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Paul Delvaux (1897-1994)
¿Despertar al hipnotizado?
Por María Cristina Oleaga
mcoleaga@elpsicoanalitico.com.ar
 

Pareja deja morir a hijo real por cuidar a niña virtual. [1]

En Japón, los adictos a los videojuegos tienen nombre propio: son los adictos a la tecnología, los llamados “hikikomori” (palabra que en japonés significa “reclusión” o “aislamiento”) [2]

Introducción

El sujeto fascinado frente a una pantalla, atrapado, desaparecido como tal, vive una vida virtual, ‘reniega’ de la castración, y no entra, así, en conflicto con el discurso del capital y el mercado. En el mismo sentido, la televisión también modela sujetos complacientes y promueve efectos de masa y, a la vez, de aislamiento. Dichos efectos no por menos espectaculares dejan de ser devastadores.

Los padres a los que alude la noticia estaban, como tantos, sin trabajo. Sin embargo, no tenían lazo con otros en su misma condición. La soledad, el aislamiento al que se refiere la denominación japonesa citada en el acápite, es una condición para la reproducción del sistema. Sin trabajo, entonces, pero no sin aportar al engranaje de producir/consumir, en la medida en que la ‘salida’ que encuentran atenta sólo contra sí mismos, contra su producto, el hijo.

La hipnosis sería el mecanismo de captura/producción del sujeto y también el de formación de una ‘masa’. La misma permanece, inerme, frente a pantallas televisivas o cibernéticas; en general se desconoce como tal, ignora a sus pares, no siente la cohesión horizontal. El ‘líder’, en estos casos, puede permanecer anónimo e inmaterial, aunque efectivo en el objetivo de empujar siempre a un ‘más’ de goce y de crear la ilusión de no pagar por ello ningún precio.

El Psicoanálisis, preocupado desde su origen por el marco social en el que se instituye el sujeto, puede estudiar estos fenómenos e intentar abordajes que no se limiten a la nostalgia por lo perdido. Consideraremos para ello, en contraste con la operación mediática de la hipnosis, al amor [3] y a la creación como apuestas subjetivas diferentes.

Hipnosis y subjetividad mediática

En ‘Psicoanálisis de la Televisión’ [4], el Dr.José Ricardo Sahovaler realiza un estudio detallado de este medio en el que destaca el vínculo del mismo con la hipnosis. Recortaré algunas de sus interesantes fundamentaciones para esta articulación.
Así, el autor resalta el papel de la preeminencia de la percepción sobre la conciencia en la recepción del estímulo televisivo, en detrimento de la memoria y del pensamiento verbal, o sea de la posibilidad de reflexión crítica y elaboración. En esta dirección, el papel del movimiento, de lo perecedero y de la inmediatez son datos que colaboran para una ‘desaparición’ de la subjetividad análoga a la que causan las adicciones más tradicionales.

Dice: “La televisión y la hipnosis obliga a un movimiento regresivo del ver (activo) al mirar (pasivo). Si en el ver el sujeto es dueño de su propia investidura de atención y puede dirigir la mirada hacia distintos puntos, en el mirar el objeto se ha apoderado de la mirada y dirige la actividad visual. En este sentido miramos la televisión del mismo modo que somos tomados por la mirada (o la palabra) del hipnotizador”.

Las corporaciones, los líderes formadores de opinión, visibles o no, las figuritas de la TV, los figurones de la política, muchos son los que intervienen para ocupar ese lugar inductor, ese lugar del Ideal. Podríamos, incluso, extender esta descripción y atribuir efectos hipnóticos a todos los medios representativos de la cultura de mercado.

La semióloga Cristina Corea radicaliza los conceptos de Sahovaler al referirse ya no a la afectación de la subjetividad sino a la producción de la misma por parte de prácticas sociales: “(…) lo que caracteriza la subjetividad actual es el predominio de la percepción sobre la conciencia. (…) El efecto hipnótico sería una característica del discurso mediático a la que nadie se sustrae. Porque ‘nadie’ designa aquí no a un individuo sino a un tipo de subjetividad, la subjetividad contemporánea. La hipnosis sería entonces una operación de producción de subjetividad socialmente instituida.” [5]

Podemos ver, entonces, la afinidad del rol de los medios, en su ejercicio hipnótico, en su lugar de liderazgo desde un Yo Ideal, con otras condiciones de la sociedad actual: la pretensión hedonista; la aceleración, tal como lo puntualiza Yago Franco en relación con el afecto [6]; la proliferación de los objetos de satisfacción solitaria y el rechazo de los lazos sociales; el terror al vacío que señala Leonel Sicardi [7]; y el mandato del Superyo a gozar sin límite. En suma, se trata del desprecio por la castración.



