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Por el equipo de Salud Mental de APDH

 
 
 
Autor: Rebeca Saray
Autor: Rebeca Saray
http://rebecasarayurban.blogspot.com/
La mujer-madre como instrumento clave para la eugenesia
Por María Luján Bargas
[email protected]

 

“El ángel guardián del hombre, es la mujer,
que aunque desagrade al sexo denominado fuerte,
desempeña un papel importante, muy importante, en la humanidad”.
[1]


Eugenesia en Argentina: la Liga Argentina de Profilaxis Social

La eugenesia (del griego ευ, bien y γενεσις, generación, origen) tuvo su puntapié inicial en 1883 de la mano de Francis Galton, primo de Charles Darwin, quien la presentó como la ciencia destinada al perfeccionamiento/progreso de la raza por medio de la reproducción de determinados individuos o grupos humanos considerados “aptos”, “superiores”, y la inhibición de la reproducción de otros considerados “inferiores”, “inadaptables”, como enfermos a nivel físico, psíquico y moral. Esta doctrina tuvo su impacto y desarrollo a lo largo del siglo XX en varios países europeos (Estados Unidos, Inglaterra, Alemania - donde el nazismo constituyó su máxima expresión-, España e Italia, entre otros), como así también en Latinoamérica, especialmente en Argentina, aunque el modo de implementación en cada uno de ellos ha sido bastante heterogéneo. [2]

Fuertemente influenciado por la teoría evolucionista de su primo, Galton planteaba que en las zonas urbanas, la acción de la selección natural sobre las poblaciones humanas estaba muy debilitada. Esto se debía a que la civilización hacía posible que las estirpes que naturalmente no sobrevivirían para dejar descendencia, no sólo se perpetuaran sino que se reprodujeran en mayor número que las razas mejor dotadas, degenerando así la calidad biológica, intelectual y moral de la humanidad (Betancor Gómez M. J., 2007:461). Por este motivo, planteaba la posibilidad de perfeccionar la especie humana promoviendo la descendencia y el matrimonio de los “mejor dotados”, al mismo tiempo que evitando la reproducción de aquellos que encarnaban el peligro de la degeneración de la raza (Talak, A. M., 2005:572). Es así que la preocupación por identificar a estos individuos perjudiciales llevó a producir, desarrollar y utilizar conocimientos para la detección de diversos tipos y grados de anormalidad. [3]

Una de las ideas rectoras de la eugenesia galtoniana era que todas las características físicas, mentales y morales de los individuos se transmitían por herencia, de manera que las diferencias entre los seres humanos estaban determinadas hereditariamente y sólo en una pequeña medida dependían del medio, no adhiriendo así a la idea lamarckiana de la herencia de los caracteres adquiridos. Sin embargo, la corriente eugenésica que tuvo particular incidencia en los países latinos sí se articuló con la concepción de la herencia de las modificaciones adquiridas, es decir, con la idea de que el ambiente podía introducir cambios que luego se transmitirían por herencia biológica (De Souza, V.S., 2007:426). Por consiguiente, las condiciones de vida y el medio podían producir una degeneración en la constitución física, psíquica y moral del individuo, y por lo tanto, en las futuras generaciones, o bien, por el contrario, podían contribuir al mejoramiento de la especie siempre y cuando se interviniera en el medio a través de reformas orientadas hacia este fin eugénico. De este modo, se estaba planteando que la herencia no marcaba un camino inexorable, sino que el ambiente, y con éste, la educación, tenían un poder correctivo y profiláctico (Talak A.M., 2005:575).

Es así que los principales proyectos eugenésicos en Argentina durante la década de 1920 y 1930 implementaron una eugenesia preventiva tendiente a modificar componentes del medio (entorno familiar, vivienda, trabajo, tiempo libre, etc.) considerados degenerativos (Talak, A. M., 2005:575). De esta manera, se buscaba ejercer un control sobre el ambiente del individuo, sobre su crianza, educación y sexualidad con el fin de mantener su constitución física, psíquica y moral dentro de los cauces de la normalidad y de lo deseable, evitando así la generación de aspectos disgenésicos y su propagación a las futuras generaciones. Entre estos proyectos se encontraba la Liga Argentina de Profilaxis Social, una de las primeras instituciones eugenésicas en el país, fundada en 1921 por el médico Alfredo Fernández Verano y patrocinada por el Círculo Médico Argentino y el Centro de Estudiantes de Medicina, que continuó funcionando hasta fines de los años 60. [4]

