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Interpretaci�n del fen�meno zombi desde el psicoan�lisis Entretenimiento y capitalismo ps�quico. Parte I
Manlio Alcides Soto Paiz
Psicólogo Clínico y Psicoterapeuta. Mgtr. en Andragogía.
[email protected]
 
Introducci�n

La palabra zombi es de origen africano y se usa para denominar a un muerto reanimado por hechicería vudú o alguna otra tradición mágica de origen africano. Con el sincretismo sufrido durante la esclavitud, fue también considerado un sortilegio demoníaco, un cuerpo sin alma, un ente cataléptico a la orden de su amo hechicero. Este fenómeno encantó a muchas mentes de Hollywood y crearon un nicho de entretenimiento dedicado al tema.

Cada cierto tiempo, renace más fuerte la “zombimanía”, programas de televisión como la serie The Walking Dead, o películas de humor negro como Zombiland y otras similares, tienen seguidores de culto, ni se hable de las clásicas del cine en como “White Zombie” y “The living dead”. 

Entonces, se hace legítima la pregunta siguiente: ¿qué representa el fenómeno zombi como producto psíquico, como sueño y deliro de las masas que se entretienen fascinadas y fanáticas?

Para responder a esas interrogantes, se utilizó el psicoanálisis como herramienta de interpretación. A través de una hermenéutica de la psique humana, se revela lo que representa el zombi en el drama colectivo y así se interpretan las pasiones y preocupaciones latentes bajo esta manifestación cultural.

De acuerdo a lo anterior, el trabajo hermenéutico revela los siguientes aspectos sobre el fenómeno: 1) El zombi como símbolo de la alienación psicológica por el entretenimiento, 2) El retorno a la inmediatez del cuerpo, 3) El zombi como antihéroe cultural, 4) Una reflexión sobre la condición humana: capitalismo y posmodernidad, 5) como parte de la cultura de violencia y acceso a las armas.


1. El zombi como símbolo de la alienación psicológica por el entretenimiento

Se puede observar que el ser humano posmoderno es como un muerto viviente, un autómata manipulado por fuerzas ocultas, que proceden no solo de lo inconsciente, si no de lo “hiperconsciente”,  -término que el autor del presente artículo ha derivado de la idea de J. Baudrillard de lo hiperreal- una consciencia informática, controlada por el marketing y los medios, hecha de simulacros cargados a la psique por un Superyo que le ordena gozar, consumir, copiar y asumir los roles y poses de las imágenes brindadas por el entretenimiento, las cuales se asumen como estilos de vida y de pensamiento. (Baudrillard, 1994)

Esto es un reality del reality show; como lo indica Baudrillard, detrás de los simulacros no hay verdad, la verdad son las mismas simulaciones. Esta revelación de la hiperconsciencia hace coyuntura con el superyó punitivo que ordena gozar, así aparece la estructura que crea zombis. Se produce un corte entre psique y soma, no por un dualismo cartesiano, sino por un consumismo desmedido, por la codicia tecnológica a través de una vida no examinada, como experiencia dentro de las pantallas de los dispositivos.

Este tipo de cultura “ascéptica”, fóbica a la auto-observación y exploración, se proclama alérgica a la verdad, al autoconocimiento y a los vicios, por ende, aborrece las pasiones profundas que conducen a la verdad más objetiva.

Se observa el juego de palabras: el sujeto no vive, no se tiene, se entre-tiene, es entretenido, desea entre-tenerse para el otro y ser el entretenimiento que desea el otro. El zombi representa una analogía a este conflicto humano: un autómata capturado por la libido investida como pulsión de muerte en las pantallas de televisión y dispositivos tecnológicos que se tornan en fetiches.

Como un proto-ciborg, el ser humano recurre cada vez más a la libido investida en los dispositivos tecnológicos para animar su psique y su cuerpo, en esos objetos fetiche reside la energía psíquica capturada, el instinto de vida imparable, des-organizado (sin órgano) e inmortal que convierte en zombi al humano entretenido.

