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Penélope y Andrómaca: figuras de lo femenino en la antigüedad clásica II (*)
Por Ailen Franco
Prof. en Filosofía. Universidad de Buenos Aires
ailenfranco22@gmail.com
 

“El destino que la sociedad propone tradicionalmente a la mujer es el matrimonio. La mayor parte de las mujeres, todavía hoy, están casadas, lo han estado, se disponen a estarlo o sufren por no estarlo. La soltera se define con relación al matrimonio, ya sea una mujer frustrada, sublevada o incluso indiferente con respecto a esa institución.”

(DE BEAUVOIR, 2012: 373)










Introducción

En el marco de nuestra investigación respecto del rol que juega  la mujer en la antigüedad, nos hemos encontrado con distintos relatos en que ha habido ciertos personajes que reúnen sobre sí mismos muchas de las cualidades que fueron entendidas como propias de lo femenino. Continuando con un primer trabajo sobre las figuras de Pandora y Helena de Troya, en quienes vimos cierto vínculo representativo de lo que se entiende en el mundo griego como la esencia "peligrosa" de la mujer, esta vez trabajaremos sobre otras figuras que esperan expresar un rol completamente diferente. Tomando, entonces, las figuras de Penélope y Andrómaca, deseamos continuar esta búsqueda sobre los relatos que crearon un imaginario de ‘lo femenino’ en distintas tradiciones de la antigüedad. Construimos por ello, esta vez, un trabajo en el cual partimos de la hipótesis de que hay cierto punto en común entre las figuras de Penélope y Andrómaca, que ya no representarán lo peligroso sino, más bien, a la mujer como ‘la buena esposa y madre’; encarnarán en ellas todo aquello que una mujer ‘debe ser’. Partiremos, para ello, de una búsqueda minuciosa en las fuentes de las apariciones de cada uno de estos personajes para luego contraponerlos y buscar las consonancias entre ellos. En base al estudio de estos casos intentaremos distinguir, entonces, aquellos elementos constitutivos del imaginario de lo propiamente femenino, delimitando el rol de la mujer en la antigüedad en base a la oposición con lo masculino y con el hombre.    


Andrómaca

Fiel esposa de Héctor [1], Andrómaca será objeto de innumerables elogios al igual que él. En el relato épico de la Ilíada Andrómaca será presentada como contrapunto de Helena de Troya; mientras que la primera es, ante todo, ejemplo de fidelidad hacia su patria y esposo, la segunda abandona su propia tierra y marido, partiendo a los brazos de un extranjero y dando lugar a la famosa Guerra de Troya.  Se presenta, entonces, a la esposa de Héctor:

“(…) Andrómaca, de blancos brazos,
que con su hijo y una sirviente, de bello manto,
sobre la torre estaba de pie, llorando y gimiendo.
Héctor, al no hallar dentro a su intachable esposa, (…).”

(Homero, Ilíada, VI  371-374)

Poco a poco iremos viendo, a lo largo del presente estudio, cómo esta “intachable esposa” ocupa el lugar correspondiente a la mujer: frente al peligro en que se encuentra su marido, frente al rol propiamente activo de los hombres, ella adopta un  rol pasivo, se queda llorando.

Poco más adelante ella misma exclama: “¡Oh, Héctor! Tú eres para mí, mi padre y mi augusta madre, y también mi hermano, y tú eres mi lozano esposo” (VI  429-430). Más allá de que efectivamente ambos padres y hermanos de Andrómaca hayan muerto (hecho relatado por ella momentos antes), consideramos que hay una presentación de esposa perfecta como aquella para quien su marido es su vida entera, su familia, su presente, su futuro.

Siguiendo el relato, y esta vez en boca de Héctor, podemos ver cómo se hace una presentación de los roles antes mencionados, femenino y masculino, contrapuestos:

“Mas ve a casa y ocúpate de tus labores,
el telar y la rueca, y ordena a las sirvientas
aplicarse a la faena. Del combate se cuidarán los hombres
todos que en Ilio han nacido y yo, sobre todo.
(Homero, Ilíada, VI  490-493)

Como propusimos un poco más arriba, aquí también podemos observar esta diferencia entre los roles activo y pasivo otorgados a hombres y mujeres. Vemos, por un lado, las labores asignadas a las mujeres: telar, rueca y manejo de las sirvientas (labores confinadas al hogar) [2]; mientras el hombre, viril, debe encargarse de la lucha (y otros labores en el exterior del hogar).

