Los sueños, durante la pandemia, pueden presentarse como puentes entre los antiguos traumatismos y el presente. Nos abren la esperanza de que las caídas y los miedos puedan ser transformados en algo libidinalmente deseable.
La capacidad de creación y ligazón que tiene el trabajo del sueño y sus producciones son un enclave de resistencia a los traumatismos que agazapados nos amenazan. El soñar se emparienta en este sentido con el arte.
De todo, quedaron tres cosas: la certeza de que estaba siempre comenzando, la certeza de que había que seguir y la certeza de que sería interrumpido antes de terminar. Hacer de la interrupción un camino nuevo, hacer de la caída, un paso de danza, del miedo, una escalera, del sueño, un puente, de la búsqueda…un encuentro.
Fernando Pessoa. Libro del desasosiego
El arte de la noche ha ido penetrando el arte del día.
Jorge Luis Borges. Libro de sueños
El sueño es un pensamiento que no sabe que piensa.
J.B. Pontalis. Al margen de los días
La cita de Pessoa metaforiza poéticamente lo que quiero compartir: los sueños, durante la pandemia, como puentes entre los antiguos traumatismos y el presente y la esperanza de que las caídas y los miedos puedan ser transformados en algo libidinalmente deseable a partir de la experiencia compartida con mis pacientes. La relación entre sueños y arte en las palabras de Borges interpelan nuestra metapsicología.
Sentada en su auto estacionado en frente de su casa Marcela me dice “Estoy con insomnio, no puedo dormir, creo que tengo miedo de soñar…” Su madre y su hermana trabajan en hospitales públicos. El terror a que se enfermen la angustia intensamente. Un amigo y su tía han muerto por Covid-19.
Recostada en el respaldo de su cama, Leonor relata un sueño de angustia detrás de otro. La situación de encierro en soledad ha activado situaciones profundamente traumáticas de su infancia en las que la soledad, el encierro y el peligro tenían el papel principal. Puede hablar de ellas por primera vez a partir del relato de esos sueños.
Y una vez más los sueños, esas creaciones absolutamente originales que los sujetos producimos en la oscuridad, y su infinito despliegue de creatividad que se renueva noche tras noche, esos escenarios habitados por personajes conocidos o fantasmagóricos, lo enigmático de sus contenidos, afectos y situaciones que muchas veces son más coloridos que durante la vigilia como escribe Borges. Si bien el relato del sueño es lo que lo torna compartible, las palabras no alcanzan muchas veces para describir la experiencia; esta vez me interpelan a raíz de la pandemia y el ASPO (Aislamiento Social Preventido y Obligatorio) y luego el DISPO (Distanciamiento Social Preventivo y Obligatorio). Las pesadillas capturan el centro de la escena onírica. Muchos de mis pacientes dicen que sueñan más y que las sesiones se pueblan de relatos de sueños y pesadillas de un modo mucho más prolífico que en otros tiempos. Lo mismo afirman amigos y colegas en conversaciones informales.
Estudios, realizados por especialistas del campo de las neurociencias, revelan que desde el inicio de la cuarentena se han incrementado los trastornos del sueño: insomnio, alteraciones del dormir, pérdida de la calidad y profundidad del sueño; además advierten sobre un aumento importante de las pesadillas. La gente duerme poco y mal dicen, y se exacerban las fases REM que son en las que se produce el sueño. Estos estudios coinciden con lo que observo en mi clínica, que -como toda estadística proveniente de la práctica psicoanalítica- es magra comparada con otras.
La pandemia y sus consecuencias, el aislamiento, la soledad o por el contrario la imposibilidad de recortar espacios de intimidad, la muerte como hecho cotidiano, el riesgo de muerte permanentemente mentado, el miedo al contagio, el lugar que para muchos pasaron ocupar los otros en términos del otro como peligroso, portador del virus, la presencia constante en los medios de comunicación de los informes de muertos y contagiados, el miedo al colapso del sistema sanitario, la incertidumbre como gran coaguladora de sentido – todo ello y cada una de estas cuestiones en particular- tienen la capacidad de producir efectos traumáticos en la medida en que en conjunto o singularmente, pueden ser consideradas como acontecimientos que tienen Idoneidad determinadora y eficacia traumática. El fracaso del desmentido de lo inevitable de la muerte como destino certero de los seres humanos, ilusión que nos permite vivir construyendo proyectos arrojando la lanzadera del tiempo hacia el futuro, genera niveles de incertidumbre de una cualidad muy diversa. Si la incertidumbre es parte de la vida, ésta que nos inunda en estos tiempos, cobra un matiz angustiante.
