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Remedios Varo. Mujer saliendo del psicoanalista 1960.
Remedios Varo. Mujer saliendo del psicoanalista 1960.
Imagen obtenida de: https://arthemira.wordpress.com/2015/03/24/remedios-varo-mujer-saliendo-del-psicoanalista/
Un recorrido por
la producción temprana de Judith Butler: entre complejidad y apertura
Por Ariel Martínez [*]
Dr. en Psicología. Instituto de Investigaciones en Humanidades y Ciencias Sociales (CONICET-UNLP)
amartinez@psico.unlp.edu.ar

La denominada segunda ola del feminismo desplegada hacia finales de los años 60, y más francamente en los años 70, fundamentalmente en Estados Unidos reunió un amplio espectro de militancias y producciones intelectuales que, aún al día hoy, integran un acervo conceptual de enorme potencia explicativa. Es sabido que, para el público curioso y no experto, la categoría de género es considerada, por decirlo de algún modo, representante metonímico de la totalidad del arsenal teórico que integran la enorme amplitud, profundidad y complejidad del alcance de las teorías feministas. Sin embargo, el género y su potencia heurística ha sido incorporado para producir torsiones en vectores problemáticos, como ser: la categoría Mujer y su alcance universal, la naturaleza del cuerpo como sede de la especificidad de la femineidad y, al mismo tiempo, como fuente de su subordinación, la identidad de las mujeres, sólo por nombrar unos pocos focos de discusión. El calor de estos debates acompañó la formación académica de una intelectual que, de modo polémico, produciría un impacto notable en los supuestos mismos que organizaban la discusión.

Se trata de Judith Butler. De ascendencia judía y disidente sexual, nuestra pensadora integró progresivamente a las coordenadas de su formación filosófica los aportes del feminismo. La primera irrupción relevante de esta articulación tal vez sea su artículo Sex and Gender in Simone de Beauvoir's Second Sex (1986), cuya presencia en la escena académica adquirió su máximo grado de contundencia con la irrupción de Gender trouble. Feminism and the subversion of identity (1990). Las páginas de aquel libro dan lugar a un complejo e intrincado entramado conceptual que integra diferentes aportes del feminismo, la filosofía, el psicoanálisis y, especialmente, las ideas de Michel Foucault (2008). A partir de allí, Judith Butler impugna la noción de un sujeto natural y sustancial preexistente a las normas culturales. Así, desafía la distinción que, de diferentes modos, resultaba piedra angular para la organización de varias vertientes del feminismo: la distinción entre sexo y género, entre la hembra biológica de la especie y la mujer prescrita culturalmente. Desde su punto de vista, el sexo es una construcción cultural utilizada para enmascarar las apuestas políticas de las instituciones falocéntricas y heteronormativas en la producción y regulación del género y el deseo. Si aceptáramos que el género es cultural y el sexo natural, podríamos interrogarnos, junto a Butler, ¿por qué cobran existencia social solo dos géneros, y por qué éstos deben derivarse siempre del sexo? Del mismo modo, señala, aceptar la premisa de la existencia de dos sexos opuestos, naturales y complementarios contribuye a la naturalización y heterosexualización del deseo.

Con el propósito de analizar en clave genealógica para arrojar luz a los procesos por medio de los cuales se designan como causa aquellas categorías de identidad que, de hecho, son efecto de instituciones, prácticas, discursos diseminados en múltiples puntos de origen, Butler explora las ideas de Beauvoir, Freud, Irigaray, Kristeva, Lacan, Wittig y otros. Su argumento apunta a señalar que aquello que entendemos por efectos del falogocentrismo y la heterosexualidad obligatoria debe relocalizarse como orígenes. La estrategia política feminista debe consistir en subvertir y desplazar las normas dominantes de género y heterosexualidad obligatoria.