Otros límites

Los límites, sin embargo, no dejan de operar. La psicoanalista francesa Marie Hélène Brousse [8] señala que ya no rige para el sujeto un límite afín con la castración simbólica, ‘lo prohibido y lo permitido’ del lado del Nombre del Padre como lo conocíamos, sino más bien del lado del juego de las posibilidades: ‘lo posible y lo imposible’.

Es lo que se regula según los avances de la ciencia y las significaciones que portan los medios. Sabemos que la ciencia franquea constantemente sus propios logros y avanza con prescindencia de consideraciones éticas, motivada por el puro deseo –mortífero incluso- de saber. Por ejemplo, la inseminación artificial, el alquiler de vientres, el congelamiento de embriones, la clonación y todas las posibilidades que se abren en este camino pueden implicar el desafío de todas las leyes del parentesco y la prohibición del incesto.

Brousse destaca consecuencias de este movimiento para el sujeto, quien quedaría ubicado más del lado del objeto, como lo piensa Lacan cuando lo denomina ‘hablanteser’. En este sentido, está menos atrapado en el significante así como menos ligado a querer saber del síntoma y más deseoso de sacárselo de encima. Retomando a Lacan en el Seminario XXII, RSI, Brousse ubica las producciones subjetivas que hacen de límite en la inhibición, el síntoma y la angustia, consideradas con independencia del padre y su norma, o sea de un Amo y el conflicto con la norma. La anorexia, las impulsiones, el ataque de pánico podrían pensarse desde el concepto de límite frente a la falta de límites simbólicos.

La autora destaca también un incremento del estilo perverso como modo de goce. Este estilo se comprueba en la clínica, si bien podemos diferenciarlo de las estructuras perversas que raramente llegan a la consulta. Se trata de la entronización de un objeto, una solución fetichista, como la designa Brousse, para transformar el goce en deseo. Me interesó cómo la autora destaca la posición del sujeto en el sostén del deseo incluso allí donde cuesta encontrarlo.



La hipnosis y el Psicoanálisis

Freud renuncia al uso de la hipnosis en la cura -más allá de la confesión de sus dificultades como hipnotizador- cuando descubre que el poder de dicho método reposa en el vínculo con el médico y en la acción de la sugestión. Ni bien cesa ese influjo los síntomas retornan sin cambio alguno.

En este sentido, Freud asimila enamoramiento e hipnosis: “La misma sumisión humillada, igual obediencia y falta de crítica hacia el hipnotizador como hacia el objeto amado”. La misma absorción de la propia iniciativa; no hay duda: el hipnotizador ha ocupado el lugar del ideal del yo. (…) “El vínculo hipnótico es una entrega enamorada irrestricta que excluye toda satisfacción sexual, mientras que en el enamoramiento ésta última se pospone sólo de manera temporaria, y permanece en el trasfondo como meta posible para más tarde”. [9]

El abandono de la hipnosis puede ser tomado como bisagra entre la ‘prehistoria’ analítica y lo propiamente psicoanalítico. Así, vemos qué dirá Freud, años después de dar ese paso, del lugar del analista en la cura. Al preguntarse de qué depende la dificultad de curar el sentimiento inconsciente de culpabilidad señala: “Quizás también dependa de que la persona del analista se preste a que el enfermo la ponga en el lugar de su ideal del yo, lo que trae consigo la tentación de desempeñar frente al enfermo el papel de profeta, salvador de almas, redentor. Puesto que las reglas del análisis desechan de manera terminante semejante uso de la personalidad médica, es honesto admitir que aquí tropezamos con una nueva barrera para el efecto del análisis, que no está destinado a imposibilitar las reacciones patológicas, sino a procurar al yo del enfermo la libertad de decidir en un sentido o en otro” [10] ¡Todo un dato para pensar el margen que Freud deja para la elección subjetiva! Este comentario merecería una investigación aparte, especialmente en lo que se refiere al final de un análisis.



La operación analítica

Tenemos, entonces, la operación de la hipnosis como opuesta a la operación analítica ya que el analista no se presta a la identificación. En el Seminario XI Lacan detalla esta separación y precisa las coordenadas de la intervención del Psicoanálisis: “¿Y quién no sabe que el análisis se instituyó distinguiéndose de la hipnosis? Porque el mecanismo fundamental de la operación analítica es el mantenimiento de la distancia entre I y a.” [11] Quiere decir que, frente al mismo amor, la ‘entrega enamorada irrestricta’, que propone el sujeto enamorado/hipnotizado hay una nueva respuesta: separar el Ideal del objeto, los que se superponen en la hipnosis tanto como en el enamoramiento.

