La clínica del Popocatépetl. La epopeya de un encuadre amenazado

¿Puede ser desechada la información sobre las evidencias políticamente renegadas como una herramienta de intervención? ¿Incluirlas implica necesariamente una politización perversa del dispositivo?

Por Hermes Millán Redin

“Si nadie te garantiza el mañana, el hoy se vuelve inmenso”
Carlos Monsiváis

1. La leyenda del guerrero Tlaxcaltecas

“Todo lo intenso debe ser efímero”
Carlos Monsiváis

La leyenda del Popocatépetl y el Iztaccíhuatl constituye la piedra fundamental de la construcción del imaginario del ser mexicano. Estos dos volcanes situados en el centro de México, escupen, sin descanso, fuego y narrativa identitaria. Según la leyenda, Popocatépetl fue un valiente guerrero que comenzó su recorrido épico  enamorándose de la princesa Iztaccíhuatl, hija de un jefe tlaxcalteca. Como en asuntos de amor nada resulta totalmente gratuito, el jefe prometíó la mano de su hija a Popocatépetl una vez que regresara triunfal de una batalla contra los aztecas.

Popocatépetl partió a la guerra con el doble fervor del amor por la incipiente “patria” y el desposamiento prometido. Pero como aún en tiempos remotos, previos a Televisa, la cizaña ya era el nudo de toda narración dramática, mientras el guerrero hacía su faena un rival envidioso le hizo creer a Iztaccíhuatl que el guerrero había muerto en combate. La princesa que tejía y destejía la prenda de la espera, devastada por el dolor, falleció de tristeza. Popocatépetl ganó la batalla contra los aztecas sin saber que al mismo tiempo perdía la guerra de todas las guerras. El joven “Pirro” una vez enterado de la triste noticia llevó el cuerpo de su enamorada a una montaña y se instaló junto a ella para velarla mientras durara la eternidad.

Como los dioses también lloran, tanto testimonio de amor y sacrificio, no los podía dejar impávidos. Fue así que transformaron a los enamorados en volcanes: Iztaccíhuatl se convirtió en la montaña dormida que lleva su nombre, mientras que Popocatépetl, el guerrero, se convirtió en el volcán activo que sigue vigilando a su amada.

De esta manera, cada erupción de fuego y lava es, a la vez, declaración de amor, testimonio de fidelidad, y grito de furia contra lo injusto de todo destino tejido sobre el entramado de la equivocación y el engaño.

El México de hoy se sostiene sobre el fuego de un volcán. La pobreza, la violencia, la corrupción y la mentira, se cocinan al fuego lento de la indignación y el desacato.

Y cada mañana, en la prensa, en las tertulias, en las redes sociales o en la clínica, se cruzan los ecos de la voz del guerrero envidioso que engañara a la princesa Iztaccíhuatl hasta llevarla a la muerte, y la fidelidad dicha con fuego de Popocatépetl, que vela el compromiso del amor mientras dure la eternidad.

2. La realidad no tiene quien le escriba

“O ya no entiendo lo que está pasando
o ya pasó lo que yo estaba entendiendo”
Carlos Monsiváis

Patricia es una paciente de 33 años. Abogada, soltera y depresiva, reparte su día entre el trabajo, sus 3 perros chihuahua, y un grupo de amigas, también solteras, colegas en su mayoría, con las cuales pelea constantemente, se ilusiona, se desilusiona, hace alianzas de unas contra otras, y toman cerveza los sábados de noche hasta quedar dormidas en cualquier sillón de la casa en turno. Nunca ha tenido novio y solo tres encuentros sexuales, ocasionales, con desconocidos, en algunas salidas con las amigas; luego de estas experiencias que la paciente califica de “desenfreno”, el grupo de amigas decidió beber únicamente en sus casas en vez de en los antros de la ciudad. Su incapacidad para establecer relaciones de pareja, su problema con el consumo del alcohol, la soledad en la cual a veces se siente encerrada, y los conflictos con las amigas, fueron su motivo de consulta hace 14 meses atrás. Llega diciendo: “mis tres bebitos (refiriéndose a sus chihuahuas) son lo único que tengo, lo único por lo que a veces siento que vale la pena vivir”. Más adelante, cuando el discurso político comienza a impregnarlo todo, agrega: “Lo que me inspira a vivir es ver a los jotos de MORENA (el partido de gobierno) pidiendo agua por señas, cuando no les alcancen los votos en el Senado para la mayoría especial que necesitan para aprobar la mugrosa reforma del poder judicial”:

