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El Gran Accidente: la destrucción del afecto *
Por Yago Franco
yagofranco@elpsicoanalitico.com.ar
 

I. Introducción

Primero el tiempo le fue arrebatado a Dios; luego la aceleración ilimitada que del mismo hizo el ser humano (el anthropos capitalista) se lo ha arrebató a sí mismo, con él su intimidad, y con esto, su propia subjetividad. Si la velocidad de un acontecimiento lo destruye (Paul Virilio) la inmediatez, la fuga acelerada hacia ningún lugar que ocurre por imperio del ansia de consumo (de objetos, información, placeres diversos, diversión, vínculos, etc.) y también por la angustia de adquirir o mantener un lugar en la sociedad, tienen como consecuencia dañar la subjetividad humana, de la mano del empobrecimiento del mundo representacional y afectivo. La promesa de aceleración constante que realiza nuestra sociedad (y de obtención de un placer sin límites: eludir la muerte, arañar la eternidad), que coincide con el pasaje de la tecnología analógica a la digital (Franco Berardi), nos instala ante portas de lo que Paul Virilio denomina: Gran Accidente. Un Gran Accidente sea informático (como se temió en el pasaje al nuevo milenio), ecológico, nuclear, etc., una serie en la que propongo incluir el Gran Accidente Afectivo: la destrucción del afecto.


II. Temporalidad, sociedad y capitalismo

En Europa, en algún momento del siglo XIV, el tiempo, que había sido marcado por las campanadas de las Iglesias, pasa a serlo por los relojes comunales, por necesidad de los comerciantes y fabricantes de mercancías, quienes debían sincronizar procesos productivos, de distribución y adquisición de bienes. Aproximadamente un siglo más tarde, en lo que sería América, el tiempo cosmológico de los pueblos originarios, profundamente ligado a los ciclos de la naturaleza, sería desplazado por ese mismo tiempo. El reloj y el capitalismo surgen casi de la mano. Y a partir de la creación del reloj, el tiempo no ha cesado de acelerarse. “Lo que determina la magnitud del valor de un objeto (en la sociedad capitalista) (es) el tiempo de trabajo socialmente necesario para su producción” [1].
El tiempo se seculariza, y pasa así a ser el bien más preciado. Benjamin Franklin lo establecería definitivamente al decir: el tiempo es oro.

Lo que se produce es el trasvasaje a un nuevo histórico social de lo que se conoce como el tiempo ligado a la salvación cristiana. A partir de ahora, la aceleración permitirá vivir varias vidas en una: tener la mayor cantidad de experiencias es sinónimo de vivir esas vidas (Beriain, 2008). De esta manera, la aceleración de la temporalidad nos acerca a la Vida Eterna. La significación del capitalismo es la significación de lo ilimitado: lo ilimitado de la producción, del consumo, de la vida … y como tal implica una negación de la muerte. Este profundo sentido cumple en este histórico social un papel clave, produciendo una orientación generalizada de la vida social y también de la vida psíquica de los sujetos. Pero es a la vez –paradójicamente - un sentido desestabilizador del sentido socialmente instituido: produce sinsentido .

III. El tiempo es una institución central de la sociedad

El tiempo es una de las instituciones centrales de una sociedad y también lo es para la psique, siendo uno de sus ejes orientadores de su modo de funcionamiento.
Se transmite mediante significaciones desde los primeros momentos de vida del sujeto: ciclos y ritmos, cadencias de juego, descanso, alimentación, higiene … y luego lo será a partir de las significaciones transmitidas por las diversas instituciones de la sociedad, el contacto con sus pares, y por los medios masivos de comunicación.
La incorporación de esta temporalidad induce ritmos, ciclos, cadencias en la figurabilidad psíquica: o sea, las representaciones y los afectos, los representantes representativos de la pulsión. Estos se crean sobre un magma de significaciones sociales compartidas. Las figuras que adoptará la pulsión para habitar en la psique, y sus destinos, están socialmente determinadas. En realidad, no podrían crearse por fuera de dicho magma.