Lo exterior al psiquismo deviene interno a través de un trabajo psíquico que estará definido por las posibilidades de la psique que lo recibe, de eso se trata la vida psíquica, de una recomposición metabólica de aquello que ingresa. La realidad se aprehende bajo el color del cristal de lo ya inscripto.
La irrupción de acontecimientos que rompen las barreras yoicas y no encuentran una red representacional simbolizante que les permita entramarlo y metabolizarlo porque “están más allá de la simbolización que se ha ido estableciendo a lo largo de las experiencias significantes que la vida ofrece” (1) como dice Silvia Bleichmar, y los intentos de puesta en relato que tratan de integrarlos en redes de sentido, muchas veces fallan y otras reduplican el efecto desagregante. Por lo que la situación de aislamiento producto de la pandemia y la pandemia misma, pueden devenir acontecimientos traumáticos, pero lo que nos importa es el impacto subjetivo del acontecimiento.
La realidad se inscribe en el psiquismo de diversos modos: ingresa como realidad significada y significable, o como realidad no significada, en el primer caso es capturada por el lenguaje no sólo como código organizador sino también por los discursos que le dan forma y la transforman en instituyente. Es la realidad que puede ser capturada en redes que le dan sentido y tienen sentido para el yo. En el segundo caso, se trata de la realidad no significable, no capturable, ajena a las posibilidades representacionales del sujeto, y que ejerce por eso mismo impacto traumático.
En cuanto al Inconsciente, si bien está abierto a lo real, no lo está a la realidad significada. Lo externo ingresa en el Inconsciente desarticulado, produciendo modificaciones en los investimentos de las representaciones reprimidas de modo que quedan asociadas de distintos modos, o como mociones de afecto que sobreinvisten lo ya inscripto y cuyo destino será diverso.
El trabajo del sueño puede recapturar algunos de esos elementos que no han sido capturados por las redes representacionales del yo y entramarlos en circuitos representacionales deseantes.
Una de las formas de resistencia en un psicoanálisis se vehiculiza a través de los obstáculos que encuentran muchos psicoanalistas en acercase a los sueños en tanto producción psíquica de sentido que excede la posibilidad de captura ligadora de lo traumático que brinda el lenguaje.
Si bien Freud en 1911, en El uso de la interpretación de los sueños en el psicoanálisis (2), advierte que la profusión de relatos de sueños por parte de pacientes y el ánimo del psicoanalista en llegar a su “completa” elucidación, pueden estar al servicio de la resistencia, agrega, “Abogo, pues, porque en el tratamiento analítico la interpretación de los sueños no se cultive como un arte autónomo, sino que su manejo se someta a las reglas técnicas que en general gobiernan la ejecución de la cura”. Actualmente ese no sería un lugar donde la resistencia busque anidar, sino más bien en su ausencia, sin embargo en estos tiempos los relatos de los sueños han proliferado en los análisis y conviene atender a la indicación de Freud respecto de tomar los sueños como una producción psíquica, más en tiempos en el que el psiquismo está sometido a un traumatismo larvado y permanente.
El texto canónico La interpretación de los sueños propone desde el título mismo la operación de interpretación sobre el relato que el paciente hace de sus sueños. ¿Para qué interpretaba Freud sus sueños y los sueños de sus pacientes? Si los sueños son la vía regia de acceso al Inconsciente, es claro que Freud les diera una importancia capital en aquellos momentos fundacionales en los era necesario dar testimonio de la existencia del Inconsciente.
“El sueño es memoria, resurrección de a retazos, del pasado; niega lo borrado, la irreversibilidad del tiempo, conjura el olvido de los muertos” dice Pontalis (3). El sueño soñado como tal está perdido, sus imágenes se evanescen en el olvido o se perpetúan en el recuerdo. El relato del sueño ya no pertenece al sueño.
