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Título: Segunda versión de “Pintura 1946” (1971), de Francis Bacon.
Título: Segunda versión de “Pintura 1946” (1971), de Francis Bacon. Imagen
obtenida de: http://es.wahooart.com/a55a04/w.nsf/Opra/BRUE-6E3SWW
El hombre de melaza (*)
Texto, cuerpo, escena
Por Rosa Gremes
rosagremes@fibertel.com.ar
Por Leonel Sicardi
leonelsicardi@elpsicoanalitico
 

Primer fragmento del texto

“De pronto siento una sensación pegajosa en mis manos. Mis dedos se pegan entre sí, y aunque me esfuerce no puedo separarlos… Primera pincelada de melaza”. [1]
No es un real, es un producido en el cuerpo, una sensación, una tensión, una representación de lo alienante de un vínculo, lo atrapante que ahoga, que sofoca.
No es permanente, es a pinceladas de diferentes honduras que el cuerpo siente, como una huella recurrida, recorrido histórico del vínculo que detona y se actualiza en el cuerpo hoy.
Hay un cuerpo en juego. ¿Qué escenas corren como ríos subterráneos o subyacen en este cuerpo en juego?
¿Qué intensidades corporales y emocionales afectan a este cuerpo atrapado, amenazado y desorganizado?
¿Cuál es la potencia de su deseo?


Segundo fragmento del texto

“Mientras, noto que mis pies están totalmente embadurnados, que las suelas de mis zapatos se pegan al piso y por más que tiro no se despegan, un zapato empieza a romperse con mi esfuerzo, pero la suela sigue pegada al piso…  Segunda pincelada de melaza”. [2]

Antes las manos, ahora los pies, compromiso corporal, las manos que dan, reciben, tocan, vinculan, y los pies que andan, que afirman, que sostienen, que permiten avanzar, retroceder, desplazar el cuerpo.
¿Cómo caminar estando atrapado? ¿Cómo seguir? ¿Qué determina que el movimiento del pie rompa un zapato para liberarse de la opresión?

¿Determinación refleja del cuerpo o determinación subjetiva? ¿Es un cuerpo reflejo o un pensar con el cuerpo? [3].

Ansiedad de encierro, ahogo, desprenderse requiere esfuerzo y dolor.
Esfuerzo que es-fuerza, requiere potencia y coraje. Arrancar-se implica perder y hace perder algo de suela – suelo, de lazo que anuda y enmelaza. ¿Qué se pierde con esa suela: un suelo, un espacio propio, un recorrido, una historia, una parte del cuerpo?


Del texto a la escena

A partir de los fragmentos de este cuento, se trabajó psicodramáticamente en un grupo con las representaciones asociadas con el relato, comenzando con  el registro corporal y de las emociones.

Coordinador: (Silencio) Escuchemos el silencio. Cerremos los ojos y examinemos nuestro cuerpo. ¿Cómo está? ¿Dónde sentimos en el cuerpo que resonó el cuento? Toquemos esa parte del cuerpo.
Varias personas se tocaron el pecho, el cuello, la cabeza, la panza. 

Consigna: Dejen llegar escenas que tengan que ver con lo que sienten. Si es más de una, elijan una. Cuando la identifiquen, mírenla, vean los detalles, su clima, si es actual o no, si están ustedes en esa escena o no.

Si están en ella: ¿Cómo se ven? ¿Con qué postura están, con qué vestimenta? ¿Cuáles es su gestualidad? ¿A qué edad sucede? ¿Qué sentimiento surge?
A medida que tengan la escena, abran los ojos, así sabemos que ya están listos.

Se los invita a pararse en ronda y que vayan diciendo lo que han sentido al conectarse con esa escena, mientras el resto del grupo los escucha.
Varias personas dijeron: “angustia”, “tristeza”, “opresión”; otras: “todo bien”.
Con respecto a esta frase “todo bien”, Magdalena Echegaray dice que remite al aplanamiento de la experiencia, como defensa de cualquier sentimiento vinculado al dolor o al sufrimiento, sin contacto con la densidad de lo vivido [4]

De acuerdo con la resonancia que han sentido con las emociones mencionadas, se les propone que formen grupos.
Se armaron cuatro grupos y los invitamos a dramatizar con la consigna de expresarse mediante una escena, una canción, un escrito o un dibujo, con total libertad.

