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Autor: Paul Strand. Título: The Family, Luzzara, Italy. 1953
Autor: Paul Strand. Título: The Family, Luzzara, Italy.
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La masculinidad en cuestión: vacilaciones, malestares, transiciones
Por Facundo Blestcher
Psicoanalista. Miembro Titular de ASAPPIA. Vicepresidente de la Sociedad Psicoanalìtica de Paraná.
[email protected]
 

Si bien gran parte de las transformaciones históricas del Siglo XX condujeron a un creciente protagonismo de las mujeres -a partir de la denuncia de las desigualdades del patriarcado- y a una deconstrucción de las teorías acerca de la feminidad [1], no resulta menos cierto que las últimas décadas nos enfrentan con una descomposición de los discursos hegemónicos sobre la masculinidad. El llamado fin del dogma paterno [2] no es ajeno a estas mutaciones en los procesos de producción subjetiva de los varones.

Del pensamiento de Freud [3] se extrae una teoría de la masculinidad que ha heredado el supuesto del dado por sentado [4]. Se sostiene canónicamente que la sexualidad masculina responde a una evolución natural y lineal, en tanto el varón conserva la zona erógena y el objeto de la sexualidad infantil, y la interdicción paterna al interior del complejo de Edipo abre a la elección de objeto heterosexual por renuncia a la madre. Múltiples avatares fueron subsumidos en una serie de fórmulas explicativas que superpusieron trastornos de género en la infancia, elección homoerótica de objeto y angustias homosexuales de varones heterosexuales (atribuidas a fantasmas femeninos debidos a la “bisexualidad constitutiva” o a la “homosexualidad inconsciente”).

La masculinidad cuestionada: de los estudios de género al Psicoanálisis

Los estudios de género han contribuido al análisis del malestar masculino, identificando los modos sociales de representación de la diferencia sexual, superando el esencialismo y la subordinación a la biología. No obstante, en la medida en que la sexualidad –en tanto plus de placer irreductible a la autoconservación– no se limita a los dos rubros de la sexuación como ordenamiento masculino-femenino, ni a la genitalidad articulada por la diferencia de los sexos, sus aportes deben ser ponderados en su pertinencia específica [5].

Los discursos tradicionales naturalizan una masculinidad hegemónica sostenida en ideales e imperativos de autonomía, dominio, control y potencia sexual [6]. Actualmente se observan, tanto en la cultura como en la clínica, ciertos cambios que afectan a los varones ocasionando malestar. Los estereotipos dominantes se fracturan y emergen formas específicas de padecimiento: estados depresivos, crisis de angustia, procesos de des-identificación y desbalances narcisistas, afecciones psicosomáticas, consumos compulsivos [7]. Este sufrimiento puede sintetizarse en una vivencia de vacilación o fragilización de la masculinidad [8].

Desde el Psicoanálisis no podemos desconocer la incidencia de los dispositivos de subjetivación, tanto en la configuración de nuevas identidades como en la causación de padecimiento psíquico, y advertir las texturas del malestar en la cultura y los modos concretos con los que en cada época se definen los términos y contenidos del conflicto psíquico [9].

La masculinidad comporta un entrecruzamiento de aspectos pulsionales e identitarios, representaciones sociales y relaciones de poder. La distinción entre sexo, género y sexualidad (como así también entre identidad sexual e identidad de género) requiere considerar las diferencias entre producción de subjetividad y constitución del psiquismo (Bleichmar, 2009). Se establece una distinción entre, por un lado, los modos históricos de articulación ideológico-discursiva con que cada cultura en un periodo determinado define al sujeto social; y por otro, las premisas del funcionamiento psíquico que adquieren un cierto carácter universal y definen la conformación del sujeto psíquico tal como el Psicoanálisis releva.

La sexualidad masculina y las paradojas de su constitución

Las tensiones entre el yo y los ideales, la conmoción del registro identificatorio y narcisista por las transformaciones epocales, propician vacilaciones en las masculinidades. Sin embargo, desde una fundamentación metapsicológica, es posible reconducir las condiciones de este malestar a los procesos mismos de constitución de la sexualidad masculina.

La sexualidad es implantada por la pulsación primaria que ejerce el adulto y que ubica al niño en una posición pasiva respecto de las excitaciones que se inscriben y las ligazones que se propician (Bleichmar, 1993, 2000, 2011). Ciertas fantasías de feminización o pasivización en los varones recubren este origen y se refuerzan por la dominancia femenina en la crianza, la erogenización del cuerpo infantil y las identificaciones primarias. Por ello se ha sostenido que para ambos sexos la identificación inicial es de carácter femenino, y que los varones se ven compelidos a un trabajo arduo de distanciamiento de esa “protofemineidad” [10].

