I.
La imaginación está suelta De
la nada, en diciembre de 2001 en Argentina, y en medio
del avance de la insignificancia
acaecido durante la década de los 90, surgen
nuevos modos de estar en sociedad. ¿De la nada?
Se trata de una nueva forma de lo político, que
no surge en la nada. 2001 ha sido un año plagado
de un estado de oposición al poder político:
año en el que casualmente
(¿?) se cumple el 25 aniversario del golpe
que instituyó la última dictadura militar.
El plan de ajuste anunciado por el ministro de Economía
López Murphy termina con una protesta en las
calles que lo lleva a la renuncia; el movimiento piquetero
se hace ver y oir cada vez más; el inédito
número de votos en blanco e impugnados en las
elecciones parlamentarias de octubre (más del
20%, que sextuplica las cifras del año 1983,
año de regreso a los procedimientos democráticos),
denominado "voto bronca” hace su irrupción;
la consulta del Frente Nacional contra la Pobreza (por
un seguro de desempleo) muestra que el colectivo en
su gran mayoría quiere otra cosa. El "gobierno",
mientras tanto, y como de costumbre, mira para otro
lado - hacia los lobbies
por supuesto - y no escucha. Principios de diciembre
trae la nueva de una muerte ya anunciada: la de la llamada
convertibilidad (el
invento de la paridad del peso con el dólar).
Caos del sistema bancario, corralito (los fondos depositados
en cuentas bancarias no pueden retirarse, mientras se
produce una maxidevaluación, que lleva a que
la paridad finalice, llevando el dólar a un valor
de tres pesos). Comienzan las protestas en la calle,
se inician los saqueos. El presidente De la Rúa
al anunciar el estado de sitio da origen a un cacerolazo
que inicia - ex - nihilo,
de la nada, pero no en la nada, decíamos - una
nueva etapa. El imaginario
social instituye nuevos modos de ejercicio político.
La respuesta al decreto presidencial es salir a la calle,
desoyéndolo, enfrentándolo. Represión,
muerte de manifestantes y huida presidencial. Se crea
una nueva significación, que toma la forma del
"que se vayan todos".
Ya asoman las primeras asambleas barriales, el pueblo
empieza a deliberar salteándose a los representantes.
La loca de la casa,
la imaginación, será el lugar del poder
durante un breve tiempo, lo suficiente como para erosionar
un poder político que no podrá volver
a reinar tan fácilmente como lo hizo hasta entonces.
II. Poetas anónimos y colectivos
Los hombres creamos nuestros mundos tal como los poetas
sus poemas: un mundo cristiano, judío, griego,
nazi, capitalista, incaico, de reducidores de cabezas
... Volcamos nuestra imaginación mediante el
imaginario social instituyente de lo colectivo,
y creamos significaciones
imaginarias sociales que a su vez crean sujetos
en sintonía con ese mundo y con el fin de reproducirlo.
Siempre de un modo más o menos inestable, por
la misma presencia socavante y corruptora de la imaginación:
el totalitarismo y su prohibición de pensar [dramatizada
en 1984, de G. Orwell] es la expresión caricaturesca
del poder instituido defendiéndose de ese otro
poder: el instituyente, ese que anida agazapado en el
colectivo, que echa raíces en la imaginación
radical de la psique. Poder instituyente que
encuentra su lugar a partir de la creación de
nuevas formas de lo social, sometidas a la reflexión
del colectivo. Diciembre de 2001 muestra el proceso
simultáneo de crisis de las significaciones políticas
imperantes hasta ese momento, y el surgimiento de nuevas.