Pero la figura de Andrómaca no ha sido objeto de alabanza solamente en un texto antiguo sino que, dicho personaje, ha protagonizado más de una obra, resaltando en cada una de ellas su virtuosismo como mujer:

“Cuantas virtudes se han
considerado propias de las mujeres, todas las he
practicado en casa de Héctor. En primer lugar,
abandoné el deseo de no quedarme en casa, lo cual
-haya o no haya motivo de reproche para las mujeres-
arrastra por sí solo mala fama. No permitía a las
mujeres dentro del palacio palabras altaneras.
Me bastaba con tener en mí misma un maestro
honesto, la inteligencia.

A mi esposo siempre le ofrecía una lengua
silenciosa y un aspecto sereno. Conocía aquello en
lo que tenía que prevalecer sobre mi marido y sabía
concederle lavitoria en lo que debía.”

(Eurípides, Las Troyanas, vv. 645-657)

Es, aquí, la propia Andrómaca, ejemplo de buena esposa, quien señala las actitudes que se espera de las mujeres: quedarse dentro del hogar (no hacerlo conlleva a lxs otrxs a desconfiar y otorga a la mujer una mala reputación independientemente del evento que lo haya ocasionado), ocuparse del manejo de la servidumbre, y, en tercer lugar, respecto del vínculo de la mujer con su marido, aparece la figura pasiva de la mujer como receptora de las palabras de su marido. Finalmente, nos parece importante la referencia directa e indirecta que hace a su propia inteligencia: la importancia de saber cuándo prevalecer y cuándo otorgar victoria a su marido. Podríamos deslizar la idea de cierta manipulación de las situaciones para dejar ganar a su marido. Como veremos nuevamente en el caso de Penélope, la mujer pareciera tener como nota propia la astucia en cualquier caso; lo que hará de ella objeto de elogio o vituperación será el uso que haga de dicha facultad.

Llegamos así al punto que ha sido resaltado como digno de elogio en el caso de ambas mujeres que este trabajo pretende analizar, la fidelidad que profesan hacia sus maridos. Y así, en palabras de la propia Andrómaca:

“Dicen que una sola noche hace ceder la aversión
de una mujer hacia el lecho de un hombre; yo
escupo a aquella que rechaza con una unión a su
antiguo esposo y ama a otro. Ni siquiera una potra
que es separada de su compañero lleva con facilidad el yugo”.

(Eurípides, Las Troyanas, vv. 665-670)

El hecho de que sea aquélla considerada ejemplo de ‘buena esposa’ quien pronuncia estas palabras, pone en ellas el peso de la ejemplaridad. Se espera de una mujer fidelidad, no solo física sino emocional; no solo en vida sino tras ella. Si bien excede los límites de nuestro trabajo creemos importante remarcar cómo la fidelidad de Andrómaca ha sido objeto de distintas obras, autores y períodos: también Virgilio en su Eneida muestra una Andrómaca fiel a su difunto esposo Héctor incluso por sobre su actual marido Heleno. Andrómaca resulta, a lo largo de los diferentes relatos, un emblema de la lealtad apasionada hacia su primer marido y único amor, Héctor [3].

También en la tragedia que lleva su nombre (donde es presentada como aquella mujer “ofrecida a Héctor como esposa criadora de hijos” (Andrómaca, vv. 5-6); mostrando una vez más dónde reside la importancia de las mujeres y qué es considerado propio de una ‘buena’ mujer [4]) Andrómaca predica fidelidad, recordando, también aquí que su unión con Neptólemo ha sido completamente contra su voluntad:

 “En un lecho que yo, al principio no acepté
de grado y, ahora, lo tengo abandonado. ¡Que el gran
Zeus sepa lo siguiente: que yo no tomé parte en esta unión
por mi voluntad!”
( Eurípides, Andrómaca, vv. 36-39)