Si bien el sueño en imágenes está perdido y lo que queda de él es su relato, el sueño como tal cumple una función intrapsíquica que los clínicos que han trabajado con pacientes psicóticos han sabido destacar en el sentido de que cuando esos pacientes mejoran, comienzan a soñar. El sueño es el indicador de un funcionamiento del psiquismo con la tópica organizada y la posibilidad de producción de formaciones de compromiso. Muchas veces el insomnio está motivado por el temor a dormir por el miedo a soñar. El temor a contactar con esos escenarios a veces terroríficos o no, pero siempre guionados por un escritor ausente, pueden producir fascinación o inmenso terror.
Las evocaciones que provocan las situaciones vividas durante la vigilia, que quedan en su mayoría silenciadas durante el día, invitan a palpar la urdimbre de recuerdos y sensaciones que van quedando como al rescoldo y que muchas veces son retomados por los sueños. Posibilidad de recaptura de vivencias del día o de vivencias antiguas.
El sueño entreteje las experiencias diurnas con elementos inconscientes con alto grado de condensación. Un sueño puede tardar varios días en producirse como tal. El trabajo del sueño labora arduamente para figurar en imágenes multiplicidad de pensamientos, emociones, sensaciones de diversa proveniencia.
Me he interesado por el trabajo del sueño y la función intrapsíquica que cumple, la experiencia del sueño como la nombra Pontalis (4). Me he preguntado si mi interés por los sueños -que seguramente advierten mis pacientes- les convoca a que los relaten, si bien la transferencia en análisis genera un campo que posibilita y da alojo al trabajo sobre los sueños y un estímulo a relatarlos.
Freud le asigna al sueño dos funciones intrapsíquicas: en La interpretación de los sueños dice: “..el sueño es en todos los casos un cumplimiento de deseo porque es una operación del sistema Icc, que no conoce en su trabajo ninguna otra meta que el cumplimiento de deseos ni dispone de otras fuerzas que no sean las mociones de deseo.” (5) Vale decir formula la tesis canónica: los sueños son realización alucinatoria de deseos reprimidos , via regia de acceso a lo Inconsciente.
Y en 1920, en Más allá del principio del placer, al referirse a los sueños en las neurosis traumáticas, dice Freud: “pero los mencionados sueños de los neuróticos traumáticos ya no pueden verse como cumplimiento de deseo; tampoco los sueños que se presentan en los psicoanálisis, y que nos devuelven el recuerdo de los traumas psíquicos de la infancia. Más obedecen a la compulsión de repetición, que en el análisis se apoya en el deseo (promovido ciertamente por la <sugestión>) de convocar lo olvidado y reprimido. Así no sería la función originaria del sueño eliminar, mediante el cumplimiento de deseo de las mociones perturbadoras, unos motivos capaces de interrumpir el dormir; sólo podría apropiarse de esa función después que el conjunto de la vida anímica aceptó el imperio del principio del placer. Si existe un <<más allá del principio del placer>>, por obligada consecuencia habrá que admitir que hubo un tiempo anterior también a la tendencia del sueño (el subrayado es mío) al cumplimiento del deseo”. (6)
El trabajo del sueño se vale de los desplazamientos y las condensaciones para figurar distintos pensamientos de diversa proveniencia y representaciones heterogéneas en cuanto a su cualidad y origen. La figurabilidad, trabajo de creación de la psique, facilita el entramado de huellas que no pueden tener acceso a la conciencia en forma de recuerdo y es únicamente bajo forma alucinatoria o casi alucinatoria que pueden hacerlo. Será ya sea en la regresión de la sesión o en los sueños, que esos acontecimientos podrán tener acceso a ella. En el Moisés (7), Freud dice: “Lo que los niños han vivenciado a la edad de dos años, sin entenderlo entonces, pueden no recordarlo luego nunca, salvo en sueños; sólo mediante un tratamiento psicoanalítico puede volvérseles consabido”. Los destinos alternativos que Freud enuncia son el retorno a través de compulsiones o en los vínculos.