Desde otra perspectiva, pareciese que el zombi antropófago es una actualización del canibalismo primario con los toques decadentes y pos modernos de la época. El humano se convierte entonces en un zombi, un autómata que solo busca saciar su hambre mediada por el entretenimiento como fantasma y fantasía que estructura su experiencia.

Nótese, que no es la pulsión sexual la maximizada, si no el hambre y la agresión resultante del deseo por devorar sin pararSe puede interpretar esto como signo de regresión oral, la autodestrucción de la humanidad atrapada entre su Eros y su Thánatos fuera del control de un ego-pantalla.  El Eros resucita por la mirada del espectador que se fascina por el zombi que realiza el goce primitivo del canibalismo. Aquí se vislumbra el homo homini lupus, el caníbal -como apunta Freud- ama a sus enemigos, se incorpora al sujeto ansiado comiéndoselo y así lo destruye, gusta de sus enemigos mas no se come a otros zombis. 

Esta libido que insiste y no muere, es una forma eros thanático, si se permite el oxímoron. Este choque de contrarios en la cultura popular, hace del zombi un excelente gancho para las proyecciones e identificaciones de la psique humana. Vemos que el humano zombificado se convierte en un devorador del mismo hombre, como metáfora radical de la oralidad infantil primaria.

Se aprecia entonces, la junción de los opuestos eros-thánatos, simbolizada en el zombi como el cuerpo sin alma pero que vive, vive para actuar su voraz deseo, siendo la última frontera el cuerpo del otro. Esto lo explica  Žižek con su lectura de Lacan sobre la laminilla, la libido que no necesita de ningún órgano, que no existe si no insiste, esa que da la obscena inmortalidad a los muertos vivientes, el exceso de vida que excede al ciclo biológico, la ciega insistencia de la libido, es la misma pulsión de muerte que posee al zombi. (Žižek, 2002)

Pareciese que el apocalípsis zombi es un drama que representa la fantasía colectiva inconsciente de autodestruirse en una orgía antropofágica para renovarse de alguna manera. Este aspecto se retoma en el siguiente apartado. 

Se puede esbozar, que el ser humano actual es ya un proto-zombi alienado e inconsciente de su propia voluntad, sustituida por la voluntad del entretenimiento que ocupa el lugar de su consciencia haciéndole creer que es su verdadero espíritu, ese que le anima a perseguir los modelos de vida de los shows y programas. 

No habrá ser humano sino showmen que dominarán el mundo, líderes, políticos y pensadores que vienen del entretenimiento o se convierten en showmen enaltecidos por las masas y los medios. En Guatemala, Centroamérica, hay un presidente que viene del mundo del entretenimiento, D. Trump en Estados Unidos, junto a Reagan y Schwarzenegger son otros claros ejemplos.

Los medios saben lo que se necesita para influir sobre las multitudes, Freud predijo la estrategia mediática en su estudio de la psicología grupal. Freud anota que es inútil argumentar lógicamente, será más preciso presentar imágenes de vivos colores y repetir una y otra vez las mismas cosas.  La multitud es susceptible a las palabras que provocan las más violentas tempestades, ni la razón o argumentos pueden con ciertas palabras y fórmulas que son como fuerzas de la naturaleza, son fuerzas mágicas. Además, las multitudes no conocen la sed de la verdad, dan preferencia a lo irreal sobre lo real, no distinguen entre ambos. La vida imaginativa -exacerbada de imágenes desde las pantallas- y la ilusión son características de la neurosis. Para el neurótico no hay valor para la vida objetiva, solo para la realidad psíquica y un síntoma histérico se funda en una fantasía y no en algo verdaderamente vivido. La masa entretenida no pasa la prueba por la realidad en su actividad anímica. (Freud, 2006)

Las palabras de Freud antes citadas, que pertenecen a su obra Psicología de las masas y análisis del yo, son las llaves que abren la oportunidad de entender la neurosis pos moderna como la del hombre entretenido, ese muerto en vida, ese que no tiene vida, solo se entre-tiene.


2. El sujeto mediado y el falso retorno al cuerpo in-mediato

Existe, aparentemente, un aspecto compensatorio y/o regulador en la psique colectiva, cuando se trata del encanto zombi en el cine y la pantalla.  Parece que el zombi es el humano representándose a sí mismo en un escenario donde reconecta, de manera perversa, con el cuerpo y su deseo.

