La mutación: Dios, el Dios-Hombre y el “Yo digital”

¿Estamos ante una posible mutación antropológica?

Por Diego Venturini

diegoventurini@elpsicoanalitico.com.ar

 

Qué tiempos aquellos (un breve cuento imaginario)

En un principio era Dios y luego, no sabemos bien por qué o para qué -capaz que estaba aburrido- de la nada creó el cielo y la tierra y así siguió creando el universo y a todas las criaturas vivientes. Llevaba algunos días muy concentrado en su tarea hasta que, al sexto día, se le ocurrió crear una criatura a su imagen y semejanza y así creó al hombre: Adán. Y para que éste no esté solo, de su propia costilla creó a la mujer: Eva. Al séptimo día, y después de tanto ajetreo, Dios descansó y contempló su obra y vio que ésta era buena.

Un tiempo después, mientras el hombre y su mujer disfrutaban del jardín que Dios había creado para ellos, vino la serpiente –una criatura astuta y arpía- que tentó a Eva para que ella y su esposo coman del fruto del árbol prohibido, diciéndoles: “Es que Dios sabe muy bien que el día en que coman de él, se les abrirán a ustedes los ojos; entonces ustedes serán como dioses y conocerán lo que es bueno y lo que no lo es.” (1) Adán y Eva, quizás deseosos por salir de la ignorancia y, tal vez, aburridos de ver siempre las mismas cosas, comieron la manzana: “entonces se les abrieron los ojos y ambos se dieron cuenta de que estaban desnudos.” (2).

Al poco tiempo de este suceso y lleno de ira por la desobediencia de ambos, Dios los expulsó del Edén. Pero como Dios también es magnánimo y bondadoso, les permitió que se multiplicaran y desarrollaran por toda la tierra -siempre bajo su atenta mirada y guía-.

Así pasaron años y años que fueron milenios hasta que, hace un par de siglos, más precisamente a finales del siglo XIX, el hombre -tal vez cansado de la mirada y la guía de Dios- lo mató y desde esa raíz mortífera, década tras década, fue creando para sí mismo algunos modelos de vida que le parecieron más útiles que los que hasta ese momento Dios le había indicado: el positivismo, el nacionalismo, el socialismo, el nazismo, el stalinismo y reforzó algunos otros que ya existían como el capitalismo y el liberalismo. El hombre veía su obra y creía que esta era buena, y en base a esta creencia pensó que debía dar inicio a la Era del Dios-Hombre. Siempre ávido y deseante, se enamoró de su obra, pero más aún de su potencia creativa, y se propuso ampliarla hasta el infinito y más allá, entonces decidió rehacerse a imagen y semejanza de Dios: Omnipotente, Omnipresente y Omnisciente. Pero esto no era una tarea sencilla.

Luego de un tiempo de desarrollo de cada una de esas nuevas obras-modos de vida, y quizás por haber mordido la manzana del bien y del mal, el hombre vio que algunas de ellas no eran tan buenas, ya que  causaban muerte y dolor y, las dejó de lado. Pero el hombre insistió, y se aferró a la única creación de modo de vida que sobresalía de las demás con notable vigencia: el capitalismo. Y por la matriz desarrollada en éste, retroalimentó su endiosamiento, creando paulatinamente tecnologías que realmente lo fueron haciendo Omnipotente, Omnipresente y Omnisciente, dando luz hace muy poco a la Era Digital y dentro de ésta a su creación más preciada: la Inteligencia Artificial.

Y así vio el hombre que su obra era buena.

Pero, ¿era buena?

En la Era Digital los nuevos Dioses se encaminan a mostrarse

En Homo Deus: Breve historia del mañana, Yuval Noah Harari plantea algunos interrogantes acerca del futuro de la humanidad. Afirma que, debido a los avances en tecnología de la información, la inteligencia artificial y la biotecnología durante el siglo XXI, el Homo sapiens intentará alcanzar nuevas metas: la inmortalidad, la felicidad y la divinidad. Plantea que la humanidad, después de haber reducido la mortalidad infantil, la inanición y la guerra, estará lista para tomar el siguiente paso en su evolución, e intentará convertirnos en dioses, creando no sólo cuerpos y mentes, sino también nuevos mundos. Dice algo que podría interesarnos al interior del psicoanálisis: “cuando la biotecnología y la inteligencia artificial abran la caja de Pandora, los dioses de la Tierra se encontrarán con deseos y emociones que ningún humano ha sentido jamás”. Estos planteos que hace algunos años hubiesen sonado distópicos hoy suenan posibles. Se nos hace cada día más claro que los algoritmos van siendo capaces de conocernos mejor que nosotros mismos, y que de seguir en este nivel de avances delegaremos cada vez más poder de decisión en la inteligencia artificial. En este sentido Harari dice que podríamos tener consecuencias profundas y potencialmente peligrosas.