Hija única de dos jóvenes de izquierda sobrevivientes de la matanza de Tlatelolco en la Ciudad de México (el padre antropólogo, la madre, profesora de literatura), Patricia adhiere con fervor a un partido de derecha, y en el último tiempo participa de las movilizaciones sindicales de los trabajadores del Poder Judicial, en el cual trabaja, contra la reforma de éste promovida por el gobierno de López Obrador. Las diferencias políticas con sus padres justifican su creciente alejamiento de estos, que viven en una ciudad a dos horas y media de Tijuana. Patricia se burla del pasado político de sus padres hablando de la “Matanza de Tostiloco”, sustituyendo el nombre de la trágica plaza por el de la célebre fritura de las botanas mexicanas.

El presidente es un referente permanente de su discurso, llamándole asiduamente “el pendejo”, “el ignorante”, “el burro” o “el pata rajada”, entre otras denominaciones denigrantes. Algunas veces dice “su presidente”, desligándose de verlo como su “jefe” o insinuando una afinidad mía con él. Es como cuando un hermano le dice al otro “tu padre” hablando del padre de ambos.

Todas las discusiones o peleas de la paciente con sus amigas giran en torno a percepciones un tanto paranoides sobre incidentes menores. “Ella se cree que soy tonta”, “a mí no me hace pasar por pendeja”, “a mí no me chamaquea ni ella ni nadie”. Cuando alguna de las amigas le señala su error de percepción, o cuando yo le sugiero alguna otra alternativa para pensar un acontecimiento, Patricia dice a sus amigas: “a mí no me lo contaron, yo lo vi con mis propios ojos”, o “lo que el ojo ve, la oreja no espera que se lo cuenten”. A mí me responde en esos casos: “usted no la vio, usted no la escuchó, usted no la conoce, usted no estuvo, usted solo sabe por lo que yo le cuento”.

La “realidad” es la permanentemente invocada, y la experiencia empírica la única medida de verdad. La apelación a la realidad es su manera privilegiada de resistencia.

El otro discurso privilegiado es el de la confrontación con los hombres. “A todos se les termina viendo la hilacha. Menos a mi padre que es fiel por pereza, creo yo”. Se dice feminista por su enfrentamiento radical con los hombres, pero aspira a que le abran la puerta y le paguen las cuentas, a casarse y poder dejar de trabajar.

Su relato aparece cada vez más politizado, sigue el debate en el parlamento sobre la reforma judicial, y afirma que el país va hacia la dictadura, y ha comenzado a ver con sus familiares en EEUU adonde poder irse cuando “la cosa se ponga más fea”. Cualquier intervención que haga con la intención de relativizar sus miedos, contesta diciéndome con enojo: “usted dígale a su presidente que le baje unas rayitas a tanto atropello”.

En una sesión llega muy enojada y dice que Norma Piña, la presidenta de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, es la única persona en el mundo en la cual confía. Dice que con la reforma su único referente moral se va a quedar en la calle. Afirma: “Una mujer que entra al Poder Judicial por concurso, como debe ser, luego de una larga carrera como abogada litigante, ahora se va a quedar en la calle”.

Esas afirmaciones no concuerdan con la carrera de la Ministra en cuestión, a quién yo había escuchado afirmar, en una entrevista recientemente difundida, que había llegado al Poder Judicial invitada por un ex profesor, sin ningún concurso, y sin nunca haber litigado hasta el momento.

La reiterada alusión de López Obrador como “su presidente”, me hizo pensar en los posibles efectos negativos y resistenciales de una confrontación con “otra realidad”.

Pero inmediatamente pensé: “Esto lo dijo Norma Piña, esto no me lo contaron, esto lo podemos oír tanto con sus oídos como con los míos”. Entonces asumo el riesgo y le propongo que vea la entrevista en cuestión, ofreciéndole mandarle el link a su WhatsApp.  Es el final de la sesión y se va sin decir nada sobre mi propuesta.

A la sesión siguiente llega angustiada, triste y con señales de no haber dormido bien.

Conforme se sienta, me mira a los ojos y dice: “Si yo me muero antes que mis chihuahuas le voy a pedir a mis papás que se encarguen de ellos. Al fin y al cabo, si son tan izquierdistas como dicen van a tener que ser solidarios con mis bebitos”. Hace una pausa y juntando aire continúa: “Escuché la entrevista. Tenía razón. Esta vez tenía razón su presidente”. La otra realidad, la había golpeado en la cara. Yo sonrío con empatía y le contesto: “Es que a veces el ojo y la oreja no se ponen fácilmente de acuerdo”.

