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¿Puede morir el psicoanálisis?[1]
Por Yago Franco
yagofranco@elpsicoanalitico.com.ar
 
¿Podría terminarse el psicoanálisis, dejar de ser, de existir? Una primera respuesta es – haciendo un paralelo con lo expuesto previamente con respecto a la práctica del análisis – que esto va a depender en gran medida de su capacidad de autoalteración, de transformación, de creación de teorizaciones y prácticas ligadas a lo que la subjetividad y la sociedad presenten, a su vez, como alteración. No me voy a extender en este punto. Simplemente quiero decir que es posible – no sabemos si probable – que el psicoanálisis deje de ser. De hecho vemos los embates constantes a los que es sometido, sea por la psicofarmacología, las llamadas neurociencias, el denominado cognitivismo, etc., y sus tendencias a negarlo y desecharlo, tanto como la pregnancia de un estado de la cultura que hace un culto del individuo en detrimento del lugar del sujeto; pero también y sobre todo debemos apreciar y estar alertas a las resistencias al interior mismo del psicoanálisis que impiden el surgimiento de lo nuevo, aislándolo de otras disciplinas o de la sociedad en tanto esta es historia y por lo tanto, alteración.

El psicoanálisis ha cambiado muchas veces, no ha sido siempre el mismo, y tenemos que rendirnos ante la evidencia de que la práctica se ha modificado notablemente en las últimas décadas. Puede seguir cambiando. Pero claro, es necesario aclarar que no toda creación es sinónimo de lo bueno, de una buena creación. Muchas creaciones al interior del psicoanálisis han estado al servicio de las resistencias al psicoanálisis. Tampoco vale para el psicoanálisis la idea de progreso.

Parafraseando a Castoriadis en su texto Transformaciòn social y creación cultural [2]: No intentamos postular que esta flor, como las otras, se marchitará, se marchita o se marchitó. Intentamos comprender qué es lo que muere en el psicoanálisis, cómo muere y, de ser posible, por qué. También intentamos encontrar qué es lo que, quizás, está naciendo.

Entiendo que lo que muere, y lo que de no ser reconocido como caduco puede llevarlo a su final inexorable, es toda posición que niegue los efectos de lo histórico-social en la psique, su enraizamiento en los estratos más profundos, la creación social de destinos obligados para el mundo pulsional y de modelos identificatorios, orientando entre ambos tanto el registro pulsional como el identificatorio. Está muriendo el psicoanálisis que no considera las consecuencias psíquicas de la aceleración de la temporalidad, las del reinado de lo digital sobre lo analógico; puede ser el final del psicoanálisis si este no se ocupa de las consecuencias de la destrucción del sentido socialmente instituido a causa de la crisis de las significaciones que ponen en crisis a su vez la posibilidad de creación de los mundos propios de sentido; también muere el psicoanálisis aislado de otras disciplinas y del mundo de la cultura y el arte.

Si el psicoanálisis es creación, si es actividad práctico-poiética 3, de lo que hoy se trata, es de la puesta en práctica de un dispositivo que ayude a los sujetos a hallar condiciones para que tenga lugar la figurabilidad psíquica. Que es lo mismo que decir que puedan crearse representantes representativos de la pulsión, cuya ausencia se observa cotidianamente en el empobrecimiento tanto del mundo afectivo como representacional de buena parte de los sujetos que consultan – no solo de ellos, nos abarca a todos - , más allá de sus diagnósticos.
Puede que lo que esté naciendo a tientas, sea otro psicoanálisis, que integre en sí formas anteriores pero bajo el signo de lo nuevo, que a la tríada del recuerdo, la repetición y la elaboración, sume la creación. Puede que esté naciendo un psicoanálisis ocupado, también, en cada proceso analítico, en la creación de un lazo, más que en el análisis de la repetición del mismo, ya que no puede repetirse lo que no ha sido construido. Hablamos así de déficits. Que no lo son solo de origen: hoy las neurosis actuales seguramente necesitarían de una redefinición, que no las liguen solamente a vicisitudes libidinales, sino de tánatos.

La roca dura contra la que podría partirse la nave del psicoanálisis y este hundirse es - tanto como para la psique - la de su propia castración no aceptada, la de la dificultad o resistencia de los psicoanalistas y sus instituciones, a reconocer y enfrentar la muerte de sus formas previas, la imposibilidad de continuar alterándose, la creencia en un pensamiento terminado, la detención de la interrogación. La alteración en el ser es, para Castoriadis, sinónimo de tiempo, ya que tiempo y creación van de la mano. La no aceptación de la mortalidad, también a este nivel, lo puede llevar – de modo paradójico – a su propia muerte como disciplina. Vemos así la profunda conjunción entre la aceptación de la mortalidad y Eros, válida tanto para un sujeto, como para una sociedad, y también para el psicoanálisis.

 
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Notas
 
[1] Fragmento de la exposición realizada en la Asociación Psicoanalítica de Buenos Aires el 17-08-2010.
[2] en Insignificancia y autonomía. Debates a partir de Cornelius Castoriadis. Comp: Yago Franco, Héctor Freire y Miguel Loreti. Ed. Biblos, Buenos Aires, 2007.
[3] Ver seminario virtual El psicoanálisis como actividad práctico-poiética: www.magma-net.com.ar/virtualcastoriadisclinica.htm

Imagen tomada de http://memitas.wordpress.com/2010/05/27/freudpadre-del-psicoanalisis/freud-ser-o-no-ser/
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