El ser humano hace tiempo abrió la caja de Pandora y la llegada de la velocidad en la tecnología creada por nosotros -una velocidad que excede nuestra misma capacidad de procesamiento-, es algo nuevo, si uno mira la historia con detenimiento. Si la historia humana que se remonta a unos 250.000 años fuese un libro, la llegada de la Era Digital sería un párrafo de la última página. Estos avances agitan ideas ancestrales, como la búsqueda de la inmortalidad. Para tomar un ejemplo, el nivel alcanzado en biotecnología es tan alto que comienza a cuestionar las viejas narrativas religiosas y debido a ello se reavivan discusiones éticas y morales acerca de los límites humanos en el uso de la tecnología. En ese sentido, un evento sin precedentes es el caso de un científico chino que ha creado dos gemelas genéticamente modificadas con el método CRISPR para que sean inmunes al VIH (4).

Dice Harari: “en lugar de ver la muerte como el fin inevitable o un paso hacia la salvación, los seres humanos del siglo XXI podrían tratar la muerte como un problema técnico a ser solucionado.” Esto genera como dice Yago Franco “un error en la matriz” (3) algo que sucede y de lo que no podemos dar cuenta. Esto da un vuelco transformador rompiendo los paradigmas previos. Para Harari el Homo sapiens, tal como lo conocemos, podría desaparecer dentro de un siglo o dos y surgirá una nueva forma de vida, el Homo deus, que será tan diferente de nosotros como nosotros lo somos de los neandertales o los chimpancés. Y a medida que los robots y los algoritmos asuman más trabajos, los humanos podrían volverse irrelevantes en la economía. En lugar de ser explotados, las personas serán simplemente desechadas.

En suma, el papel de la biotecnología, el poder de los datos procesados por la inteligencia artificial y debido a ello la posible transformación del Homo sapiens en Homo deus, estarían generando cambios que serán notables: 1. En el futuro del trabajo, 2. Quizás provoquen la muerte de las religiones tradicionales y 3. Tal vez generen una degradación de la relevancia humana, especialmente en la toma de decisiones. Según Harari en el siglo XXI podría surgir una nueva religión dominante basada en la fe en los flujos de información y los algoritmos: el Dataísmo. Dice: “aquellos que controlan los datos, controlarán el futuro.”

No es el único, otros autores como Byun Chull Han o Franco Berardi hace tiempo vienen planteando que la humanidad está ante un período de profundos cambios, ¿será que estamos presenciando los albores de una mutación antropológica?

Tal vez sí…

El «Yo digital”

Titulé este artículo: La mutación: Dios, Dios-Hombre y el “Yo digital” pensando que, tal vez, nos podríamos preguntar si estamos ante una posible mutación antropológica.  Desde esta revista hace tiempo venimos advirtiendo que la llegada de la Era Digital estaría generando cambios muy profundos en la construcción de la subjetividad, poniéndonos ante uno de los fenómenos más disruptivos que enfrenta el psicoanálisis contemporáneo.

Hemos planteado que la intrusión de la hiperconectividad en la vida de los sujetos estaría reconfigurando el paisaje psíquico afectando la subjetividad y alterando el funcionamiento consciente y en especial el funcionamiento del Yo. De esto ya nos advertía Yago Franco en su artículo El gran accidente: la destrucción del afecto, donde decía: “la significación de la temporalidad induce el modo de figurar tanto afectos como representaciones. El trabajo de puesta en figuras – se trate del proceso primario como del secundario, y modos de figurar el lazo con el otro y el mundo – necesita del encuentro con la ternura materna, y de una determinada temporalidad para poder llevarse a cabo (tiempo de apropiación, incorporación, elaboración, recreación), temporalidad que va de la mano de un sentido social estable. Si esto no fuera posible será una simple incorporación de una descarga que impacta en el psiquesoma, que responderá con otra descarga sea en el cuerpo o en acto, con una descatectización, o mediante el lazo adictivo a un objeto. Así, la pulsión no alcanza el status de afecto: regresiona deviniendo impulso. Avanza como impulso descualificado hacia la psique, que no logra traducirla” (5). Estas afirmaciones son muy relevantes a la luz de los avances tecnológicos y del modo de vida en el que estamos cada vez más insertos, y tanto uno como el otro, claramente tienden a desarmar el funcionamiento que permite la figurabilidad psíquica.