La creación - en medio de una situación
socioeconómica gravísima - encuentra su
expresión. Inesperadamente hace su aparición
el ejercicio de democracia directa, para espanto tanto
del poder oficial, como de las organizaciones de izquierda,
primeramente desubicadas ante una práctica desconocida
por ellas, y luego intentando dominar-dirigir las asambleas
barriales, llevando en muchos casos a su parálisis
y disolución. Aunque dicha parálisis y
disolución también se produce debido a
que evidentemente éstas no pueden pasar de la
deliberación, ya que no se han creado nuevas
formas de gobierno. Es necesario considerarlas como
creaciones en el sentido en que no pueden explicarse
acabadamente, no podemos recomponer la situación
de origen a partir de lo que se ha instituido. Esto
cuestiona, sin más, la idea de determinación
total de los acontecimientos. No estaba contenido en
lo previo (los elementos mencionados al inicio de este
texto) lo que luego devino. Es más: no era de
ningún modo inevitable que surgieran asambleas,
cacerolazos, etc. La importancia de esta consideración
es crucial, ya que contrasta con toda idea de teleología
de la historia, presente tanto en Hegel como en el marxismo
o en toda idea de progreso que incluye también
al liberalismo.
III. Autonomía como virus
Al calor de esas jornadas escribo un texto ( luego
publicado en la Revista Claves N° 21, 2004) ) donde
sostengo que la autonomía es una "creación
humana que va a contrapelo de las tendencias que han
sido absolutamente preponderantes en la historia de
la humanidad, y que hacen que las mujeres y hombres
depositen/deleguen su poder en instancias que lo vuelven
contra ellos, mediante complejos mecanismos donde se
conjugan elementos explícitos - opresión
política y/o militar, determinación económica,
política, jurídica, etc - con inconscientes
- superyó, sentimiento inconsciente de culpabilidad,
masoquismo originario, etc - y fenómenos mestizos,
como la ideología". Las sociedades
tienden a crear un Amo de
la significación, una instancia vivida
como exterior a la misma, que tomará la forma
de procedimientos de funcionamiento político,
orden jurídico-legal (apropiados por una parte
de la sociedad que domina a la otra), o tiranos, brujos,
etc, todos vividos como naturales, incuestionables,
originados en leyes divinas, o en héroes de una
historia devenida novela, etc. Ciertamente que con diferencias
de grado que van desde sociedades religiosas fuertemente
heterónomas, hasta las que habitamos nosotros,
con bolsones de autonomía. La erección
del Amo de la significación
es el final de un recorrido que se inicia para el sujeto
en los estados originarios de su psiquismo, pasando
por el pecho materno, la madre en sí, luego el
padre, y a continuación el cerco de significación
que contiene la sociedad en lo instituido. Este instituido
suele tener una clase social que lo custodia, pero,
lo más importante, un lugar de dominio en la
psique de los sujetos (en sus instancias del superyó
y de los ideales del yo). Un estadio posterior de esto
es el de la subjetividad
reflexiva, que puede poner en la picota lo instituido,
e impele al cambio social, subjetividad en la que el
yo como instancia de la psique ha tomado contacto con
su imaginación radical, y puede imaginar otra
sociedad, otras instituciones, otras significaciones
sociales y modos de instituirlas. Momento clave en el
cual si ese movimiento se asocia a principios como los
instituidos por la modernidad, da lugar a revoluciones
y cambios sociales tendientes a la igualdad, la justicia,
libertad … Castoriadis señalará
a la Grecia del siglo V AC, la Revolución Francesa,
la Revolución rusa de 1917, y en general las
luchas emancipatorias de los proletarios, mujeres, jóvenes,
et.c durante el siglo XX, como ejemplos de ruptura de
la heteronomía a manos de una subjetividad reflexiva
y deliberativa. La autonomía, una vez activada,
se expande como un virus en el colectivo: hay un
placer en ejercer la autonomía, es decir,
en darnos nuestras propias leyes, darnos de modo lúcido
un modo de lo social opuesto a la heteronomía,
entendiendo a ésta como a un estado del colectivo
en el cual la ley nos es dictada, nos es dada aún
en ignorancia de que esto ocurre.
