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Redes y redadas
Por María Cristina Oleaga
mcoleaga@elpsicoanalitico.com.ar
 

“La utopía no es, pues, algo definido de una vez por todas, sino más bien una actitud del pensamiento. La gran oportunidad de la Red consiste precisamente en esta capacidad suya para ser instrumento permanente de elaboración utópica colectiva y compartida, capaz de responder de forma adecuada a un problema en tiempo ‘real’, que es, después de todo, el único tiempo posible para la libertad y para la paz. [1]

Ignazio Licata, Profesor de Física Teórica, resalta -así- la posibilidad que nos ha demostrado poseer la Red. Los últimos beneficiarios, los Indignados de España -gente que contagió luego su efervescencia al resto de Europa- han demostrado una vez más las ventajas de poseer este recurso. Asimismo, sabemos lo que implica la participación de los usuarios en la producción y emisión de noticias, artículos y toda case de intervenciones, como lo muestran sitios como Indymedia, War in Iraq, La Haine y tantos otros proyectos de información alternativa [2].

En el artículo mencionado, Licata traza una diferencia notable entre el ciberespacio y la TV, de la que dice con acierto que es un “atractor de punto fijo que convoca a los usuarios, pasivamente, a una interfaz cognitiva única, que, como mucho, puede ofrecer la posibilidad del rechazo. Es todavía expresión de una forma centralizada de la autoridad y de la autoría, que se difunde hacia los receptores, por otro lado, fragmentados y aislados.”

Ahora bien, ¿es que esa potencia de vinculación y elaboración utópica compartida que atribuimos a la Red puede siempre atravesar las imposiciones del mercado? Sabemos que no. Para ejemplificar resultados bien diferentes sobre los jóvenes tenemos el caso de los Hikikomoris en Japón [3]. Son jóvenes que se recluyen en su habitación, dentro de su casa, no asisten al colegio, permanecen aislados. No tienen amigos, pasan largas horas en la computadora. Se ha atribuido la causa de este fenómeno al “amae” japonés, término de difícil traducción [4] que remite a un sentimiento de dependencia esencial. Creemos que no es la única determinación.

La Red no llega a ellos con la virulencia, con la apertura, que promueve creatividad y autonomía. Estar conectados es una actividad autoerótica más en el aislamiento de los Hikimoris. Se dedican a los juegos de rol y a las series de anime, con o sin contenido pornográfico.

Es cierto que los padres de estos jóvenes toleran esta conducta; se adaptan a ella, por vergüenza tal vez, y les suministran las comodidades necesarias para que vivan de ese modo sin pasar necesidades. Por precisar esa complacencia, los Hikimoris sólo abundan en clases sociales más o menos pudientes.

Se han atribuido orígenes económicos y socio culturales a este fenómeno, aunque el amae sea la razón por la cual haya progresado tanto en Japón. Así, los Hikimoris han proliferado en medio de la crisis económica, el reinado del individualismo capitalista, la competitividad, la desesperanza en cuanto al futuro y el miedo. Todos estos rasgos se dan en medio de una fuerte presión al éxito, razón por la cual el sujeto cada vez siente con mayor peso la exclusión o su mera posibilidad. La distancia con el Ideal es cada vez mayor; el sujeto está amenazado de caer identificado con el lugar de objeto de desecho.

Como vemos, es otro efecto posible, opuesto a la respuesta solidaria autónoma, facilitado también por la Red, la que se convierte en única compañía del sujeto -en este caso- al servicio de la negación y del autoerotismo. Es una verdadera trampa para el sujeto.