3. Realidad en obra: disculpe las molestias.

“Todo cambia, todo se transforma, todo sigue igual”

Carlos  Monsiváis

Leonardo Peskin (2016), en su libro “La realidad, el sujeto y el objeto”, aborda la incomodidad que produce a los psicoanalistas hablar sobre la realidad. Semejante distancia y ajenitud aludiría a las dificultades para destejer la urdimbre entre realidad, sujeto y deseo. Peskin (2016), entonces, trabaja sobre la hipótesis, de que la realidad se “constituye”, representando con este concepto a la heterogeneidad de las realidades que circulan en nuestras vidas. La realidad constituida, como creación, supone una creación poética, una poiesis, una creación habitada, que debe ser vista como una articulación de lo Real, con lo Simbólico y lo Imaginario. Néstor Braunstein, en su prólogo al libro de Peskin (2016), habla de la realidad y lo Real, como falsos amigos, en el sentido lingüístico de palabras que pertenecientes a lenguas diferentes, se asemejan en la forma, mientras se distancian u oponen, en algunos casos, en el contenido.

La concepción de la realidad debe ser pensada, para Peskin (2016), como uno de los resultados del intento del sujeto por resolver una falta originaria. En ese sentido la realidad humana se constituye en el derredor del hueco o agujero consecuente a la cosa originaria perdida. Pensando, de esta manera, la relación entre realidad y sublimación.

El aporte sustantivo de este autor radica en la idea de un esquema de engranaje donde “engranan” el agujero pulsional, el objeto “a”, el deseo y las acciones sobre el mundo.

El viejo Néstor Braunstein (1982), varias décadas atrás, había advertido, siguiendo a W. Reich y a Herbert Marcuse, que el principio de realidad es distinto en diferentes estructuras sociales, aludiendo así, a lo históricamente condicionado de todo proceso de sujetación y lo peregrino de cualquier idea que suponga un modo de fatalismo.

La particularidad de una formación económico-social, de un proceso histórico y de una experiencia subjetiva, darían cuenta de una realidad concreta, constituida.

En este intento de encontrar un sitio conceptual para el concepto de realidad y los modos de su constitución, es siempre conveniente recordar que para Freud el Principio de realidad es un principio constitutivo del funcionamiento psíquico “con el principio del placer, al cual modifica: en la medida en que logra imponerse como principio regulador, la búsqueda de la satisfacción ya no se efectúa por los caminos más cortos, sino mediante rodeos, y aplaza su resultado en función de las condiciones impuestas por el mundo exterior” (Laplanche & Pontalis, 2023):326.

Por otro lado “realidad psíquica” es el “término utilizado por Freud para designar lo que, en la psiquis del sujeto, presenta una coherencia y una resistencia comparables a la de la realidad material; se trata fundamentalmente del deseo inconsciente y de los fantasmas con el relacionados” (Laplanche & Pontalis, 2023:366).

La interrogante siempre vigente es a partir de donde se revelan los términos de la llamada “realidad material”.

La idea de “construcción social de la realidad” resuelve y no este problema. Si, en la medida que nos habla de una realidad de otro orden, construida desde la subjetividad colectiva, desde un ínter en acción social. No, porque al decir de Roberto Laxe (2022), la realidad socialmente construida no tiene existencia material, objetiva, independiente de lo humano. Laxe (2022) agrega que “hay que diferenciar entre ‘construcción’ y ‘realidad social, puesto que son dos conceptos antitéticos. Uno es un proceso, hace a la actividad humana, la ‘construcción’ que implica también el conocimiento y la subjetividad, y eso se inscribe en lo que podría definirse como ‘superestructura’ pues en su proceso constructivo el ser humano incorpora muchos elementos que anidan en su cerebro, como las falsas conciencias, las supersticiones, la costumbre o las tradiciones”.

El concepto de “representación social”, sobre todo en la línea de Sergei Moscovici (2002), podría ser pensado como una variante específica de la construcción social de la realidad que funciona en grupos y subgrupos concretos como una forma de construcción de pequeñas teorías sobre la realidad, generalmente falsas, orientadas a dar respuestas concluyentes allí donde no hay información suficiente o la realidad requiere asumir la ambigüedad, el desconcierto y la incertidumbre. Estas representaciones suelen estar al servicio de los discursos conservadores, sexistas, racistas y de variadas formas del odio hacia las minorías o las mayorías desposeídas.

