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Pieter Brueghel, detalle de El combate entre don Carnal y doña Cuaresma (1559)
Pieter Brueghel, detalle de El combate entre don Carnal y doña Cuaresma (1559)
Imagen obtenida de: http://www.famous-painters.org/B-Painters/Pieter-Bruegel-the-Elder-paintings/11-The-Fight-between-Carnival-and-Lent-Pieter-Bruegel-the-Elder-painting.html
La prueba de historia. Apuntes para una clínica adolescente
Por Leonel Sicardi
leonelsicardi@elpsicoanalitico.com.ar
 

Introducción

Prueba de historia:
“Los egipcios eran una antigua raza de caucásicos que residían en una de las regiones del norte de África. Este, como todos sabemos, es el mayor continente de todo el hemisferio oriental.

Estimado señor Spencer, eso es todo lo que se de los egipcios. Parece que no pude lograr interesarme mucho en ellos a pesar de que sus clases son muy interesantes. No hay ningún problema si me aplaza dado que, de todas maneras, me estoy llevando todo lo demás, excepto lengua. Muy atentamente, Holden Caulfield”. [1]

La franqueza de este relato nos muestra un aspecto de la adolescencia, donde transgrede aspectos del deber ser del mundo adulto y tiene sus propias reglas ineludibles para él como la de la sinceridad en su discurso.

Así como ciertos valores o parámetros cambian, la adolescencia en sí es un momento de cambio, un pasaje de la niñez a la adultez, la encrucijada de un cuerpo que cambia, vínculos que cambian, o sea que se atraviesan modificaciones que revolucionan lo intrasubjetivo ya que se deja de ser quien se era, se afecta la identidad, y se cambia tanto en lo corporal hormonal como en lo psicológico, y en el nivel intersubjetivo donde el cambio emocional produce cambios en los vínculos.

“La encrucijada adolescente, por su parte, en su devenir estructurante se encuentra enmarcada y caracterizada por la emergencia de una doble crisis. Aquella que se desbarranca sobre el mundo interno del sujeto a partir de la metamorfosis física y psíquica a la que éste se ve arrojado sin un posible retorno. Y la que simultáneamente se desencadena sobre el territorio de sus vínculos (amistosos, familiares e institucionales)” [2].

Los padres dejaron de ser sus referentes principales, ya no están idealizados, se cuestionan los valores que imperaban hasta entonces y su libido necesita depositarse en nuevos modelos.
Asimismo, la red vincular que le proporcionaba sostén, se debilita, produciendo, por esa pérdida una constante inseguridad que lo puede tener muy pendiente de los otros, produciendo tanto la adhesividad al otro -lo que abre la puerta al sometimiento y al maltrato-, como también, en el polo opuesto, al aislamiento social.

Otro aspecto a tener en cuenta es cómo esta crisis altera o afecta el narcisismo del adolescente, ya que la pregunta quién soy y qué valgo (Cao, 2012) parece estar en el centro de su problemática, aun cuando en su discurso lo niegan. Los adultos también tendemos a negarlo, porque nos angustia el sufrimiento del adolescente y la intensidad que tenga esa negación dependerá de cómo hayamos cursado nuestra propia adolescencia

Sigue diciendo Holden Caufield: “Me quede en aquella barra mugrienta hasta cerca de la una, emborrachándome como un tarado. Casi no podía ver nada. Lo que si… tuve mucho cuidado de no llamar la atención ni nada parecido. No quería que nadie se diera cuenta de que estaba ahí ni que me preguntaran cuantos años tenía. Pero, viejo, casi no podía ver nada”. Y finaliza así su relato: “¡Viejo, que borracho estaba!”.  [3]

El párrafo anterior nos lleva a pensar cómo el adolescente enfrenta las reglas del contexto social, que es el tercer aspecto que incide en esta crisis, lo transubjetivo, que abarca lo contextual social en sentido amplio, ya que como dice Castoriadis, psique y sociedad son dos aspectos indisolubles, no existe uno sin el otro. Vemos que nuestro protagonista, Holden, intenta construir una autonomía que es sumamente precaria ya que no tiene herramientas emocionales para sostenerla.


Contexto social actual y adolescencia

Este contexto histórico social, tiene características específicas que atraviesan al adolescente, en algunas de las cuales haré foco:


Percepción del tiempo

El tiempo es vivido como algo evanescente que ni siquiera permite registrarlo en su aquí y ahora, como si el tiempo fuera un consumo más, que se tiene y se esfuma. 
En referencia a la inmediatez, la aceleración, la falta de reflexión en la vida diaria, dice G. Agamben: “El hombre moderno vuelve a la noche a su casa extenuado por un fárrago de sucesos.... sin que ninguno de ellos se haya convertido en experiencia. Esa incapacidad para traducirse en experiencia es lo que vuelve hoy insoportable -como nunca antes- la cotidianeidad…” [4].

