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Por Eduardo Müller
Psicoanalista
edumul@sinectis.com.ar
 

Medio-medio

La palabra medio es elocuente en su transparencia. Se refiere a algo a lo que le falta la mitad. “Medio palo verde” es la mitad de un millón de dólares. Ese millón, claro, es el fin para el cual al medio le falta la mitad. Se trata de una medida de la insatisfacción. Dime que medio tienes y te diré que mitad te falta. Todo medio tiene como fin, entonces, acceder a la mitad que le falta. Es la sed del vaso medio vacío que no puede beber del vaso medio lleno. La frase maquiavélica de que el fin justifica los medios es muy clara. La única política posible es la de llenar el vaso por cualquier medio. Es lo que la historia política de la humanidad muestra. De cómo cada quién lucho por acceder a la mitad que le faltó. Imperios, países, clases, poderes, caudillos, etc. El medio entonces aspira al fin. Ese fin está en su propia esencia. Fin es la parte del medio que el medio no tiene. Y que lo mueve. La diferencia entre medios buenos y malos es irrelevante e ingenua. Una mitad es una mitad. Y el fin es el doble de esa mitad.

También hay una definición espacial, geométrica de “medio”: lo que equidista de sus extremos. Lo que está en el centro evitando el peligro de los extremos. Hay toda una teoría política que teme los extremos (que se tocan, claro) y adoran la moderación del centro.

De centro-izquierda sería alguien que teniendo la sensibilidad de la izquierda evita sus excesos revoltosos. De centro-derecha sería alguien que respeta la conservación del orden pero prefiere que se haga sin demasiada violencia. Ese estar en el medio daría garantías de moderación. Pero la historia política de nuestro país y del mundo muestra que más allá de algunas dictaduras de extrema derecha, los peores horrores han sido cometidos por el extremo centro (Johnson el demócrata extendió la pesadilla de Vietnam, y Nixon el republicano la detuvo).

Un medio de comunicación intenta hacer creer que está ubicado entre la verdad de los hechos y el público receptor. Es el que se entera de lo que sucede y lo comunica. Un medio de comunicación hace creer que está ubicado en el medio neutro entre la verdad y la gente. “Salió en el diario”, “lo pasaron por televisión” funciona como garantía de verdad. Casi todos los medios de comunicación dicen ser medios neutros y moderados, equidistantes de los extremos y al servicio de la comunicación de la gente.

Un presidente de una gran compañía de televisión norteamericana contestó así a la pregunta de cuál es el negocio de la televisión: “le vendemos gente a las compañías anunciantes”. Su brutal verdad muestra lo oculto. Lo que se vende es gente, lectores, audiencias. Clarín y La Nación le venden lectores a Frávega y Carrefour. Somos la mercadería. Y pagamos por serlo. Son las audiencias (nosotros) las que están en el medio entre los medios y sus empresas anunciantes.

De la mano de McLuhan

Pero quiero abordar el tema de los medios desde un autor al que sigo hace años, Marshal McLuhan. Me declaro un mcluhanista del siglo XXI para afirmar de entrada que ningún estudio serio acerca de los medios se puede hacer sin sus aportes. Muerto en 1980, este canadiense doctorado en Cambridge con una tesis sobre poesía isabelina, desplegó en la década de lo sesenta una de las formas más rigurosas y creativas de estudiar los “media” y su influencia en la percepción e inteligencia humana.

McLuhan es conocido sobre todo por su provocativa tesis según la cual el aspecto más importante de los medios no debe buscarse en cuestiones relacionadas con el contenido intelectual, sino en el medio técnico de comunicación: “El medio es el masaje”. Atender a la construcción ideológica o semiótica de un artículo aparecido en el diario de hoy, es no dar en el punto central. McLuhan insiste en que las formas técnicas de los medios configuran la percepción humana, y averiguar el modo en que esto se produce es la cuestión teórica más importante que los estudios de los medios tienen hoy ante sí. Para él somos lo que vemos, y además formamos nuestras herramientas y luego estas nos forman. Los medios tecnológicos son prolongaciones de nuestros cuerpos, el libro del ojo, la rueda del pie, la electricidad del sistema nervioso.