El trabajo sobre los sueños permite la recaptura de vivencias y sensaciones infantiles, de retazos de la historia que permanecía olvidada. Enriquece el vivenciar actual. Si bien lo esencial del trabajo analítico se realiza por el lenguaje y a través de él, el mismo queda excedido en el trabajo de ligazón de los traumatismos por procesos que ocurren en otro espacio que no es el del yo.
En la Conferencia 29 de 1932, Revisión de la doctrina de los sueños (8), cuando Freud analiza los sueños en las neurosis traumáticas dice que “el sueño es un intento de un cumplimiento de deseo” pero este propósito puede “imponerse de manera muy incompleta o debe resignarlo del todo; la fijación inconsciente a un trauma parece contarse entre los principales de esos impedimentos de la función del sueño”. Subrayo lo de intento de cumplimiento de deseo que queda en un segundo plano como función de los sueños por relación a la presencia de traumas que así lo impiden; es en este plano que los sueños pueden indicar el pasaje de un más allá a un más acá del principio del placer en términos de funcionamiento psíquico, movimiento que va de la desligazón a los procesos ligados.
Dice Freud que no hace falta suponer una particular actividad simbolizante del alma en el trabajo del sueño ya que otras producciones psíquicas son efecto de las operaciones de condensación, desplazamiento, juegos de sustituciones e inversiones, en fin , la operatoria del proceso primario, pero el sueño se sirve de “simbolizaciones que están contenidas, ya listas en el pensamiento inconsciente (el subrayado es mío) debido a que ellas satisfacen mejor los requerimientos de la formación del sueño por su figurabilidad, y las más de las veces por estar exentas de censura”. (9)
Elizabeth Roudinesco y Michel Plon afirman (10) que la actividad onírica tan tenida en cuenta en la Antigûedad y aun por “el viejo Aristóteles”, como lo nombra Freud, a partir de la Edad Media fue considerada de manera contradictoria por los filósofos: desvalorizada por Descartes, valorada por Spinoza, rechazada por Hegel, en el centro de las preocupaciones de Nietzche y Schopenhauer. Pero con el advenimiento del positivismo y el entronizamiento del logos, el pensamiento que cuenta para ese posicionamiento filosófico y epistemológico es el que opera del lado de la razón de la lógica cartesiana. A esto se rebelará Freud elaborando una disciplina que investigará el Inconsciente, lo pulsional, la sexualidad infantil, se interesará por los rezagos que resisten al pensamiento que responde al logos.
Pensamiento sin sujeto: una articulación posible con el trabajo del sueño
Voy a definir al pensamiento como de carácter representacional, vale decir que puede ser un enunciado o un elemento aislado, un pensamiento del sueño por ejemplo, pero que siempre supone algún nivel de simbolización. El pensamiento es una producción psíquica que liga una cantidad, una excitación a una representación, ligazón de afecto y representación. Las representaciones son productos metabólicos, “neocreaciones”, recomposiciones de lo real. La psique produce y es habitada por heterogeneidad de pensamientos: inconscientes, preconscientes, conscientes. “El pensamiento humano es la producción de objetos no existentes a partir de lo existente, no la instrumentación del mundo ni su transformación, sino la verdadera creación productiva de un mundo específicamente humano” dice Silvia Bleichmar (11).
“Soñar y pensar provienen de la misma fuente y luego, simplemente, toman vías diferentes”, afirma Pontalis, “….soñar es una actividad de pensamiento” (12).
Freud desarrolló una teoría del pensamiento inconsciente, que revela la infinitud y lo insondable de un trabajo de la psique que labora a espaldas del sujeto de la conciencia. Los sueños pueden recapturar elementos del orden de lo arcaico, bloques representacionales en busca de ligazón. Esta recaptura es pensable metapsicológicamente con el modelo transcriptivo – traductivo que Freud enuncia en la carta 52 a Fliess. Siguiendo el pensamiento de Silvia Bleichmar, podemos marcar al menos dos estratos diferentes en el Inconsciente: aquel irreductible a toda traducción, indiciático, no integrado, constituido por fragmentos de objetos, y ese otro más estructurado, fantasmatizable, que ha operado una traducción posible (aunque no sea pasible de pasar al preconsciente sin otra tramitación) (13). Vale decir, heterogeneidad representacional que habita el Inconsciente.