Pero, como veremos también en el caso de Penélope, la fidelidad no es bidireccional. Mientras que de las mujeres se espera devoción absoluta hacia sus esposos (siéndoles fieles en cuerpo y emoción, durante el tiempo que dure su matrimonio e, incluso, tras la muerte de ellos si esta ocurriera), en el caso de los hombres la fidelidad pareciera tener otro tinte:

“¡Oh, queridísimo Héctor! Sin reparo, yo amaba
juntamente contigo, siempre que Cipris te hacía cometer
alguna falta, y mi pecho lo he ofrecido muchas

veces ya a tus bastardos, para no producirte ninguna
amargura. Haciendo esto me atraía a mi esposo con
mi virtud.”
(Eurípides, Andrómaca, vv. 222-227)

 


Penélope  

Esposa de Ulises, esta mujer alabada sin fin por su fidelidad, ha pasado a la historia gracias a su eterna espera por el regreso de su marido de las tierras de Troya tras la guerra:

“(…) royéndome va el corazón en el pecho,
pues en mí como en nadie se ceba un dolor sin olvido,
que tal es el esposo que añoro en perpetuo recuerdo (...)”
(Homero, Odisea, I 341-343)

¿Qué mejor presentación de Penélope que esta? Recta mujer, discreta, profunda y eternamente fiel a su marido [5]. Si a cada intervención suya acompañara esta descripción no sería en vano, pues es su mejor descripción, su mejor presentación, su completa importancia en la historia: ser aquella que más fiel y obstinadamente espera el regreso de su marido, manteniendo lejos de sí a quienes ostentan su amor (con las artimañas propias de las mujeres, utilizadas, empero, con un buen fin).

Retomando el análisis sobre la diferencia en cuanto a los roles y actividades propias del hombre y de la mujer, podemos observar cómo el hijo de Penélope se encarga de distribuirlos:

“(…) mas tú vete
a tus salas de nuevo y atiende a tus propias labores,
el telar y la rueca, y ordena, asimismo, a tus siervas
aplicarse al trabajo; el hablar les compete a los hombres
y entre todos a mí, porque tengo el poder en la casa.”
(Homero, Odisea, I 355-3359)

 Como notamos en el análisis de Andrómaca, aquí también se le otorga a la mujer el uso del telar, rueca y manejo de la servidumbre, mientras que el ‘hablar’, la toma de decisiones, corresponde a los hombres [6]. Una vez más los roles activos quedan en manos de los hombres mientras que las mujeres deben refugiarse en lugares más bien pasivos.

Penélope, “la mujer sin igual en astucias” (Homero, II 88), durante casi cuatro años engaña a sus pretendientes: durante el día tejía una mortaja para Laertes, finalizada la cual elegiría de entre sus pretendientes al hombre con el cual casarse, pero durante la noche ella misma destejía aquella mortaja. Penélope hace uso de una de las actividades propias de las mujeres, el tejido, para defender aquello que se espera de ellas también: la fidelidad a sus maridos [7]. Se puede ver en esta famosa historia (XIX 137-159) aquella que, a nuestro parecer, fue considerada la nota más característica de las mujeres: la astucia, el ingenio. Todas las mujeres han sido descriptas en la mitología y épica griegas como astutas, y es justamente esta la característica que las hace peligrosas.  Así, mientras que Penélope hace uso de dicha astucia para el mayor de los bienes, la fidelidad a su marido, en el caso de su antítesis, Clitemnestra, la astucia fue usada para engañar y asesinar a su propio esposo:

“En verdad no hay nada más fiero ni más miserable
que mujer que tamañas acciones prepara en su pecho,
como el crimen inicuo que aquélla ideó de dar muerte
al esposo, señor de su hogar. ¡Y yo, en tanto, pensaba,
al llegar a mi casa de nuevo, gozar del cariño
de mis hijos y siervos! Sin par en su mente perversa,
la ignominia vertió sobre sí y, a la vez, sobre todas
las mujeres, aun rectas, que vivan de hoy más en el mundo.”
(Homero, Odisea, XI 427-434)

Penélope viene, justamente, a contraponerse a la figura de Clitemnestra: ésta, como ejemplo de lo peligroso en la mujer, aquella de lo bueno y esperable de la misma [8].  Una misma cualidad -la astucia- usada por una u otra de ellas nos dará como resultado los dos modelos de mujer que estamos analizando: la peligrosa y la buena esposa. Es por eso mismo que en la obra se llama a Ulises a no confiar siquiera a su esposa lo que piensa hacer, pues es necesario ocultar la verdad a las mujeres.