McLuhan advierte que las sociedades analfabetas no pueden entender películas o ver fotografías sin gran entrenamiento previo. Algo que nos parece absolutamente natural como ver una película requiere de un adiestramiento tecnológico que surge de tecnologías anteriores. Nosotros damos por supuesto que este es el modo normal de visión y que no se necesita entrenamiento previo para ver fotografías o películas. Pero los pueblos analfabetos no pueden ver en tres dimensiones o en perspectiva. McLuhan para demostrar que la lectura fonética es el origen de nuevos modos de percepción, cuenta el trabajo de John Wilson del Instituto Africano de la Universidad de Londres, cuando trató de emplear películas para enseñar a leer a los nativos. Se filmó una película de un modo muy lento para enseñar una técnica de evacuación de agua estancada en una aldea africana primitiva. Se proyectó esa película ante un grupo de indígenas y se les preguntó qué habían visto. Respondieron que habían visto un gallo. Wilson dice que no sabían ni él ni los técnicos que filmaron la película de que hubiese gallo alguno. Revisaron todos los fotogramas uno por uno y descubrieron que por un segundo un gallo pasó volando por una esquina del encuadre. Alguien lo había asustado y el ave huyó asustada. Eso es todo lo que habían visto. Es decir que los africanos no vieron todo lo que se suponía que debieran ver, y vieron algo que los que filmaron no habían visto. Mcluhan explica que el conocimiento del alfabeto da a las personas el poder enfocar la mirada un poco por delante de cualquier imagen de modo que la captan en su totalidad a un golpe de vista. La gente analfabeta no adquiere esa habilidad y no miran los objetos a nuestro modo. El ojo no es usado por ellos en perspectiva sino “táctilmente”, como explorando los objetos y las imágenes. Pero McLuhan agrega que de haber podido disponer de la TV, Wilson se hubiera asombrado al descubrir cuánto más y más rápido se aficionan a ella que al cine los africanos. La explicación es la determinación material: en el cine el espectador es la cámara y el hombre analfabeto no puede usar sus ojos como cámara. En cambio con la TV el espectador es la pantalla sobre la que se proyectan los rayos catódicos.

La imprenta y la invención de la tipografía constituyeron la primera producción en masa y el primer producto uniformemente repetible. La invención de la imprenta marca la línea divisoria entre las tecnologías medieval y moderna. Fue la primera reducción de un oficio, el de los escribas, a términos mecánicos. Lo impreso fue lo primero que se produjo en masa. Dio lugar a la “Galaxia Gutenberg”. La homogenización de hombres y materiales llegará a ser el programa de la era Gutenberg. Con la imprenta aparecen al mismo tiempo los autores y los públicos, pues los autores no eran los que escribían sino los que publicaban. Europa con la imprenta experimentó su primera fase de consumo, porque la imprenta no es sólo un medio, sino que enseñó a los hombres a organizar todas las demás actividades sobre una base sistemática lineal. Cómo crear mercados y ejércitos nacionales. Allí surgieron el individualismo y el nacionalismo.

Pero el contenido de lo impreso en los dos primeros siglos de imprenta hasta fines del siglo XVII fue de origen medieval. En los siglos XVI y XVII no hubo nuevos escritores porque todavía no había público para ellos. Desde el punto de vista del contenido la imprenta en sus primeros siglos aportó muy poco. La Biblia y sus textos anexos, los romances medievales de caballería y los almanaques fueron los de mayor público. Es que toda tecnología inventada tiene el poder de entumecer la conciencia humana durante el período de su primera interiorización. Los medios, entonces, no son neutros portadores de contenidos. Cualquier estudio de medios que no se fije en su determinación material y se restrinja a los contenidos fracasará. Se trata de estudiar a los medios en cuánto máquinas, en una zoología artificial.

En la genealogía de los medios y la relación con los sentidos, McLuhan destaca que en la sociedad pre-alfabética, oír era creer. El alfabeto fonético obligó al mágico mundo del oído a rendirse al mundo neutral del ojo. Hasta que se inventó la escritura el hombre vivió en el espacio acústico, sin límites, horizontes. La pluma de ganso acabó con la conversación. Dio arquitectura y ciudades, caminos y ejércitos, trajo la burocracia. Y agrega que en su actualidad (los sesenta) la TV defrauda y se la critica porque sus críticos no saben verla como una tecnología totalmente nueva que exige repuestas sensoriales distintas. La consideran una forma degradada de la tecnología de la imprenta. No comprenden que las películas que elogian como las de Richard Lester El snack y como lograrlo o Yeah, yeah, yeah, serían inaceptables para el público si no lo hubiesen condicionado previamente los avisos de la TV, que lo acostumbraron a repentinos zig zags, al montaje elíptico, a los cortes abruptos, a la falta de continuidad narrativa. Es decir que el núcleo central de las ideas de McLuhan consiste en dejar de ver a los medios de comunicación como meros vehículos de contenidos, y estudiarlos desde su determinación material y su relación con el cuerpo humano.