El viejo Braunstein (1980) anotaba también, con Althusser (Cala, Gustavo, 2012), que en el capitalismo el principio de realidad adquiere la forma de performance, midiéndose lo real en términos de estándares, metas y productividad. De allí que realidad, salud mental, verdad, quedan supeditados al principio de la adaptación a las formas de trabajo y producción de las estructuras económico-sociales predominantes.

Pero creo que, dentro del capitalismo y sus formas actuales, deberíamos especificar las particularidades de la realidad atravesada por las crisis profundas, la violencia de Estado, los golpes de derecha, las fallas severas de la institucionalidad, la redistribución perversa de la riqueza, y las contraofensivas feroces frente a los intentos de experiencias políticas progresistas o populares.

En estos casos la realidad se expresa en los términos de trauma social con su consecuente amenaza a la posibilidad de historizar y representar la experiencia. La realidad presentada como dolor histórico es a su vez representación social del fin de la historia como fin de sujeto como tal.

Muchos pacientes llegan a la consulta atravesados por la depresión, el desencanto y el miedo. Pero otros llegan atravesados por el odio, sintiendo que la única sobrevivencia radica en la identificación con el agresor, la abolición de la complejidad y la incertidumbre, la discriminación radical y la militancia discursiva depredadora.

Aquí la clínica no puede ser solo historización de la experiencia subjetiva. Debe ser a la vez, análisis de las representaciones sociales, invocando una “realidad concreta” que se revela como “golpe concreto” que no puede ser reducido al reducto de una percepción. Toda reducción a los términos de la realidad psíquica se constituye en una alianza defensiva y en un encubrimiento de los mecanismos de la violencia social.

Al concepto de “sobredeterminación de la demanda” del viejo Braunstein (1982), habría que agregar la lucha constante contra la sobredeterminación de la orientación implicada en el dispositivo clínico.

¿Puede ser desechada la información sobre las evidencias políticamente renegadas como una herramienta de intervención? ¿Incluirlas implica necesariamente una politización perversa del dispositivo? ¿Confrontar con lo políticamente obvio favorece siempre las defensas?

4. Ni tanto que queme al santo ni tan poco que ni lo alumbre

“Los pobres nunca serán modernos.
Se comunican por anécdotas, no por estadísticas”
Carlos Monsiváis

Patricia estaba preocupada por sus chihuahuas. Teme morir joven y dejarlos desamparados. Entonces decidió ir a ver a sus padres a quienes no visitaba desde hacía más de dos meses.

“No quiero discutir de política” les advirtió antes de ir.

En la sesión siguiente a su visita me cuenta que la pasó increíblemente bien. Le pregunto si finalmente se cumplió la promesa mutua de no hablar sobre política y, en particular, sobre la reforma judicial.

“¡Cómo cree!” me dice sonriendo. “Ellos son viejos zorros izquierdosos, pierden la fuerza pero no pierden la maña. En eso me recuerdan a usted”.

Referencias bibliográficas

1. Braunstein, Néstor (1982). Psicología: ideología y ciencia. Ciudad de México: Siglo XXI Editores
2. Braunstein, Néstor (1980). Psiquiatría, teoría del sujeto. Ciudad de México: Siglo XXI Editores
3. Cala, Gustavo (2012). Althusser y la teoría de la ideología. Buenos Aires: Universidad de Buenos Aires
4. Freud, Sigmund (2006). Más allá del principio del placer. Obras completas, Tomo XVIII. Buenos -aires: —Amorrortu
5. Laplanche, J. & Pontalis, J-B. (2023). Diccionario de Psicoanálisis. Barcelona: Paidós
6. Laxe, Roberto (2022). ¿La construcción social de la realidad o la construcción de la realidad social? Madrid: Rebelión
7. Moscovici, Sergei  (2002). La representación social: un concepto perdido. Lima: IEP- Instituto de Estudios Peruanos
8. Peskin, Leonardo (2016). La realidad, el sujeto y el objeto. Buenos Aires: Paidós
9. Santalla, Jorge Luis (2015). La realidad, el sujeto y el objeto (Reseña de libro). Revista Uruguaya de Psicoanálisis, No… 121. Montevideo: APU