“Esta
es la Navidad en Belén” dice uno de los
hijos de la familia Zeidan cuando rescata de los escombros
de su casa, que acaba de ser demolida, una almohada
con la imagen de papá noel.
Los ruidos de la casa tomada de Cortázar no son
incógnitas en Belén. Las topadoras que
destruyen casas, las máquinas que construyen
muros de separación y el crecimiento de colonias
ilegales en los territorios ocupados son los ruidos
que poco a poco van tomando la casa de los palestinos.
Hay dos hermanos en Palestina también, musulmanes
y cristianos, que hace años escuchan los ruidos
y lamentan cuando una parte de la casa ha sido tomada.
Ellos no tiran la llave por la alcantarilla como el
narrador del cuento de Cortázar, ellos resisten.
Los muros y las alambradas van tomando las ciudades,
las escuelas, las tierras, los olivos. Separan familias,
separan vecinos, separan a los trabajadores de las tierras
que labran.
La ocupación nos ocupa a cada uno, ocupa las
vidas de los palestinos, la democracia de los israelíes,
las esperanzas de los internacionales. La ocupación
nos va tomando a todos, como los ruidos a veces imperceptibles
que empezamos a naturalizar. El muro nos rodea y se
hace concreto en nuestras mentes cuando dejamos de resistir,
de tener esperanza.
Han tomado la Navidad, la tienen rodeada. Le toca una
corte militar porque tiene documentos palestinos, nació
en Belén. Detención administrativa porque
la vieron que iba muy alto, más que el muro.
La organización B'Tselem
[2]
indica que en 2011 (al 31 de octubre) ya se habían
demolido 88 casas en los territorios palestinos ocupados.
Cuatro casas fueron demolidas el pasado 14 de diciembre
en Beit Jala, barrio vecino de Belén
[3]
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