IV. Tiempo y psique. El afecto como creación

En el origen: el encuentro entre el cuerpo-la psique-la madre, y la ternura del objeto materno. El modelo energético propuesto por Freud en el Proyecto, se complejiza con la introducción del otro, del objeto asistente. Pero esa asistencia de nada serviría (cumpliría un simple papel funcional) sin la ternura: esta se despliega en el miramiento y en la empatía (Ulloa, 1999). Fernando Ulloa señala que la ternura es el primer amparo del sujeto, su fracaso lo arroja al desamparo más profundo, y a su desubjetivación o a su no constitución como sujeto. El miramiento es un elemento fundamental de la ternura, porque contiene el buen trato, que es fundamentalmente donación simbólica. El fracaso de la ternura acerca al sujeto humano a lo instintivo, impidiendo la creación de la pulsión, por lo tanto, de sus figuras en la psique, obra de la imaginación radical. La ternura es el primer elemento que hace que el sujeto devenga en sujeto social, porque es un dispositivo social. Completa el abrigo y el alimento, e instala al sujeto en un lugar de reconocimiento para la madre como de alguien separado de ella.
El afecto es creado en el encuentro con la ternura materna, que es significante: estás contento, estás triste, estás enojado, estás dudando, estás deseando, me extrañaste, querés mimos … Ternura materna: locura materna que no ignora que por fuera de un inicio fusional hay un otro emergente, y que hallará, unos pasos más adelante, otro lugar para su deseo.
Como residuo de esta operación quedarán afectos innombrables del origen: experiencias místicas, de creación artística y psicóticas nos permiten tener un cierto acceso a ese mundo. Ese mundo de los afectos, ligado a lo fusional, a la introyección del miramiento, irá siendo cooptado y modificado por el magma de afectos socialmente instituidos.
El fracaso o los accidentes de este encuentro inaugural, o los accidentes o fracasos producidos en la cultura (que también tiene una función de amparo, como Freud lo expresó en El malestar en la cultura), arrojarán al sujeto al desamparo, por lo tanto, a la imposibilidad o dificultad en figurar representantes representacionales y afectivos de la pulsión.


V. El tiempo del capitalismo, efectos en la psique

Claudine Haroche (Haroche, 2009 ) se pregunta si se pueden seguir ejercitando el pensamiento y la sensibilidad con un yo sin límites, como consecuencia del imperio de sensaciones continuas que lo afectan. Flujos sensoriales que se producen de manera continua afectan la capacidad de experimentar sentimientos, y sobre todo la existencia del yo y del otro. Borran las fronteras entre el yo y los objetos, entre los objetos materiales y los virtuales con consecuencias en los modos de sentir y hasta en la capacidad misma de sentir. Habla así de una inconsistencia yoica que es al mismo tiempo una inconsistencia de la identidad, que se exterioriza en falta de continuidad y de compromiso en los vínculos, llegando a producirse hasta la incapacidad para el vínculo, para el afecto y para los sentimientos.

El modo actual de ser de la sociedad solicita de los sujetos un estado de cambio constante. “Hay una especie de paroxismo, un cambio espasmódico, todo en seguida queda viejo, anticuado, aburrido y hay que cambiar la forma todo el tiempo” [2].

La burguesía – sostendrán Marx y Engels - genera “Una revolución constante en la producción … un profundo cambio continuo en todas las relaciones sociales, de una incertidumbre y agitación permanentes (…) todas las relaciones durables y estables, con sus cortejos de prejuicios y de opiniones tradicionales resultan barridas (…) Todo lo sólido se desvanece en el aire (mudando) en una ola incesante de imágenes y sonidos, en una promesa sin fin de sensaciones y de sentimientos pasajeros, una cacofonía ilimitada de energías y ruidos”. [3].

