La poesía de Carlos Piccioni

Carlos Piccioni, nuestro amigo y colaborador, nos ha enviado varios libros: “El confín de los sonidos”, de entre 2000 y 2010; “Desde el agua y el aire”, Premio municipal de poesía Felipe Aldana 2000; “Las flores de lo opaco”, de entre 2010 y 2015; “poesía” de 2015 y “Presunciones acerca del poema. William Carlos Williams”, de 2018. ¿Cómo abarcarlos? Imposible. Tan sólo pescaremos unos hilos, veremos de engarzarlos para conocer algo de la riqueza de su poesía.

En una nota de “Presunciones …”, diseña un lugar muy claro para la creación: nos habla de lo alimenticio y lo poético como “nutrientes necesarios para la históricamente agredida, desvalida humanidad”. Asimismo, este cruce entre nutrientes se expresa en “El arropero”, donde menciona “el dulzor de tuna del arrope” y el “sonido de las letras”. Las “ciruelas” de Williams; el “asado” y el “guiso” del recuerdo de un diálogo paterno; el “vino, blanco, helado”; la “gallina” y el “budín”, ambos nutrientes se cruzan en la palabra poética que nos sirve Piccioni.

En el libro “Poesía”, edición bilingüe, aparece la función de liberación de la poesía, desde la tapa misma: la liberación que nos permite el arte y, especialmente, el giro poético del lenguaje. La “L”, en este sentido, me evocó la poesía de Oliverio Girondo, su libre juego musical con las palabras y hasta con las letras. También su homenaje agradecido, en “Ey! Campeón!”, a una amiga-amante evoca su relación misma con las palabras. En “Cruzamientos” dialoga con Gelman, con su palabra que le permite entender la habitación de van Gogh, y su cruce con la obra plástica de Ramiro González, oriundo de Tostado como Piccioni. Todo se entrelaza como este poema que vuela hasta el bisonte de Arreola y su homenaje, en Altamira.

Pensar en la poesía, en ese instrumento que puede hundirse allí donde otra palabra no llega, es evocar los misterios y EL misterio, la relación de los humanos con la muerte. “Desde el agua y el aire” abre con la pregunta de Drummond de Andrade, el poeta que se empecina en señalar la piedra en la mitad del camino: “Qué cosa es el hombre? (…)“ Piccioni refleja la misma
preocupación en su obra: saber sobre el hombre y sus misterios. Busca, no responde, abre dimensiones y posibilidades gracias a su manejo sobrio y rico del lenguaje poético.

En este libro aparecen las presunciones, las sospechas y alguna certeza que nos augura un destino “al fondo de la tierra”. Como lo dice Piccioni: “qué lástima la muerte!”. Pero es la palabra poética la que puede diseñar otro horizonte sobre los naufragios, así dice el autor, poeta que reúne naufragios y con ellos puede imaginar belleza.

María Cristina Oleaga

Licenciada en Psicología – Universidad de Buenos Aires.