“Así, pues, no seas tú, por tu parte, remiso tampoco
con tu esposa ni le hagas saber todo aquello que pienses;
dile solo una parte y esté lo demás bien oculto.
Mas, ¡oh, Ulises!, a ti no vendrá por tu esposa la muerte,
que de mente bien cuerda y honrado sentir en su pecho
es la hija de Ícaro, Penélope, insigne en prudencia”
(Homero, Odisea, XI 441-446)

¿Qué se espera, entonces, que haga la mujer? Que llore a su esposo [9], que ocupe su rol pasivo, sea discreta [10], fiel, pura, prudente [11].


Conclusión

Una vez más hay que definir a la mujer, una vez más definir lo femenino. Una vez más porque la mujer, dicen, ‘es misteriosa’; si hasta la palabra griega para nombrar a la mujer queda fuera de los esquemas. Una vez más tomar el lápiz para unir los puntos, intentando, esta vez, llegar al dibujo completo. Ya tuvimos (ya tuve) la oportunidad de hablar de aquello que la mujer no debería ser, aunque indefectiblemente lo es, por el simple hecho de ser mujer. Será por el simple hecho de ser ‘el (la) Otro (Otra)’. Es que hasta el lenguaje hace difícil el expresarnos (expresarme).

Ya en su Oeconomicus, Jenofonte presenta a la mujer ideal (ver libros VII-X): la edad adecuada para casar a una mujer ateniense es de 15 años o menos, pues se espera de ella que sepa, haya oído y dicho lo menos posible. La cualidad más importante en ella será el autocontrol en lo que refiere a su apetito. Pero, si bien pareciera referir al apetito estomacal, creemos que no está de más extender el sentido: una mujer que controle sus deseos. La jurisdicción de la mujer es el hogar: mientras que al hombre le corresponde el trabajo en el exterior, la mujer será encomiable por su desarrollo puertas adentro. Allí debe criar a lxs niñxs, hilar y tejer, ser discreta, practicar el autocontrol, manejar la casa y supervisar a lxs esclavxs. Debe ocuparse de lxs enfermxs y de mantener el orden en el hogar. Debe presentar una inmediata obediencia a su marido. Penélope y Andrómaca son ejemplares de este modelo de mujer: compañeras de sus maridos, guardianas del orden de sus hogares, dedicadas al tejido e hilado.
           
Como fuimos señalando a lo largo del trabajo, la mujer, al menos en la antigüedad greco-latina, debe cumplir primariamente los roles de esposa y madre. Así como Penélope y Andrómaca serán modelos del rol femenino, sus contrapuntos, Clitemnestra, Medea, Pandora o Helena de Troya, representarán los vicios femeninos y aquello que una mujer debe evitar ser: asesinas de sus esposos e hijxs, infieles, aquellas que traen el mal a este mundo.

Como señalamos, la mujer se define por negativa a la masculinidad: como bien señala Doerthy (2017: 175), es el hombre quien comienza la acción, quien toma las riendas de los roles activos, mientras que la mujer -en su lugar de pasividad- es la encargada de darle apoyo y facilitar su tarea [12]. Ya la mitología establecía las bases de este sistema patriarcal: ya Gea había demostrado en su actividad la perversidad de la mente femenina que, astuta, trama junto a su hijo la castración de Cronos -que será repetida la siguiente generación en manos de Zeus-.

Así también, mientras que la fidelidad que se espera del hombre tiene más que ver con una fidelidad emocional (Odiseo es considerado fiel, a pesar de sus dos aventuras en el viaje de regreso a Ítaca), la fidelidad femenina debe involucrar cuerpo y alma, emoción y pasión, presente y futuro [13]. En este sentido es interesante ver cómo Penélope misma lleva interiorizado este deber, temiendo más su propia infidelidad a Ulises que la de este a ella.