A pesar de ser un símbolo del consumismo alienante y la pérdida de la identidad, el zombi hace que el humano sobreviviente retome contacto con lo esencial, su cuerpo y susupervivencia: comer, cazar y defenderse. Este retorno a lo básico, hace del humano no zombificado un héroe que juega el rol del yo ideal, el pequeño otro, en esta mitología.

El apocalipsis zombi llevaría a los humanos sobrevivientes a iniciarse en las artes de la supervivencia. Revaloran su cuerpo y la inmediatez fuera del entretenimiento; su cuerpo no poseso, es cuerpo in-mediato, se resiste a la mediación de los medios masivos, ese cuerpo con sus tripas, entrañas y jugos, es lo que desea colonizar el automatismo del entretenimiento.

Se observa que, paradójicamente, el retorno a la inmediatez, esa atención plena en la vida, es también retorno de la angustia. No se trata del Che vuoi? o ¿Qué quieres? se trata de ¿Qué me quiere? Para las multitudes entretenidas, la vida ya no es inmediata, lo inmediato es lo mediático, a través de los medios, la Web, videojuegos, TV y demás pantallas, la angustia es minimizada por un adormecimiento de las masas que se entre-tienen, para evitar la angustia de vivir esa posibilidad que acecha en cada esquina: la muerte a manos del otro poseso por algún mandato del gran Otro, creando una ruptura en el registro simbólico que deja ver lo aterrador de lo Real. (Lacan, 2006)

Es por ello, que los sobrevivientes del ocaso zombi pagan con angustia constante su restante humanidad; han despertado ante el horror, su psique y cuerpo ya no es mediado por el superyo consumista que zombifica, han desinstalado el programa que simula la consciencia -hiperconsciencia- para convertirles en zombis del entretenimiento.  Lo mismo le pasaría al humano que decide no seguir los mandatos superyoicos, deberá asumir su angustia y escapar del adormecimiento de las masas; pagará con la náusea existencial y será libre para enfrentar a su cazador, el otro zombificado que vendría a ser un doble infierno -parafraseando a Sartre-.
 
La multitud entretenida por el show de zombis recupera de manera fantasiosa la libido perdida en la alienación, se crea un eterno bucle, una fantasmática simulación que les trae de regreso -compulsión de repetición- al estado de autómatas consumidores de imágenes. Así, el producto audiovisual para fines del entretenimiento masivo es un efímero alivio a la angustia existencial, una fantasmática -entiéndase del fantasma- recuperación de la libido que vuelve a gastarse en el acto mismo de ver el show; un ciclo interminable.


3. El zombi como antihéroe cultural

La pulsión de muerte, el inmortal instinto de vida, están presentes en este goce humano, de atestiguar cómo se es devorado. Este goce es uno de la mirada, un goce voyeurístico para la colectividad.  Si el humano alguna vez logra hacerse consciente de las fuerzas que se representan en estos dramas modernos de entretenimiento -como los zombis, vampiros, narcos, etc.- podrá acaso darse cuenta que está representando su drama interior, su neurosis e histérica colectiva a través del entretenimiento que está entretejido en su misma consciencia o simulacro de ella: la hiperconsciencia.

La hiperconsciencia instala los programas para ser un sujeto apto como “actor” o person-ajenado autómata, a través del sutil círculo vicioso del entretenimiento y los medios. Como lo consideró Marshall Mcluhan, lo medios de comunicación son las extensiones del hombre, de su sistema nervioso, de su psique.  La simulación de la psique está orientada a la explotación por el consumo de imágenes y tecnologías fetiche para el entretenimiento como nueva religión, ese opio de las masas. Este bucle psicológico hace que el zombi sea un antihéroe que regresa de una muerte psicológica, para devorar a los mismos hombres, culpables de la muerte de la psique humana a manos del entretenimiento masivo.


