Como siempre, y desde siempre, son los poetas los que saben decir las verdades más íntimas y misteriosas de la humanidad. Tres heridas para el ser que llega: la del amor, la de la muerte y la de la vida.
Nos hemos referido muchas veces ya a la constitución subjetiva, pero jamás con la claridad del poeta. El humano, vulnerable ante el Otro que lo asiste, es -en el mejor de los casos- herido por su amor. El amor, como tal, cantado por tantos y sufrido por todos, será en su vida un milagro que dependerá del azar de los encuentros, que se encenderá ante señales sólo visibles para sí mismo y que podrá dejarlo en la más absoluta desolación sin aviso previo. El viviente también será herido por un raro saber, que desconoce, sobre su propia mortalidad. Ese saber -puesto a un lado para poder vivir- genera, sin embargo, toda clase de dolores así como magníficas creaciones del arte, por ejemplo. A partir, entonces, del encuentro inaugural su vida será dislocada, extraña, desalojada del reino animal al que supuestamente pertenece. La pulsión que ahí se constituye no es el instinto, es un resto de la operación del Otro del lenguaje, intrincada juntura del goce y la palabra. Las tres heridas lo marcan como humano y, a la vez, por ser incurables, lo enlazan al dolor, a los síntomas, y a las infinitas posibilidades de la creación.
También hemos dicho que, en este camino subjetivo, no siempre están abiertas las vías creativas como sí lo están las que llevan a diferentes tipos de sufrimiento que derivan de esas heridas de origen y de las respuestas que el viviente pueda darles. Así, el humano lleva las tres heridas consigo y soporta las operaciones que el Otro de la cultura también le aporta. Cada época, en este sentido, ha dado respuestas, soluciones y paliativos para ellas. Podemos pensar en las respuestas del medioevo: las del amor cortés, las del ideal religioso lindante con el fanatismo, las de la vida eterna prometida. No vamos a desarrollar sino lo que nos toca hoy: el tratamiento que el capitalismo actual da al amor, la muerte y la vida. Creo, y fue la intención al escribir estas líneas, que la fiesta electrónica del sábado 16 en Costa Salguero, la Time Warp (Túnel del Tiempo) es un ejemplo paradigmático de dicho tratamiento [1].
Todos los medios que se han ocupado de ella se centran en el tema de las drogas, aislándolo de una significación central del capitalismo: el consumo en general, como mandato y como promesa. Es en este sentido -con el consumo como propuesta tapón- que el capitalismo trata las tres heridas: consumir es ser y, por lo tanto, se estimula al sujeto a portar las marcas de ese consumo -determinadas prendas, hábitos y objetos- con la ilusión de que así será amable o deseable para otros. La muerte, como límite absoluto, no existe y ese sobreentendido sobrevuela constantemente. Los adolescentes son los que se encuentran más afectados en el momento en que tienen que hacerse cargo de tramitar de algún modo esas heridas. La droga no es más que una de las mercancías que se les ofrece, pero ésta posee una cualidad particular que también satisface otra de las metas que les plantea esta cultura: el siempre más, el sin parar.
Es tal la dificultad para ellos que empiezan a ponerse en forma en la consabida previa, alcohol y algo más para enfrentar la situación. El consumo de drogas los lleva a un lugar en el que lo ilimitado parece posible. Se puede creer que el rendimiento, gran valor en esta época y para los asistentes a este tipo de fiesta, puede no tener fin, así como no se detiene el baile frenético al compás de ritmos repetitivos en los que impera el staccato iterativo de la percusión electrónica. Las drogas de diseño, responsables de la muerte de los jóvenes, llevaban como nombre Súperman, por ejemplo. Uno de los efectos más buscados por quienes la consumen es la desinhibición, la que les permite saltar cualquier barrera sin conflicto. No pueden, no disponen de recursos, para abrirse a otro tipo de encuentro, para pasar por los efectos de la mirada o del desaire, para hablar con el otro, para reconocerlo en su singularidad, para darse a conocer, etc. La desinhibición los deja en la puerta de la actuación; si se da el acercamiento sexual recurren al Sildenafil ya que la droga sintética los inhabilita para el acto. Los organizadores de la fiesta la promueven como un evento "donde el hombre, la máquina y los sonidos crean una atmósfera especial, un lugar donde el espacio y el tiempo se funden". (…) "Más que una gran festival con los mejores DJs", indicaba la Time Warp "es la profunda pasión por la música electrónica; es la perfecta armonía entre música, sonido, luz, vídeo y audiencia" [2]. Una chica decía, en las redes sociales, que esperaba la fiesta electrónica para estar “con la mente en Plutón”, salvando los obstáculos de tiempo y espacio [3].
La muerte, elidida en esa supuesta continuidad sin pausa, retornó -como era de suponer- en forma brutal. En ese frenesí parece que se puede prescindir del amor -que el discurso capitalista forcluye- y ahorrarse sus conflictos y sus imposibles. En su lugar está el sujeto obnubilado, a solas con un goce autoerótico que la música electrónica no hace más que sostener. Un joven asistente decía que adentro había "una nube de porro” y que cada uno estaba en la suya y que “no les importa nada” [4]. Esa vida, esa pobre vida fuera de todo límite, se reduce a un mundo de sensaciones extremas en el que el lazo al otro no tiene lugar más que bajo la forma de una masa de solos. De hecho, hubo quienes testimoniaron que, ante chicos que se desplomaban en medio de convulsiones, muchos bailaban a su alrededor, mientras otros -desesperados- pedían asistencia médica, la que no estuvo a la altura de la situación.