Esta percepción particular del tiempo afecta no sólo la cotidianeidad sino también y especialmente los vínculos que son efímeros y descartables como los consumos tecnológicos, que duran poco porque hay modelos superadores que dejan a los anteriores como obsoletos e imposibles de usar. El riesgo es quedar marginado por no acceder a lo nuevo: una relación, un modelo de celular, una aplicación, etc.

Dice Eduardo Galeano acerca de que todo es veloz y descartable, desde los electrodomésticos hasta las personas y los vínculos: “Me muero por decir que hoy no sólo los electrodomésticos son desechables; que también el matrimonio y hasta la amistad es descartable. Pero no cometeré la imprudencia de comparar objetos con personas. Me muerdo para no hablar de la identidad que se va perdiendo, de la memoria colectiva que se va tirando, del pasado efímero. No lo voy a hacer ” [4].


Hiperconectividad

El consumo constante de la tecnología, celulares, i-pads, i-phones, etc., cuando se usa sin moderación, hace que por ejemplo se reciban y puedan responderse correos electrónicos las 24 horas del día, estando a expensas de la demanda laboral a toda hora, sin preservar horas para el descanso y generando una conducta adictiva. Se está conectado todo el tiempo, no hay un corte ni en los momentos de vacaciones.

El protagonismo que adquieren hoy las redes sociales es especialmente relevante para los adolescentes y jóvenes, ya que invaden nuestra cotidianeidad y se suman a esta proliferación de objetos ligados a la electrónica, con la paradoja que habiendo más comunicación, hay más aislamiento y soledad y más dificultad en los vínculos presenciales, cara a cara, cuerpo a cuerpo.

Conectando estos dos aspectos de lo social mencionados, es muy común que los adolescentes relaten acerca de horas de charla, intercambio y/o discusiones con pares, sean novias, novios o amigos, y cuando los terapeutas les preguntamos donde estaban cuando hablaban esto, imaginando un encuentro cara a cara que se daba a las dos o tres de la madrugada, la respuesta es: por Whatsapp o por chat de Facebook.


Lógica del consumo

Si hay un avance de la falta de sentido, de la insignificancia, como dice Yago Franco [5], este sujeto social con vivencia de vacío, construye una identidad protésica mediante el consumo de objetos y tecnología buscando, tal vez, una ilusión de solidez en esta cultura líquida.

Crear necesidades es uno de los objetivos del consumo. La capacidad simbólica de la sociedad está perturbada por el predominio del consumo.

Dice Eduardo Galeano: “Lo que me pasa es que no consigo andar por el mundo tirando cosas y cambiándolas por el modelo siguiente sólo porque a alguien se le ocurre agregarle una función o achicarlo un poco.” [4]

En las propagandas de los medios, aparecen constantemente productos nuevos: “lo último que salió”, “lo que tienen todos” o “lo que nadie tiene”; slogans que imprimen en el psiquismo la perentoriedad del consumo de ciertos productos/servicios percibidos como necesarios más allá de que aporten un real beneficio o no.

Si este consumo de objetos, que actúa como supuesto “sostén identificatorio” para todo el espectro social, lo trasladamos a los adolescentes, con déficit en sus enunciados identificatorios, un consumo al alcance de la mano son las sustancias psicoactivas, así como muchos otros consumos compulsivos, llámense sectas, objetos, vínculos adictivos, etc.

Esta necesidad de lo propio, de tener su identidad, de diferenciarse del mundo adulto al que perteneció los lleva, a veces, a querer dejar otras marcas en sus cuerpos: vestimenta, cortes y teñidos de pelo, tatuajes, piercing, son intentos de dar un mensaje, que represente algún tipo de pertenencia y de marca propia, aún al costo de que sea con dolor o sufrimiento, hasta con violencia.


Lógica del todo

Se conecta directamente con el aspecto anterior, si el capitalismo con su propuesta de consumo, genera la ilusión de que se puede tener todo, basta con desearlo, pensemos esta lógica trasladada los vínculos, genera la representación de que puede haber vínculos totalizantes.

Ejemplo: Pareja en tratamiento, en la que él que tenía aspectos violentos, al plantearle ella separarse porque aparecían en la relación los peores aspectos de los dos, él dice muy angustiado y enojado: “No, porque ¿qué hago con el amor que tengo para ella?”.

Vemos en este ejemplo la intolerancia al vacío, a la falta, a la espera, tal como dice Cao en otro párrafo: “…la avidez incorporativa de modelos y herramientas que, a la sazón, despierta este vaciamiento, acuñó en la obra de A. Missenard la elocuente expresión de urgencia identificatoria para definir así el estado que el psiquismo adolescente atraviesa en su normal anormalidad”.