Pero no importa cuán virtuosa haya sido en vida, no importa cuánta muestra de fidelidad haya dado, en el final se debe desconfiar de toda mujer, pues está en su naturaleza el engañar [14]. La mujer lleva consigo, tatuado a fuego, el estigma de Pandora. Es cierto, Andrómaca y Penélope son, claramente, los ejemplos de mujer: ocupadas de las labores del hogar [15] y de la servidumbre, fieles en cuerpo y emoción a sus maridos, y madres de lxs hijxs de éstos. Fieles en vida y también tras la muerte certera o posible de sus maridos [16]; pudiendo elegir incluso, como es en el caso de la Andrómaca de Virgilio, su propia muerte antes que su vida, con el fin de unirse a su difunto esposo. Discretas, puras y prudentes, deben su vida a su marido primero y luego a sus hijxs. Pero aún así toda mujer, incluso ellas, guarda en su interior el recuerdo de aquellas mujeres que usaron su astucia contra los hombres y es por ello que toda mujer es, finalmente, de temer.


[*] Primera parte en: Pandora y Helena de Troya: figuras de lo femenino en la antigüedad clásica I.

 

 

 
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Notas
 
[1] Hijo de Príamo y Hécuba (reyes de Troya), Héctor fue el más alabado troyano. Excelente guerrero, mató a infinidad de guerreros y fue comandante indiscutible de las fuerzas troyanas.
[2] En esta misma línea, ver Ilíada VIII 185-190 donde se menciona la labor de Andrómaca como aquella encargada de alimentar a los caballos de Héctor.
[3] En esta línea: “But Andromache, though thrice married, considers her marriage to Hector the only true one” (Starry, 2017: 260)
[4] En esta misma línea y en palabras de Menelao: “Pues lo demás podría sufrirlo una mujer, pero, si fracasa con su marido, fracasa en su vida.” (Ibid. vv. 372-373)
[5] En la misma línea pueden observarse: “Voy Telémaco, ya a recogerme en mis salas de arriba, a ocupar aquel lecho doliente que empapan mis ojos con sus lloros sin fin desde el día en que a Ilión marchó Ulises (…).” (Homero, Odisea: XVII 101-103). También: “Cuanto yo valer pude, ¡oh Eurímaco!, en cuerpo y figura, lo acabaron los dioses el día que en las naves partieron los argivos a Ilión y con ellos Ulises mi esposo. Si él viniendo otorgara a mi vida otra vez sus cuidados, en más honra estuviera y sería para mí mejor todo; en dolor vivo ahora, que un dios me ha abrumado de males (...)” (Ibid. XVIII 251-256 y, casi igual en XIX 124-129). Misma idea expresada en: Ibid. IV 800, XVIII 179-181, XIX 136, XIX 513-518, 594-597 y 600-604;  XXI 354-358.
[6] En esta misma línea: “Mas tú vuelve a tus salas y atiende a tus propias labores, a la rueca, al telar, y, asimismo, a tus sirvientas ordena que al trabajo se den; lo del arco compete a los hombres y entre todos a mí, pues que tengo el poder en la casa.” (Ibid. XXI 350-353). Ambas citas son casi idénticas y puede suponerse que su repetición busca, justamente, asentar la cotidianeidad de dichas escenas.
[7] En este mismo sentido: “In this case, the web becomes not only a symbol of the female sphere of influence and the traditional idea of familial order that Penelope seems to accept and represent in the poem, but also weapon which she uses in order to protect and maintain the order by deceiving those who threaten it.” (Pantelia, 2017 : 496/497)
[8] En esta misma línea: “En verdad tú tomaste mujer de virtud grande y fuerte: ¡de cuán nobles entrañas Penélope ha sido, la hija sin reproche de Icario! ¡Cuán fiel su recuerdo de Ulises con quien moza casara! Jamás morirá su renombre, pues los dioses habrán de inspirar en la tierra a las gentes hechiceras canciones que alaben su insigne constancia. No así de Tindáreo la hija. Ideando maldades a su esposo mató: serán cantos repletos de odio los que de ella en el mundo se extiendan y así su ignominia recaerá sobre cada mujer por honrada que sea.” (Ibid. XXIV 193-202)
[9] “¿qué mujer, en efecto, no llora al varón que ha perdido y al que unida en amor ha parido los hijos (...)?” (Ibid. XIX 265-266)
[10] El epíteto ‘discreta Penélope’ es usado en: I 329; IV 111, 787, 808, 830; V 216; XIII 407; XIV 373; XV 314; XVI 130, 435; XVII 36, 162, 492, 498, 528, 562, 585; XVIII  177, 245, 250, 285; XIX 53, 89, 103, 123, 308, 349, 508, 559, 588; XXI 311, 321, 330; XXIII 10, 58, 80, 104, 173, 256, , 285; XXIV 404.
[11] El epíteto ‘Penélope insigne en prudencia’ es usado en: XV 238; XVI 409, 459, XIX 59,375; XX 387; XXIV 294. Y el epíteto ‘la cuerda Penélope’ es usado en: XVII 390; XVIII 159, 249; XXI 2.
[12] En esta misma línea: “(…) mientras que las mujeres solo saben llorar las consecuencias de los grandes hechos masculinos u organizar la vida domestica ante el retorno del guerrero.” (Roig, 1980: 156)
[13] En esta línea ver:  “In the conversation between husband and wife, Penelope asserst that she has remained chaste, unviolated, and faithful to her husband. Odysseus has worred, adventured, and has enjoyed the intimate company of both Circe and Calypso. The dutiful wife accepts the absence and adultery as her husband drisfts off into sleep. She, Penelope, was the model and ideal for all Athenian woman and for all Greek women to emulate. She was the perfect wife.” (O’Neil, 2017:117)
[14] Así se presenta una actitud común en la Odisea: la constante reticencia a confiar en las mujeres. Agamenón le recomienda a  Ulises no confiar en Penélope, Telémaco no parece confiar en su madre e incluso Ulises le oculta información a su mujer.
[15] En este sentido, refiriéndose a la labor de tejido e hilado en manos de las mujeres de los escritos homéricos: “In the Homeric poems all women, including queens and goddesses, are either specifically described or said to be involved in the spinning of wool or the creation of cloth on their looms. Their work symbolizes the normal order of life, in which women take care of their households while men defend the city.” (Pantelia, 2017: 494)
[16] En este sentido: “Aeneas' meeting with Andromache in Buthrotum emphasizes yet more forcefully the depth of her loyalty and love, which extend beyond death itself.” (Starry, 2017: 257)
 
