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Título: Air, Francesco Clemente, 2003
Título: Air, Francesco Clemente, 2003.
Imagen obtenida de: http://francescoclemente.net/2000-09/5.html
Acerca de la actualidad del pensamiento kleiniano
Por Ricardo Spector
Psiquiatra y Psicoanalista,
Miembro del Colegio de Psicoanalistas
Miembro Titular Didacta de la Asociación Psicoanalítica Argentina.
rispector@gmail.com
 

Para acercarse al pensamiento kleiniano se requiere una disposición a enfocar históricamente la evolución de las ideas psicoanalíticas. Conviene evitar la coagulación de las concepciones y pensar a la Obra de la analista vienesa/inglesa como un momento particular, muy importante sin dudas, en el desarrollo del psicoanálisis. Escribió entre 1919 y 1960, es, por lo tanto, parcialmente contemporánea de Freud.  Hay, por supuesto, un antes y un después, y el después corresponde al momento actual, con las significativas modificaciones teóricas y técnicas sobrevenidas luego de sus formulaciones originales. Trataremos, en el breve espacio de que disponemos, de echar alguna luz sobre ese recorrido.

Klein trabajó toda su obra con el supuesto de que estaba siguiendo los pasos de Freud, como una extensión de su obra. Creía estar confirmando las teorías de Freud sobre la sexualidad infantil y el Complejo de Edipo mediante la experiencia con niños reales y no reconstruidos como son los que inspiraron los grandes descubrimientos freudianos. No se pensó a sí misma como una innovadora. Para ella, el juego del niño era la contraparte de la Asociación Libre de los adultos. En su técnica del juego, estaba dispuesta a actuar la mayoría de los roles que los niños le proponían con el fin de acceder a sus sentimientos y motivaciones. En sus discusiones con Anna Freud fue importante el énfasis de Melanie Klein en ocuparse de la transferencia negativa, como medio de hacer frente a las ansiedades de los pacientes, tanto niños como adultos.

Su técnica del juego le permitió ponerse en contacto con niños muy pequeños, incluso de menos de 3 años, y combinar el juego con su surgente capacidad para el lenguaje verbal, lenguaje al que daba la mayor importancia. Tomó muy en serio el uso del simbolismo onírico propuesto por Freud (entre otras obras, en la X de las Conferencias de Introducción al Psicoanálisis), y lo utilizó para interpretar el juego de los niños. Esto dio forma también a su modo muy peculiar de escribir. Leerla implica una voluntad de trascender las dificultades inherentes a su estilo.

Los descubrimientos realizados con esta técnica le fueron otorgando convicción en el valor clínico de su método, y la llevaron a énfasis teórico/clínicos propios, entre los cuales fueron fundamentales: 1) la importancia central de la fantasía inconsciente,  2) las implicancias tanto de las fantasías muy agresivas como amorosas que encontró en el juego de los niños pequeños y asumió que eran también parte del inconsciente de los adultos, 3) el rol central de la ansiedad tanto en el desarrollo normal como en el patológico, 4) la importancia de la reparación, 5) la idea de los objetos internos y el mundo interno, y 6) la existencia de un superyó temprano muy sádico. Finalmente su trabajo la llevó a concebir las posiciones esquizoparanoide y depresiva, primero como posiciones en el desarrollo, y luego, fundamentalmente a partir de Bion, como estados mentales.

Desarrolló una teoría propia a partir de 1935, con sus trabajos sobre la Posición Depresiva, los mecanismos esquizoides y Envidia y Gratitud. En el primer período, de 1919 a 1935, su marco teórico fue marcado por Freud y Abraham, aunque con su propio sello.

Puede reconocerse en su obra una alternancia, muchas veces no explicitada y conducente a cierto grado de confusión, entre hipótesis de muy diferente nivel de abstracción, lo que la diferencia del rigor científico que conocemos en  Freud. Era fundamentalmente una clínica, no muy interesada en los desarrollos metapsicológicos, y la tarea de desbrozar una metapsicología kleiniana quedó para posteriores estudiosos de su obra.

Como dijimos, uno de sus conceptos clave es el de Fantasía Inconciente, y conviene transcribir aquí la descripción que del concepto hace Robert Hinshelwood en su Diccionario del Pensamiento Kleiniano:

Una fantasía inconciente es la creencia en la actividad de objetos ‘internos’ sentidos como concretos. Es un concepto difícil de asir. Una sensación somática arrastra consigo una experiencia mental que es interpretada como una relación con un objeto que desea causar esa sensación, y es amado u odiado por el sujeto dependiendo de si el objeto es bienintencionado o malintencionado (es decir, si la sensación es placentera o displacentera). Así, una sensación displacentera es mentalmente representada como una relación con un objeto ‘malo’ que intenta lastimar o dañar al sujeto… A la inversa, cuando es alimentado, la experiencia del infans es la de un objeto, que nosotros podemos identificar como la madre, o su leche, pero a la cual el infante identifica como un objeto dentro de su panza, benevolentemente motivado para causarle sensaciones placenteras allí”.