Los medios acentuaron los defectos organizativos, se preguntaron por qué no había suficiente agua para los deshidratados por la química y el desenfreno del baile en medio de un lugar sobrevendido, en hacinamiento. También cuestionaron el rol del Estado como ausente y el de los controles de Prefectura o de la Policía Federal. Toda esta crítica no merece consideración alguna. No se trata de ausencia del Estado sino de su presencia opresiva a través de las relaciones, incluso de la coincidencia, entre políticos/empresarios y concesionarios del espacio público [5]. ¿Y qué decir de las llamadas fuerzas del orden? ¿Acaso su participación no es, como la del poder civil, el ingrediente necesario en toda la cadena narco? Poder y fuerza represiva; hé ahí toda la fuerza del Estado que es vehículo de las significaciones capitalistas de consumo mercantil. El agua no es vida sino una mercancía más, especialmente en el ámbito de los efectos deshidratantes de las drogas de diseño. La inversión tendía al mínimo -infraestructura, ventilación, agua, asistencia médica, etc.- para garantizar ganancia máxima; es la proporción clave para el sistema.
Hay jóvenes que no van a la fiesta top de la electrónica. Digamos que son la mayoría. Si apuntamos al otro extremo del arco adolescente, vamos a encontrar otra clase de consumo, más abarcativo en sus efectos de deterioro definitivo y muerte: el paco. Al decir vergonzoso de la vicepresidente de la Nación, Gabriela Michetti: “Las drogas matan a los pobres como a la gente normal”. Al menos en este aspecto la justicia los iguala: todos mueren, aunque la vice no pueda reconocerles normalidad a las víctimas pobres.
En cuanto a las posibles soluciones, la falsa opción más escuchada en estos días va desde la propuesta de despenalizar a la de prohibir el consumo, las fiestas, todo. Los argumentos en relación con la legalización del consumo parten de que éste es una decisión libre e individual. ¿Libre e individual? Hemos visto que, en este aspecto, existe más determinación que autonomía. La despenalización podría dejar sin base al comercio narco, lo cual sería positivo, pero es tal la corrupción y la descomposición del Estado capitalista actual que no creo que esta medida pudiera contar con las garantías para su implementación, ni que los consumidores fueran cuidados y acompañados en esa instancia. Por otro lado, el aumento de controles y prohibiciones no haría más que incrementar el afán de consumir. Con el agravante, en esta supuesta solución, de introducir más personal represivo, fieles colaboradores, en general, de la cadena narco.
Hay, aunque no nos ocupemos aquí de ellos, muchos jóvenes que tienen recursos para enfrentar de modo menos obediente los mandatos del mercado. Consumen sin ser consumidos, entran en proyectos con otros, estudian guiados por algún deseo, gozan y sufren por amor. Así también, hay proyectos juveniles entre los desclasados que apuestan a la productividad, la creación y el amor, al tratamiento contracultural de las tres heridas. Frente a las supuestas soluciones que se han planteado, rescatamos esas iniciativas así como las de tantos que buscan por fuera del sistema a pesar de estar en el sistema.
Hay recitales que suceden para compartir música y emociones. Algunos, los que han sucedido en ámbitos autónomos, gozan de un cuidado de los asistentes que se realiza en horizontalidad, que apunta a contener los desbordes y a velar por la salud de los chicos. Así, los que se han realizado en Fasinpat (ex Zanón), con la participación de La Renga, Las Manos de Filippi, Manu Chao, Ataque 77, Arbolito, Rata Blanca y la Bersuit Vergarabat. Nombro las bandas para dar idea de la convocatoria, alrededor de 10.000 personas, sin policías y sin droga [6].
Hay también jóvenes conscientes de lo que el mercado pretende imponerles. Sólo para dar un ejemplo, nombro al Club de los Reparadores, emprendimiento autónomo que apunta a juntar gente con cosas rotas con gente que posee talentos reparadores. Es otra clase de fiesta, según ellos, en la que se congratulan por disfrutar juntos y enfrentar a la sociedad de consumo y a la cultura de lo descartable: "Nos interesaba resignificar la reparación, alejarla de algo engorroso o ajeno y asociarla con la sustentabilidad, la responsabilidad por nuestras cosas y nuestro consumo" (…) "Y con una lógica del cuidado, el amor y el intercambio. Hay algo muy humano en eso de que una persona que no conocías te explique cómo se hace el dobladillo” [7]. Reparar, que permanezca lo inevitable de la cicatriz: es otro tratamiento de las heridas. Algunos también pasan la noche despiertos en otra clase de fiesta, buscan, debaten, sueñan [8]. No parecen tan espectaculares los logros de estos jóvenes, pero anuncian cambios de paradigma que no pueden pensarse sino en los márgenes del sistema o fuera de él.
[*] “Llegó con tres heridas”
Llegó con tres heridas:
la del amor,
la de la muerte,
la de la vida.
Con tres heridas viene:
la de la vida,
la del amor,
la de la muerte.
Con tres heridas yo:
la de la vida,
la de la muerte,
la del amor.
Miguel Hernández
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