Esta institución se proponía fundamentalmente combatir la propagación de las enfermedades venéreas (en especial la sífilis por sus secuelas) y a los agentes considerados responsables de dicha propagación (la pornografía “hablada, escrita o figurada” que incitaba a la promiscuidad, el alcoholismo y la prostitución) en pos de la salud de la raza [5]. Las principales formas de lucha contra estas enfermedades propuestas por la Liga eran: la promoción del matrimonio eugénico y su impedimento a aquellos que sufrieran de enfermedades venéreas y mentales, de alcoholismo y tuberculosis, por el peligro de transmisión a las futuras generaciones, a pesar de que ya por entonces la ciencia había descartado su heredabilidad (Miranda, M., 2011:74); el certificado médico prenupcial (como instrumento de control eugénico) [6]; el control sanitario de los inmigrantes; la educación profiláctica (nociones antivenéreas, antituberculosas y antialcohólicas) en el ejército, reparticiones públicas, talleres, fábricas, etc., a través de folletos y volantes; y la educación sexual y antivenérea a alumnos de escuelas de enseñanza media y a educadores de todo el país, obteniéndose en 1924 la autorización del Ministerio de Instrucción Pública para implementarla [7]

La Liga tenía particular preocupación por generar una “conciencia eugénica” que hiciera posible el autodisciplinamiento individual para evitar la reproducción disgenésica, y contribuir a la depuración y mejoramiento de la raza. Para ello, era fundamental la educación sexual que debía implementarse en escuelas y hospitales, como así también las campañas antivenéreas a través de la prensa, conferencias, películas, folletos, volantes y carteles (Talak, A. M., 2005:576). Pero sin lugar a dudas, a la mujer-madre le correspondía el rol principal de inculcar estas ideas eugénicas al interior de la familia, y de tomar conocimiento sobre las enfermedades venéreas y las medidas de prevención “a fin de saber proteger a sus hijos pequeños contra el contagio; a los grandes, contra el libertinaje” (Leroy Allais, J., 1924:63).

Una de las publicaciones de la Liga propuestas para impartir la educación sexual, tanto en los establecimientos educativos como al interior de las familias, era el folleto De cómo he instruido a mis hijas en las cosas de la maternidad de Jeanne Leroy-Allais. En él se presenta el relato de cómo una madre educa a su hija adolescente sobre sexualidad (orientada exclusivamente a la reproducción), sobre las funciones propias de la maternidad, sus obligaciones como esposa y ama de casa, y sobre prevención de enfermedades venéreas. A continuación se propone un breve análisis del folleto con el fin de dar cuenta de la importancia de la educación femenina en el marco del proyecto eugénico de mejora de la raza.


Aprendiendo a ser una madre “eugénica”

“Es deplorable que las jóvenes que llegan al matrimonio, no conozcan nada de sus obligaciones futuras y, dispongan de su persona y de su vida entera, sin saber a lo que se comprometen. Las explicaciones dadas en la víspera de la ceremonia, a prisa y en bloque, no sirven absolutamente para nada, sino para asustarlas o sublevarlas, según su carácter; siempre para perturbarlas”.

Es así como se inicia el folleto orientado a instruir a las jóvenes mujeres sobre “las cosas de la maternidad”, una maternidad entendida como el destino natural y la principal función femenina. Dentro de este marco, se consideraba necesario que recibiesen una educación específica que las formara física, psíquica y moralmente para cumplir con la misión primordial a la que “naturalmente” estaban destinadas: ser madres y esposas. Por consiguiente, se desalentaba toda educación que buscara instruirlas en disciplinas consideradas inútiles para estos roles. “¡Con las modernas pretensiones a la educación llamada integral para las mujeres, se les mete en la cabeza multitud de ciencias que para nada les servirán y en cambio, se les deja ignorar a lo que las destina la naturaleza, lo que constituirá la principal función en su vida, es decir, la maternidad!” (Leroy Allais, J., 1924:4).

