SUBJETIVIDAD
OTROS ARTÍCULOS
Trastornos narcisistas en la adolescencia
Por Marcelo Luis Cao
 
 
 
Subjetividad
Devenir en Acto [1]
Por Liliana Palazzini

Psicóloga egresada de la Universidad Nacional de Rosario. Psicoanalista,
Ex Miembro Activo de la Sociedad Psicoanalítica del Sur (Bs. As.)
Publicaciones:
- Movilidad, encierros, errancias: avatares del devenir adolescente; en: Adolescencias: trayectorias turbulentas. M. C. Rother Hornstein (Compiladora). Paidós, Buenos Aires, 2006
- “Una foto color sepia…”: organización y desorganización en la tramitación adolescente.; en: Adolescencias: trayectorias turbulentas. M. C. Rother Hornstein (Compiladora). Paidós, Buenos Aires, 2006

[email protected]

 

Ya nos hemos referido al alcance de la confrontación y sus efectos constitutivos de potencia: de pensamiento, de acto y de palabra (en Devenir virtual). Poder pensar, poder hacer, poder decir. Tal alcance permite una organización de la agresividad como defensa del Yo. El saldo estructurante de la confrontación es una organización de la hostilidad bajo la tutela del Superyó, instancia que será remodelada en lo concerniente a la conciencia moral y a los Ideales del Yo, capaces de modelar esta nueva fuerza.

La construcción de un proyecto identificatorio – que atañe al Yo y a los ideales - sólo se hace posible desde la instalación en potencia, no sólo desde la representación de la idea de futuro o desde el plus de placer  que para el Yo acarrea el alcance de aquello que se desea, sino que enlaza al sujeto a la trama vincular. Nada de lo producido es solitario aunque sea individual, porque la trama subjetiva coloca al sujeto en el espacio fantasmático de la intersubjetividad.  Queda en juego la instalación de la noción del otro como sujeto y no como objeto.

El completamiento del crecimiento  da a la musculatura y la fuerza física un estatuto diferente y por lo tanto se vuelve imperioso su control desde los mecanismos internos del aparato psíquico, es decir desde el funcionamiento diferenciado de la tópica – instalación de la represión, por ejemplo -, pero su regulación también la da el conjunto de pertenencia, el sentido de sostén en una comunidad social, y el alcance de la fuerza simbólica, esto es, la fuerza del pensamiento, del deseo, de la capacidad de fantasear.

Clínicamente, adolescencia y actuaciones han sido asociadas, constituyendo a menudo motivo de consulta.  El interés del psicoanálisis se centra en pasar de la “fenomenología” a la construcción de sentidos acerca de aquello disruptivo que crece, invade y desborda la capacidad psíquica de ligadura representacional como es el acto. Pero veamos, el acto, sea cual fuere: actos de riesgo que toma la conducta, actos de ausencia como la inhibición, actos de agresión, de violencia, de crueldad, actos de transgresión, de somatización, etc., no se trata de descarga pura. René Rousillon (1991) plantea que la “economía del acto” siempre encierra un sentido y una búsqueda de inscripción representacional. [2]       

Recordemos que para Freud la transferencia es una puesta en acto, es una forma de memorización del pasado. Cuando opera la represión, no hay recuerdo directo, pero hay un escenario - el espacio transferencial - en donde se despliega lo vivido. Gracias a  este descubrimiento, luego de considerarla un obstáculo para la cura, la consideró la vía privilegiada de acceso a la historia vivida del analizante.

También en La interpretación de los sueños tomó la idea de acto como pasaje a la motilidad, idea que nunca dejó de lado. Si bien se ha opuesto el acto – ligado al concepto de repetición - al pensamiento – ligado al concepto de elaboración, según el modelo placer-displacer - , el acto y el pensamiento no pueden definirse en cabal oposición en la medida que todo acto contiene un esbozo de pensamiento, una búsqueda de inscripción significante; el acto es un modo de hacer sentir o de hacer vivir lo que el sujeto no puede representar – pensar/decir - . Supone una primera transformación de lo que es pura excitación a una primera organización pulsional  en afectos o representación de cosa.