Licata también observa el aspecto homogeneizante, mortífero, de la Red, el que conduce al aplanamiento de la subjetividad al pretender borrar las particularidades y los conflictos. Es la versión “droga mental” de la utopía. Dice: “La actual colonización del Ciberespacio avanza, sin embargo, a grandes pasos en una dirección exactamente opuesta, hacia la realización del Imperio Perfecto y Global, un sistema en el que, quien regula los parámetros, promete como bien supremo la satisfacción virtual de las necesidades inmateriales de expansión, no de la conciencia, sino del Ego infinito del usuario-consumidor. Construid vuestro mundo paralelo y olvidaos del real, sustituidlo por una realidad indolora y sin límites. Nadie se dará cuenta de nada, no hay efectos colaterales. De este modo, la utopía se transforma en la más pura y refinada droga mental, la droga total buscada en vano en los laboratorios de química criminal. Paraísos artificiales digitales como simulaciones de la máquina de los deseos. En este escenario, se apunta a la dicotomía real / virtual y se trata de canalizar hacia un colector-lager fantástico los recursos creativos y las necesidades de la gente. La lógica de ‘simpática’ y eficiente tecnología ‘friendly’ de los grandes portales, el caldero ‘espiritual’ de la new-age y el paraíso perverso del pedófilo terminan por constituir así las muchas caras de una misma medalla, la de la nueva ‘normalidad’ virtual, la gran feria de públicas virtudes mediáticas y vicios privados con código de acceso. Según esta visión, naturalmente, la diferencia entre piratería informática, atentado contra el orden constituido y movimiento hacker es prácticamente nula, y de aquí al rechazo de todo aquello que no está regulado por los ordenadores globales hay sólo un pequeño paso. Se trata, en la práctica, de una reproposición del modelo televisivo culturalmente centralizado, pero oportunamente ‘adaptado’ al usuario. Gran parte de la Red es ya hoy inmóvil y pasiva, miembro paralizado y posibilidad perdida.”

Asimismo, la Academia Americana de Pediatría ha comenzado a alertar acerca de una así llamada “depresión Facebook” por los síntomas que detectan los pediatras en niños, preadolescentes y adolescentes que pasan mucho tiempo conectados a las redes sociales [5]. Los chicos afectados sufren acoso de parte de sus compañeros, problemas con su privacidad. Muchos de ellos han practicado sexting (envío de fotos y videos de contenido sexual protagonizados por el remitente) y sufren vergüenza luego de su divulgación masiva por otros. Ya existen, a partir de estos problemas, sitios que ofrecen al usuario ‘desaparecer’ literalmente de las redes sociales [6] y que al acto de hacerlo lo denominan ‘suicidio’.

Es que en los vínculos entre algunos adolescentes prevalece la crueldad y la violencia. Manifestaciones de este tipo se dan también en relaciones presenciales, para no mencionar los casos extremos de violencia mortal entre jóvenes. La Red -nuevamente- es un medio, vehículo para mejores y peores cuestiones. Hay que interrogar las causas socio-culturales que favorecen este tipo de padecimiento en los jóvenes [7].

Para terminar, citaremos a Paula Sibilia: “(…) Gilles Deleuze decía que cada época tiene las verdades que se merece, y que corresponde a los jóvenes la tarea de descubrir “para qué se los usa”. (…) yo diría que el pensamiento de todos estos autores continúa vivo porque ellos incitan al cuestionamiento permanente y estimulan las bellas artes de la sospecha: las verdades deben ser siempre desafiadas, cuestionadas, recreadas y reinventadas. Esta tarea incumbe tanto a la filosofía como a las ciencias y a las artes; de modo que no hay lugar, aquí, ni para la histeria antitecnológica ni para la imbecilidad protecnológica. Solamente de esa manera será posible vislumbrar que no hay nada de “inevitable”, de “natural” ni de “dado” en el mundo que nos rodea, y que por eso mismo es necesario asumir la tarea creativa (y eminentemente política) de definir lo que somos y lo que queremos ser.” [8]

 

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Notas
 

[1] Ignazio Licata, La utopía y la Red, http://colaboratorio1.wordpress.com/2007/10/09/la-utopia-y-la-red-ignacio-licata/
[2] http://argentina.indymedia.org/
http://iraqwar.mirror-world.ru/home/
http://lahaine.org/
[3] Término acuñado por Tamaki Saito, psicólogo japonés.
[4] Según el psicoanalista japonés Takeo Doi (Anatomía de la Dependencia, 1971), el “amae” es esencial a la cultura japonesa pero puede ser tomado como concepto para entender lo que sucede en otras culturas. Acontece en el lazo materno filial pero puede describir lo que sucede entre adultos, en tanto se apunte a marcar la dependencia.
[5] Clinical Report. The Impact of Social Media on Children, Adolescents and Families, Marzo 2011, http://pediatrics.aappublications.org/content/early/2011/03/28/peds.2011-0054.full.pdf+html
[6] http://www.suicidemachine.org/
[7] En julio, en El Psicoanalítico número 6, varios artículos abordarán el tema.
[8] Entrevista a Paula Sibilia, http://portal.educ.ar/noticias/entrevistas/paula-sibilia-el-hombre-postor-1.php

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