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Título: Descendencia. Tetsuya Ishida, 1999
Título: Descendencia. Tetsuya Ishida, 1999. Imagen obtenida de:
http://elhurgador.blogspot.com.ar/2014/08/tetsuya-ishida-pintura.html
¿Será porque nos une el espanto?
El lazo fraterno
Por Luciana Chairo
lucianachairo@elpsicoanalitico.com.ar

 

“…he recibido a mi hermano varón un año menor que yo (y muerto de pocos meses) con malos deseos y genuinos celos infantiles, y que desde su muerte ha quedado en mí el germen para unos reproches”

S. Freud. Carta A Fliess n° 70








Comenzar un escrito para pensar lo fraterno, intentando sostener una perspectiva psicoanalítica, no resulta tarea sencilla. Si bien nos encontramos con múltiples correlatos clínicos que, de una u otra manera, nos hablan de dicho lazo: los celos, la cuestión narcisista, la rivalidad especular, el lugar al que se adviene en la novela familiar, entre otros; lo fraterno como concepto, no ha sido un tópico desarrollado de manera específica en los marcos del psicoanálisis.

En función de algunas lecturas realizadas, puede considerarse que el lazo fraterno oficia de andamiaje para el puente que comunica dos terrenos que no podrían  mantenerse aislados, en orillas distintas: el socio histórico y el psíquico. Desestimando cualquier posibilidad de disociación entre ambos, sugiero que el lazo fraterno nos permite desplazarnos entre aquello que se produce en los avatares de la construcción psíquica y el advenimiento de los colectivos sociales, de aquellas fratrías que se despliegan a lo largo de la historia. Es Freud quien  nutre dicha hipótesis, a partir de sus conceptualizaciones en Tótem y Tabú (1912).

¿Qué de lo fraterno en la clínica psicoanalítica? ¿Qué de lo fraterno en la producción del lazo social? ¿Cuáles los entrecruzamientos posibles entre ambos campos? ¿Qué grado de operatividad presentan los conceptos psicoanalíticos para elucidar sobre los avatares del campo social? Todas interrogaciones ambiciosas que, lejos de buscar respuestas únicas,  solo pretenden ser motor para la reflexión.


¿El espanto en el origen?

El epígrafe seleccionado para encabezar este texto permite evidenciar, en principio, cómo ninguna construcción conceptual puede desprenderse de las implicaciones subjetivas de quién la produce. En Freud esto es expresamente claro, tanto en la dirección de la cura puesta en evidencia en sus historiales, como en la producción conceptual con la que intenta formalizar sus ideas. En este sentido el lugar de lo fraterno en su propia vida, de sus sensaciones e imaginerías en relación al nacimiento de su hermano menor, su lugar en el seno familiar respecto de sus congéneres, suponemos han marcado la construcción de sus teorizaciones en torno al lazo fraterno. 

Si bien, como se ha mencionado, no abundan las referencias a este tipo de vínculo en la bibliografía psicoanalítica, podemos encontrar en algunos de los  historiales clínicos freudianos la expresión de lo fraterno como punto crucial para comprender las coordenadas sintomáticas de los mismos. Así en el caso de la “Joven homosexual” quien “decide hacerse a un lado” luego del nacimiento de su hermano menor, el cual la desplazaría como objeto sexual a ojos de su padre; un poco más solapado en el Hombre de las ratas, quien da cuenta, con algunas expresiones, del lugar degradado en el que se ubica respecto de su hermano. Así mismo en el “caso Dora” quien, en aquella escena infantil, daba tirones a la oreja de su hermano mientras chupaba su pulgar, constituyéndose ésta en la matriz imaginaria que guiaría diversas situaciones de su vida.
En todos los casos lo fraterno aparece como fuente de sufrimiento, de celos, del odio más descarnado. En este sentido, podemos preguntarnos: lo fraterno ¿implica en sí mismo tales malestares o por el contrario es un lazo que permite  restringir la agresión pulsional constitutiva del ser humano?