Así, esta urgencia identificatoria y vinculatoria puede hacer que el adolescente busque adherirse fusionalmente a determinados vínculos intentando resolver el vacío y su necesidad de pertenencia perentoria ya que sus pertenencias existentes caducaron. Dichos vínculos muchas veces son destructivos y pueden darse con personas, con drogas, con sectas, tribus urbanas y otras ofertas a mano.

Otro aspecto de esta cultura que hay que tener en cuenta, es la falta de espacios de intimidad, extimidad, dice Paula Sibilia [6], todo se exhibe y se muestra, no hay velamiento; en esto incide fundamentalmente el protagonismo de los medios de comunicación, esta especie de Gran hermano constante en que vivimos.

Podemos interrogarnos, si todo se muestra, este adolescente inseguro ¿qué mostrará?: Un piercing, un peinado diferente, una ropa de marca o una marca en su cuerpo, un tatuaje, la pertenencia a una banda o tribu urbana, una relación que sostendrá a toda costa, algo que sea una marca propia, aun cuando sea una marca que lastime.


Reflexiones finales (no como cierre sino como apertura a nuevas interrogaciones)

En este contexto, el adolescente, sujeto inseguro y mutante, en formación, en transición, en pasaje, que transita por una tierra de nadie, que está por romper el cascarón, suele aferrarse a ciertos vínculos que funcionan como garantes de una seguridad que es prótesis de ese psiquismo lábil y en crisis. Sumado a esto, la vertiginosidad y la inmediatez que imperan como marca en este histórico social, colaboran para que las configuraciones vinculares puedan ser un consumo más.

Cómo será este proceso en el que está tramitando su pasaje de la niñez a la adultez, su salida exogámica, su cambio subjetivo, dependerá de los recursos emocionales del adolescente, de las características de su familia de origen, de las vivencias tempranas y actuales, para encontrarse y reposicionarse emocional y vincularmente.
El punto de quiebre está puesto no sólo en la maduración psicosexual sino en la construcción un proyecto de vida propio que apunte a la autonomía.

Como psicodramatista me surgen escenas, una de ellas es la película que vi recientemente La familia Belier donde una adolescente con padres y hermano hipoacúsicos, siente un torbellino de sensaciones nuevas, experiencias, dudas, que la llevarán a tomar decisiones con dolor y valentía, ya que descubre sus posibilidades de crecer y estudiar canto, ya que lo hace muy bien y así dejar de ser la voz y los oídos para sus padres y hermano.

Otra referencia, esta vez literaria, es el libro El lector de Julio Verne, de Almudena Grandes, donde hay un niño que va creciendo en el contexto de la guerra civil española, que comienza a transitar su adolescencia cuestionando y desafiando los valores e ideología conque fue criado y conoce otra realidad que lo lleva a un proceso de crecimiento y a elegir no sin sufrimiento, transgrediendo el modelo que en su entorno familiar habían adoptado para sobrevivir.

La búsqueda del amor, efímero, inmediato y a la vez idealizado es otro de los desafíos de la encrucijada adolescente. Un poeta de la talla de Vinicius de Moraes nos define este desafío, en su poema Soneto de fidelidad [7]:

“Y así, cuando más tarde me procure
 Quizás la muerte, angustia del viviente
Quizás la soledad, fin de quien ama

Decir yo pueda de mi amor ardiente:
Que no sea inmortal, puesto que es llama,
 Más que sea infinito mientras dure”.


 
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Notas y Bibliografía
 
[1] y [3] Salinger, J. D. El guardián en el centeno. Editorial Sudamericana, Buenos Aires 1998.
[2] Cao, Marcelo L. “Trastornos narcisistas en la adolescencia”. El Psicoanalítico, revista virtual sobre Psicoanálisis, sociedad, subjetividad y arte, Julio 2012. http://www.elpsicoanalitico.com.ar/num10/subjetividad-cao-trastornos-narcisistas-en-la-adolescencia.php
[4] Gremes R., Sicardi L. “Escenario social y subjetividad. Una mirada sociodramática”. El Psicoanalítico, revista virtual sobre Psicoanálisis, sociedad, subjetividad y arte, Abril 2010. http://www.elpsicoanalitico.com.ar/num1/subjetividad-gremes-sicardi-mirada-sociodramatica.php
[5] Franco, Y. “De Elizabeth Von R. a Lisbeth S.: Todos somos borderline”. El Psicoanalítico, revista virtual sobre Psicoanálisis, sociedad, subjetividad y arte, Abril 2010. http://www.elpsicoanalitico.com.ar/num1/clinica-franco-todos-somos-borderline.php
[6] Sibilia, P. “Mutaciones de la subjetividad. La exhibición de la intimidad como un eclipse de la interioridad”. Artículo del libro La intimidad. Un problema actual del psicoanálisis. Psicolibro ediciones, Buenos Aires 2010.
[7] Millan, Enrique G. “Adolescencia, sexualidad, sexualidades” ,  cita a Vinicius de Moraes. http://www.gruponebrija.com.ar/escritos/Adolecencia.pdf
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