Bibliografía
 
Calvo, J. L., García Gual, C y De Cuenca, L. A.  (trad.) (2008), Eurípides, Las troyanas, Barcelona, Gredos.
Crespo, E. (2006), Homero, Ilíada, Barcelona, Gredos.
De Beauvoir, S. (2012), El segundo sexo, trad. García Puente, J., Buenos Aires, De Bolsillo.
Doerthy, L. E. (2017), “Gender and Internal Audiences in the Odyssey” en The American Journal of Philology, Vol. 113, No. 2, pp. 161-177, The Johns Hopkins University Press.
Hayes, B. J. (1990), Xenophon, Oeconomicus, Londres, University Correspondence College Office.
Medina, A., López Pérez, J. A. y Calvo, J. L. (trad.) (2008), Eurípides, Andrómaca, Barcelona, Gredos.
O’Neil, W.J. (2017), “The Status of Women in Ancient Athens” en International Social Science Review, Vol. 68, No. 3, pp. 115-121, Pi Gamma Mu, International Honor Society in Social Sciences.
Pabón, J. M. (2006), Homero, Odisea, Barcelona, Gredos.
Pantelia, María C. (2017), “Spinning and weaving: Ideas of domestic order in Homer” en The American Journal of Philology, Vol. 114, No. 4 (Winter, 1993), pp. 493-501, The Johns Hopkins University Press.
Roig, M. (1980), ¿Tiempo de mujer?, Barcelona, Plaza y Janes.
Starry West, G. (2017), “Andromache and Dido” en The American Journal of Philology, Vol. 104, No. 3 (Autumn, 1983), pp. 257-267, The Johns Hopkins University Press.
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