Las aplicaciones tecnológicas en forma de pantalla, por ejemplo las redes sociales, hace algún tiempo que utilizan la IA y el análisis de los datos para generar un mayor flujo de visitas. Los dueños de estas tecnologías han entendido que la prevalencia de la imagen por sobre la palabra, y la velocidad e inmediatez de las respuestas, deben ser la norma operativa de los estímulos que generen con el fin de mantener nuestra atención en ellos. Es así que la atención se dispersa en una enorme variedad de estímulos que no tienen sentidos posibles de ser procesados por el aparato psíquico, ya sea por la velocidad o por su contenido, e impiden la figurabilidad psíquica. Por ende, y ellos lo saben, la atención desbordada en su capacidad como función esencial del Yo, no le permite a éste procesar y elaborar los estímulos y lo acostumbra adictivamente a los mecanismos de respuesta placentera inmediata (mecanismos de recompensa programada) que estos proveen. Esto genera una ruptura de la temporalidad Yoica, afectando claramente su construcción, en especial si estos estímulos se imponen a los niños.

Es en este sentido que la autoimagen que se va creando en el yo infantil, históricamente mediatizada por el Otro, hoy se ve afectada y tiene consecuencias diferentes a las de otras épocas, y la afectación es de tal magnitud que tal vez constituya el inicio de una mutación antropológica.  La oferta de significación hoy estaría profundamente mediatizada por la tecnología. Esa oferta de sentidos e identificaciones que antes proveían en su mayoría los adultos del entorno, hoy está disminuida, limitada o en caución debido a los escasos tiempos de los padres ante las exigencias laborales para llevar el sustento a sus hogares, y a su vez está mediatizada e intervenida por las aplicaciones tecnológicas que esos padres/cuidadores utilizan.

Piera Aulagnier, en su trabajo La violencia de la interpretación, habla del «yo» como una instancia narradora que necesita estructurarse a través de una historia coherente para existir. Hoy vemos en las redes sociales que esta narrativa se fragmenta constantemente. En el caso de sujetos adultos, estos deben adaptarse a las expectativas cambiantes de su audiencia digital, o sea que ese yo adulto se fragmenta para darle lugar a un contenido que provee estímulos fragmentarios, o sea, es un yo que es inducido a la fragmentación. Es preocupante que pase esto en los adultos, y tiene consecuencias clínicas que llevan por ejemplo al burn-out pero es más preocupante aún en los niños.

Los adultos han constituido su yo en otras épocas de su historia vital y han tenido otros estímulos. Los niños están hoy ante la ya mencionada vacancia de oferta paterna, por estar estos ocupados en los trabajos que exige la forma de vida capitalista en la que estamos insertos, o cuentan con padres que se conectan con sus hijos mediados o intervenidos por estas tecnologías. Hoy, estos niños van construyendo su yo con contenidos destinados a la inmediatez, la poca profundización y la descarga. Por ende, con la función atencional intervenida, su yo se construye en una narrativa deficitaria, provista de estímulos que generan superficialidad, debido a que hay que darle prevalencia al siguiente estímulo en la cadena y lo más rápidamente posible para no perdérselo. Esto es una nueva modalidad de vínculo del yo con el Otro y genera una retroalimentación de las fantasías primarias de Omnipotencia y avidez con el fin de no perderse nada de lo que el entorno ofrece.

La gran teta tecnológica viene a ser el objeto que alimenta las sensaciones de Omnipotencia primarias presentes en la constitución psíquica y que de no ser cumplidas generan frustraciones intolerables. Parecería que estamos ante un yo inserto en narrativas superficiales y fragmentadas. Por ejemplo, los adultos apelan a un Otro para que le otorgue una validación en los likes de una red social, pero por su historia vital, y con suerte, tienen un yo constituido. Los niños tienen un aparato psíquico en formación no preparado para procesar la velocidad y contenido de tales estímulos y, en especial, para procesar la pérdida real o fantaseada de los mismos.

