Salgo a la calle, veo gente con algunos elementos que me llaman la atención, cables alrededor de sus orejas, algunos pasan estos cables por debajo de su camisa y la conexión sigue hasta un bolso o mochila que suelen llevar.
Otros van con unas orejeras gigantes con el consiguiente aro que las conecta, en la época de lo micro, de lo minimalista, de los chips y microchips, estos artefactos gigantes me llenan de asombro.
También veo a un joven cruzando la calle con sus orejas tapadas y un auto dobla y frena de golpe porque con ese tapa orejas el muchacho no sabe, no escucha lo que pasa afuera. Escuchará un adentro suyo, estará conectado con su yo interior, me pregunto y sigo caminando.
Voy para mi trabajo, me subo a un colectivo, y oh sorpresa, estoy en un mundo paralelo me pregunto, ¿cambió toda la realidad y no me avisaron? Porque acá pasa algo similar a lo que me sucedió en la calle pero aumentado.
Personas rodeadas de cables, algunos muy a la vista atravesando la ropa y otros que casi no se ven, que llegan hasta sus oídos y los hacen mover los labios, pareciera que hablan solos, mi sensación es que esos cables son pura fachada, que lo que la gente quiere es hablar sola.
Me acerco y escucho voces que monologan: “¿Viste lo que dijo ella?”, “Mañana no la saludo, porque eso me molestó, que se cree”, hablan y hablan, palabras que se entrecruzan y siguen hablándose, se autonomizan de su emisor.
Un hombre joven dice: ”¿Vas a ir para allá?”, “Yo llego a mi casa y en un rato también voy”. Al fondo una mujer grita “Ponele pastina, porque está entrando el agua” y en ese momento la inundación parece inminente. Otra dice “Si ya le mostré tres departamentos de cuatro ambientes, ¿qué quiere?”. Más allá parece que alguien perdió algo porque murmura “Cuando lo encuentre, vemos que hacemos” para finalizar con un “Llego a casa y te llamo”.
Y yo me pregunto ¿por qué dice “te llamo luego” si estaba hablando en ese momento?, con quiénes hablan o creen que hablan, es laberíntico, no entiendo nada.
¿A quién va dirigido el monólogo? Porque creo que no hay nadie del otro lado de ese cable, auricular o parlante, como sea que se llame.
Me adentro en el colectivo, buscando donde sentarme, y veo a una señora muy formal y arreglada, de cara muy seria, que apenas gesticula con la boca y mirando con más detalle sus movimientos me doy cuenta que lleva un ritmo con sus pies, dos, dos, uno, dos y ahí empiezo a comprender algo que un amigo me dijo: vos no entiendes nada, la gente escucha música cuando va por la calle o en el colectivo, con esos cables que te llaman tanto la atención, escuchan música.
Yo no creo que escuchen música, creo que acá se trata de otra cosa, y me parece que estoy más cerca de descubrirlo.
Dejo de lado mi hipótesis acerca de este mundo robotizado en el que todos van conectados a elementos electrónicos sin mirar al otro, que todo es por esta cultura hipertecnificada, producto de este capitalismo salvaje….y finalmente creo darme cuenta de que se trata todo esto…
De pronto, veo que un hombre se pasea por el pasillo del colectivo, con los consabidos cables rodeándolo, tiene el cuerpo inclinado hacia delante y los brazos abiertos como alas, parece a punto de volar, agita sus brazos alas y ya no lo veo, debe haber volado, pienso.
Consigo un asiento, el hombre que está sentado junto a mí parece muerto, está a mi lado con la cabeza gacha, replegado sobre sí, inmóvil, no respira, tiene los cables, o sea que intentaron la reanimación con los cables y no hubo caso, está muerto.
Sigo en el vehículo y me enfrento con la verdad: estoy en una Unidad de Terapia Intensiva Móvil y todos mis acompañantes son pacientes, algunos de gravedad.
La señora que se movía rítmicamente tenía Parkinson, ¡cómo no me di cuenta!, y los demás que hablaban y hablaban, deliraban de fiebre en su proceso de tratamiento, ilusionando una vida normal de encuentros y reuniones que por su enfermedad no podrían tener.
El hombre que volaba, era claramente una excitación psicomotriz, no me queda clara su etiología, como dicen los médicos, si es de base física o psíquica, y obviamente nunca podré saberlo, porque a esa altura sólo quería huir de ese vehículo y volver a la locura cotidiana de la calle.
Ya en la calle, aún preso del impacto de tamaña situación, pensé, cuántas dolencias y enfermedades intentaban curar en esta unidad de terapia intensiva.
La próxima vez que salga para el trabajo voy a asegurarme de subir a un colectivo de verdad.
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