“Los ‘signos de percepción’ pueden ser no sólo efecto de una implantación primerísima, no transcripta, sino de una ‘intromisión’, tanto en los primeros tiempos como en otros tiempos posteriores de la vida, y, en tal sentido, no pasar a formar parte de lo originario -por decirlo de algún modo- no encontrar una ubicación en el Inconsciente y quedar a la deriva en el aparato psíquico…” (14)
En situaciones de traumatismos se producen descomposiciones representacionales que luego pueden ser engarzadas por el trabajo del sueño produciendo briznas de metabolización, parafraseando la noción de briznas de representación.
El pensamiento no es una copia de la realidad sino pura creación metabólica de restos indiciarios del objeto de proveniencia. “El pensamiento no aparece en el Proyecto como un ensayo sobre la realidad, sino relevamiento de la realidad exterior, al servicio del equilibramiento de la energía del incipiente aparato” (15) dice Silvia Bleichmar.
Esos pensamientos que “anteceden a la máquina de pensar”, como dice Bion, son los que inspiraron a Silvia Bleichmar(16) a formular la noción de “pensamiento sin sujeto”.
Mi hipótesis es que el “pensamiento sin sujeto” que Silvia Bleichmar ubica como presubjetivo en la medida en que se produce antes que se haya constituido el Yo, sede del sujeto reflexivo, es asimilable a la actividad psíquica que permite la producción de los sueños. Me refiero al trabajo del sueño, trabajo psíquico que produce el sueño a espaldas o con prescindencia del sujeto del yo. El trabajo del sueño propiamente dicho, trabajo de figurabilidad y ensamblajes metafóricos y metonímicos entre los pensamientos oníricos, es inconsciente y es asimilable a la noción de pensamiento sin sujeto aun cuando el sueño puede ocurrir sólo cuando la tópica está constituida.
Silvia Bleichmar desarrolla la noción de “pensamiento sin sujeto”, que toma de Bion, y dice: “El gran descubrimiento del psicoanálisis es haber planteado por primera vez en la historia del pensamiento que exista un pensamiento sin sujeto, y que ese pensamiento sin sujeto no esté en el otro trascendental, también sujeto, que luego forma parte de un espacio que no es el de la subjetividad reflexiva, espacio que denominamos inconsciente, y que el sujeto a lo largo de su vida debe apropiarse de ese pensamiento”. (17)
El “pensamiento sin sujeto” indica que, en los orígenes de la constitución del psiquismo humano, hay representaciones que anteceden a la existencia de un sujeto. Vale decir, como afirma Bion, “hay antecedencia de los pensamientos respecto del aparato de pensar.” Y agregará Silvia: “Y, si pienso en términos freudianos de la antecedencia de la representación respecto del aparato psíquico”. (18).
Imaginación radical: una articulación con trabajo del sueño
Cornelius Castoriadis formuló la noción de imaginación radical que me parece asimilable al trabajo del sueño como actividad psíquica de creación, transformación a través del juego representacional. Dice Castoriadis (19): “Freud, quien de un extremo al otro de sus escritos habla de la imaginación y lo imaginario, realiza la hazaña de no mencionar el término ni una sola vez”.
La palabra imaginación tiene dos connotaciones: su relación con las imágenes en un sentido general por un lado y con la idea de invención, de creación por el otro. Dice Castoriadis que utilizó la palabra radical para diferenciar esta imaginación de aquella que es sólo combinatoria o reproductiva. La imaginación radical crea lo inexistente, crea ex nihilo y es anterior a la distinción entre real y ficticio. Dice Castoriadis: “Es el poder, la capacidad o facultad de hacer emerger representaciones, provengan o no de una excitación externa. En otras palabras, la imaginación es el poder de hacer ser lo que, en un sentido, no está en la realidad”. (20)
La percepción ya es representación y se vincula a la imaginación en el sentido de lo que Castoriadis denomina imaginación radical, no se puede constituir una representación perceptual por simple yuxtaposición de datos, hay allí un trabajo lógico operando. “Todo lo que está, por necesidad ontológica, debe contener una dimensión lógica en el sentido más amplio, es decir, una dimensión conjuntista indentitaria. No se agota en esa dimensión, pero debe contenerla. Si no la contiene sería absolutamente indeterminado y, entonces, inexistente para nosotros porque no podemos, los humanos, concebir ni imaginar como absolutamente indeterminado” (21). La figurabilidad en los sueños se vale de formas ya inscriptas pero les da un tratamiento inusitado.
