Tiempos extraños

Argentina ha ingresado en una dimensión desconocida. Liberal-libertaria, de ultraderecha neoliberal, o anarco capitalista...

Por Yago Franco

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Argentina ha ingresado en otra dimensión, desconocida hasta hace 4 meses. La dimensión liberal-libertaria, o de ultraderecha neoliberal, o anarco capitalista. Ya la misma variedad de definiciones habla de lo extraño e inclasificable del momento. Encasillarlo es una actitud cómoda. Mejor dejarlo así, en cierta indefinición. Dejarnos interrogar por esta extrañeza. Lo que no significa de ninguna manera abandonar el desafío de trabajar sobre lo que se hace presente. Ni de enfrentar lo que allí está, ya que sus efectos perniciosos se están haciendo presentes tanto a nivel psíquico como colectivo. Dos dimensiones que no conviene superponer, pero tampoco pensarlas como aisladas la una de la otra.

Variadas teorías se han esbozado acerca de cómo se ha llegado a que la ultraderecha gobierne en la Argentina. Yo mismo, en diversos textos y en un seminario en curso (1), hago el intento de elucidar sea tanto cómo surgió en el colectivo el proyecto de La Libertad Avanza –su sociogénesis-como qué es lo que desde la subjetividad ha llevado a elegirlo y apoyarlo –su psicogénesis-. Y he tomado diversas líneas de análisis, que entiendo que no terminan de integrarse, si es que esto fuera posible y necesario.

Lo que motiva estas breves líneas es mi interés en subrayar algunas de estas líneas e incorporar otras, menos transitadas por quienes nos preocupamos por echar algo de luz sobre lo que está en la escena del colectivo.

Simplemente las expondré, ya que merecen un análisis exhaustivo que –honestidad intelectual mediante- será motivo de nuevos desarrollos.

Un tema es el del hartazgo ante la decepción del proyecto que suele llamarse como Nacional y Popular. Ya me referí hace tiempo a los riesgos y límites de dicho proyecto, diferenciándome de los análisis de Laclau y Alemán. Es posible –quiero ser cauto, por eso no digo probable- que estemos asistiendo al final estrepitoso de dicho proyecto. El gobierno de Alberto Fernández habría sido su canto del cisne. Y ante su final, el silencio de la líder de dicho proyecto -quien ha ensalzado al capitalismo como forma de vida- es estruendoso. Es evidente que deja que “el trabajo sucio” lo haga este gobierno. Ahora, la masa de militantes y adherentes queda a la deriva, en medio de los “pálidos despojos del naufragio”. Podría ser este el fin de un proyecto nacido a mediados de la década del 40 del siglo pasado. Lo que parecía comenzar como una gesta gloriosa para buena parte de la población, termina como una farsa, con la mitad de la población en la pobreza.

Muchos de sus militantes dicen que están a la expectativa de que se realice una autocrítica… el silencio es la respuesta. Freud sostenía que ante la ausencia del líder -que falta a la cita-, se produce un estado de miseria psicológica de las masas: su psiquismo se ve afectado ante la sensación de desamparo y desorientación. Su relación con la realidad social puede verse afectada, también una reacción de rechazo hacia aquello que los acunó hasta hace unos momentos y los deja a la deriva. Pudiendo suceder que vuelquen su libido hacia otros horizontes, con la capacidad crítica muy disminuida, tal como lo he expuesto reiteradamente al referirme a los déficits simbólicos imperantes en las últimas décadas, que redundan en déficit de funciones a cargo del Yo (2). Tal vez sea por esto último y por el hartazgo que muchos adherentes al proyecto Nacional y Popular han votado a Javier Milei sea en las villas, y en las clases medias. Una reacción que culminó en una suerte de “que se vayan todos” como en 2001, que ahora retorna, pero por ultraderecha.

Se le ha prestado muy poca atención a la importancia que ha tenido la Pandemia de Covid-19 para que surja tanto desde la subjetividad, como desde el colectivo, esta inclinación a elegir un proyecto como el que nos gobierna. Ya me he referido a esto y no voy a reiterarlo. Pero sí agregar algo: una de las intervenciones más perniciosas del gobierno anterior (merece ser dicho: lo mismo ha ocurrido en otros países, Europa incluida), fue la de hablar de un “enemigo invisible” para referirse al virus. La idea de enemigo es muy peligrosa. Y entiendo que instituyó una dimensión recargada. La del enemigo. Milei le devolvió al emisor su propio mensaje invertido: el enemigo sos vos, es este sistema, es la casta que lo gobierna. Esto rápidamente generó identificación, y el universo de los enemigos comenzó a poblarse: los planeros, los inmigrantes de países limítrofes, el colectivo LGTBI, “los pañuelos verdes”, etc.