En esta dirección argumenta persuasivamente que las políticas de identidad del feminismo limitan el Sujeto político mediante el cual el feminismo presume hablar y al que pretende liberar. Ella exhorta a las feministas a que problematicen el género. El concepto "mujer" en nuestra cultura es inestable y relacional, que el género como categoría es la creación de instituciones, prácticas y discursos, y no una base natural e inexpugnable de la identidad. Al hacer de esta premisa su punto de partida, la autora propone, por un lado, profundizar una crítica que ya está en germen en la teoría feminista: crítica a las consecuencias de las oposiciones binarias basadas en nociones culturalmente determinadas y estereotipadas de varón y mujer. Pero para ella el objetivo feminista no debería ser construir una noción de identidad basada en el género y sometida a un examen tal capaz de exorcizar los estereotipos inferiorizantes. Más bien, propone pasar de la crítica de las condiciones que se desprenden de las categorías de género a una indagación crítica de la construcción y la regulación política de las categorías mismas –y de las identidades que conforman su espectro.

Por lo tanto, Butler exige una deconstrucción y una genealogía crítica de la noción misma de identidad como herramienta teórico-epistemológica para una política de subversión. Afirma, por ejemplo, que la política no tiene que proceder de colectivos asentados sobre la idea de unidad y solidaridad. Más bien, las coaliciones deben reconocer sus contradicciones y fragmentaciones, y actuar a partir de tales contradicciones. No hay necesidad de suponer un sujeto estable detrás de la acción, nos dice, ya que, desde su perspectiva, el sujeto se construye una y otra vez en cada acto. Por lo tanto, muestra que la deconstrucción de las identidades no es un desmantelamiento de la política. Su estrategia de subversión es una contribución significativa a la política feminista. Muchas feministas y lesbianas han argumentado que las mujeres o las lesbianas están fuera o podrían estar fuera de la contaminación del falogocentrismo y la heterosexualidad obligatoria. Sin embargo, Butler enfatiza que las mujeres, gays y lesbianas siempre se construyen e integran en estas mismas estructuras. Sin embargo, todo parece indicar que mujeres, gays y lesbianas, al estar menos absorbidos por los marcos normativos que se imponen como referencia de lo Otro en la cultura dominante, tienen grados de flexibilidad de desplazamiento necesario para subvertir, desestabilizar, desplazar y desnaturalizar las categorías de género, sexo y deseo. Y esta fuerza y potencia de desestabilización encuentra su punto máximo en las parodias Drag, donde la escenificación del género que no corresponde a ese cuerpo sexuado marca otras posibilidades que desafían y subvierten los anudamientos normativos esperables culturalmente. Esta mirada deconstruccionista sobre el género y la sexualidad descentró la mirada respecto de posicionamientos de sujeto que no cuestionan e, incluso, refuerzan la mimesis normativa entre sexo y género.

Es así como Butler ha hecho una contribución significativa a la política feminista al cambiar la estrategia política: desde un centro localizado en las políticas de identidad a una postura fluida que llama a subvertir, parodiar, desplazar y desestabilizar las categorías de sexo, género y deseo. La autora analiza a Beauvoir, Irigaray y Wittig para construir sus argumentos respecto al modo en que el lenguaje construye la diferencia sexual, también se centra en Freud y sus conceptos tendientes a alimentar las discusiones sobre el tabú del incesto. Recorre cuidadosa y sistemáticamente las discusiones que implican al estructuralismo y al psicoanálisis en segmentos de la producción de Levi-Strauss, Lacan y Foucault, así como de las críticas feministas de Gayle Rubin, entre otras. Asimismo, vuelve a los textos de Kristeva, Foucault y Wittig para exponer hasta qué punto estos intelectuales logran desafiar los conceptos fundamentales que alimentan la lógica de las identidades. Es probable que la energía analítica de Butler haga deseable un estilo más flexible y descriptivo, particularmente si no se han leído todos los escritores que allí se discuten.