Para Castoriadis: “En el inconsciente no hay indicios de realidad en el sentido corriente de la palabra, se trata de un mundo propio representado y la distinción con percepciones reales viene después. De ahí podemos extraer el principio cardinal de que, en los seres humanos, el placer de representación es mucho más importante que el placer de órgano, y eso también lo sabemos por la auto-observación, tanto como por la clínica y la teoría de la representación de los sueños. Pero incluso resulta otra consecuencia y es que tanto la representación como el placer están, en el ser humano, esencialmente disfuncionalizados”. (22)
La imaginación radical crea ex nihilo, en el sentido de que crea lo inexistente, pero a partir de las representaciones ya inscriptas. El trabajo del sueño, trabajo de figurabilidad, opera sobre las representaciones que captura y anuda, creando producciones absolutamente originales que cumplen una función intrapsíquica disfuncionalizada para lo autoconservativo. Es en este sentido que la imaginación radical es el modo en que la psique opera en la construcción del sueño soñado.
La capacidad de creación y ligazón que tiene el trabajo del sueño y sus producciones son un enclave de resistencia a los traumatismos que agazapados nos amenazan. El soñar se emparienta en este sentido con el arte.
Los sueños son creaciones, que podríamos calificar de artísticas o poéticas, que los sujetos producimos cada noche. Los sueños ponen en escena, como en el teatro, crean imágenes estéticas, en ellos se construyen obras arquitectónicas, suenan melodías musicales, el soñante puede cantar y bailar con belleza, hay poesía.
Soñar para vivir: Los sueños en las experiencias de terror.
En el libro El Tercer Reich de los sueños, Charlotte Beradt relata los sueños de aproximadamente 300 personas que entrevistó en la década de 1930 en Berlín. Soñar bajo el III Reich es el título del mismo libro que cita Pontalis en Al margen de las noches y me parece que esa traducción refleja mejor el contenido del mismo. La amenaza “difusa, cotidiana, insistente” aparece al modo de restos diurnos en los sueños en los sueños que recopiló Beradt.
Alguno de los sueños relatados en el libro de Beradt:
“Sueño que en el sueño hablo ruso como medida de precaución ante la posibilidad de decir algo en contra del Estado (en realidad no sé hablar ruso y tampoco hablo mientras duermo). Esto lo hago para que yo misma no logre entenderme ni lo pueda hacer el resto. Luego sucede que esto también está prohibido, por lo que yo misma debo denunciarme”. (23)
(…)
“Por las noches me esfuerzo incansablemente por descoser la esvástica de la bandera nazi. Estoy orgullosa y feliz por ello, pero al otro día vuelve a estar firmemente cosida.” (24)
Dice Pontalis: “El espacio del sueño ese espacio que juzgamos el más privado, el más secreto, al que, a veces de manera muy imprecisa, solo nosotros tenemos acceso, está invadido. Lejos de acoger nuestros deseos y nuestras nostalgias, aparece como el lugar de una persecución interna. El envoltorio protector del sueño está desgarrado, atravesado: el enemigo está en el lugar, ocupa todo el lugar (…) El perseguidor resulta ser algo más que un inquilino abusivo, se ha transformado en nuestro propietario, se ha apropiado hasta de la poca libertad que nos quedaba. Sólo nos permite una cosa: soñar con él.” (25)
El sueño, permite a esas personas la figuración de la amenaza, la ligazón en fantasías oníricas del traumatismo cotidiano con retazos de representaciones de la propia historia libidinal.