Las sensaciones y los sentimientos son pasajeros en el capitalismo. Hay una promesa constante de sensaciones y sentimientos que los hace devenir pasajeros; las relaciones estables tienden a desestabilizarse, el cambio es continuo, los sujetos están sometidos a una ola incesante de imágenes y sonidos … Todo lo planeado por Marx se ha profundizado, incluyendo la incertidumbre y la agitación. Esto da lugar a la sensación de lo efímero, lejos como tal de lo que con el mismo nombre nos transmiten culturas orientales, sobre todo la japonesa: es lo que podríamos llamar la banalización de lo efímero.
El sentido se diluye en los sentidos y sensaciones: se diluye la capacidad de significación.
Franco Berardi (Berardi, 2007), sostiene que en el mundo digital hay una sobrecarga de información, pánico, sobreexcitación, hipermovilidad, trastornos de atención …
En su texto Patologías de la hiperexpresividad (Berardi, 2007), dirá que “La hiperestimulación de la atención reduce la capacidad de interpretación secuencial crítica y el tiempo disponible para la elaboración emocional del otro, del cuerpo y del discurso del otro, que trata de ser comprendido sin lograrlo” [4].

VI. El Gran Accidente: La destrucción del afecto y la crisis de lo imaginario

Dijimos que la significación de la temporalidad induce el modo de figurar tanto afectos como representaciones. El trabajo de puesta en figuras – se trate del proceso primario como del secundario, y modos de figurar el lazo con el otro y el mundo - necesita del encuentro con la ternura materna, y de una determinada temporalidad para poder llevarse a cabo (tiempo de apropiación, incorporación, elaboración, recreación), temporalidad que va de la mano de un sentido social estable. Si esto no fuera posible será una simple incorporación de una descarga que impacta en el psiquesoma, que responderá con otra descarga sea en el cuerpo o en acto, con una descatectización, o mediante el lazo adictivo a un objeto. Así, la pulsión no alcanza el status de afecto: regresiona deviniendo impulso. Avanza como impulso descualificado hacia la psique, que no logra traducirla.

La psique necesita sentido para existir. El sentido socialmente instituido es el amparo que la psique debe encontrar en el mundo histórico-social. Amparo que conoció a partir de la ternura materna, y que debe poder hallar en el escenario de los lazos que invista y en el espacio social. Esto está hoy en caución. Está en crisis la posibilidad de crear figuras tanto a nivel de la psique como a nivel colectivo. Esto es consecuencia de la desestabilización del magma de significaciones, que produce una crisis del mundo identificatorio (por ausencia de modelos identificatorios o por el surgimiento de modelos ininvestibles), y pulsional, (debido la vertiginosa circulación de objetos obligados para la sublimación - vertiginosa por el ritmo acelerado de creación y caducidad de los mismos).

Hay que destacar que la presencia de lo imaginario en la psique hace a su fundamento primordial, y las consecuencias de un impedimento de su ejercicio, tanto por vicisitudes de la historia personal como por el modo de ser de un determinado histórico-social tendrá graves consecuencias.
Debe considerarse que “el afecto pertenece a lo imaginario”, y en su existencia misma muestra que es matriz de la simbolización, dada su indisoluble ligazón al sentido y el sonido proveniente del decir materno: permite ni más ni menos, la inscripción: la funda (Dayeh, 2010), en un movimiento como vimos a su vez inmerso en un ligamen de ternura. Esto es algo fundamental: sin ese cemento que brinda el afecto, no habrá inscripción.
La vivencia de desamparo impide la emergencia de la imaginación radical. “El trabajo del sueño tiende a transformar el afecto en representación, o a revelar lo que impide que el afecto se exprese. Cuando la función proyectiva primordial, a causa de una adaptación desenfrenada, efectuada en detrimento de la subjetividad, se ve paralizada, el sueño desaparece al mismo tiempo que el afecto”. A la vez “El estrechamiento de lo imaginario (permite observar) una correlación … negativa” entre su presencia “(Sami Alí) y somatización” [5].

VII. El Gran Accidente Afectivo está entre nosotros

Dijimos al principio que la velocidad de un fenómeno lo destruye: este estado de cosas nos acerca a lo que denominé El Gran Accidente: la destrucción del afecto, por la vía del ataque a la imaginación radical de la psique. Esto se manifiesta tanto al interior de la psique (con las consecuencias clínicas que han sido señaladas) como en los lazos y en la vida institucional y social.