Posteriormente, la identificación al padre sexuado, que gobierna los modos de acceso y ejercicio de la genitalidad en la elección de objeto, se instituirá por la introyección fantasmática del pene paterno, es decir, por la incorporación de un objeto privilegiado que somete al varón a un emplazamiento paradojalmente femenino (Bleichmar, 2006). La búsqueda de un significante fálico paterno ensamblará los modos erógenos primarios y las fantasías que saturan el enigma sexual. Las polarizaciones deseantes correlativas a estos procesos pueden ser cualificadas por el yo como femeninas u homosexuales a partir de la significación que se deriva de la lógica binaria y la diferencia sexual.

La constitución paradójica de la sexualidad masculina, en esta imbricación entre sexualidad, sexo y género, se articularía con los estudios antropológicos que postulan a la virilidad como una conquista que se adquiere y que solicita un sostenimiento permanente, dado que el sujeto puede ser más o menos fácilmente destituido de ella. La masculinidad atraviesa un umbral crítico que toma, en muchas sociedades, la forma de pruebas no solo de constatación sino de adquisición del carácter viril [11].

La complejidad de la conformación de la sexualidad masculina demanda discernir las situaciones en que el padecimiento es efecto de un fracaso en la constitución misma de la identidad sexual, de aquellas otras en las que el malestar es resultado del impacto traumático que provocan las variaciones en las representaciones dominantes de la masculinidad.

La comprensión de la masculinidad conduce a identificar las condiciones de su ordenamiento y atribución sexuada que conciernen a la identidad –y por tanto al yo en sus formas de cualificación de las mociones deseantes–, como también las polarizaciones pulsionales, erógenas y fantasmáticas que determinan sus posibles destinos y vicisitudes, ya que entre la biología y el género, el psicoanálisis ha introducido la sexualidad en sus dos formas: pulsional y de objeto, que no se reducen ni a la biología ni a los modos dominantes de representación social, sino que son precisamente, los que hacen entrar en conflicto los enunciados atributivos con los cuales se pretende una regulación siempre ineficiente, siempre al límite [12].