Freud propone tres fuentes de sufrimiento: el cuerpo, el mundo y la relación con los otros. El autor considera esta última fuente como la principal y aclara que incluso se presenta como un “destino ineludible”.  Es decir, el prójimo como dimensión constitutiva, tanto en lo que se refiere a la estructuración del aparato psíquico como del pensamiento, pero también paradójicamente como fuente de sufrimiento.

En Tótem y Tabú Freud  subraya  la relación intrínseca entre la conflictiva edípica y la conformación de la fratría;  el encadenamiento entre el parricidio, la prohibición del incesto y el posterior lazo social. El mítico asesinato del padre, sería la bisagra necesaria para el pasaje de la naturaleza a la cultura, de la horda al orden social.  En este sentido, Freud se refiere a la “liga de hermanos” como una de las primeras formas de organización social, con la consecuente  renuncia pulsional, el reconocimiento de obligaciones y derechos, y la creación de ciertas instituciones que se declararían inviolables. De lo fraterno a alianza, y el surgimiento según Freud de la moral y el derecho. El asesinato del padre promovería la hermandad totémica en la que todos gozarían de iguales derechos y obedecerían  a idénticas  prohibiciones.

Pues, es la primordial hostilidad entre los hombres, el privilegio de Tánatos sobre Eros, lo que por un lado introduce institución en la sociedad “civilizada”, pero se consagra a su vez como una amenaza constante a la desintegración. La cultura, en este sentido, sería la encargada de poner freno a esa tendencia. Pues entonces ¿el espanto al semejante es aquello que nos segrega y nos une a la vez? el prójimo se configuraría así como elemento estructurante y traumático al mismo tiempo.


Del Tótem como garante a la totemización heterónoma

Lacan en su texto La familia (1938), estableció como término teórico la expresión “Complejo Fraterno”. Allí da cuenta del impacto que produce en los humanos la aparición de un semejante que, ya sea como heredero y/o usurpador, sea capaz de ocupar un mismo lugar en la serie que le ha sido dada al sujeto. El hermano, en tanto semejante, despierta celos y una agresión primordial que es importante distinguir claramente del amor fraterno que se profesa al modo de mandamiento.

Lacan en relación al mito de la horda primitiva, puntualiza que el asesinato del padre establece la hermandad, con base en la identificación. Una alianza fraterna se instituye como forma primera y más originaria del lazo afectivo con otra persona, lazo que efectivamente restringe aquella agresión primordial.  

Por su parte, Castoriadis es quien propone una crítica aguda tanto a las teorizaciones freudianas como lacanianas en lo que respecta al pacto social. Si bien reconoce en Freud su aporte al análisis social a partir de la formalización de aquellas tendencias psíquicas que apuntalan la socialización de los sujetos, sostiene que habría que producir un “recentramiento” en el modo en que fue interpretado, por dichos psicoanalistas, el mito de Tótem y Tabú. Señala el peso que se le ha dado a la muerte del padre y las prohibiciones concomitantes, colocando en un segundo plano el pacto fraterno de autolimitación. Este autor intenta echar luz sobre la dimensión del colectivo instituyente que, de una u otra manera, habría sido solapado en favor del privilegio del “padre” en las teorizaciones. Padre que una vez muerto cobra cuerpo simbólico, totémico, y desde allí ordena, prohíbe, permite, recela, ejerce un poder sobre aquella “masa caótica”. Ahora bien, es interesante como el acento estaría puesto en una especie de heteronomía legitimada donde desde el Tótem, como garante imaginario de la institución, se deriva una especie de totemización, equivalente a alienación.

Es claro que la lectura que nos ofrece Castoriadis permite visibilizar la potencia de la sociedad instituyente, de un imaginario radical que puede crear nuevas figuras y nuevas formas  de sociedad. El  eje centrado en aquello ya instituido desdibuja la capacidad de transformación y de autolimitación propia de una sociedad que pueda pretenderse autónoma. Es la legitimización teórica de la heteronomía aquello cuestionado por Castoriadis en estos planteos.

Podemos pensar que hay toda una decisión en la construcción de las teorizaciones;  decisión que no es ingenua y que responde a intereses, sean estos advertidos o no. El acento otorgado a una u otra dimensión de los hechos o significaciones, la relevancia de un término sobre otro, de una idea sobre otra,  tiene implicaciones en las consecuencias prácticas a las que lleven en su operacionalización.  En este sentido, podemos preguntarnos acerca del lugar del Tótem como ontología, como encarnación de la Ley, de lo que prohíbe o habilita.