El Ideal, dice Lacan, es el lugar desde donde el sujeto se ve visto como amable por el Otro. Saber qué es lo que el Otro espera del sujeto, qué rasgos del sujeto permiten que el Otro lo ame, es un ‘espejismo’ posibilitado por el sostén simbólico, imaginario y real que ha prestado el Otro primordial. Es el Otro que ha ‘garantizado’ al sujeto una identificación anticipada con la imagen especular así como un lugar en la cadena de parentesco. Es la cara significante de la constitución del sujeto quien acepta ubicarse bajo las marcas que el Otro propone. Es decir: se identifica.

En el análisis, el sujeto se ofrece a la escucha y a la mirada del analista vestido con los rasgos que cree lo han hecho amable para el Otro. En ese sentido, la transferencia es la operación que hace coincidir el Ideal en el lugar del objeto, como lo señala Freud para la operación de la hipnosis. La transferencia es la condición para la hipnosis. Si el analista cede en ese punto conducirá al sujeto hacia la identificación con él.

Lacan señala que la transferencia, en este sentido, es lo que de la pulsión aparta la demanda, desde el lado del sujeto. La demanda de amor elide así a la pulsión, otra cara de la constitución subjetiva, que conlleva el modo de goce particular.

En verdad, el sujeto en contacto con el discurso del Otro primordial se encuentra no sólo con su palabra, encuentro que posibilita la identificación, sino, también, con el enigma de su deseo. El lenguaje, que no es un código, deja siempre el margen para no saber lo que el Otro quiere, no saber qué objeto podría satisfacerlo. Es el ‘Me dice esto pero qué me quiere decir’ que señala Lacan como pregunta estructural del sujeto.

La respuesta que el sujeto ofrece a la falta que transmite el Otro, a su deseo, es ubicar allí un objeto del que se desprende. Se trata de los objetos, ligados al cuerpo erógeno, que se recortan en la dialéctica entre el sujeto y el Otro: oral, anal, fálico. A ellos Lacan añade la mirada y la voz. Hacerse chupar, hacerse cagar, hacerse escuchar o mirar son posiciones que el sujeto podrá abandonar, recrear o resituar en la medida en que cese de esperar colmar al Otro con ellas. [12]

Para que ese lugar de objeto se presentifique en el análisis es preciso que el analista opere para llevar nuevamente la demanda a la pulsión. Sería la operación del deseo del analista el volver a llevarla a la pulsión de modo que el Ideal -que el sujeto le propone encarnar – sea aislado, separado a la mayor distancia posible del objeto: “El analista debe abandonar esa idealización para servir de soporte al objeto a separador, en la medida en que su deseo le permite, mediante una hipnosis a la inversa, encarnar al hipnotizado.” [13]. Recordemos que lo que caracteriza al deseo del analista, para Lacan, es encontrar la diferencia absoluta. Rescatar, así, lo más propio del sujeto, ligado a sus significantes primordiales, tanto como a su peculiar modo de goce pulsional.


El lugar del amor

“… solamente el amor ha actuado como factor de cultura (tanto –dice Freud- en el desarrollo de la libido del individuo como en el de la humanidad toda) en el sentido de una vuelta del egoísmo en altruismo.” Lo considera válido tanto para el amor sexual hacia la mujer como para el “amor desexualizado hacia el prójimo varón, amor homosexual sublimado que tiene su punto de arranque en el trabajo común.” [14]. Podemos seguir esta definición freudiana ya desde el Proyecto y rescatar allí el lugar del Otro primordial. [15].

La pérdida temida por el sujeto es la pérdida del amor del Otro, en tanto lo deja inerme ante sus pulsiones. La cesión de objetos se operará bajo ese mismo signo. El sujeto se desprende de ellos y los buscará, de ahí en más, en el campo del Otro en el encuentro con ese deseo enigmático, que no sabe qué lugar le reserva. Es la humanización, la simbolización, la libidinización del cuerpo y la separación de sus restos no simbolizables.

En este entramado, en la ilusión de reencuentro con lo ‘perdido’, se basa tanto la hipnosis como el amor de transferencia. Sin embargo, la ciencia y la técnica ofrecen hoy múltiples objetos y desalientan la búsqueda en el campo del Otro; empujan al goce ‘autista’ y fomentan la ilusión de completud. Es el intento fallido de transformar al goce en deseo a través de un objeto. Dejará, de todos modos, al sujeto en el vacío y la angustia.

Al considerar el malestar cultural actual vemos, entonces, que el amor tiene un lugar subalterno. El discurso capitalista, como lo elabora Lacan, no admite la dimensión de lo imposible, la castración. Desarticula, por lo tanto, el lazo social que es siempre ocasión de encuentro y, por lo tanto, de surgimiento del conflicto, la falta y la castración. El amor la incluye, está promovido por la falta, pero de él no se ocupa el discurso capitalista que ubica al sujeto solitario en un goce que supuestamente serviría para todos.