 
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Notas
 

[1] Las concepciones de Freud (1924, 1925, 1932, 1933) y de sus primeras discípulas (Deutsch, Bonaparte, Lampl de Groot, Mack Brunswick) acerca de la sexualidad femenina fueron sometidas a críticas desde las teorías feministas por la impregnación falocéntrica de sus enunciados y la reproducción de los discursos patriarcales (Flax, 1990; Burin y Meler, 1998; Dio Bleichmar, 1997; Tubert, 2000; Butler, 2006; Benjamin, 1996).
[2] Cf. Tort, Michel. Fin del dogma paterno. Paidós, Buenos Aires, 2010.
[3] Cf. “La organización genital infantil” (1923), “El sepultamiento del complejo de Edipo” (1924), “Algunas consecuencias psíquicas de la diferencia anatómica de los sexos” (1925). En lo concerniente al empleo de los términos “masculino” y “femenino”, Freud explicita con claridad: “Es indispensable dejar en claro que los conceptos de “masculino” y “femenino”, que tan unívocos parecen a la opinión corriente, en la ciencia se cuentan entre los más confusos y deben descomponerse al menos en tres direcciones. Se los emplea en el sentido de actividad y pasividad, o en el sentido biológico, o en el sociológico. El primero de estos tres significados es el esencial, y el que casi siempre se aplica en el psicoanálisis (...) El segundo significado, el biológico, es el que admite la más clara definición. Aquí, masculino y femenino, se caracterizan por la presencia del semen o del óvulo, respectivamente, y por las funciones que de estos derivan (...) El tercer significado, el sociológico, cobra contenido por la observación de los individuos masculinos y femeninos existentes en la realidad. Esta observación muestra que en el caso de los seres humanos no hallamos una virilidad o una feminidad puras en sentido psicológico ni en sentido biológico” (Freud, Sigmund. Tres ensayos de teoría sexual. En Obras Completas, Vol. VII, Amorrortu, Buenos Aires, 1993, pág. 200).
[4] Cf. Gilmore, David. “Hacerse hombre. Concepciones culturales de la masculinidad”. Paidós, Barcelona, 1994.
[5] Algunas aportaciones desde la perspectiva de género, si bien enriquecedoras para la denuncia de las condiciones ideológicas que gobiernan los arreglos históricos y políticos de la construcción de la subjetividad y del intercambio entre varones y mujeres, han propiciado un deslizamiento con respecto a la causalidad del padecimiento psíquico, desde las determinaciones libidinales a las relaciones de poder socialmente construidas. Esto comporta –para quienes adherimos a la exigencia de “poner a trabajar” al Psicoanálisis desde sus fundamentos mismos–- la necesidad de plantear una articulación rigurosa entre las investigaciones procedentes de otros campos disciplinares y los enunciados centrales del corpus psicoanalítico a fin de evitar extravíos (entre ellos, la reducción del descubrimiento freudiano de la sexualidad pulsional a la identidad genérica).
[6] Algunos autores sugieren incluso que esta primacía otorgada al rendimiento sexual, la obsesión en torno a no defraudar al partenaire en el coito (que puede registrarse también en relaciones homosexuales) y la “pseudohipersexualidad” como insignia viril, pueden enlazarse con la difusión de un modelo de masculinidad misógino, sádico u homofóbico (Stoller, 1968; Greenson, 1995).
[7] Blestcher, Facundo. Producción de subjetividad, narcisismo y malestar actual de la masculinidad. Revista Nuevas Propuestas, N° 45, Santiago del Estero, 2009, pág. 25-55.
[8] Cf. Blestcher, Facundo. “Los modos de la constitución sexual masculina: avatares y destinos de una identidad en tránsito”: http://www.psiconet.com/foros/genero/blestcher.htm
[9] Cf. Bleichmar, Silvia. Acerca del malestar sobrante. En Dolor país. Ediciones del Zorzal, Buenos Aires, 2002.
[10] Cfr. Stoller, Robert.; Herdt, Gildbert. El desarrollo de la masculinidad: una contribución transcultural. Revista de la Asociación Escuela de Psicoterapia para Graduados. Buenos Aires, Nº 18, 1992. Este rechazo a una primera identificación femenina ha sido expuesta como tarea de “desidentificación de la madre” por Greenson (1995) y Kimmel (1992).
[11] Los rituales de masculinización, que no configuran meras iniciaciones en la genitalidad sino procesos eficaces de constitución de la identidad sexuada, han sido descriptos en numerosos contextos culturales (Gilmore, 1994; Mondimore, 1998).
[12] Bleichmar, Silvia. La identidad sexual: entre la sexualidad, el sexo, el género. Revista de la Asociación Escuela Argentina de Psicoterapia para Graduados. Nº 25. Buenos Aires, 1999, pág 41.

 
Bibliografía
 

Badinter, Elisabeth. XY de l'identité masculine. Ed. Odile Sacob, París, 1992.
Benjamin, Jessica. Los lazos de amor. Psicoanálisis, feminismo y el problema de la dominación. Paidós, Buenos Aires, 1996
Bleichmar, Silvia. La fundación de lo inconciente. Destinos de pulsión, destinos del sujeto. Buenos Aires, Amorrortu, 1993.
--- Clínica psicoanalítica y neogénesis. Amorrortu, Buenos Aires, 2000.
--- Paradojas de la sexualidad masculina. Paidós, Buenos Aires, 2006.
--- Producción de subjetividad y constitución del psiquismo. En: El desmantelamiento de la subjetividad. Ed. Topía, Buenos Aires, 2009, pág. 33-50.
--- La construcción del sujeto ético. Paidós, Buenos Aires, 2011
Burin, Mabel; Meler, Irene. Varones. Paidós, Buenos Aires, 2000.
Butler, Judith. Deshacer el género. Paidós, Barcelona, 2006.
Dio Bleichmar, Emilce. “Del sexo al género”. Revista de la Asociación Escuela de Psicoterapia para Graduados. N° 18, Buenos Aires, 1992.
Fl
ax, Jane. Psicoanálisis y feminismo: pensamientos fragmentarios. Cátedra, Madrid, 1990.
Greenson, Robert. Des-identificarse de la madre. Revista de la Asociación Escuela de Psicoterapia para Graduados. N° 21, Buenos Aires, 1995.
Kimmel, Michael. La producción teórica sobre la masculinidad: nuevos aportes. Ed. De las mujeres, Santiago de Chile, ISIS Internacional, Núm. 17, 1992.
Mondimore, Francis. Una historia natural de la homosexualidad. Paidós, Barcelona, 1998.
Stoller, Robert. Sex and Gender. Science House, New York,1968.
Tubert, Silvia. “Sobre la moral sexual. Psicoanálisis y Feminismo”, en Meler, Irene; Tajer, Débora: Psicoanálisis y género. Debates en el Foro. Lugar, Buenos Aires, 2000.

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