Transcribí esta definición in extenso porque creo que es muy aclaratoria del funcionamiento de la clínica de orientación kleiniana, que tiende a atribuir intencionalidad en el funcionamiento del inconciente, siendo en esto consecuente con los desarrollos de Freud acerca de El sentido de los síntomas, en relación a los cuales éste explicita la importancia de reconocer el ‘desde dónde y el hacia dónde’ de las formaciones del inconciente. También, en un nivel más fenomenológico, permite acercarse a la experiencia tanto de la vida cotidiana como de la clínica en que observamos que en lugar de experimentar frustración ante un deseo o expectativa insatisfecha, se atribuye una causalidad intencionada (ya sea por parte de una persona o algo más impreciso) a dicha frustración (ataque).

A diferencia de Freud, que partió de la psicopatología (histeria) para desarrollar su edificio conceptual, Klein partió de la búsqueda de comprensión del desarrollo infantil, tanto normal como patológico, y esto deja ver su impronta. Ya en sus más tempranos artículos, Klein habla del deseo de conocer, la pulsión epistemofílica, como basado en la libido y expresado en todas las actividades del niño. Pronto, a partir de su experiencia clínica, comenzó a otorgarle al sadismo un papel fundamental en el impulso del niño a conocer. Muchos de sus pacientes eran traídos a la consulta a raíz de síntomas que surgían ante el embarazo de sus madres o el nacimiento de hermanitos, y la curiosidad acerca del contenido del cuerpo de la madre pasó a ocupar un lugar fundamental en su teoría. En el inconciente, el cuerpo de la madre (el mundo por simbolizaciones sucesivas) aparecía poblado por los contenidos que el niño ponía proyectivamente dentro de ella. Dicho en apretada síntesis, desde allí se generaban por retaliación las experiencias ansiógenas capaces de generar síntomas, trastornos del carácter o detenciones en el desarrollo. Le resultaban muy evidentes los sentimientos de culpa, aun en niños muy pequeños, y los veía expresándose por ejemplo en los terrores nocturnos (figuras terroríficas  - versiones de los padres introyectados - que no están presentes en el mundo exterior pero amenazan desde adentro).

Klein refiere en muchos momentos la importancia de los padres reales, cuya actitud amorosa hacia el niño es necesaria para ir modificando gradualmente las distorsiones generadas por las proyecciones de figuras internas terroríficas. La predominancia de las experiencias reales buenas sobre las malas  es la condición de un desarrollo hacia la normalidad.

Las Posiciones: Seguramente su aporte más original y duradero es la organización de los modos de funcionamiento psíquico en dos modalidades fundamentales. No creo útil establecer en una definición conceptos de una importancia y amplitud tal como los que comentamos. Es necesario verlos evolucionar históricamente, aunque sea en forma muy sucinta.

Freud, y luego Abraham, hablaron de fases de evolución de la libido, y Klein los tomó como punto de partida para sus investigaciones clínicas. La evolución de sus experiencias la fue llevando a considerar que las modalidades de funcionamiento oral, anal y fálico, podían presentarse simultáneamente y no necesariamente consecutivamente, tal como el concepto de fase hace inferir. De allí que propusiera el término posición, que es más espacial y dramático (personajes interactuando) en lugar de fase. La definición que se ha vuelto canónica implica una configuración que incluye un tipo especial de ansiedad, un tipo de relación de objeto y defensas específicas para cada una de las dos posiciones que finalmente propuso: Esquizoparanoide y Depresiva. Ambas son parte del desarrollo normal y pueden sufrir desarrollos patológicos. De todos modos, conservó en sus trabajos la idea de que estas posiciones se sucedían una a otra en el desarrollo infantil. Inclusive intentó datar (los tres meses de edad) el comienzo de la Posición Depresiva. Desde ya que la observación directa de bebés no puede confirmar ni desmentir este fechaje aunque debe admitirse cierta correlación posible.

Quedó para sus continuadores, especialmente Wilfred Bion, elaborar de un modo más sofisticado la teoría de las posiciones, la operatoria de la Identificación Proyectiva y ofrecer hipótesis teóricas que permitieron una aproximación más rica a la comprensión del Campo Analítico y la Contratransferencia. Aunque no es el caso desarrollarlo aquí, lo central de estos aportes implica una teoría del pensamiento que difumina la frontera entre cognitivo y emocional, y permite, a través de los conceptos de función a  y reverie materno, incorporar al mundo externo como parte integral del sistema (continente - contenido).

A mi juicio, y para terminar, el legado kleiniano sigue siendo de inestimable valor clínico para la psicoterapia analítica, cualquiera sea el encuadre que se utilice. Entre muchos otros aspectos, se destacan: 1) la importancia de mantener la atención del terapeuta sobre la transferencia negativa, independientemente que se decida interpretarla explícitamente o no, 2) mantener viva la importancia de la vida de fantasía (consciente e inconsciente) y las particulares modalidades de interrelación de ésta con la vida en el mundo externo, y 3) poder situarse ante el paciente teniendo en cuenta el tipo de mundo en que vive, hasta qué grado está ese mundo centrado en sí mismo (Posición Esquizoparanoide) o en el interés por los objetos externos (Posición Depresiva), y si hay evolución a largo del tratamiento en este nivel.


 
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