Butler ofrece análisis altamente condensados ​​y magníficamente elaborados del estatus de las mujeres como sujeto del feminismo y de la distinción sexo / género, y aproximaciones al tabú del incesto como el mecanismo que trata de imponer identidades de género discretas e internamente coherentes dentro de un marco heterosexual. Butler interroga respecto a qué le sucede al sujeto y a la estabilidad de las categorías de género cuando el régimen de heterosexualidad normativo, naturalizado y aparentemente ahistórico se desenmascara como origen de las categorías de género que se han reificado como trascendentes, para todo tiempo y lugar, en lugar de local o históricamente específico. Con influencias de Michel Foucault, la autora expone cómo las categorías de género se construyen y reconstruyen constantemente a través de discursos históricamente específicos, por lo que, justamente, en absoluto configuran categorías estables o trascendentes.

Butler propone una forma de desnaturalizar y resignificar las categorías corporales a través de un conjunto de representaciones paródicas. Esta idea que irrumpe a final de su propuesta condensa el movimiento deconstructivo en su metodología, hipnotizando al lector con un núcleo argumentativo que insiste a lo largo del texto: una noción de "performativo", tomada de la teoría del acto de habla y que implica una actualización continua de los significados de sexo/género, herramienta teórico-política a la que la autora atribuye grandes posibilidades a la hora de impugnar los códigos dados de diferencia sexual. En este contexto Butler argumenta en contra de la fijeza de la identidad de género como profundidad interior, también en contra de la figura de lo femenino a la espera de la inscripción de cualquier significante masculino para entrar en el lenguaje y la cultura. Para Butler, la construcción no se opone a la agencia transformadora, sino que es la premisa para hacer posible la agencia. El acto transformador sería repetir paródicamente construcciones de género y así subvertir los marcos de inteligibilidad con los que contamos.

Su segundo libro, Bodies that matter (1993) puede leerse como un intento de incorporar las críticas que se le han realizado respecto al voluntarismo que sobrevuela la propuesta política de la parodia de género, y a la dilución que sufre la materialidad del cuerpo en sus consideraciones sobre la raigambre discursiva del sexo. Es así como este aporte constituye un intento feminista y filosófico de (re)pensar, fundamentalmente, el cuerpo. Si bien allí Butler sostiene que la materialidad de los cuerpos -la materialidad del sexo- es en sí misma una construcción social e histórica, también destaca que mientras ciertos cuerpos se han vuelto valiosos, otros han sido producidos como abyectos.

Nuevamente, Butler vuelve sobre el sexo entendido como una norma que regula y rige la materialización de los cuerpos a lo largo del tiempo. El poder y sus regulaciones no es una imposición externa de "poder" sobre un sujeto, sino que es una restricción que opera en la propia formación del sujeto. En esta oportunidad y bajo claves de la deconstrucción derrideana, Butler examina aportes de Platón, Aristóteles, Freud, Lacan, Foucault e Irigaray. Butler demuestra cómo las relaciones de poder funcionan para formar el "sexo" y su "materialidad". Su principal enfoque está en la "heterosexualidad normativa", pero también examina la regulación social de la raza. Análogamente a su afirmación con respecto al sexo (es decir, que el sexo no es pre-existente, sino efecto), Butler afirma, “antes que aceptar un modelo que entiende el racismo como discriminación sobre la base de una raza dada previamente, sigo la línea de aquellas teorías recientes que han sostenido que la "raza" se produce parcialmente como un efecto de la historia del racismo” (Butler, 2008, p. 41). En esta misma línea, Butler destaca los anudamientos entre la producción de los diferentes núcleos identitarios que operan en la formación del sujeto, aunque, sin embargo, se muestra cauta de hacer de ellos análogos estrictos. Indica la tensión que, por momentos, intelectuales feministas han sentido al reconciliar la necesidad política de una categoría mujer con la necesidad de problematizarla. Butler toma la película documental de Jennie Livingston, Paris Is Burning, argumentando en contra de las interpretaciones de bell hooks y otros, que acusan a algunos artistas Drag de homosexuales masculinos para dar curso a la misoginia. En opinión de Butler, Paris Is Burning demuestra que la diferencia sexual no es anterior a la raza o la clase en la composición del sujeto. Butler comenta: “sostener que la diferencia sexual es más esencial que la diferencia racial equivale a suponer efectivamente que la diferencia sexual es diferencia sexual blanca y que la condición de blanco no es una forma de diferencia racial” (Butler, 2008, p. 262).

