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Paul Delvaux (1897-1994)
El hombre sonriente
De Henning Mankell
Tusquets editores 2008
Por Leonel Sicardi
[email protected]
 

El lector que se acerca por primera vez a leer a Henning Mankell en su serie del detective Kurt Wallander se llevará dos desilusiones, descubriendo dos cosas que no son lo que parecen.

La primera es que el relato de casos policiales en la Suecia actual, es una mera excusa para describir la otra cara de una sociedad aparentemente prolija y civilizada como la sueca, cuya fachada se descascara mostrando oscuros enclaves nazis, situaciones violentas y perversas y grupos políticos sumamente reaccionarios.

Esta podredumbre saca a la luz los horrores de nuestra cultura de la cual Suecia no tiene todo el patrimonio, ni mucho menos.
La segunda desilusión es que la saga policial del investigador Wallander, muestra en realidad a un filósofo que encara permanentemente sus sentimientos más profundos, el sentido de su vida, su realidad vocacional y laboral, su etapa vital, el paso del tiempo, la relación con su ex mujer y su hija, mostrando la soledad y la incomunicación que favorece nuestra cultura, plagada por otro lado de avances tecnológicos que supuestamente favorecen las comunicaciones.

En este permanente replanteo de su posicionamiento subjetivo el detective Wallander, incluye la tensa relación que tiene con su padre, que es bastante mayor y a la vez araña los vestigios que lo aferran al deseo y a lo vital, representado por un mismo cuadro el cual pinta siempre e intenta vender con despareja suerte.

En este libro “El hombre sonriente” el detective y sus colaboradores se ven envueltos en la investigación de varios asesinatos, de los cuales el mismo detective Wallander casi es víctima, ya que atentan contra su vida al ponerle una bomba en su auto, situación de la que logra salvarse apenas.

Esta investigación pone en jaque las componendas del poder político con los grandes capitales, ya que en el curso de la investigación tienen múltiples advertencias de la autoridad policial y estatal acerca de cómo se atreven a tener bajo sospecha a un ciudadano “intachable”, con mucho poder y muchas inversiones en el país y en el extranjero. Confirmando una vez más el hecho de que no son los países los que mueven capitales sino los capitales los que mueven países.

Los paisajes desolados, con bajísimas temperaturas y las casas solitarias en medio de bosques nevados son el escenario de esta novela donde no sólo el paisaje es inhóspito, sino también los laberintos de la delincuencia económica por los que nos propone transitar.

Lo que no desilusiona, como casi toda la serie del inspector Wallander, escrita por Mankell, es su apasionante lectura.


 
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