Encontramos entonces que algunas lecturas han centrado sus hipótesis más sobre la dimensión instituida y reproductora del Tótem, que sobre su carácter de garante de lo fraterno como autolimitación, consenso a partir de la garantía totémica.

Para Freud y Lacan la identificación yoica es la que permitiría que aquellos rivales compartan un idéntico amor hacia el mismo objeto. Cada ser humano tiene varios enlaces de identificación y edifica su Ideal del Yo según las características que tome la masa de la que es parte. Freud dirá que cuando un individuo comienza a participar de una masa que él denomina “estable” troca, en algunos casos, su Ideal del yo por el ideal de la masa corporizado en el líder. De esta manera considera que existen dos clases de lazos afectivos en una masa: el lazo con el líder y la unión de los individuos entre sí. Esta multitud de individuos son los que colocan un objeto de adoración común, a éste en el lugar del Ideal del Yo y desde allí se ordenan. Claramente, Castoriadis acotaría que aquí no hay más que alienación. ¿Qué lugar para la creación colectiva? Es decir, la creación entendida de modo magmático y no como reordenamiento de lo ya dado.

Diferentes objetos se han establecido en el lugar del Ideal, del Tótem. Uno podría realizar un rastreo de esta cuestión. Incluso analizar toda la historia social en estos términos. Lo que es complejo encontrar es la crítica o ruptura radical de esta epistemología, de esta política que se concretiza en nuestra sociedad. Nadie se pregunta por qué la necesidad y privilegio de una figura como la del Padre, Dios, el Estado o cualquier otra entidad única pasible de instituir sentido. No se pone en juego este asunto. Incluso solo se plantea si el padre trastabilla o no en su función, ya que sería su caída o desdibujamiento lo que habilitaría condiciones para que la masa, en función de esta falta, encuentre nuevos modos de organización, y quizá nuevos Tótem. Ahora, ¿por qué desconocer de este modo la potencia del colectivo, de las numerosidades sociales? O mejor ¿por qué creer en su potencia solo a partir de instalar que el Otro social se deschaveta?


¿El amor en el proyecto?

Para terminar este breve recorrido, considero importante una última reflexión. Si justamente es Eros quien habilita el lazo con el semejante,  podemos suponer que afianzando dichos lazos, ubicando en un lugar de privilegio la actividad colectiva, localizando la potencia de lo común- sin desconocer con ello lo diverso- daríamos una buena contrapartida a la puja contante y fragmentadora de Tánatos, del odio, del espanto que ineludiblemente el encuentro con el otro provoca. Ternura, en términos de Ulloa, como aquella condición privilegiada para la creación con el otro.
Lo fraterno como lazo que habilite una posibilidad de encuentro a partir de aquella agresión primordial. Ahora bien,  ¿Esto implicaría desconocer al otro social, a las determinaciones instituidas? Claro que no. El hecho de construir un colectivo capaz de elucidar acerca de aquellos instituidos, capaz de resistir aquellos embates del poder hegemónico, capaz de autolimitarse construyendo lúcidamente sus propias leyes, solo implica desconsistir el carácter absoluto del Ideal. Sin Eros no hay proyecto posible de sociedad; por lo tanto la apuesta sería trabajar en favor de producir circuitos que promuevan su advenimiento y que fortalezcan aquellos lazos que lo animen.



 
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Bibliografía
 
Castoriadis, Cornelius.Sujeto y verdad en el mundo histórico- social. Seminarios de 1986-1987. La creación Humana I. Ed. Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires, 2004.
Freud, Sigmund. Vol. XIII Obras completas. Tótem y Tabú y otras obras (1912-1913).  Amorrortu Editores, Buenos Aires.
Lacan, Jacques. La Familia (1978) Ed. Argonauta, Buenos Aires/Barcelona.
Página de MAGMA Sitio sobre la Obra Psicoanalítica, Filosófica y Política de Cornelius Castoriadis.  http://www.magma-net.com.ar/psicoanalisis.htm
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