El enemigo va de la mano del odio, obviamente. Y abrió del todo compuertas que ya estaban –hay que reconocerlo- entreabiertas: esas que favorecen que el odio que anida en lo más profundo del psiquismo pudiera expresarse, favorecido por las redes sociales, que bien sabemos que son ideales para su vehiculización, por el descenso de la censura que las mismas producen. Esto coincidiendo en este caso con el hartazgo y decepción por la ausencia de quienes lideraban, lo que a su vez coincidió con tomar mayor noción de la corrupción reinante en los gobiernos previos, con un empobrecimiento generalizado y un enriquecimiento de la clase gobernante y sus empleadores, que rápidamente dio paso a ver al Estado como una banda criminal.

Agrego sencillamente algo más: la sensación –así he escuchado en varias oportunidades- de que no hay respuesta, de que no pasa nada ante el avance destructivo de la ultraderecha y las medidas crueles tomadas contra el 90% de la población. Desde la ausencia de alimentos en los comedores populares (que incrementaron su población en más de un millón de personas), la pauperización de los jubilados, el ataque masivo a la clase media, a la educación, a la salud, a la cultura, etc. Ante lo cual la respuesta es sentida como pobre o ausente. Lo cierto es que las respuestas son fragmentarias, referidas a ciertos colectivos que responden cada uno por sí mismo, luchas aisladas que fragmentan más el espacio del colectivo. Y que se encuentran con una respuesta que es el silencio desde el gobierno. La sensación de que esto no tiene freno.

Esa sensación es genuina y señala algo: que las herramientas de confrontación conocidas son inoperantes en este momento. Este extraño momento. Esta otra dimensión en la cual se deben encontrar modos de enfrentar a la bestia, una bestia que parece inmune a las armas de lucha social conocidas.

Algo que se tiene poco en cuenta es el importante consenso que tiene este gobierno. Durante el paro del 24 de febrero muchos comercios permanecían abiertos, muchas actividades seguían en funcionamiento. Un paro con horario, además. Un paro burocratizado, como probablemente sea el que la CGT ha anunciado para el 8 de mayo. Y habrá que ver ahora si la marcha del 23-04 en defensa de la Universidad Pública logra encender la mecha de una reacción más masiva (3).

Estoy de acuerdo parcialmente con caracterizar a este gobierno como la encarnación del Mal. Sobre todo, si se deja de lado en esta caracterización que fue también elegido por eso. El Mal es algo atractivo. Y, por otra parte, es fundamental reconocer que la crueldad está como posibilidad en cada uno de nosotros y que puede activarse ante escenas de la realidad que la convoquen (Alemania de entreguerras). Atraen a ese odio anidado en el psiquismo humano: el semejante surge en el odio ante lo insoportable para el sujeto de reconocerse a sí mismo como causa de su propio sufrimiento. Melanie Klein sostuvo que el primer objeto es malo y persecutorio, Lacan habló del origen paranoico del yo, Freud de la masiva proyección del odio en el momento de la conformación de la diferencia yo-no yo. Ese no-yo es el otro, y siempre está disponible –cuando las circunstancias lo permiten, no en los casos ligados a la clínica, me refiero a la dimensión colectiva- la posibilidad de arrojar ese profundo odio aniquilatorio sobre ese otro. Otro representativo de lo otro, lo extraño, lo persecutorio. Raíz psíquica del racismo y la xenofobia (Castoriadis).

Me referí muy sucintamente a ciertas raíces sociogenéticas y psicogenéticas del surgimiento de este proyecto que podría estar encarnando una nueva transfiguración del capitalismo, que da la impresión de que puede fracasar estrepitosamente en cualquier momento o no. Sea que siga su rumbo como que fracase, no lo hará sin haber deteriorado a la subjetividad y a la sociedad. Aun en su fracaso seguirá ocupando un lugar en la vida del colectivo, un lugar ganado ya no de hecho, sino de derecho. Espero no tener que referirme más adelante a estos tiempos como Tiempos de pesadilla.

Notas

Algunos otros textos míos ligados a esta temática:

El Odio en la cultura

El odio en la psique y en la sociedad

Milei es un virus

Capitalismo, populismo e insignificancia

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Yago Franco

Licenciado en Psicología – Universidad de Buenos Aires. Psicoanalista y escritor. Editor de El Psicoanalítico. Miembro del Colegio de Psicoanalistas -colegiodepsicoanalistas.com.ar- Presidente 2019-2021. Secretario científico 2013-2015.
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