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La intimidad como mercancía (*)
Por Yago Franco
yagofranco@elpsicoanalitico.com.ar
 

Una referencia obligada del programa televisivo Gran Hermano es la novela 1984 de George Orwell, en la cual se describe un estado totalitario. Gran hermano es un ser hiperpresente, que todo lo ve y sabe acerca de los ciudadanos ya que necesita controlar sus pensamientos y sentimientos, para lo cual participa de un dispositivo de poder en el cual hasta se determina qué palabras se pueden decir y qué palabras deben ser censuradas, se inventan guerras y se altera la Historia para manipular el presente y el futuro. De este modo el poder termina adueñándose de la subjetividad de las personas, teniendo como objetivo que los sujetos lleguen a amar a Gran Hermano. Se instala así la paradoja de amar a quien los domina, a quien se ha adueñado de ellos. La hiperpresencia de Gran Hermano tiene entre sus consecuencias el imposibilitar la intimidad: la misma es abolida a lo largo del relato. Algo que es la piedra de toque del programa televisivo. No sabemos si los participantes del programa conocen la novela de Orwell.

Si el parentesco con la novela –no es el único- es la pérdida de la intimidad,  por otra parte esto en el programa es voluntario, aceptando que la intimidad sea apropiada por las cámaras de Gran Hermano. Al mismo tiempo el programa participa, refuerza y replica la pérdida generalizada de la intimidad que se produce en nuestras sociedades. En éste se hacen públicas la sexualidad, el amor, la agresividad, la competencia, etc., despertando y satisfaciendo impulsos muy presentes en el ser humano.

Decía que algo que forma parte del modo de ser de las sociedades actuales es la pérdida de la intimidad: alcanza con recorrer Facebook para comprobarlo.
Un extremo de la exhibición y por lo tanto de la desaparición de la intimidad ha sido en los últimos días el del suicidio de una joven francesa que ésta decidió transmitir en vivo y en directo a través de la red social Periscope, arrojándose al metro en Paris. Si Gran Hermano propone compartir con el público la vida en directo de un grupo de personas, la joven francesa decidió que los espectadores participaran de su muerte en directo. Anticipó lo que iba a realizar y hubo intentos de convencerla de que se detuviera, pero los hubo también de aliento para que siguiera adelante con lo que había prometido. Había quienes no querían perderse el “espectáculo”.

Tanto en la novela como en el programa televisivo –aunque por distintas razones, como lo son la amenaza en la primera y la promesa de una premiación en el segundo- los sujetos deben satisfacer los pedidos de Gran Hermano. En el programa esto se hace recurriendo a cuestionables maniobras y ardides: sacarse de encima a otros como sea, armar conspiraciones, traicionar, armar escándalos, etc., para así llegar al objetivo de obtener fama y dinero. En ese sentido, el programa Gran Hermano propone a los que participan un intercambio: son premiados a cambio de que pierdan su intimidad y compitan desplazando a otros sin medir los medios utilizados. Los participantes, en realidad, venden su intimidad y son invitados/compelidos a abandonar principios éticos. Ahora bien ¿Pero no es esto acaso algo en sintonía con la época? Me refiero a que es de buen tono cierta pérdida de la intimidad y el ser exitoso sin medir medios ni consecuencias.

Entiendo que el programa muestra tendencias actuantes en nuestra sociedad, modos de ser de los sujetos, de los lazos entre ellos, valores, modelos y objetivos predominantes. Se ofrece así como modelo/reflejo de la vida real, individual y grupal, incluyendo como algo normal –por ejemplo- el hecho de poder ser excluido. Es un show de la vida real.

Finalmente: Gran Hermano es una empresa para la cual trabaja un grupo de personas que conviven y compiten, vendiendo su intimidad como mercancía … y también los espectadores que creen “participar” y son una parte más del engranaje. El que gana es el empresario-Gran Hermano-un empresario de dudosa ética, ya que ha sido denunciado ante la justicia por haber hecho participar a personas vulnerables psíquicamente tanto a la exposición mediática como al encierro-, gracias al trabajo de participantes y espectadores. Tras una ilusión de libertad y felicidad -para los televidentes por participar en la votación y decidir, para los participantes directos por el premio en dinero y la fama mediática- podemos observar una suerte de 1984 perfeccionado. Este Gran Hermano no necesita de la violencia y la amenaza para imponerse y conseguir obediencia y sumisión. Y lo más importante: consigue algo central en la novela de Orwell: no ser cuestionado, y ser amado. Esto lleva a pensar en nuestra sociedad actual, sus ocultos mecanismos de dominación y control de los ciudadanos y el papel de los medios masivos de comunicación para lograr este cometido.


[*] Publicado originalmente en www.telam.com.ar


 
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