La educación para la maternidad durante la juventud contemplaba la preparación del cuerpo para tal destino. Los órganos generadores eran percibidos como “rodajes muy delicados” que debían ser seriamente protegidos (p.29). Por consiguiente, el uso del corsé estaba mal visto, ya que se consideraba perjudicial porque deformaba y atrofiaba los órganos esenciales de la feminidad, ocasionando “ahogos, palpitaciones, falta de apetito, enflaquecimiento alarmante” (p.26), situación que ponía en peligro la posibilidad futura de cursar un embarazo saludable y dar a luz un niño “sano”. Asimismo el uso de zapatos de tacos altos era visto como altamente perjudicial, ya que desviaba el eje natural del cuerpo ocasionando perturbaciones en todo el organismo, de modo que “el aparato tan delicado de la maternidad” no podía desarrollarse normalmente (p.26). También el uso del escote era reprobable, ya que además de causar “enfriamientos a veces mortales”, era un elemento impúdico que ponía al descubierto el pecho femenino, considerado “recipiente de vida en que se abrevan las generaciones. ¿Cómo pues, convertirlo en objeto de curiosidad indecente?” (p.50). Todo esto sumado al trasnochar, las fiestas, los bailes, los vinos espumantes y los manjares “complicados y condimentados”, eran considerados dañinos para la salud de la futura madre, y “las causas más ciertas de la degeneración de las razas” (p.38). En consecuencia, se buscaba desestimar estas prácticas advirtiendo que toda mujer que hiciera oídos sordos a los deberes y obligaciones con respecto al cuidado de su cuerpo para el rol de futura madre, estaba condenada a sufrir “severos castigos” cuando diera a luz, como fuertes dolores, necesidad de intervención quirúrgica o uso de fórceps, imposibilidad de amamantar, bebés enclenques, con debilidades físicas y/o mentales, etc. (p.26).

Si bien el ser madre era presentado como el verdadero papel de todas las mujeres y el que les otorgaba mayor felicidad, se insistía en remarcar las obligaciones y cargas que éste conllevaba. “Desde el momento que tiene la certidumbre de que va a dar a luz un niño, la mujer no se pertenece ya. Para ella no deben existir ni coqueterías, ni fiestas mundanas, ni nada que ocasione fatigas o molestias, nada que pueda perjudicar al nuevo ser cuya vida depende enteramente de la suya” (p.18). En efecto, la mujer embarazada debía tomar todos los recaudos necesarios para cursar un embarazo saludable, y evitar ciertas actividades y lugares (fiestas y reuniones populosas en lugares cerrados por el aire viciado; ir al teatro debido a las emociones que podría ocasionarle; el trabajo cansador de la fábrica, etc.) que podrían tener efectos nocivos sobre el futuro hijo, generándole características disgenésicas tanto a nivel físico como mental, o inclusive la muerte (p.19). “Aquellas que, por no perder un minuto de placer, o para conservar su elegancia en los límites de lo posible, se exponen a dar a luz una criatura en estado de inferioridad, son muy culpables. Los ligeros sacrificios que ocasiona la maternidad, valientemente aceptados, son compensados y con creces por la intensa alegría de dar nacimiento a un bello niño, robusto y sano” (p.20). La madre llevaba entonces la principal responsabilidad en evitar un nacimiento disgenésico, y si éste llegaba a producirse, la culpa caía no sólo sobre la que había dado a luz a ese niño –en tanto no había tomado las medidas necesarias para garantizar una progenie sana- sino también sobre la madre de ésta, por no haberla instruido de manera apropiada sobre los deberes, las obligaciones y las responsabilidades que les imponía su papel futuro de madres (p.27).

En este proyecto de depuración y mejora de la raza, también era absolutamente indispensable la educación sexual de los jóvenes de ambos sexos, con el fin de erradicar la ignorancia y la “curiosidad malsana” que podían llevar a la “depravación” (p.4). De fuerte corte biologicista y médico, la educación sexual eugénica estaba así orientada hacia la reproducción, la responsabilidad con respecto a la raza y la lucha contra las enfermedades venéreas, el alcoholismo y la tuberculosis (Palma, H. y Palma, D., 2007:531). Aquella impartida especialmente a las mujeres, abordaba temáticas que iban desde el funcionamiento del aparato reproductivo femenino y la menstruación, hasta la concepción y la importancia de que las relaciones sexuales se dieran únicamente dentro del matrimonio (eugenésico, claro está) y tuvieran fines reproductivos, con el fin de cimentar una familia sana física, psíquica y moralmente, y garantizar así una óptima descendencia para el enriquecimiento de la raza. Asimismo, se percibía como un punto fundamental que las mujeres adquirieran también conocimientos sobre las enfermedades venéreas, en particular sobre la sífilis, sus modos de transmisión y las medidas para evitar su contagio y propagación a las futuras generaciones.