Por otra parte, Butler se posiciona críticamente respecto a la oposición entre esencialismo y el construccionismo. Por un lado, critica el esencialismo; en particular aquel que permanece presente en la amplia distinción entre género y sexo. Este último, se supone, refiere a una esencia no construida (biológica, natural, corporal, material). Butler afirma que siempre que intentamos deslindar partes del cuerpo sexualmente diferenciadas, actividades, capacidades, diferencias hormonales y cromosómicas estamos, indefectiblemente, apelando a un campo discursivo. Desde su punto de vista, los discursos operan mediante performativos, es decir, actos de habla capaces, incluso, de prescribir y realizar la diferencia sexual organizada heteronormativamente. En clave derrideana Butler enfatiza el proceso de reiteración o citacionalidad: los performativos deben repetirse una y otra vez para ser eficientes y asumir la autoridad. De hecho, su propia apariencia de poseer autoridad es un efecto de su reiteración, ya que son, de esta manera, capaces de referirse continuamente a una enunciación precedente, y en tal proceso configuran el umbral del mundo visible (Silverman, 1996). Esta reiteración, sin embargo, debe corresponderse con una citación por parte de los sujetos interpelados por los marcos normativos: una performatividad constitutiva.

Una dimensión relevante que la autora señala refiere al carácter performativo que se oculta detrás de la ilusoria permanencia del género. De acuerdo a Butler, tal pertenencia a uno u otro género, a una inscripción en zonas del lenguaje que deben ser confirmadas una y otra vez. La movilidad de identificaciones hacia otras localizaciones de sujeto, aunque no ancladas en realidades sustanciales, se encuentra regulada mediante la amenaza de un castigo. La amenaza de castración presente en el relato freudiano parece operar en esta dirección que, en última instancia, infunde el temor a la exclusión del lenguaje y, por lo tanto, del reconocimiento que torna una vida social viable. Esto equivale a lo que podría entenderse como una 'excomunión'; o, en palabras de Butler, es un descenso a las esferas de lo inhabitable, inviable e invivible. Tal exclusión del lenguaje se realiza por medio del propio lenguaje, en la forma de performativos prohibitivos. Entre ellos destacan, en relación con la constitución de una diferencia de género organizada heterosexualmente, las interpelaciones homofóbicas de la "lesbiana masculinizada y el hombre homosexual afeminado”. A través de tales condenas y la amenaza de excomunión se crea un horror que funciona como un límite eficiente para la comunicación y la sociabilidad.

Sin embargo, no solo el temor interpelado debe ser proscrito, sino que también debe identificarse con lo prescrito, a través de un vínculo libidinal. Estas condiciones, entonces, son necesarias para que los procesos de subjetivación funcionen y aseguren la constitución de un cuerpo, sujeto e identidad heterosexualmente organizado y diferenciado por género. Y, de acuerdo con Butler, ciertamente funcionan de manera eficaz. El poder, de hecho, no es más que esta actuación performativa reiterada. Sin embargo, las condiciones de su producción constituyen, al mismo tiempo, los puntos débiles para su funcionamiento. Una vez más, los diversos aspectos están íntimamente relacionados. La performatividad que signa la reiteración y la cita inevitablemente implica una discrepancia en la copia. A esto se suman las posibilidades de una interrupción o deconstrucción en los actos de reiteración y citación, una resignificación por parte de los sujetos.

Incluso los procesos de identificación contienen un punto débil. La complejidad de las identificaciones y de los deseos siempre excede a cualquier prescripción de género; es por ello que la autora afirma que la identidad es siempre fantasmática. Por ejemplo, una feminidad o masculinidad heterosexualmente estructurada incluye precisamente, y de hecho está constituido por, lo que ha sido expresamente excluido. En otras palabras, la identificación no puede crear identidad entre la performatividad de prescripciones y proscripciones, por un lado, y el enjambre de identificaciones y deseos, por otro lado.

