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Sobre la Huerta Urbana
Entrevista realizada a la Lic. Fabiana Naiman *
Por María Cristina Oleaga
mcoleaga@elpsicoanalitico.com.ar
 

María Cristina Oleaga: ¿Dentro de qué marco institucional desarrollan la tarea de la huerta urbana?

Fabiana Naiman: Se trata de un proyecto desarrollado por docentes y alumnos de la  2ª Cátedra de Psicología Evolutiva Niñez, de la Facultad de Psicología y docentes y alumnos de la cátedra de Cerealicultura y de la carrera de Ciencias ambientales de la Facultad de Agronomía,  de la Universidad de Buenos Aires (UBA). Durante el 2012/13 llevamos a cabo un programa de extensión universitaria (Ubanex) en el que se trabajó con niños y adolescentes en el armado y mantenimiento de una huerta urbana autogestiva con el objetivo de  que puedan replicar la experiencia en otros contextos con alto grado de vulnerabilidad y riesgo social. Actualmente estamos desarrollando un proyecto similar, avalado por el Ministerio de Educación de la Nación y por la Universidad de Buenos Aires, en una ONG que realiza tareas recreativas y de campamento con niños y adolescentes en Lomas de Zamora.

M C O: Contanos brevemente en qué consiste la experiencia y cuáles son sus obstáculos y conflictos.

F N: La experiencia consiste en el desarrollo y mantenimiento de una huerta urbana, que es un instrumento de educación ambiental, utilizada como un recurso de inclusión, dirigido a niños y adolescentes de entre 6 y 20 años, en situación de riesgo social.  El objetivo general del programa es despertar el interés de niños y adolescentes para producir una huerta urbana autogestiva y que sean ellos mismos los agentes reproductores de la experiencia en otros grupos y barrios con vulnerabilidad social. Consideramos que la actividad conlleva una serie de exigencias para los participantes: organizar, planificar, decidir, buscar soluciones y prevenir y aceptar fracasos; es decir: se requiere, por parte de los niños y adolescentes, una actitud reflexiva y creativa al enfrentarse a posibles frustraciones y dificultades. El armado de la huerta y su mantenimiento  exige asumir responsabilidad y compromiso, cuestión que hace que los participantes jueguen un rol protagónico. Además, más allá de la producción de frutas y hortalizas, el trabajo con la tierra y elementos naturales pone en juego la reflexión acerca de nuestra relación con el entorno, el concepto de una alimentación saludable y el cuidado del medio ambiente. Estos aspectos hacen del trabajo de la huerta un factor de protección  para la salud integral de la población de niños y adolescentes

 

M C O: ¿Qué puede aportar este trabajo a la constitución de subjetividad, especialmente en niños en condiciones de desamparo simbólico?

F N: En la actualidad, especialmente en las grandes ciudades, la vida cotidiana transcurre en una vertiginosa actividad donde los vínculos entre las personas se caracterizan por lo superficial y lo transitorio. En la mayoría de los hogares, niños y adolescentes permanecen solos gran parte del tiempo;  en la calle, en juegos solitarios, sin el acompañamiento de un adulto protector. El contacto con el medio ambiente y los seres vivos se reduce a un porcentaje muy pequeño del total de los intercambios. La actividad se pensó como un instrumento de inclusión de niños y jóvenes en una tarea que implica el intercambio entre pares con el acompañamiento de los adultos en una construcción colectiva que requiere ser planificada.

Los objetivos del Proyecto han girado en torno a los siguientes ejes: las posibilidades de ampliación del capital simbólico por parte de los participantes de la huerta; el desarrollo de la creatividad y el entramado intrasubjetivo, en la medida en que la huerta dibuja un espacio protegido -al modo del espacio transicional winnicottiano- que hace posible la experiencia sin riesgo tal como en el juego. La huerta en tanto trabajo colectivo también facilita el entramado intersubjetivo, el compromiso, la proyección y la toma de decisiones. Proporciona a niños y adolescentes la posibilidad de pensar un proceso de puesta en marcha, crecimiento y recolección que, como proceso en sí, desarrolla la capacidad de espera y la tolerancia hacia la falta de inmediatez. El trabajo grupal como célula de inclusión hace el resto.

M C O: Nos gustaría que nos contaras cómo incluyen, entre los fundamentos de la experiencia, los beneficios de la puesta en marcha de procesos identificatorios, como proceso constitutivo.

La forma que toman los vínculos sociales responde a la impronta que dejaron las vinculaciones primeras  La huerta, como instrumento de participación, puede fortalecer a los niños y adolescentes por medio de vinculos confiables, tareas de reconocimiento, recuperación de saberes y hasta el encuentro con nuevas formas de vinculación con otros sujetos  Sabemos que la identificación nutre y propicia la constitución subjetiva. En la relación con otros irán apareciendo, merced a las identificaciones secundarias, diferentes maneras de afrontar las dificultades.