Incentivados por las ofertas de mercado de los tecnólogos y dueños de los avances de la Era digital, se estaría generando un yo distinto, un Yo digital. En especial en los niños. O sea, los niños actuales estarían siendo los receptores de estímulos que podrían ser el germen de una mutación antropológica que podría generarles un Yo digital. Me refiero con Yo digital a un yo empobrecido y dependiente del soporte digital, un yo omnipotente que no tolera las frustraciones, ni las pérdidas, ni las esperas, un yo que con esas condiciones de funcionamiento generará innumerables consecuencias para los modos de ser y vivir en sociedad.

Y, como si esto fuera poco, siendo una especie tan inteligente, hemos creado un dispositivo privilegiado para que se den los pasos necesarios en esta mutación: el celular.

Tal vez en el celular tenemos la raíz de lo que quizás sea la oferta tecnológica que moldeará paso a paso al futuro Homo Deus (al decir de Harari) o dicho de otra manera, sería la herramienta adecuada para moldear/construir de a poco un Yo digital o digitalizable.

Hoy se ve que el celular genera las fantasías de poder tener/poseer TODO al alcance en un simple movimiento o click, inevitablemente esto podría producir Omnipotencia. También es un dispositivo que rompe las variables de tiempo y espacio, haciéndonos sentir en muchos sentidos Omnipresentes al permitirnos estar comunicados 24/7 con todo el mundo. Y, además, nos permite acceder a la IA, que contiene la nueva biblioteca de Alejandría con toda la información histórica y actual del ser humano, y por ello nos hace sentir Omniscientes.

Luego de unos 40 años de uso de celular, ¿estaremos ante los niños que serán Dioses-Hombres o se generará otra cosa?

Los Dioses-Hombre y la llegada del Yo digital

Por el momento en los consultorios, muy lejos de Dioses-Hombres, vemos niños muy afectados por el excesivo uso de pantallas. Niños a los que les cuesta poner en palabras lo que sienten, niños en los que aquello que queda por afuera de lo procesable por la conciencia, aquello que no puede figurarse, les retorna inconscientemente en forma de síntomas, como sueños terroríficos o crisis de angustias plagadas de bajísima tolerancia a la frustración. Niños que manejan de manera funcional y velozmente las nuevas tecnologías, pero que tienen fallas en los procesamientos léxico pragmáticos o léxico semánticos.

También vemos padres que no asocian ni entienden que algunos de los síntomas de sus hijos por los cuales consultan, se relacionan con lo improcesable que ofrecen las nuevas tecnologías y -menos aún- que se relacionan con la naturalización de una forma de vida intolerable para el psiquismo propuesta por la forma de vida capitalista.

Para este producto/ser Dios-Hombre creado en apenas 150 años de historia lo improcesable tal vez sea que la Omnipotencia, la Omnipresencia y la Omnisciencia derivan de la falla en la interdicción que se propone en la forma de vida capitalista. Esa falla en la matriz de la que habla Yago Franco en su texto Un error en la matriz (3). En mi opinión, lo ilimitado como propuesta de sentido que no tiene ningún sentido, propiciará una división muy clara y profunda en la que se darán dos nuevas formas de vida para el ser humano: un grupo humano que probablemente retorne a la edad media, y otro grupo humano que tal vez mute y adaptativamente construya un Yo digital con dispositivos tecnológicos de soporte que le darán acceso al manejo de la naturaleza, la vida y la muerte.

La mutación antropológica parece estar en marcha, como creo que siempre pasó, pero, esta vez, por la velocidad de la misma, se escapa a nuestra imaginación y a nuestra capacidad de figurabilidad psíquica, constituyendo un cambio claro de paradigmas que cuestiona todo lo conocido hasta ahora y lo rompe, lo desgarra. Eso tal vez de inicio a un nuevo ordenamiento psíquico con un Yo digital como interlocutor.

Y veremos si nuestra creación será buena.

 

Notas y citas

 

Bibliografía

  • Aulagnier, P. (1975). La violencia de la interpretación. Buenos Aires: Paidós.
  • Berardi, F. (2017). Futurabilidad. Verso.
  • Freud, S. (1920). Más allá del principio de placer. Buenos Aires: Amorrortu.
  • Freud, S. (1923). El yo y el ello. Buenos Aires: Amorrortu.
  • Yuval Noah Harari (2016). Homo Deus: Breve historia del mañana, Ed. Debate
  • Lacan, J. (1949). El estadio del espejo como formador de la función del yo.
  • Lacan, J. (1978). Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis.

Diego Venturini

Licenciado y Profesor en Psicología (USAL)