McLuhan hoy

Imaginemos un estudio actual sobre las nuevas tecnologías desde sus ideas. Las computadoras y los celulares han resucitado una técnica en extinción que sólo se seguía enseñando en las Academias Pitman, la escritura a máquina (de escribir). Hoy no hay niño o adolescente que no sea más ducho que un adulto en esa técnica. McLuhan estudiaría la relación con los dedos y esos medios como sus prolongaciones. Todos saben escribir a máquina justo cuando desaparecieron las máquinas de escribir. Son más bien máquinas de teclear.

¿Teclear es escribir? No es una pregunta obvia. ¿Un mensaje de texto enviado en segundos resulta del mismo proceso que llamamos escribir?; ¿No es más un producto de los dedos mismos y del teclado tecnológico que del procedimiento clásico de la escritura? ¿No es increíble el desfasaje que hay entre tan sofisticada tecnología y la pobreza banal de los mensajes que se envían? La mayor parte de los mensajes de texto son redundantes: “Hola”, “ya voy”, “estoy llegando”, “te estoy esperando”. Es más para usar el medio que para dar el mensaje. Las nuevas tecnologías están enseñando ellas mismas a los hombres a usarlas. Como decía McLuhan: conciencias entumecidas aprendiendo a teclear más allá de lo tecleado. Interiorizando una nueva técnica que cambia el cuerpo. Hablar con los dedos, prolonga el cuerpo de modo incierto. El ser humano del siglo XXI está tecleando.

Es llamativo también el cambio de tecnologías de los jóvenes que encerrados con sus computadoras le han dado la espalda a la TV. Ven en sus “compus” hasta programas de TV que bajan por Internet. Han salido de la pasividad catódica para ejercer una actividad cada vez más especializada a partir de sus dedos. Son sus propios editores, programadores y mensajeros. Usan todos los sentidos al mismo tiempo: ven, oyen, tocan mientras comen y beben al lado de la computadora. McLuhan hablaba del poder de la hipnosis cuando hay predominio de un solo sentido. Con lo cual habría que pensar ciertas adicciones a la computadora como lo contrario de la hipnosis, o como una reacción a ella. Ya el zapping, que el control remoto propició en las generaciones anteriores, le había dado más autonomía al receptor. Cambiaba el modo de recibir lo que se ve. Fue un nuevo modo de ver, que especializó la técnica del vistazo. Decidir en segundos si a esa imagen fugaz la dejo o la elimino. Chatear es un raro modo de escribir y leer simultáneo con otro o con varios otros. Junto con el mail pusieron en desuso la tecnología de la carta manuscrita, de siglos anteriores. Enviar una carta llevaba su tiempo. Primero un tiempo de escritura, después el tiempo que tardaba en llegar. Y después el tiempo que demoraba la respuesta. La carta era un dispositivo de escritura que tomaba en cuenta la demora y la distancia. El mail apuró el tiempo y acercó la distancia. El chat anuló tiempo y distancia. Veinte dedos moviéndose vertiginosamente al mismo tiempo.

Se volvió famosa la frase de George Washington: “este año no hemos tenido noticias de Benjamin Franklin, que está en Paris. Tendríamos que escribirle una carta”. Es notable el modo en que esta frase enseña el modo de percibir el tiempo y el espacio en esa época. Paris estaba mucho más lejos y un año no pasaba tan rápido. La leve preocupación de George Washington enunciada hoy sería pensada como una desaparición.

 
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Bibliografía
 
McLuhan, Marshall. La galaxia Gutenberg, Planeta-Agostini, Barcelona, 1985
McLuhan, Marshall. El medio es el masaje, Editorial Paidós, Argentina, 1967
Stevenson Nick.Culturas mediáticas, Amorrortu Editores, Argentina, 1998
 
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