Hay muchas escuelas
secundarias (donde asisten jóvenes de entre 13
y 18 años) y facultades tomadas por sus estudiantes
en la ciudad de Bs. As. en estos días, motivadas
por el deplorable y peligroso estado de muchos de sus
edificios. Anoche hubo una multitudinaria marcha (la
más numerosa en muchos años) en recuerdo
de La noche de los lápices
[1],
que confluyó en una fuerte defensa de
la educación pública.
En diálogo con estudiantes recojo lo siguiente:
es necesario resaltar que este movimiento surge en las
escuelas secundarias y que se contagia a las facultades.
Movimiento espontáneo, con una gran toma de consciencia
por parte de los jóvenes, que además se
muestran conmocionados por el apoyo que reciben desde
distintos puntos del país. Y se están
sobreponiendo a la presión de buena parte de
los medios, que – como siempre ha ocurrido –
demonizan cualquier movimiento estudiantil. Otra característica
es que esto supera y trasciende el accionar de las organizaciones
políticas estudiantiles tradicionales. Incluso
rompe con la encerrona de estar a favor o en contra
del gobierno nacional. Se observa sorpresa en los mismos
jóvenes por lo que ocurre, que es una verdadera
novedad. Eso es lo primero a resaltar:
hay algo nuevo, que es percibido de ese modo, además,
por los propios actores.
El psicoanálisis ofrece algunas herramientas
para intentar el análisis de lo que ocurre. De
una parte de lo que
ocurre, ya que el psicoanálisis no agota la posibilidad
de análisis – se ocupa solamente de una
parte de lo que existe -, pero pienso que su aporte
merece ser considerado. En este caso, sería considerar
cómo se explica la historia desde el psicoanálisis.
La historia y la sociedad. En Freud hay un esquema que
indica que lo que no se recuerda, se repite. En la Vulgata
tiene que ver con eso que se sostiene como que los pueblos
que no recuerdan su historia, están condenados
a repetirla.
Este es – hoy – un esquema pobre, ya no
nos alcanza, explica solamente una parte. Es importante
pero es una parte pequeña. Lo
que no se recuerda se va a repetir:
tendríamos que hacer una diferencia entre recordar
e historizar, que es un nivel – por así
decirlo – más alto, del recordar. Y por
otra parte sabemos que historizar no es una garantía
de que las cosas no se repitan. Podemos pasarnos escribiendo
la historia, y sin embargo, no es garantía de
no repetición. Lo que sí puede serlo,
es la aparición de la novedad, de la creación
en la historia, en la historia y en la sociedad. Es
decir: en lo histórico-social. Porque eso hace
que surja la idea de futuro. Solo
habrá historia, historización, diremos
entonces, si surge la idea de futuro, que va de la mano
de la creación de proyectos. Eso nos quita
de un presente eternizado que puede ser un eco de un
pasado no reconocido como tal. Paradojas del psiquismo
humano y de la sociedad: el pasado surge como tal cuando
se hace presente el futuro. Y ese futuro puede hacer
su aparición cuando aparece algo nuevo. Algo
nuevo en la historia y en la sociedad. Pero claro, no
se trata de la novedad por la novedad misma, ya que
por ejemplo, el nazismo fue algo nuevo. Se trata, en
el caso que nos interesa, de la creación colectiva
de un nuevo proyecto para la sociedad, ligado a ideas
como democracia, libertad, autonomía, justicia.
Una estudiante universitaria me comentaba en estos
días el nivel de sorpresa generalizado ante el
compromiso también generalizado que se produce
en las tomas de los edificios. Y la sorpresa también
ante el hecho de que esto haya nacido en las escuelas.
“Lo que pasa es que es una generación nueva”
me decía, aceptando que en la suya propia esto
no hubiera sido posible: sin embargo – subrayo
– hay contagio. Y en las tomas no hay un clima
de joda, sino de compromiso, debate. Están en
una intensa actividad reflexiva y de práctica.
Yo arriesgaría a decir
que tal vez se esté saliendo del trauma social
ocurrido en Argentina hace casi 35 años. A
lo mejor esto nuevo es una señal de estar saliendo
de eso.
Seguramente han ayudado las transmisiones intergeneracionales,
el trabajo en las escuelas, ciertas acciones desde el
gobierno nacional, el Juicio a las Juntas … en
algún momento han precipitado y surge algo nuevo.
Sobre los restos de lo ocurrido
hace casi 35 años, tal vez se esté construyendo
algo nuevo, que retome creativamente una parte de lo
que intentó en esa ocasión la juventud
de entonces.
En Argentina ha habido una secuencia notable de traumatismos
y catástrofes sociales: el terrorismo de estado
iniciado en 1976 será seguido de otro disciplinamiento
social mediante la hiperinflación de 1989, y
antes sufrimos lo traumático de la Guerra de
Malvinas; ocurrirá a fines de 2001 el derrumbe
del soborno de la década del 90 con la convertibilidad
(1 dólar equivalía a 1 peso), que despolitizó
en buena medida el campo social. Y es ahí donde
encontramos tal vez gérmenes de lo que ocurre
hoy en las escuelas y facultades. El germen o virus
de autonomía que se plasmó entonces en
las asambleas que se dieron en todo el país,
antecedidas de los movimientos de desocupados, las fábricas
recuperadas por los trabajadores, y antes en los movimientos
de derechos humanos; y en estos últimos tiempos
por las asambleas socio-ambientales.
Puede que se esté plasmando una apropiación
de lo que estos movimientos novedosos señalan:
autoorganización, autonomía, ejercicio
de la democracia al interior de los movimientos, mirada
crítica sobre el régimen socio-político
general y la forma de gobierno en particular, y también
sobre las formas históricas de llegar al poder:
partidos políticos. Entonces, este accionar deliberado,
puede estar permitiendo salir de la sola rememoración
(que ha sido valiosa hasta un momento) - que hoy se
está continuando en los juicios que buscan castigo
a los culpables del genocidio ocurrido en Argentina
-, para pasar nuevamente a la posibilidad de pensar
en un proyecto para la sociedad. Proyecto
que instala entonces la temporalidad: hay pasado porque
- como decía antes – puede haber futuro
a partir del surgimiento de un proyecto. Y si
hay futuro (para todos los postergados, excluidos, etc.,
lo que implica que lo habrá para todos) están
abiertas las posibilidades para la emergencia de aquello
que en psicoanálisis llamamos deseo, que instala
lo que André Green llama dialéctica
de la esperanza. En nuestro caso, implica pasar
de la necesaria rememoración, al proyecto. Volvemos
así a través de estos movimientos de los
jóvenes a las profundidades de la psique humana,
anudadas a lo colectivo. Pero esa es otra historia.
|