4. Una reflexión sobre la condición humana: capitalismo y posmodernidad

Se llega entonces a otro trasfondo en la presente interpretación psicoanalítica del fenómeno zombi; es en el espacio sociopolítico donde se plantean más interrogantes: ¿Será acaso un avistamiento del ocaso del capitalismo desmedido desbocando en un apocalipsis de antropofagia? ¿Se retrata la caída del imperio humano y su auto consumo en boca del zombi para luego permitir una regresión a la Real naturaleza?

Un paisaje donde todas las ciudades estén desoladas y las tecnologías sean obstruidas, será la venganza de la naturaleza en oposición a lo sintético, al simulacro de consciencia, esa hija del individualismo capitalista extremo, de las ilusiones humanas por perpetuarse en el poder sobre todas las cosas, esa consciencia informática y condicionada a través de estilos de vida consumistas y mecánicos imposibles de detener.

¿Quién puede detenerse un día y dejar de ser un muerto viviente que se viste cada mañana, se va al trabajo en una monótona fila de autos, para luego hacer lo mismo en un edificio, para luego comer comida sintética, para comunicarse sintéticamente, escabullirse para ver sexo sintético, casarse automáticamente, reproducirse, porque hay que reproducirse, comprar la casa, el auto y endeudarse, creando esclavitud hacia al dinero de manera automática? Todo lo anterior es puro entretenimiento como un concepto que evita la nausea existencial necesaria para experimentar el ser más allá del tener.

¿Quién podrá detener ésta vida de zombi pre-apocalíptica?  Se puede concluir en este apartado, que el zombi ya existe en un plano psicológico y que su re-producción en las pantallas, brinda un alivio perverso, un anti-héroe contradictorio: el zombi mismo como masa sin nombre cuyo enemigo es el humano sobreviviente. El humano, ahora será exiliado de su tierra, será comida de estos hambrientos autómatas. Existe otro deseo humano que se expone a continuación y se cumple por medio de un apocalipsis zombi: la posibilidad de la violencia ilimitada


5. La cultura de violencia y el acceso a las armas

El sobreviviente de un apocalipsis zombi tiene toda la libertad para armarse y destruir cuerpos humanos de esos infectados sonámbulos. El placer en destruir un cráneo, arrancar brazos, perforar con balas un cuerpo humano sin culpa, con permisividad es contenido de lo inconsciente humano.

Como una paradoja, en pos de la cultura se hará una masacre de autómatas no pensantes, pero muy peligrosos. Es muy fácil constatar, que las escenas de violencia en las películas zombi son las más atractivas para los espectadores, no existen las riendas ni las prohibiciones, aquí nada más se debe sobrevivir ante un enemigo que es el hombre mismo, siendo el zombi su imagen especular poseído por la pulsión de muerte. Una carnívora captura narcisista.

Aquí, se arriba a la meta ficción, la realidad es invadida por la ficción y viceversa. Obsérvese éste escenario: cuatro jóvenes juegan videojuegos en una súper pantalla con la última tecnología. No existe para ellos más, que este submundo del video juego. Así, mientras están absortos y entretenidos –sin libido sexual o intelectual, excepto la viso-motora, y una fantasía de violencia y poder- ocurre el esperado apocalipsis zombi en la vida real. Entonces, lo que ocurre en el videojuego, debe ser real; esto obliga a éstos autómatas o zombis reales a luchar contra otros más peligrosos. 

Entonces, nuestros muchachos dejarán de poner atención a sus pantallas y ponerle obligada atención a lo inmediato, a la sangre que bombea en su cuerpo asustado, al miedo, a su corazón, echar uso a sus extremidades, conectarse con su cuerpo de nuevo y correr a buscar las armas, tan deseadas para sobrevivir en este juego que es muy real, un juego que les despierta del sopor del consumo de imágenes, en una vida alienada. Les llama la madre naturaleza y les dice, mata o muere.

 

 
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Bibliografía
 
Baudrillard, J. (1994). Simulacra and Simulation.Michigan: University of Michigan Press.
Freud, S. (2006). Psicología de las masas y análisis del yo. Madrid: Alianza editorial.
Lacan, J. (2006). El seminario de Jacques Lacan: lIbro 10: la angustia. Buenos Aires: Paidós.
Žižek, S. (2002). Cómo leer a Lacan. Buenos Aires: Paidos.
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