Con todo, entonces, lo prohibido -excomulgado- puede llegar a la insubordinación. De esta manera, Butler ha confrontado problemas que se imputan a su posición construccionista: el problema de la asunción de la identidad, el problema del sujeto o agencia, y el problema de la arbitrariedad voluntarista. Y, claramente, ella ha tratado estos temas de manera altamente reflexiva, teóricamente sofisticada y erudita. La autora instala, también una compleja relación –denominada quiasmática- entre materialidad y significación. Si, por un lado, no puede afirmarse la existencia de ningún ente sin una marca discursiva que lo torne inteligible de acuerdo a normas hegemónicas, por otra parte la autora sugiere algo que trasciende al lenguaje y lo impulsa; y este algo es precisamente lo excluido, lo no idéntico en las identificaciones, más los mismos movimientos de apegos, identificaciones y deseos libidinales. Los últimos están en un sentido enfático fuera del lenguaje; o en la concepción de Butler son inconscientes.

Es lícita la pregunta por la existencia, o no, de una metodología en Butler. Esto plantea la cuestión del carácter de los propios textos de Butler, así como de la continuidad entre sus textos, incluso dentro de sus propios textos. Ella procede principalmente a través de una lectura de textos canónicos: Platón, Irigaray, Freud, Lacan, Althusser, Zizek, Laclau, Mouffe, entre otros. Y no se puede dudar de que, al menos en parte, su lectura debe leerse como una iteración o cita deconstructiva en el sentido antes señalado: se repite detectando un exceso, exponiendo debilidades en lo repetido, tornándolo sospechoso. Esta estrategia utilizada por Butler tal vez debiera entenderse en sí misma como una forma de abordaje que, también, configura interpretaciones hiperbólicas: exageradas, teatrales; y habilitadas y no desestimables si se acepta su postura onto-epistemológica de cuño foucaultiano, donde, justamente, la verdad también puede producirse en esos plexos narrativos aún no hegemónicos.

Con sus potencialidades y sus límites, la apuesta teórica butleriana localizada en los inicios de su producción ha respondido al imperativo ético-político de pensar la vida de grandes franjas poblacionales excluidas de la definición de lo humano. Su producción brinda artefactos teóricos potentes para delimitar la diversidad sexo-genérica desde ángulos que no suponen patologización, inferiorización y exclusión, junto a consideraciones éticas que reparan en la precariedad de las existencias subjetivas de aquellos que sufren la segregación y la violencia de las normas sociales. Su producción resulta un insumo capaz de interpelar y transversalizar los constructos conceptuales de cualquier disciplina y la sensibilidad afectiva y crítica de cualquier sujeto encarnado. La inmersión en la profundidad de su pensamiento es un desafío del cual no debiéramos privarnos.



[*] Texto leído el 13-11-2010 en el Coloquio de Rosario "Vigencia del Inconciente. A 50 años del Coloquio de Bonneval". Quiero agradecer a mis colegas del Colegio de Psicoanalistas: Cristina Dayeh, por su profunda lectura y sugerencias, y a Marcelo Armando, Rodolfo Espinosa y Horacio Sporn, por los intercambios alrededor de Moisés y la religión monoteísta, que dieron lugar a parte de lo que aquí se expresa.


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Bibliografía
 
Butler, Judith. Gender trouble. Feminism and the subversion of identity. Routledge, New York & London, 1990.
Butler, Judith.Sex and gender in Simone de Beauvoir´s Second Sex. Yale French Studies, 72: 35-49, 1986.
Butler, Judith.Bodies that matter. On the discursive limits of sex. Rutledge, New York, 1993.
Butler, Judith.Cuerpos que importan. Sobre los límites materiales y discursivos del “sexo”. Paidós, Buenos Aires, 2008.
Foucault, Michel. La voluntad de saber. Historia de la sexualidad Vol 1. Siglo XXI, México, 1976/2008.
item Silverman, Kaja. The threshold of the visible world. Routledge, New York, 1996.
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