Jean Cayrol, poeta francés que relata sus sueños en el campo de concentración, estuvo detenido en Mauthausen (Austria), escribió la narración del documental de Alain Resnais Noche y Niebla (1955). Pontalis supuso que sus relatos serían de una “crueldad obscena”, espantosas pesadillas y sin embargo ante su sorpresa, afirma Cayrol: “los sueños en el campo de concentración eran un medio de salvaguardarse, los prisioneros depositaban en esos sueños aprisionados con cerrojos toda la potencia del amor, de la libertad y la felicidad (…) El sueño ayudaba a frenar el dolor, al prisionero le habían quitado todo, pero él conservaba lo esencial, el sueño hecho carne (…) El sueño como una almendra que él debía proteger para que nadie pudiera romperla.” (26)
Cayrol clasificó los sueños recogidos en el campo de concentración, no encontró sueños eróticos, sí entre otros contenidos, sueños de recetas de cocina. Y se pregunta Pontalis: “¿El erotismo iría a refugiarse en ese pastel maravilloso, y el deseo iría a sumarse como recompensa a la satisfacción de la necesidad?”
La función ligadora y simbolizante del sueño, protectora de la vida psíquica y la realización alucinatoria de deseos, permite pensar más bien que el dormir es el guardián del sueño invirtiendo la fórmula canónica.
Para terminar, quiero proponer que -en esta situación inédita de pandemia y encierro- los sujetos podemos seguir viviendo con más o menos angustia pero sin que colapse nuestra psique porque nos es dado soñar. Si Freud nos enseñó que el sueño es el guardián del dormir, en situaciones como esta, queda de manifiesto algo que la supuesta normalidad en que vivíamos velaba, que el dormir es el guardián del sueño.
La capacidad de creación y ligazón que tiene el trabajo del sueño y sus producciones son un enclave de resistencia a los traumatismos que agazapados nos amenazan. El soñar se emparienta en este sentido con el arte.
Bibliografía y Notas
Beradt CH. El Tercer Reich de los sueños. Lom Ediciones. 1° edición. Santiago Chile. 2019. Pág 63 (23); Pág 95 (24)
Bleichmar S. La fundación de lo Inconsciente. Amorrortu Editores.1ª Ed. Buenos Aires. 1993. Pág 83(14); Inteligencia y Simbolización. Una perspectiva psicoanalítica. Paidós. 1ª Ed. Buenos Aires 2009. Pág.25(11); pág 388 (15); pág 392 (16); Pág 18 (17); pág 389(18) El Psicoanálisis en debate. Paidós. 1°Ed. Cuidad Autónoma de Buenos Aires. 2020. Pág 298. (1)
Castoriadis C. Diferencia(S) Revista de teoría social contemporánea. N°2. Año 2 Mayo 2016. Argentina. Imaginación radical desde el punto de vista Filosófico y Psicoanalítico. (19, 20, 21, 22)
Freud.S La interpretación de los sueños.(1900) Obras Completas. T. V. Amorrortu Editores. 1°Ed. en Castellano,1979; 2° reimpresión. Buenos Aires.Pág 560 (5); Pág 355. (9)
El uso de la interpretación de los sueños en psicoanálisis.(1911). Obras completas. T XII. Amorrortu Editores 1° Ed en castellano 1979; 2° reimpresión. Buenos Aires. Pág 90 (2)
Más allá del Principio del Placer (1920). Obras Completas. T. XVIII. Amorrortu Editores. 1° Ed en castellano 1979; 2° reimpresión. Buenos Aires. Pág 32 (6).
Nuevas conferencias de Introducción al Psicoanálsis (1933 [1932]) 29°Conferencia. Revisión de la doctrina de los sueños. Idem. Pág 27/28. (6)
Moisés y la religión monoteísta. (1939 [1934-38]). Obras Completas. T.XXIII. Amorrortu Editores. Buenos Aires. 1° Ed. en castellano 1980; segunda reimpresión 1991. Pág 121. (7)
Pontalis,J.B. Al margen de las noches. Paidós. Buenos Aires, 1° Ed. 2011.Pag. 28 (3); Pág 46-47 (25); Pág 48-49 (26).
Entre el sueño y el dolor. Editorial Sudamericana. Buenos Aires. 1° Ed 1979 (4).
Ventanas. Topia Editorial. Buenos Aires, 1° edición. 2005. (pág 28) (12)
Roudinesco E. y Plon M.: Diccionario de Psicoanálisis. Ed. Paidos. Buenos Aires.(10)