsqueda de un equilibrio entre nuestra vida digital y nuestra vida offline parecería ser un nuevo desafío en el intento de preservar nuestra autenticidad y salud mental.
Por eso jugando con la imagen de los aliens y los avances tecnológicos actuales me pregunto si lograran colonizarnos y transformar nuestro hacer en un hacer a la medida de las tecnologías y el sistema de pensamientos que están detrás de ellas y de quienes detentan el poder de manejarlos. Albergo la esperanza de que encontraremos como especie una forma de no quedar automatizados y limitados a funciones como se ve en la película Matrix, pero para ello debemos recorrer un camino que incluya nuestras principales diferencias con la IA, algunas de las cuales nos ha legado la clínica freudiana: una lectura de la realidad con una mirada audaz y profunda sobre aquello que se manifiesta y sin temor para abordar aquello que se oculta detrás de eso.
Los avances son inevitables, por eso nuestra responsabilidad es entenderlos y lograr preservar lo humano y darle un sentido de autenticidad y transcendencia más allá de la nueva forma de vida que en la nueva Era Digital se propone.
Notas
- Diego Venturini, Los deslices de la vida digital, Revista El Psicoanalítico Nº 47, https://www.elpsicoanalitico.com.ar/los-deslices-de-la-vida-digital/
- Sherry Turkle plantea la paradoja de estar «juntos pero solos», sugiriendo que la hiperconexión digital puede llevar a una desconexión emocional y a una pérdida de la autenticidad en las relaciones interpersonales.
Además, Turkle examina cómo la tecnología está afectando nuestra autoimagen y nuestra capacidad de introspección. En «Reclaiming Conversation», Turkle argumenta que la dependencia excesiva de la tecnología puede limitar nuestra capacidad de estar solos con nuestros pensamientos y emociones, lo que puede tener un impacto negativo en nuestra autoconciencia y en la construcción de nuestra identidad.
Turkle, S. (2016). Reclamar la conversación. Buenos Aires, Argentina: Katz Editores.
- Diego Venturini, Niños y pantallas, Revista el Psicoanalítico, Nº 47 https://www.elpsicoanalitico.com.ar/ninos-y-pantallas/
- Yago Franco, El Gran Accidente: la destrucción del afecto, Revista El Psicoanalítico Nº 3 https://www.elpsicoanalitico.com.ar/num3/clinica-franco-destruccion-afecto.php
Bibliografía
Bauman, S. (2002), Modernidad líquida, Madrid, Fondo de cultura Económica.
Berardi, F. (2015). Fenomenología del fin. Madrid, España: Akal.
Byun Chul Han. (2013). En el enjambre. Barcelona, España: Herder Editorial.
Descartes, R. (1637). Discurso del método. Paris, Francia: Henry Le Gras.
Freud, S. (1923). El yo y el ello. Buenos Aires, Argentina: Amorrortu Editores.
Harari, Y. N. (2018). 21 lecciones para el siglo XXI. Barcelona, España: Debate.
Kant, I. (1781). Crítica de la razón pura. Riga, Letonia: Johann Friedrich Hartknoch.
Lacan, J. (1954). El seminario, libro 2: El yo en la teoría de Freud. Buenos Aires, Argentina: Paidós.
Sartre, J. P. (1943). El ser y la nada. Paris, Francia: Gallimard.
Heidegger, M.(1927). Ser y tiempo. Halle, Alemania: Max Niemeyer Verlag.
Turkle, S. (2012). Solo Conectados. Barcelona, España: Katz Editores.
Turkle, S. (2016). Reclamar la conversación. Buenos Aires, Argentina: Katz Editores.