En conclusión, la educación femenina eugénica albergaba la promesa del futuro enriquecimiento de la nación y de la estirpe, porque en su seno se formarían madres conscientes de la crianza y educación de sus hijos en pos de “la salud y el vigor de la raza”. Una mujer educada bajo estos principios elegiría a su marido no por fortuna o posición social, sino en base a aquellas cualidades físicas y morales que les garantizarían una descendencia sana, robusta e inteligente (p.38). Asimismo, prepararía su cuerpo y espíritu a lo largo de sus años de juventud, para cursar un futuro embarazo saludable y dar a luz a niños fuertes y sanos, a los que criaría alejados de las tentaciones y la mala vida, protegiéndolos así de las enfermedades venéreas. Estos niños educados bajo la doctrina eugenésica se convertirían en consecuencia en hombres y mujeres de gran fortaleza física, psíquica y moral, que engendrarían igual descendencia. Por consiguiente, la maternidad llevada adelante bajo los principios eugénicos constituía así la pieza clave para la puesta en marcha de los engranajes de este proyecto de depuración y mejora de la raza y la sociedad.

 
 
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Notas
 

[1] Thomas, Frank (1921). El respeto a la mujer. Folleto N°7. Buenos Aires: Liga Argentina de Profilaxis Social, p.3.
[2] Sobre la implementación de la eugenesia en Argentina en particular, véase Vallejo, Gustavo y Miranda, Marisa (2005). “La eugenesia y sus espacios institucionales en Argentina”, en Miranda, M. y Vallejo, G. (Comp.), Darwinismo social y eugenesia en el mundo latino. Buenos Aires: Siglo XXI, pp.145-192.
[3] Para este tema véase Vallejo, Gustavo y Miranda, Marisa (2005).
[4] Es importante aclarar que el desarrollo de la eugenesia en nuestro país comprende cuatro estadios evolutivos que según Marisa Miranda obedecen a acontecimientos clave en el ámbito interno o internacional: 1. Recepción de la tesis de Galton (1883-1930); 2. Consolidación del campo (1930-1945); 3. Eugenesia tardía (1945-1983) y 4. Eugenesia liberal (1983 en adelante). El presente trabajo se centra en la primera etapa. Para ampliar este tema véase Miranda, Marisa (2007). “Doxa, Eugenesia y Derecho en la Argentina de posguerra (1949-1957)”, en Vallejo, G. y Miranda, M., Políticas del cuerpo. Estrategias modernas de normalización del individuo y sociedad. Buenos Aires: Siglo XXI, pp.97-129.
[5] Véase Fernández Verano, Alfredo (1924). Por la salud y el vigor de la raza. Plan de defensa social contra las enfermedades venéreas. Folleto N°1 (segunda edición). Buenos Aires: Liga Argentina de Profilaxis Social.
[6] El certificado médico prenupcial fue obligatorio en Argentina a partir de 1936, cuyo principal objetivo era proteger a la descendencia, como así también a la pareja, llegándose a considerar delito la transmisión de enfermedades venéreas.
[7] Para ampliar este tema, véase Miranda, Marisa (2011).

 
Bibliografía
 

Betancor Gómez, María José (2007). “Eugenesia y medio ambiente: la importancia de los espacios abiertos en el entorno urbano para el desarrollo físico y psíquico del niño”, en Vallejo, G. y Miranda, M., Políticas del cuerpo. Estrategias modernas de normalización del individuo y sociedad. Buenos Aires: Siglo XXI, pp.459-484.
De Souza, Vanderlei S. (2007). “Eugenesia de Renato Kehl y la formación de una red internacional en el período de entre-guerras”, en Vallejo, G. y Miranda, M., Políticas del cuerpo. Estrategias modernas de normalización del individuo y sociedad. Buenos Aires: Siglo XXI, pp.425-457.
Leroy Allais, Jeanne (1924). De cómo he instruido a mis hijas sobre las cosas de la maternidad. Folleto N°14. Buenos Aires: Liga Argentina de Profilaxis Social.
Miranda, Marisa (2011). Controlar lo incontrolable. Una historia de la sexualidad en Argentina. Buenos Aires, Editorial Biblos.
Palma, Héctor y Palma, Dante (2007). “Eugenesia y ética”, en Vallejo, G. y Miranda, M., Políticas del cuerpo. Estrategias modernas de normalización del individuo y sociedad. Buenos Aires: Siglo XXI, pp.521-542.
Talak, Ana María (2005). “Eugenesia e higiene mental: usos de la psicología en la Argentina (1900-1940)”, en Miranda, M. y Vallejo, G. (Comp.), Darwinismo social y eugenesia en el mundo latino. Buenos Aires: Siglo XXI, pp.563-599.
Vallejo, Gustavo y Miranda, Marisa (2005). “La eugenesia y sus espacios institucionales en Argentina”, en Miranda, M. y Vallejo, G. (Comp.), Darwinismo social y eugenesia en el mundo latino. Buenos Aires: Siglo XXI, pp.145-192.

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