Lo primero es pensar
en el trauma como categoría
de análisis. Que en cada sujeto tiene
una particular posibilidad de elaboración. Lo
importante en este caso es considerar diversos niveles
para su análisis. Individual, grupal, familiar,
social. El nivel grupal ha jugado un papel fundamental
hasta este momento por lo que sabemos, y lo será
al momento de estar fuera de la mina.
Un tema que no puede dejarse
de lado es lo mediático que está en juego:
ignoramos las consecuencias que va a tener el haber
estado todo el tiempo expuestos a las miradas de la
población (de todo el mundo), tanto dentro como
en el momento del rescate. Esto forma parte de
lo que conocemos como sociedad del espectáculo
(G. Debord), y hace a una particularidad de esta situación.
Es una suerte de tragedia transmitida en vivo y en directo.
El nivel de exposición mediática ha sido
enorme. No han gozado de la intimidad necesaria para
poder hablar con sus respectivas familias y parejas.
Eso no sabemos qué consecuencias puede tener,
pero sabemos que altera el espacio íntimo y transforma
a la subjetividad, ya que estar bajo la mirada de decenas,
tal vez cientos, de millones, no es algo gratuito.
Esto a su vez choca con el otro nivel que mencionaba,
el social. Porque hay tragedias,
catástrofes, traumas sociales, sea por razones
naturales como humanas, que para poder ser procesadas
por el psiquismo individual, necesitan de elementos
que sean provistos por el colectivo social. En
Argentina tenemos dos casos opuestos: las víctimas
directas del terrorismo de estado han sido acompañadas
por la justicia y una cantidad de elementos inclusive
artísticos, educativos, etc., que acompañan
y dan elementos para la elaboración. Podría
decir que toda la generación que fue afectada
por el terrorismo estatal – más allá
de las víctimas directas – pudieron y pueden
beneficiarse de esta cantidad enorme de trabajo social
(por supuesto que de una parte de la sociedad, y del
Estado mismo) para la elaboración de semejante
tragedia. Lo opuesto ha sido lo ocurrido con los combatientes
de Malvinas, abandonados a su suerte, con la sociedad
dándoles las espaldas. Las consecuencias han
sido absolutamente diferentes en ambos casos. Es notable
la cantidad de casos de suicidios y enfermedades graves
a edades tempranas en el caso de quienes combatieron
en Malvinas.
(Respondiendo a una pregunta
referida al riesgo de suicidio en el caso de los mineros
chilenos) Sería irresponsable dar una
respuesta a eso. No hay respuesta posible, una respuesta
seria y respetuosa por lo menos. Lo importante va a
ser lo que mencionaba recién: el acompañamiento
social. En este caso se ha visto hasta presencia de
funcionarios gubernamentales. Tal vez, más allá
del oportunismo, cumpla alguna función positiva.
Pero no sabemos. Pero lo que sí va a ser fundamental,
retomando lo anterior, es la realización de las
investigaciones, juicios y castigos correspondientes.
Eso oficiaría de función amparadora para
los sujetos. Poder esclarecer por qué ocurrió
lo que ocurrió (es secreto a voces que ha habido
negligencia) y que todos los implicados rindan cuentas
y sean sometidos a proceso judicial. Este caso se incluye
en una larga serie de catástrofes para los mineros
de Sudamérica, desde épocas lejanas, quienes
han sido explotados largamente y han trabajado en condiciones
infrahumanas. Ese sería el costado historizador
de la tragedia: no ha sido accidental, sino que se inscribe
en un devenir.
Sobre los modos de trabajar en traumas y tragedias,
catástrofes, Silvia Bleichmar ha trabajado profusa
y profundamente en su libro Psicoanálisis
extramuros. Puesta a prueba frente a lo traumático,
recientemente editado, y brinda ideas fundamentales
para abordar este tipo de situaciones, incluyendo dispositivos
de trabajo.
Pero en este caso quiero subrayar la necesidad de restauración
que solo puede imponer la justicia. Estas personas han
sido víctimas de el accionar empresarial inescrupuloso,
no ha sido un accidente. Y no debiera perderse de vista
la situación de los familiares, sobre todo la
de los niños, que han convivido con el hecho
de tener a sus padres atrapados en las profundidades
de la mina, aunque hayan estado en contacto con ellos
gracias a la tecnología.
|