Pensar, hablar, recordar, hacer silencio, llorar, enojarse, también  son actos en el sentido psicoanalítico de los que puede extraerse una experiencia que actualice la potencialidad del Yo. Son modos de actuar sobre el otro y sobre sí mismo que inscriben una diferencia, el sujeto cambia: se liga, se des-liga, se pone en movimiento y así el acto no entraña una connotación negativa.

Sabemos que hay actos que toman la forma de agresión extrema, violencia, crueldad, masoquismo, acciones compulsivas, etc. en los que la descarga por la motricidad señala un fracaso de la organización defensiva pagando un precio por salvaguardar la organización psíquica. Podría decirse que son actos psicóticos sin psicosis a los que se apela como recurso extremo para sentirse vivos pues la amenaza de NO VIDA  o de NO EXISTENCIA llega a ser acuciante para el psiquismo. Como si se tratara de “triunfos narcisistas”, son actuaciones que se convierten en defensas últimas contra la amenaza de actualización de la  desinvestidura libidinal, amenaza vigente y escondida  en el horizonte de la historia del sujeto.

Para articular la idea de destrucción - propia o del otro - y de  defensa adecuada que preserve al otro y a sí mismo-,  tenemos que remontarnos a las condiciones de advenimiento en las que las vivencias inaugurales de placer-displacer y  de sostén van construyendo representaciones que organizan el psiquismo alrededor de la posibilidad de afrontar las situaciones de frustración y disfrutar de las de satisfacción, posibilidad de encuentro-desencuentro de los cuerpos, los pensamientos, los afectos que porta la memoria de lo vivido en el encuentro primordial con la psique-cuerpo materno y con el propio cuerpo (Ana Berezin, 1998).  Cuando lo predominante han sido las vivencias de desamparo, la indefensión resultante no culmina mientras estemos vivos. Ese terror intramitado tiene la capacidad de desencadenar situaciones de crueldad o de terror, condiciones potenciales de desplegar terror como vivencia subjetiva hacia otros o hacia uno mismo. Traumatismo que se trastoca en la capacidad de hacer sufrir.

Ahora bien, el psicoanálisis abre el interrogante acerca de los enigmas que circundan el vivir con otros, sus formas, sus manifestaciones, sus efectos, más que nunca en un tiempo en que el otro es el mundo que se ofrece o se niega, es el representante de lo posible o  lo inasible, en un tiempo en el que las potencialidades subjetivas quedan ligadas a la tensión irreductible que se da por la articulación entre las condiciones sociales y políticas en las que se despliega la vida. Aquí es donde no podemos obviar que las múltiples formas de ejercicio de  violencia desplegada en la franja adolescente se articulan a la falta de proyectos que sustentan la concepción de un futuro posible. Sabemos que un hilo invisible articula lo que se ha hecho en la vida, con lo que se imagina que se hará, y desde ese hilvanado emerge una vida con sentido, huellas indiciales de rumbo, un norte, aquello que llamamos proyecto identificatorio que solventa el anhelo de un por-venir. Ahora bien, ante la percatación –no siempre tan consciente- de la ausencia de futuro, se instala la desesperación. No ser parte de ningún proyecto histórico, ni eslabón de un progreso humano hace que la vida pierda toda trascendencia (S. Bleichmar, 2006) y la sensación es no sólo la de no ser libres, o no ser aptos, sino que es la de una profunda estafa moral por las condiciones de subsistencia. Estos adolescentes no son los que llegan a nuestros consultorios, con quienes podemos articular cual filigrana el acto y el sentido oculto a fin de desactivar el aspecto destructivo de la cuestión y  despejar el aspecto potencial. Estos adolescentes son los protagonistas de los programas  televisivos que muestran la jungla de asfalto, los desbordes de la noche…