Lacan, en la misma dirección que Freud, afirma que sólo el amor permite condescender el goce al deseo [16]. Esto es válido, como vimos, en la producción original del sujeto. Asimismo, en el dispositivo analítico es necesario que opere el amor al saber atribuido al analista, saber sobre el padecimiento del sujeto. El desafío, entonces, si pensamos en la institución social del sujeto, en su posición ‘hipnotizada’, en la devaluación del amor al saber, es provocar ese amor.

En la prehistoria del Psicoanálisis Freud utilizó la hipnosis para llegar a la verdad atribuida a los síntomas. La descartó luego al promover la asociación libre; incluso rehusó el uso de la transferencia para ‘modelar’ al sujeto y preservó, así, su dignidad. Hoy nos encontramos de entrada con sujetos en posición hipnotizada y tenemos que apostar a su rescate.

La maniobra en la que se juega la posibilidad del análisis es causar en el sujeto actual una nueva relación con su sufrimiento. El pensar que algo significa, que hay quien sabe sobre eso y que el alivio vendrá con un trabajo y no con alguna incorporación mágica. En cierto modo, se trata de arrancar al sujeto posmoderno del estado hipnótico, de introducir una disrupción en él. No es seguro que sea siempre posible, es una apuesta que develará su efecto en cada caso.

A diferencia del hipnotizador, alojar la repetición en transferencia no sigue el camino de encauzar al sujeto hacia ninguna identificación. Es más, debe servir incluso para destituir aquellas que interfieran con su deseo y abrir, si cabe, la posibilidad de las soluciones inéditas y singulares: la invención y la creación. Son soluciones ligadas a nuevos arreglos con la pulsión, y al amor como medio -en lugar de un objeto- para llegar al deseo. En este sentido, hay también producción de un sujeto en la operación analítica.

 
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Notas
 

[1] http://www.tecnopadres.com/2010/03/05/muere-hija-corea-nina-virtual/
[2] http://elcomercio.pe/tecnologia/313724/noticia-crisis-mundial-favorece-aparicion-ciberadictos-videojuegos
[3] Nos referimos al amor en su diferencia con el enamoramiento, concepto éste que sí se vincula íntimamente con la hipnosis.
[4] http://www.psicoanalisis.com.ar/sahovaler/libro.htm ; 1997.
[5] Corea, Cristina, La subjetividad hipnótica de nuestro tiempo, http://www.estudiolwz.com.ar/protoWeb/librosLwz/present/PsicoanalisisdelaTVCC.htm ; 1998.
[6] Franco, Yago, El Gran Accidente: la destrucción del afecto: http://www.elpsicoanalitico.com.ar/num3/clinica-franco-destruccion-afecto.php
[7] Sicardi, Leonel, La otra cara del vacío. Aspectos del escenario social y vincular en que se instalan las adicciones, http://www.elpsicoanalitico.com.ar/num3/subjetividad-sicardi-adicciones-patologias.php
[8] Marie-Hélène Brousse, Sufrimiento psíquico y desafíos terapéuticos del mundo posmoderno, http://www.wapol.org/publicaciones/lacanian_compass/LacanianCompass-011.pdf , 2007; (La traducción es mía y no ha sido revisada por la autora)
[9] Freud, Sigmund, Psicología de las Masas y Análisis del Yo (1921), pág. 108; Sigmund Freud Obras Completas, Tomo XVIII, Amorrortu 1986.
[10] Freud, Sigmund, El Yo y el Ello (1923-25), pág. 51, n 2; Sigmund Freud Obras Completas, Tomo XIX, Amorrortu 1986.
[11] Lacan, Jacques, El Seminario, Libro XI, Los Cuatro Conceptos Fundamentales del Psicoanálisis (1964), pág. 281; Paidós 1987.
[12] Calvino, Italo, Bajo el sol Jaguar; fragmento. Sección Erotismo de este mismo número.
[13] Lacan, Jacques, El Seminario, Libro XI, Los Cuatro Conceptos Fundamentales del Psicoanálisis (1964), pág. 281; Paidós 1987.
[14] Freud, Sigmund, Psicología de las Masas y Análisis del Yo (1921), pág 98; Sigmund Freud Obras Completas, Amorrortu 1986.
[15] Oleaga, María Cristina, Desnutrición simbólica y desamparo: http://www.elpsicoanalitico.com.ar/num3/subjetividad-oleaga-desnutricion-simbolica-desamparo.php
[16] Lacan, Jacques, El Seminario, Libro X. La Angustia (1962/3), pág. 194; Paidós 2006.

 
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