Un primer grupo intentó una danza de “Tai Chi”, que vista desde afuera  expresaba sus movimientos cierta soltura, pero dejaba traslucir seguimiento de pasos aprendidos y de ciertos patrones de danza, con falta de espontaneidad.

Observación de la coordinación: Como respuesta a nuestra pregunta acerca de  cómo se sentían, dijeron que estaban bien. Se los veía repitiendo modelos, sin conexiones entre sí, cada uno suelto y sin mirarse más que para no desentonar con ese baile. Podríamos decir: ¿Pegados más que conectados?

Los tres grupos restantes expresaron como títulos de sus escenas: “la opresión”, “el sujetamiento del otro”, y “la no libertad”.
En uno de los grupos, donde estaban sujetos unos con otros, una participante se suelta hacia atrás y entona una melodía, intento de libertad con la voz, pero no resuelve el sujetamiento. A su vez, ningún otro participante propuso algo que permitiera salir de lo encerrante y generar un cambio.

En todas las escenas se jugó con la polarización opresión-libertad expresada de diferentes maneras. En una aparece el dolor, en otra el ahogo, en otras los enmascaramientos y las defensas.

“Es así”, dijo una participante, eludiendo expresar lo que sintió cuando le pedimos un soliloquio, como uniformando las diferencias de sentires y apelando a no decir otra cosa que no fuera “es así”.

Terminado este momento de la dramatización se les pidió a todos los integrantes, ya no en los grupos, que pase una persona al espacio psicodramático y que exprese con su cuerpo algo de lo vivenciado anteriormente. Luego lentamente y de a uno, que se vayan incorporando con su propia expresión, construyendo así una escultura entre todos.

Pasa la primera persona y con los brazos en cruz toma una actitud de libertad. Luego se fueron sumando otros integrantes, pasando al escenario  psicodramático a sujetarla, de los tobillos y de los brazos, acotando su movilidad doblemente. Otra persona, colocó sus manos como “techito” sobre la cabeza de la primera.

Al que la sujetaba de los tobillos, que estaba acostado boca abajo, en el suelo, se le sumó otra persona que se paró sobre su cuerpo, aplastándolo.
Otra persona abrazó a la primera, en un abrazo que parecía maternal pero que resultó sofocante.

Desde la coordinación se observaba que si en un comienzo la estatua expresaba libertad, los integrantes la moldearon hasta convertirla en una prisión.
Los soliloquios fueron:
¡Me sofoco!
Dolor
Falta de libertad
Opresión (varios)
Ahogo (varios)
Sometimiento
Intenso, exceso
Exposición
Tensión


Reflexiones del equipo coordinador

Las sensaciones y representaciones asociadas a los contenidos del cuento, sumadas a la producción grupal, siguieron resonado en el equipo coordinador.
La melaza es fusión, pegamento, indiferenciación, indiscriminación. Desprenderse, despegarse implica desgarro, desamparo, desnudez.

¿Qué se imposibilita del corte para que la salida exogámica sea representada como desgarro y no como crecimiento?
¿A dónde nos quedamos pegados en ciertos momentos, repitiendo una matriz que visualiza lo adosado como lo posible, lo seguro, lo conocido y en cambio los despegues, que son parte de la variabilidad de la vida, son percibidos como devastadores y catastróficos?

En este proceso de atrapamiento hay un cuerpo en juego, cuerpo relacional, encerrado, atravesado por lo fantasmático, sin posibilidades de salida.
El hombre de melaza está sujeto, confundido, des-individualizado, inmerso en una melaza que no le permite despegarse.

Alude a lo familiar. Sólo y no reconocido como otro. Se recupera como sujeto, saliendo del sujetamiento, luchando denodadamente contra ese atrapamiento mortífero.

Cuerpo amenazado y amelazado que en esta escena de opresión se tensa al máximo para lograr la salida, pero la huída no es gratis, es una libertad a costa de magulladuras.

 
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Notas
 

[*] Sicardi L., “El hombre de melaza”, en Por el color del trigo, Editorial La luna que, Buenos Aires, 2011.
[1] y [2] - Sicardi L., ob. cit.
[3] Gremes R., “Pensar con el cuerpo”, El Psicoanalítico, Revista de Psicoanálisis, sociedad, subjetividad y arte, sección Ultimo momento. 
http://www.elpsicoanalitico.com.ar/um/gremes-pensar-con-el-cuerpo.php
[4] Echegaray M., “¿Todo bien? Sufrimiento y experiencia en el escenario adolescente”, El Psicoanalítico N° 14. 

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