Entonces, no puedo dejar de articular aquí la noción de Sacrificio (Guy Rosolato, 2004), tan cara al psicoanálisis, cuando Freud analiza las religiones (judaica, musulmana y cristiana) y piensa el sacrificio del hijo - en la crucifixión y muerte  de Jesús - como efecto de la represión del deseo de muerte del padre primordial –Dios -, que queda sofocado por la culpa que genera. Muerte alivianada, claro, por la resurrección. El planteo freudiano es que lo sacrificial tiene vigencia en la cultura y siempre se articula al campo social a la vez que demarca el mundo de lo sagrado. Vigencia en las religiones que mandan a sofoco las manifestaciones pulsionales.  Pero no puedo dejar de  pensar que, en los descreídos, los desposeídos, aquello Sagrado a lo que se pueden entregar es a la premisa  “NO TENGO NADA QUE PERDER” y, dando lugar a un Sacrificio particular, se ofrece la vida a la muerte. Es como si el desposeído, el descreído le dijera a la muerte: tómame, aquí estoy, nada soy, nada tengo, nada valgo. Se juega el juego del cazador cazado (pienso en los delitos, la delincuencia juvenil, la drogadicción extrema). El Estado manda a un Sacrificio de los jóvenes toda vez que no ofrece espacios y recursos de humanización. Hay un ejército de jóvenes militantes del Sacrificio en este presente lleno de desamparo y escepticismo. Pero ellos no llegan a nuestros consultorios, ellos son los protagonistas fugaces de un  raiting impiadoso.

 
Compartir
Notas
 

[1] Tercera parte de “Adolescencias: diseños posibles para una subjetividad en emergencia”. Devenir adolescente  cuenta con una impronta cultural que moldea sus manifestaciones. Este trabajo intenta conjugar algunos aspectos metapsicológicos  -anudados a la noción de trabajo psíquico-  con  diversas manifestaciones juveniles que conforman  envases visibles vinculados a procesos intrapsíquicos e intersubjetivos, no tan evidentes. En el número 6 de El psicoanalítico se publicó la segunda parte, Devenir virtual. Y en el número 8 la cuarta parte, Devenir enamorado
[2] El psicoanálisis inglés con su conceptualización de acting out y acting in, además de diseñar un psiquismo endogenista, en referencia a las “relaciones de objeto” más que a las “relaciones entre sujetos” históricos  inmersos en una raigambre cultural, colocaba el acto en un fuera de escena, mental o de la escena transferencial, lo cual denotaba una cualificación negativa.

 
Bibliografía
 
Berezin, A., La oscuridad en los ojos. Ensayo psicoanalítico sobre la crueldad. Homo Sapiens Ediciones, Rosario, 1998
Bleichmar, S., La subjetividad en riesgo. Topía Editorial, Colección Psicoanálisis, Sociedad y Cultura.  Buenos Aires, 2005
Bleichmar, S., Trabajo presentado en Panel Actualidad en las Jornadas por la Memoria: Historia, Contexto y actualidad en el campo psi. Edita: El Campo Psi. Revista de Información Especializada. Rosario, 2007
Bleichmar, S., Superar la inmediatez. Un modo de pensar nuestro tiempo. Jorge Testero (editor), Ediciones del CCC – Centro Cultural de la Cooperación Floreal Gorini. Buenos Aires 2009
Bleichmar, S., El Desmantelamiento de la subjetividad. Estallido del Yo. Topía Editorial, Colección Psicoanálisis, Sociedad y Cultura. Buenos Aires, 2009.
Duschatzky, S., Corea, C., Chicos en banda. Los caminos de la subjetividad en el declive de las instituciones. Editorial Paidós, Buenos Aires,  2002; 4ta. Reimpresión 2006
Freud, S. La interpretación de los sueños. En Obras Completas. Tomo II. Editorial Biblioteca Nueva. Madrid, España, 1972
Palazzini, L., Movilidad, encierros, errancias. Avatares del devenir adolescente; en: Adolescencias: trayectorias turbulentas. M. C. Rother Hornstein (Compiladora). Editorial Paidós, Buenos Aires, 2006
Rosolato, G., El sacrificio. Estudio psicoanalítico. Editorial Nueva Visión, Buenos Aires, 2004
subir