Durante momentos de 2002, este placer en la autonomía
fue instalándose, al tiempo que tomaba la forma
de pasión democrática,
visualizable en la deliberación tanto como en
la participación. Si una nueva significación
imaginaria social es creada, un sujeto acorde
a la misma emerge, al mismo tiempo que la crea. Podemos
decir que durante 2002 un nuevo modo de la subjetividad
se hizo presente. Una subjetividad reflexiva,
cuestionadora, deliberativa. Instituciones y sujetos
fueron instituidos en un movimiento de creación
del colectivo, de modo no determinado, aunque sí
condicionado por lo existente al momento de la creación,
y por la historia. ¿Cuál ha sido el destino
de dichas creaciones?.
IV. Los círculos de lo instituido
Vemos durante 2002 cómo lo instituido se hace
presente tanto a nivel más amplio del colectivo
- asambleas, movimiento piquetero- , como también
en todo el cuerpo institucional, donde el ejercicio
de la democracia directa y del cuestionamiento de lo
instituido se extiende como mancha de aceite (hospitales,
escuelas, asociaciones profesionales, prácticas
autogestivas en empresas recuperadas, etc.) haciéndose
presente por lo menos un alto nivel de deliberación;
y en medio de dicho instituido, un sujeto que siente,
representa y hace a partir de las significaciones
instituidas: pasión democrática, de participación
directa, de mirada reflexiva sobre el ser del histórico-social,
pasión por hacer experiencias significativas
del nuevo modo de la sociedad. Como una piedra que golpea
un espejo de agua, se va expandiendo el círculo
de lo instituyente, acompañado de pasión
por la autonomía, que lleva a un movimiento ilimitado
de cuestionamiento de lo dado (lo instituido). La creación
de nuevas significaciones imaginarias sociales produce
entonces nuevos modos del representar, el hacer y el
sentir sociales. Esto va ocurriendo en medio de una
situación de catástrofe social, en la
cual la exclusión del sistema socioeconómico
también se extiende como mancha de aceite, produciendo
a su vez otro tipo de significaciones ligadas a lo catastrófico.
Una confluencia de factores enmarcan la detención
del movimiento instituyente: lo catastrófico
que dio impulso es también un límite,
lo mismo que el enunciado "que se vayan todos",
imposible que impulsa
tanto como se ofrece de cerco. El límite que
encuentra la revuelta - debido a múltiples factores,
que exceden nuestro análisis - va llevando a
una "vuelta a la normalidad". ¿Pero
es ésta tal?
V. De la imaginación a la
reflexión: el proyecto de sociedad autónoma
Sostuve durante todo el año 2002 que Argentina
estaba atravesada por la catástrofe y la creación.
Esto hacía - y aún hoy hace - correr el
riesgo tanto del triunfalismo como del derrotismo. Lo
cierto es que diciembre de 2001 abrió un inédito
cuestionamiento del poder instituido. Sería ingenuo
afirmar que este cuestionamiento haya sido radical.
Pero también lo es pensar que se haya desvanecido
sin dejar trazas y posibles brechas. O que la forma
política que hoy está instituida en Argentina
a nivel gubernamental haya sido el mejor y final resultado
de la revuelta. Esta forma ha acogido al interior algunos
de sus elementos – es cierto, y muchas veces esterilizándolos
– pero vemos claramente que el espíritu,
las significaciones, el pathos
de diciembre de 2001, está presente en
cada asamblea ambiental, en cada asamblea ciudadana.
Y como potencia en el cuerpo social todo: probablemente
esté trabajando en las profundidades - de los
sujetos, los grupos, las instituciones -. Seguramente
nada vuelva a ser como antes de diciembre de 2001 -
ni en los sujetos, ni en los grupos, ni en las instituciones
-.
Continuará en la parte II la
semana próxima:
De
Egipto a España y más allá - Parte
II -: la Imaginación y el Poder
Texto relacionado:
Lukánicos,
el griego.
* Fragmento
del texto que con el título La autonomía
es un virus, forma parte del libro colectivo Insignificancia
y autonomía. Debates a partir de Cornelius Castoriadis.
Ed. Biblos, Buenos Aires, 2007, que se publica con algunas
modificaciones que lo actualizan.
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