Por supuesto que no es lo único que existe en el escenario. Las fuentes de creación, tanto sociales como psíquicas, parecen inagotables. Y si dicha creación fuera orientada hacia otras significaciones que las imperantes en el capitalismo, sería posible pensar en un mundo más amparador y que no sea devastador. Un mundo en el que los humanos puedan desarrollar/crear capacidades que trasciendan la miseria de la aceleración, de la fiebre de consumo, el terror a la exclusión o la ansiedad por pertenecer. Siendo estos últimos simplemente una parte de los afectos que han sido creados durante la fase capitalista de la historia. Tal como podemos apreciar en un tratamiento analítico, en el cual el cuestionamiento de las significaciones de la psique y la creación de nuevas abren posibilidades impensadas para el sujeto, lo propio ocurre en el espacio histórico-social cuando el colectivo cuestiona el sentido en el que se halla inmerso, abriendo así las posibilidades de creación de uno nuevo.


*
Texto leído en el Colegio de Psicoanalistas, julio 2010. Es una versión abreviada del texto del mismo nombre a ser publicado en un libro colectivo editado por la institución.

 
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Notas
 
[1] Marx, Karl: El Capital. Citado por Beriain, Josetxo, en Voluntad de poder y aceleración social, en Fragmentos del caos. Filosofía, sujeto y sociedad en Cornelius Castoriadis, Cabrera, Daniel H. coord., Ed. Biblos, Buenos Aires, 2008. Pág. 260.
[2] Sibilia, Paula: Conferencia sobre la intimidad como espectáculo. Colegio de Psicoanalistas, Buenos Aires, 17-09-2009.
[3] Engels, Friedrich; Marx, Karl: Manifiesto del Partido Comunista. En Haroche, Claudine, El porvenir de la sensibilidad. Los sentidos y los sentimientos en cuestión. Nueva Visión, Buenos Aires, 2009, pág. 204.
[4] Berardi, Franco: Patologías de la hiperexpresividad, http://eipcp.net/transversal/1007/bifo/es , y en Generación Post-alfa. Patologías e imaginarios en el semio-capitalismo. Ed. Tinta limón – Unia, Buenos Aires, 2007.
[5] Dayeh, María Cristina: Soma, cuerpo, psiquis. Entramados y Desencuentros. En este número de El Psicoanalítico.
 
Bibliografía
 
Berardi, Franco:
Generación Post-alfa. Patologías e imaginarios en el semio-capitalismo. Ed. Tinta limón – Unia, Buenos Aires, 2007
Beriain, Josetxo:
Voluntad de poder y aceleración social, en Fragmentos del caos. Filosofía, sujeto y sociedad en Cornelius Castoriadis, Cabrera, Daniel H. coord., Ed. Biblos, Buenos Aires, 2008.
Castoriadis, Cornelius:
La institución imaginaria de la sociedad. Tusquets, Buenos Aires, 1993.
Dayeh, María Cristina:
Soma, cuerpo, psiquis. Entramados y Desencuentros. En este número de El Psicoanalítico.
Algunas consideraciones sobre el afecto. Colegio de Psicoanalistas, Buenos Aires, 2010.
Franco, Yago:
Magma. Cornelius Castoriadis. Psicoanálisis, filosofía, política. Biblos, Buenos Aires, 2003.
La destrucción del lenguaje: efectos en la psique y en la sociedad. Inédito
Freud, Sigmund:
El malestar en la cultura. Biblioteca Nueva, Barcelona, 1973.
Ulloa, Fernando:
Desamparo y creación, http://www.madres.org/asp/contenido.asp?clave=157 , Buenos Aires, 1999
Haroche, Claudine:
El porvenir de la sensibilidad. Los sentidos y los sentimientos en cuestión. Nueva Visión, Buenos Aires, 2009.
Sibilia, Paula:
La intimidad como espectáculo. Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires, 2008.
Conferencia sobre la intimidad como espectáculo. Colegio de Psicoanalistas, Buenos Aires, 2009.
Virilio, Paul:
Amanecer crepuscular. Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires, 2003.
 
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