El trabajo concreto de  plantar, esperar la germinación, observar cambios, tolerar la frustración por lo que no se puede controlar, generar condiciones para resolver los obstáculos que se van presentando, en compañía de otros y para otros, sin lugar a dudas favorece el desarrollo de  actitudes tales como la autoestima, la confianza en sí mismo y en los otros, el trabajo cooperativo. Es decir, fomenta el desarrollo de respuestas  resilientes. Nosotros destacamos el concepto de resiliencia como la capacidad para superar adversidades y salir fortalecido de las crisis.

La adolescencia  es un momento clave de transformación psíquica, de reorganización subjetiva, en el que se tramita el despegue de los referentes identificatorios parentales de la infancia.  Para ello son necesarias nuevas figuras identificatorias que el trabajo grupal provee a la vez que facilita la puesta en práctica de mecanismos creativos que hacen a la subjetividad.

Por otra parte, la tarea introduce la dimensión temporal, solidaria del Ideal del Yo, tanto al pensar que un futuro puede ser algo posible y alcanzable como en la simple experiencia de la demora en el brote de una hortaliza que luego se podrá procesar y consumir.

 

M C O: Sin embargo, ustedes apostaron a más. O sea, apostaron también a estimular el recurso de la imaginación radical, tal como la conceptualiza Castoriadis.

F N: Castoriadis plantea que en el ser humano existe un estallido del psiquismo animal, que el hombre mismo es un animal loco que utiliza su imaginación radical para sobrevivir. El ser humano desde el nacimiento aprende, por identificación, el dar sentido al mundo, otorgando distintos significados al medio en el que vive.  Esta capacidad requiere de la ayuda del otro; las fallas en el autosostenimiento a causa de la indefensión inicial produce sensaciones de desamparo e impotencia .  En un ambiente seguro puede desarrollarse un buen nivel de confianza, autoestima y seguridad. Pero también se sabe que el psiquismo es un sistema abierto, complejo y modificable .

Consideramos que la tarea que proponemos resulta, tanto para los niños como para los adolescentes de nuestro programa, la oportunidad de crear nuevas representaciones y  de dar nuevos sentidos a las experiencias vitales.  Sabemos también que los vínculos con pares y adultos  constituyen una red contenedora y eficaz para enfrentar adversidades.

Las familias de la comunidad donde trabajamos  se encuentran disgregadas, alejados los adultos de la cotidianeidad de sus hijos. Estos pasan mucho tiempo en la calle, expuestos a situaciones de riesgo. La huerta puede ser una actividad convocante  para que  participe toda la familia de manera integrada. El hecho de compartir tiempo, tareas, saberes puede resultar un nexo intrafamilar que modifique los vínculos.
 
El aprendizaje del cultivo de frutas y verduras puede convertirse en un recurso para la producción de alimentos de uso familiar y hasta de sustento económico si se lo realiza en mayor escala. Por añadidura, también se modifican las costumbres de alimentación hacia una  modalidad más saludable y económica. Por todo esto es que nuestras expectativas incluyen también el cambio en las significaciones imaginarias sociales a causa del trabajo en la huerta.

M C O: ¿Podrías especificar los beneficios de la experiencia en el caso de los niños y en el caso de los adolescentes que participaron?

F N: Los adolescentes que participan en el programa se capacitan y transmiten sus saberes y experiencias a otros; es decir que encuentran un espacio de inclusión social que les posibilita encauzar sus potencialidades y sentirse parte activa en la cadena generacional. Los niños se ven beneficiados al encontrar un espacio divertido, cuidado, de contención, creatividad y reflexión.

Actualmente, más que en épocas anteriores, los jóvenes levantan las banderas en defensa del medio ambiente que, a su vez, les resulta de utilidad para oponerse al descuido que han tenido sobre el particular  las generaciones precedentes. Sabemos que los jóvenes necesitan adultos con los que confrontarse como parte de un desarrollo saludable, sobre todo en la época actual en la que hay una tendencia a desdibujar las diferencias entre padres e hijos. Tal borramiento dificulta tanto la diferenciación con respecto a los mayores como la proyección hacia el futuro.

La huerta constituye un espacio creativo y también de cierta confrontación, construido por los mismos jóvenes Requiere  buscar métodos adecuados, poder compartir las tareas y establecer roles y responsabilidades, vincularse tolerando diferencias y utilizarlas para enriquecer la identidad. En la contribución de una menor contaminación el adolescente se proyecta hacia ideales futuros y nuestro proyecto procura incentivarlo.

M C O: Muchas gracias por tu colaboración Fabiana.

* fnaiman@psi.uba.ar, Licenciada en Psicología por la Universidad de Buenos Aires (UBA); Profesora Adjunta de la 2° cátedra de Psicología Evolutiva Niñez de la Facultad de Psicología (UBA) y Directora
del programa de extensión universitaria "La Huerta Urbana: un instrumento para la inclusión de niños y adolescentes".  El Codirector del proyecto es el
Prof. Lic. Juan José Calzetta.

 


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